Esta es una de las principales conclusiones que surge de una investigación del Fondo Monetario Internacional,1 que toma como caso de estudio la ola migratoria venezolana que comenzó en 2015. Desde entonces, han sido más de siete millones de venezolanos los que han abandonado el país, estableciéndose, fundamentalmente, en otros países latinoamericanos (85% del total).
En particular, Colombia ha sido el destino principal de acogida, ya que recibió cerca de dos millones de venezolanos durante ese período. Le siguen Chile, Ecuador y Perú, que entre los tres habrían acogido a más de dos millones de personas, lo que representa más del 3% de la población local, en promedio.
Según las estimaciones del organismo, Colombia ha invertido cerca de 600 dólares por migrante en 2019, cifra que incluye asistencia humanitaria, salud, cuidado de niños, educación, vivienda y apoyo a la búsqueda de empleo. “Con más de dos millones de recién llegados, esto significa USD 1.300 millones en asistencia. En 2019, el costo alcanzó el nivel máximo: el 0,5% del PIB de Colombia.” Sin embargo, en el largo plazo, esta inversión podría reportar un salto del PIB estimado en 4,5 puntos porcentuales para 2023. Capitalizar este potencial requiere que los países receptores favorezcan una integración rápida de las personas al mercado laboral, facilitando los trámites correspondientes y brindándoles acceso a los servicios de salud y educación.
De acuerdo a las estimaciones de los investigadores, el número de migrantes venezolanos alcanzaría los 8,4 millones en 2025, más de un cuarto de la población del país en 2015. A efectos de contextualizar este proceso, el estudio señala que, entre 2013 y 2021, el PIB de Venezuela se contrajo más de 75%, lo que representa la caída más pronunciada de los últimos 50 años para una economía no afectada por la guerra. Durante 2020, producto de la agudización del deterioro asociado a la pandemia, cerca de 95% de la población vivía por debajo del umbral de pobreza.
Como es esperable, las características de la población migrante han ido cambiando desde que se inició el proceso migratorio. La primera ola estuvo integrada principalmente por profesionales de alto nivel educativo, y, la segunda, por jóvenes de clase media con educación terciaria. A partir de 2017, les siguieron las personas provenientes de hogares de bajos ingresos con menores niveles de formación.
Según destaca la investigación, el perfil demográfico de los migrantes venezolanos es similar al de la población residente en los países de acogida: casi dos tercios están en edad de trabajar y casi la mitad son mujeres.
Efectos en el mercado de trabajo
En línea con otros estudios, los autores identificaron que, si bien en muchos casos la formación de los migrantes es mayor respecto a la de la población local, enfrentan mayores niveles de desempleo, menores ingresos y menos probabilidad de insertarse dentro del mercado laboral formal. A su vez, no consta que exista un desplazamiento de los trabajadores residentes, aunque sí encuentran que existe una presión a la baja en materia de salarios en el marco de la economía informal.
Por otro lado, la brecha salarial entre trabajadores migrantes y nacionales aumenta con el nivel de formación, dado que los migrantes con alta formación se insertan en los segmentos de empleo menos calificados. En promedio, señala el estudio, los trabajadores nacionales ganan 30% más que los migrantes.
Costos y beneficios
El ejemplo de Colombia revela que los costos fiscales asociados a la provisión de los servicios públicos no supera los 0,5 puntos del producto y es menor para el resto de los países que conforman la muestra. Además, los costos son decrecientes en el tiempo, a medida que el país va absorbiendo la ola migratoria y se incrementa la actividad económica y, con ella, la recaudación.
En contrapartida, el análisis identifica importantes beneficios a mediano plazo en materia de productividad y crecimiento, a partir del aumento de la fuerza laboral y sus capacidades. Puntualmente, las “estimaciones indican que, con las ayudas y las políticas de integración adecuadas, la migración venezolana puede incrementar el PIB real de Perú, Colombia, Ecuador y Chile entre 2,5 y 4,5 puntos porcentuales para 2030 con respecto al escenario de referencia sin migración”.
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Álvarez et. al. (Diciembre, 2022). “Regional Spillovers from the Venezuelan Crisis: Migration Flows and Their Impact on Latin America and the Caribbean”. ↩