Por primera vez desde que tengo Twitter vi que la palabra “economista” era trending topic. Por si fuera poco un viernes 13, así que vayan los saludos desde acá al guionista de Dios. Lo primero que pensé fue que se habría hecho pública alguna maniobra fraudulenta que involucra a la profesión, pero no. Era que, a través de una supuesta denuncia realizada por el periodista Juan Ramón Rodríguez Puppo, las redes cloacales como dice el gran Mauricio Larriera estaban tirando todo el veneno posible contra el economista Daniel Olesker.

¿La razón? Según el mencionado periodista, Daniel Olesker no es economista por no tener título vinculante. Por tanto, en este artículo quiero ensayar una defensa no sólo del economista en cuestión, más bien pretendo remarcar la dura trayectoria de varias generaciones de estudiantes que, por ser víctimas de un contexto represivo, no siempre lograron culminar sus estudios en Uruguay en tiempo y forma y se vieron forzados a complementarlos con formación de posgrado en el exterior.

Para ello, lo primero a decir es que ser economista es algo que no siempre fue obvio y ni evidente. Digámoslo así: desde el Plan de Estudios de 1966 existe la licenciatura en Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Udelar. Por tanto, de forma simplificada, se asume que quienes egresan como licenciados desde ese entonces son economistas.

Previamente, en el Plan de Estudios de 1954, se habían distinguido dos tipos de contadores: los contadores hacendistas y los contadores economistas. A esta última categoría se corresponden economistas como Alberto Bensión, Ariel Davrieux, Danilo Astori, Alberto Couriel y Jorge Notaro, entre tantos otros. Así y todo, hubo destacados economistas de esta generación que no tenían título de economista. Sólo por nombrar a quien tal vez sea el más reconocido internacionalmente, el economista Octavio Rodríguez, uno de los máximos exponentes del pensamiento estructuralista latinoamericano, estudió Derecho en Brasil y, posteriormente, hizo estudios de posgrado en Economía en Chile. A nadie se le ocurriría decir que uno de los economistas latinoamericanos más reconocidos no es economista (aunque es cierto que en esa época no había Twitter).

Previo al Plan de Estudios de 1954, no había ningún título habilitante al que uno pudiera referirse como economista, pero esto no quiere decir que no hubiera economistas en Uruguay. Sea porque eran contadores que se dedicaron a la reflexión e investigación sobre problemas económicos, como el contador Luis Faroppa, figura destacadísima de nuestra universidad y del Partido Colorado, o porque se trataba de abogados con docencia en la cátedra de Economía Política en la Facultad de Derecho. El caso más destacable es el de Carlos Quijano, abogado de profesión, que estudió un doctorado en Economía en la Sorbona en Francia. No es casual que sus reflexiones en las editoriales de Marcha fueran esencialmente sobre asuntos económicos, así como sus libros. Es porque Quijano se especializó en el estudio de la economía en sus estudios de posgrado y se dedicó por entero a ello como docente y periodista. O sea, Carlos Quijano tenía título de abogado, pero posgrado en Economía, y se dedicó por entero a la reflexión sobre cuestiones económicas, ergo, era economista.

El caso de Carlos Quijano es ilustrativo porque, aunque parezca paradójico, muchos años después, cuando ya se había instrumentado un plan de estudios que delimitaba claramente a los economistas de los contadores en 1966, ser “economista” se volvió, otra vez, un poco difuso. Y esto está claramente emparentado con el contexto represivo que comenzó a vivir el Uruguay por aquel entonces. Algunos casos deben remontarse a principios de los setenta, previo a la dictadura, cuando ya había exiliados en el Chile de Allende, que acogió a muchos uruguayos solidariamente. Algunos fueron asilados por medidas legales adoptadas en aquel entonces y otros simplemente se fueron porque temieron por sus vidas de continuar en el país. Existen al menos dos casos representativos de las dos situaciones. En un caso, se trataba de un procurador que pretendía ser abogado y cayó preso en democracia por estar vinculado al MLN-Tupamaros. El otro era simplemente un militante de izquierda, cercano al Movimiento de Independientes 26 de Marzo, que era estudiante avanzado de Economía y ayudante en el Instituto de Economía. Ambos sin egresar y sin posibilidades de terminar sus estudios en Uruguay, fueron aceptados en la maestría de Economía que daba Escolatina, de lo mejor que había en formación en América Latina en aquel entonces. Octavio Rodríguez, ese gran economista “no economista”, era uno de los docentes de la maestría. En ambos ejemplos que puse continuaron sus estudios. Estos dos economistas tuvieron que volver a exiliarse luego del golpe de Pinochet y se fueron a vivir a México. En México estudiaron, investigaron y tuvieron participaciones destacadas. Uno se doctoró en Economía en Francia y el otro en la UNAM de México.

