Unas horas más tarde se produjo el 156º: la propia Goldin recibía el Premio Nobel de Economía por sus avances en “nuestra comprensión de los resultados de las mujeres en el mercado laboral”.
Goldin es la tercera mujer que gana el Premio Nobel de Economía (desde que se concedió por primera vez en 1969) y la primera que lo hace en solitario, es decir, sin compartirlo con un colega masculino. Pero su logro es un hito sobre todo por el motivo por el que ganó: por proporcionar “la primera relación exhaustiva de los ingresos y la participación en el mercado laboral de las mujeres a lo largo de los siglos”. El premio representa el reconocimiento formal (y tardío) de que la igualdad de género es clave para entender cómo pueden prosperar las economías.
Goldin siempre ha tenido el instinto narrativo de una historiadora y la devoción por el rigor matemático de una economista. El oficio con el que compara su trabajo es el de “detective”. Sin embargo, en lugar de usar huellas dactilares y pruebas forenses, Goldin utiliza documentos de archivo y montones de datos para explicar cómo los resultados económicos actuales tienen su origen en acontecimientos y decisiones de décadas anteriores.
Entre otras cosas, su investigación ha puesto patas arriba interpretaciones políticamente convenientes pero demasiado simplistas de la diferencia salarial entre hombres y mujeres.
La detective Claudia Goldin
Goldin “ha rastreado los archivos y recopilado más de 200 años de datos de Estados Unidos”, dijo el jurado. “Ha estudiado algo que mucha gente, muchos historiadores, por ejemplo, simplemente decidieron no estudiar antes porque no pensaban que esos datos existieran”, dijo Randi Hjalmarsson, miembro del comité del Nobel, calificando a Goldin de “detective”.
En el último siglo, la proporción de mujeres con trabajo remunerado se ha triplicado en muchos países de ingresos altos. Se trata de uno de los mayores cambios sociales y económicos en el mercado laboral de los tiempos modernos, pero siguen existiendo importantes diferencias de género. Fue en la década de 1980 cuando una investigadora adoptó por primera vez un enfoque global para explicar el origen de estas diferencias. Las investigaciones de Claudia Goldin nos han proporcionado nuevas y a menudo sorprendentes perspectivas sobre el papel histórico y contemporáneo de la mujer en el mercado laboral.
En todo el mundo, alrededor de la mitad de las mujeres tienen un empleo remunerado, mientras que la cifra equivalente para los varones es del 80%. Cuando las mujeres trabajan, suelen ganar menos. Responder a por qué existen estas diferencias tiene una importancia fundamental para el bienestar. Si las mujeres reciben un trato desigual en el mercado laboral, no se trata sólo de una cuestión de equidad, sino también de eficiencia económica. Si las mujeres no tienen las mismas oportunidades de participar en el mercado laboral, o lo hacen en condiciones desiguales, se desperdician mano de obra y conocimientos especializados. Es económicamente ineficaz que los puestos de trabajo no vayan a la persona más cualificada y, si la remuneración difiere por realizar el mismo trabajo, las mujeres pueden verse desincentivadas para trabajar y tener una carrera profesional. Estas ineficiencias suponen grandes costos económicos para la sociedad. Reducir la brecha de género en el empleo y mejorar la asignación del talento femenino podría, por tanto, conducir a un aumento significativo del PIB mundial.
Combinando métodos innovadores de historia con un enfoque económico, Goldin ha demostrado que varios factores diferentes han influido históricamente –y siguen influyendo– en la oferta y la demanda de mano de obra femenina. Entre ellos figuran las oportunidades de las mujeres para compaginar trabajo remunerado familia, las decisiones relativas a la educación y la crianza de los hijos, las innovaciones técnicas, las leyes y normas, y la transformación estructural de la economía. A su vez, sus resultados han permitido comprender mejor cómo y por qué difieren las tasas de empleo y retribución entre mujeres y varones.
Por el retrovisor
En los últimos siglos, la sociedad ha experimentado importantes cambios políticos, sociales y tecnológicos. Los países industrializados contemporáneos han disfrutado de un crecimiento económico constante desde la revolución industrial. Sería fácil creer que la participación de la mujer en la población activa seguiría la misma tendencia, pero las investigaciones de Goldin han demostrado que no es así.
Mirando por el espejo retrovisor, ha creado una comprensión de cómo cambiaron las circunstancias de las mujeres a medida que la economía se transformaba de una economía agraria tradicional a la sociedad contemporánea. Sin embargo, algunas partes de este espejo estaban emborronadas, debido a que el trabajo de las mujeres no se recogía en las fuentes históricas, y había que limpiar estas manchas. Una vez hecho esto, Goldin pudo hacerse una idea de conjunto analizando tanto los datos históricos corregidos como los nuevos. Cuando se centró en la historia de Estados Unidos, la imagen se hizo cristalina: pudo identificar pautas innovadoras que no sólo han puesto en tela de juicio los conocimientos existentes, sino que también han cambiado la visión del papel histórico y contemporáneo de la mujer en el mercado laboral. Uno de estos patrones se parecía a la letra U.
