Uruguay debe retomar una mirada de largo plazo para poder trazar una estrategia de desarrollo sostenible, que incorpore las grandes tendencias globales y que se anticipe a riesgos y oportunidades que ya despuntan en el horizonte. Puede decirse que una sociedad desarrollada es aquella que es capaz de aplicar y reproducir las mejores prácticas de un tiempo histórico. Pero, para que el desarrollo sea sostenible, debe considerar no sólo el bienestar de las generaciones actuales, sino también el de las futuras.

Dada la complejidad de la tarea, un país que apuesta al desarrollo sostenible debe construir una hoja de ruta de largo plazo, enmarcada en un diagnóstico actualizado de las principales megatendencias que se observan en el contexto internacional y de sus posibles impactos locales.

En esta serie de dos columnas, intentaremos resumir los principales elementos a considerar en ese camino, tomando como base una visión actualizada de la Estrategia Nacional de Desarrollo 2050 elaborada por la Oficina de Planeamiento y Presupuesto de la anterior administración.

En esta primera entrega se identifican y describen cinco megatendencias globales: la revolución tecnológica, el cambio demográfico, la crisis ambiental, la concentración económica y el cambio cultural. En la próxima columna se plantearán tres ejes centrales que deberían considerarse para colocar a Uruguay en una senda firme de desarrollo sostenible.

Algunas megatendencias globales.

La revolución tecnológica

El mundo se encuentra inmerso en un proceso de profundos cambios tecnológicos con consecuencias enormes, actuales y sobre todo futuras. Se identifican dos áreas científico-tecnológicas como los impulsores más dinámicos de transformaciones. Por un lado, en fase de despliegue amplio, acelerado en la actualidad por los avances en la inteligencia artificial, el proceso de digitalización. Por otro, en una fase mucho más primaria, pero con una relevancia fundamental para Uruguay, lo que se conoce como bioeconomía.

Los cambios de la matriz productiva tendrán un núcleo innovador conformado por la economía digital y la bioeconomía, que convergen actualmente y se proyectan hacia una nueva transformación de la base productiva, de enorme trascendencia para un país como Uruguay.

El cambio demográfico

Durante el siglo pasado tuvo lugar el proceso de crecimiento demográfico más intenso de la historia. Según estimaciones de Naciones Unidas, la población del mundo seguirá creciendo, aunque más lentamente que en el pasado, y para 2030 alcanzará los 8.551 millones de personas, escalando hasta los 9.772 millones hacia 2050.

Sin embargo, este crecimiento de la población será dispar. África, en primer lugar, y Asia, en segundo, serán los continentes que concentrarán el mayor crecimiento. En contraste, el resto de las regiones tendrá un crecimiento muy modesto. Por tanto, África y Asia van a ejercer una importante presión sobre la demanda de alimentos, cuya incidencia global y peso geopolítico podría incrementarse. Europa será la única con menos población que en la actualidad.

La crisis ambiental y el cambio climático

La situación del medioambiente en general, y del cambio climático en particular, representa unos de los principales retos de la humanidad. La tendencia más importante a futuro en la dimensión ambiental es la profundización de las señales de agotamiento del modelo económico hegemónico.

Existen cada vez más evidencias de que el patrón actual de crecimiento se fundamenta en una explotación intensiva creciente de los recursos naturales, que es insostenible bajo los parámetros actuales de producción y consumo. Es de esperar que, a medida que el agotamiento de este modelo se intensifique, también se multipliquen las críticas y demandas por un modelo alternativo, bajo los fundamentos de justicia social y ecológica.

Reconocido en los Objetivos de Desarrollo Sostenible como “uno de los mayores retos de nuestra época”, el cambio climático se ha posicionado fuertemente en la agenda global durante las últimas décadas. Sin embargo, la crisis ambiental no se agota con el cambio climático. La pérdida de biodiversidad, la contaminación de los océanos y el aire, la presión sobre los recursos hídricos, entre otras, son todas manifestaciones dramáticas de un mismo fenómeno.

Concentración de ingresos y riqueza

La distribución del ingreso a nivel mundial ha transitado por una senda de mayor concentración en los últimos 40 años. Desde 1980, el 1% de los individuos con mayores ingresos recibió una proporción dos veces más grande del crecimiento que el 50% más pobre. La participación del 1% de mayores ingresos a escala global creció del 16% al 22% entre 1980 y 2000, para luego ubicarse en torno al 20% en 2016; por su parte, la participación del 50% más pobre osciló en el entorno del 9%.

Estas fuertes tendencias están teniendo consecuencias ya visibles en cuanto al deterioro de la democracia y al malestar global. La extrema concentración es un factor de desestabilización democrática, puesto que implica que algunas personas o entidades disponen de medios e influencias mucho más fuertes para hacer valer sus intereses que las grandes mayorías de la población. Asimismo, sectores cada vez más amplios de la población sienten una distancia cada vez mayor respecto a los gobiernos y a los sistemas políticos, la que se expresa en desafección democrática y apoyos a propuestas extremistas y demagógicas.

Cambio cultural

Desde hace décadas, en buena parte del planeta se vive un profundo cambio cultural, que se expresa en procesos tan disímiles como el cuestionamiento a la tradicional distribución de roles entre hombres y mujeres, la erosión de la legitimidad de las instituciones que fueron centrales en el siglo XX –como iglesias, partidos políticos, sindicatos o burocracias estatales–, la explosión de la expresión de la diversidad en todo nivel (cultural, sexual), entre otras.

Una posible interpretación de estos cambios culturales es que se superponen dos macrotendencias, que se desarrollan a diferente ritmo en las diferentes regiones: por un lado, la secularización y racionalización, asociadas a la irrupción de la sociedad industrial y, por el otro, la crítica a los valores materiales y a la autoridad de las instituciones representativas de la industrialización, propia de la posindustrialización.

Las megatendencias como marco para un proyecto de desarrollo sostenible para Uruguay

Las megatendencias descritas anteriormente dan un marco de oportunidades y amenazas para la elaboración de una necesaria hoja de ruta de transformaciones que Uruguay debe emprender para alcanzar el desarrollo sostenible en el largo plazo.

En la próxima columna, nos concentraremos en describir tres ejes identificados como centrales para la estrategia país: la transformación productiva sostenible, la transformación social y transformación de las relaciones de género.