Tiempo después del golpe de Estado en Uruguay, la Universidad de la República fue “intervenida” por las fuerzas represivas. Eso explicó la destitución masiva de docentes, la censura a determinados tópicos, la prohibición de muchísimos libros y la persecución generalizada. Todos los estudiantes, independientemente de su filiación política, se vieron perjudicados con una formación devaluada en contenidos y nivel. Pero algunos otros se vieron más perjudicados aún, teniendo que descontinuar sus estudios. Aquí también amerita mostrar dos casos bien diferenciados: algunos se tuvieron que exiliar, mayoritariamente en México, y otros cayeron presos. Olesker es uno de estos últimos, pero fueron varios.

Otro gran economista fallecido ya hace años, Luis Stolovich, cayó preso como estudiante avanzado y tuvo que esperar muchísimos años para poder egresar ya en democracia. Stolovich terminó realizando una tesis de grado que hoy sería casi que de doctorado y consiguió con eso el título habilitante.

Daniel Olesker, con un poco más de suerte, si es que a esto se le puede llamar “suerte”, pudo ir a estudiar a la prestigiosa Universidad de Lovaina, en Bélgica. Como no podía estudiar en facultad porque les estaba prohibido y había participado en algunas investigaciones en Ciedur, lo habilitaron a realizar la maestría en Economía en dicha Universidad, de la cual egresó en 1985. Allí realizaron estudios de posgrado destacados economistas uruguayos como Umberto Della Mea, Carlos Grau, Darío Saráchaga y César Failache, entre otros. O sea que Olesker no sólo es economista, sino que es mucho más que eso, es magíster en Economía. Hoy es algo bastante común, pero en aquel entonces no había prácticamente doctores en Economía en Uruguay (salvo los casos que ya mencioné y alguno más) y tener título de magíster tampoco era la norma general. Por tanto, Olesker tiene un nivel de formación que es mayor que el de los economistas promedio de su época. Por suerte, economistas que claramente están identificados con la derecha, como Javier de Haedo o Agustín Iturralde, salieron a respaldar a Olesker en tanto economista, sacando un poco de lodo a esta canallada.

Pero el caso más notorio es el de los exiliados en México. Allí hay un conjunto más amplio de estudiantes avanzados de Economía (y hasta un caso vinculado a estudios de grado en Bellas Artes) que fueron aceptados para realizar estudios de maestría en Economía. Fue nada más y nada menos que en el Centro de Investigación y Docencia en Economía (CIDE) de México, un centro de formación sumamente prestigioso que, sensibilizado con la imposibilidad de finalizar los estudios de grado de estos estudiantes en Uruguay, los aceptaba en la maestría si eran capaces de salvar unas pruebas de ingreso. Algunos prestigiosos economistas e investigadores de nuestro país son egresados como magíster en México sin tener título de grado habilitante. Y, sin dudas, son economistas. También hay otros economistas que fueron a hacer allí sus estudios de posgrado sin ser economistas: eran ingenieros agrónomos en su formación de grado. Pero a nadie se le ocurriría hoy, con estudios de maestría y doctorado en Economía y con muchísimos años de investigación en el Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Sociales, que personas como Marcel Vaillant y Álvaro Forteza, por sólo nombrar a dos de los más conocidos, no son economistas.

Es por esto que todos estos economistas, con un alto nivel de formación para su época, una vez recuperada la democracia lograron tener participaciones destacadas a nivel académico como docentes e investigadores de la Udelar, tanto en la Facultad de Ciencias Económicas como en la de Ciencias Sociales.

A todo esto, queda una pregunta sin responder, y si bien yo he preferido no decir quiénes son los otros economistas sin título habilitante, es cierto, como se dice en Twitter, que son todos de izquierda. Tal vez habría que poner como excepción que algunos tuvieron un pasaje por el Partido Independiente y no sé cuál es su filiación política actual. La explicación en Twitter es que “todos los zurdos mienten”, pero la realidad histórica es muy diferente. El problema está en que, si bien todos los estudiantes sufrieron la política represiva, la cárcel y el exilio fueron impuestos con muchísima mayor necesidad para los que eran militantes de izquierda. Incluso, quienes hace algún tiempo fueron cercanos al Partido Independiente, en el momento en que tuvieron que exiliarse, militaban en organizaciones de izquierda o profesaban ideas de izquierda.

Dicho esto, es llamativo que, a 50 años del golpe de Estado que estamos por cumplir en este 2023, en vez de repudiar la dictadura estemos tratando a sus víctimas de victimarios. En vez de denunciar cómo se degradó la formación de miles y se frustraron trayectorias académicas, estamos atacando a sus víctimas. A Daniel Olesker, a todos los economistas que se vieron obligados a completar sus estudios en el exterior y a todos los estudiantes de aquella Udelar, vaya mi solidaridad. Y, hoy, más fuerte que nunca… ¡Nunca más!

Este artículo fue publicado originalmente en el sitio de Cooperativa Comuna