La curva en forma de U
Antes del trabajo de Goldin, los economistas pensaban que el crecimiento económico conducía a una mayor igualdad de condiciones. En otras palabras, a medida que crecía la economía más mujeres trabajaban. Sin embargo, como apenas se habían estudiado datos más antiguos, esta relación no era del todo clara.
La investigación de Goldin también ha derribado otros mitos. La primera observación de Goldin fue que las tasas de empleo de las mujeres a menudo se habían declarado incorrectamente en los datos existentes. Utilizando encuestas sobre el empleo del tiempo y datos industriales, ha rellenado minuciosamente las lagunas históricas sobre los salarios y el empleo de las mujeres. No era raro que las mujeres trabajaran junto a sus maridos en la agricultura o en diversas formas de empresa familiar. Las mujeres trabajaban en industrias artesanales o en la producción doméstica, como la textil o la de productos lácteos, pero su trabajo no siempre se registraba correctamente en los registros históricos. Estadísticas sencillas, como la tasa de empleo femenino, estaban mal calculadas porque las mujeres que, por ejemplo, trabajaban en una granja familiar eran registradas simplemente como “esposa”. Por ejemplo, Goldin descubrió que la tasa de empleo de las mujeres blancas casadas era del 12,5% en 1890, casi cinco veces más de lo que se pensaba.
Goldin ha demostrado que la Revolución Industrial expulsó a las mujeres casadas de la población activa, ya que la producción se trasladó del hogar a la fábrica. Esto dificultó a muchas mujeres casadas trabajar desde casa y compaginar así trabajo y familia. En una investigación publicada en 1990 demostró que sólo en el siglo XX, cuando proliferaron los empleos en el sector servicios y se desarrolló la educación secundaria, surgió el patrón laboral que en la actualidad nos resulta más familiar. Goldin explica este modelo como el resultado del cambio estructural y la evolución de las normas sociales relativas a las responsabilidades de la mujer en el hogar y la familia. La relación entre el tamaño de las economías occidentales y la participación de la mano de obra femenina tiene forma de U, un resultado clásico de Goldin. Dado que el crecimiento económico fue constante a lo largo de este período, la curva de Goldin demostró que no existe una asociación históricamente coherente entre la participación de la mujer en el mercado laboral y el crecimiento económico.
Ahora sabemos que esta forma de U no es exclusiva de Estados Unidos y que es válida en muchos otros países. Estos datos permiten comprender mejor la posición de la mujer en el mercado laboral a escala internacional. En otras palabras, no debemos contar con que el crecimiento económico reduzca automáticamente las diferencias de género en el mercado laboral. Pero ¿qué explica estas diferencias? ¿Por qué avanza tan lentamente la igualdad? Para entender cómo ha cambiado la brecha salarial a lo largo de la historia, Goldin decidió una vez más mirar por el espejo retrovisor.
Brechas salariales históricas
Goldin empezó por recopilar estadísticas de diversas fuentes, produciendo la primera serie larga sobre las diferencias salariales entre varones y mujeres. A partir de materiales que abarcaban 200 años, pudo demostrar que muchos cambios estructurales históricamente importantes en el mercado de trabajo beneficiaron a las mujeres, mucho antes de que la cuestión de la igualdad estuviera sobre la mesa. Sus cálculos mostraron que la brecha salarial entre hombres y mujeres se redujo en ráfagas. Primero, una caída de 1820 a 1850, luego otra de 1890 a 1930 y finalmente un desplome, del 40% en 1980 al 20% en 2005. ¿A qué se debieron estos estallidos? Las dos primeras se produjeron mucho antes del movimiento por la igualdad salarial y se debieron a cambios en el mercado laboral: primero, durante la Revolución Industrial; segundo, durante un aumento del empleo de oficina en ocupaciones como el trabajo administrativo.
Utilizando estas estadísticas, Goldin también pudo demostrar que la discriminación salarial (las diferencias salariales que no pueden explicarse por diferencias observadas en factores como la productividad, la educación y la edad) que afectaba a las mujeres aumentó significativamente con el crecimiento del sector servicios en el siglo XX. Anteriormente, las mujeres solían trabajar en sectores en los que la retribución se basaba en el trabajo a destajo; los trabajadores de este tipo de industrias, ya fueran varones o mujeres, cobraban en función de su productividad. Entre finales del siglo XIX y 1940, la diferencia salarial entre varones y mujeres que puede atribuirse a la discriminación aumentó del 20% al 55% en la industria manufacturera. En otras palabras, la discriminación salarial aumentó, sorprendentemente, al mismo tiempo que disminuían las diferencias salariales entre varones y mujeres.
En cuanto a la tercera y más importante caída, a finales del siglo XX, Goldin destacó el papel de las expectativas. Por ejemplo, si una mujer joven tiene más control sobre cuándo tendrá un hijo y si lo tendrá, y más certeza sobre qué tipos de trabajos habrá disponibles, puede tomar decisiones más informadas sobre el futuro y cambiar su comportamiento en consecuencia.
El rol de las expectativas
El mercado laboral está formado por distintas generaciones, cohortes, que se enfrentaron a circunstancias diferentes a la hora de tomar sus decisiones vitales. Goldin desarrolló un enfoque basado en cohortes para el análisis de lo que ocurre cuando una cohorte entra en el mercado laboral. A principios del siglo XX, por ejemplo, la mayoría de las mujeres sólo trabajaban unos pocos años antes de casarse y abandonaban el mercado laboral al contraer matrimonio, lo que influía en sus decisiones educativas.
En la segunda mitad del siglo XX, los cambios sociales hicieron que las mujeres casadas se reincorporaran a menudo a la vida laboral una vez que sus hijos eran mayores. Las oportunidades laborales que entonces tenían se basaban en elecciones educativas hechas quizás 25 años antes, en una época en la que, según las normas sociales contemporáneas, no se esperaba que tuvieran una carrera profesional. Muchas mujeres jóvenes en los años 50 tenían madres amas de casa y, cuando sus madres volvieron al mercado laboral, las hijas ya habían elegido su trayectoria educativa. Durante gran parte del siglo XX, las mujeres subvaloraron cuánto iban a trabajar; las expectativas y los resultados no empezaron a converger hasta la década de 1970. En consecuencia, las mujeres que eran jóvenes en ese periodo invirtieron más en su educación. En las últimas décadas, es cada vez más probable que las mujeres estudien y, en los países de altos ingresos, suelen tener un nivel educativo superior al de los varones.
Sin embargo, aunque el cambio de las normas sociales, las nuevas pautas del mercado laboral y el aumento de los niveles de educación influyeron en el nivel de empleo de las mujeres, las innovaciones más recientes han cambiado fundamentalmente sus oportunidades tanto para planificar como para tener una carrera profesional. Una de estas innovaciones fue una pequeña pastilla.
El poder de la pastilla anticonceptiva
Las expectativas de las mujeres en el mercado laboral cambiaron a finales de la década de 1960, cuando se introdujo “la pastilla”, un método anticonceptivo y de planificación familiar fácil de usar que las mujeres podían controlar de forma independiente.
Utilizando el hecho de que las mujeres jóvenes pudieron acceder a la pastilla en años diferentes en distintos estados de Estados Unidos, Goldin y su coautor Lawrence Katz demostraron el poder de la pastilla, descubrieron que hacía que las mujeres retrasaran el matrimonio y el parto. También eligieron otras carreras, y una proporción cada vez mayor de mujeres empezó a estudiar economía, derecho y medicina. Los grupos afectados fueron los nacidos en la década de 1950, que por tanto tuvieron acceso a la pastilla anticonceptiva cuando eran jóvenes. En otras palabras, la pastilla anticonceptiva significó que las mujeres podían planificar mejor su futuro y, por tanto, también tener más claro lo que esperaban, lo que les dio incentivos totalmente nuevos para invertir en su educación y sus carreras. Por ejemplo, entre 1967 y 1979, el porcentaje de mujeres de 20 y 21 años que esperaban tener un empleo a los 35 pasó del 35% al 80%.
El efecto maternidad
En la actualidad, podemos ver que la diferencia de ingresos entre mujeres y varones en los países de ingresos altos oscila entre el 10% y 20%, a pesar de que muchos de estos países tienen una legislación sobre igualdad salarial y las mujeres suelen tener más estudios que los varones. ¿A qué se debe? Goldin intenta responder precisamente a esta pregunta y, entre otras cosas, logra identificar una explicación clave: la maternidad.
Al estudiar cómo cambiaban las diferencias de ingresos entre varones y mujeres a lo largo del tiempo, Goldin y sus coautores, Marianne Bertrand y Lawrence Katz, demostraron en un artículo de 2010 que las diferencias iniciales de ingresos son pequeñas. Sin embargo, en cuanto llega el primer hijo, la tendencia cambia; los ingresos caen inmediatamente y no aumentan al mismo ritmo para las mujeres que tienen un hijo que para los varones, aunque tengan la misma educación y profesión. Los estudios realizados en otros países han confirmado la conclusión de Goldin, y actualmente la maternidad puede explicar casi por completo las diferencias de ingresos entre mujeres y varones en los países de ingresos altos.
El tiempo
Desde 2005, la brecha salarial apenas ha variado. En este sentido, el trabajo de Goldin cuestiona las narrativas populares que siguen culpando a la discriminación salarial cruda. En cambio, en un libro publicado en 2021, titulado Career and Family: Women’s Century-Long Journey Toward Equity, Goldin culpa a los trabajos “codiciosos”.
En una entrevista concedida a Repubblica el año pasado, explicaba que un factor clave es el tiempo. “Uno de los grandes igualadores de la vida es que todos disponemos de 24 horas al día. No importa si eres multimillonario o pobre. Si tienes hijos pequeños o responsabilidades familiares, alguien tiene que quedarse en casa de guardia, aunque tenga un trabajo a jornada completa. La persona “de guardia” asumirá una posición más flexible y menos exigente y, por consiguiente, una retribución menor. Las mujeres suelen ser las que se quedan de guardia en casa. Se trata de una desigualdad de pareja, y es la esencia del obstáculo para conciliar familia y carrera profesional, aún más complicado por el trabajo codicioso”.
En su definición, el trabajo codicioso es aquel que paga más en función del número de horas trabajadas o de las horas trabajadas en momentos en que los demás no están, como las vacaciones y los fines de semana: se recompensa al empleado dispuesto a trabajar todas las horas. Difícilmente son las mujeres las que pueden hacerlo, porque sobre ellas recae el cuidado de la familia. Si las tareas de la familia se repartieran a partes iguales se produciría un empobrecimiento del hogar. Este es el motivo por el que las mujeres renuncian. Los salarios de los hombres siguen siendo altos y pueden subir, los de las mujeres con horarios limitados o menos estables son más bajos y tienen menos perspectivas.
Una mirada al futuro
La igualdad de oportunidades es crucial para una sociedad sana, justa y próspera. Gracias a una serie de contribuciones pioneras de Claudia Goldin, que abarcan un período de más de 40 años, sabemos mucho más sobre los motores subyacentes de la convergencia de género, así como sobre los importantes obstáculos que aún persisten. Sus principales contribuciones tienen una característica común: el papel fundamental de la familia, los hijos y la organización del trabajo en la configuración de las diferencias de género en la oferta de mano de obra y los salarios.
La investigación de Goldin ofrece lecciones para economistas y responsables políticos. Para los primeros, muestra la importancia de la historia. Su primer libro trataba de la esclavitud urbana en el sur de Estados Unidos a mediados del siglo XIX. En otro trabajo muy conocido, junto a Lawrence Katz, ha demostrado cómo la relación entre tecnología y educación puede explicar la desigualdad a lo largo del siglo XX. Antes de Goldin, muchos académicos consideraban que las diferencias salariales históricas entre hombres y mujeres no tenían respuesta debido a la escasez de datos. Goldin ha demostrado, una y otra vez, que indagar en los archivos históricos permite a los investigadores responder con credibilidad a grandes cuestiones que antes se consideraban fuera de su alcance.
Para los responsables políticos, su investigación demuestra que las soluciones a la desigualdad de género varían según la época y el lugar. En los Estados Unidos de principios del siglo XX, las empresas prohibían a las mujeres casadas obtener o conservar un empleo. La respuesta política llegó con la Ley de Derechos Civiles de 1964, que prohibió ese comportamiento. Hoy en día, las diferencias salariales persisten debido a los trabajos codiciosos y a las normas respecto a la maternidad y paternidad, más que a la discriminación de las empresas. En el pasado, Goldin ha sugerido que una solución podría ser una mayor flexibilidad en el lugar de trabajo. Quizá su próxima actuación sea encontrar la manera de conseguirlo.
Sabemos todo esto gracias a las investigaciones de Claudia Goldin. También sabemos que sus ideas van mucho más allá de las fronteras de Estados Unidos y que se han observado pautas similares en muchos otros países. Sus investigaciones nos permiten comprender mejor los mercados de trabajo de ayer, hoy y mañana. Su actitud es lo que da vida a su trabajo académico: se basa en lo que ha sido y en lo que ha llegado a ser para ayudar a imaginar lo que aún podría ser.
Por último, el trabajo de Goldin ha desempeñado un papel fundamental en el establecimiento de la economía de género como un área de investigación económica corriente. Al hacerlo, ha desempeñado un papel crucial en la fertilización cruzada de la historia económica con la economía aplicada.