Mientras nos acercamos a las cumbres mundiales de este año sobre biodiversidad (COP16), cambio climático (COP29) y desertificación (COP16), las consecuencias de la emergencia climática se ven en todas partes. Varias inundaciones han devastado Europa central, el supertifón Yagi acaba de azotar el sudeste asiático y los huracanes Helene y Milton han causado estragos en el sureste de Estados Unidos. El calor y la sequedad han creado condiciones ideales para incendios forestales como los desatados en Brasil, Sudáfrica y Colombia; y en África, las sequías de este año han generado amplia inseguridad alimentaria.

Mientras la escala y la velocidad de la respuesta al cambio climático no estén a la altura de la amenaza, esta nueva normalidad seguirá agravándose y pondrá en peligro arduos avances en materia de desarrollo en los países de ingresos bajos y medios. Además de reducir las emisiones derivadas del uso de combustibles fósiles, una de las principales prioridades tiene que ser proteger y conservar los bosques tropicales que están en pie.

Los bosques tropicales almacenan importantes cantidades de carbono y su desaparición provocaría un aumento masivo de 1 °C en el promedio mundial de temperaturas, por no hablar de una pérdida de biodiversidad incalculable y del agotamiento de servicios ecosistémicos como los ríos atmosféricos que suministran agua a cultivos alimentarios en todo el mundo. Los científicos advierten que la degradación de varios de estos bosques se acerca a un punto de inflexión a partir del cual el remanente de bosque no tendrá capacidad para autosostenerse ni recuperarse.

Individuos, países y ONG están tomando medidas para proteger los bosques y evitar su destrucción. Pero para abordar los factores complejos y cambiantes que impulsan la tala ilegal, se necesita una combinación de soluciones económicas y ambientales.

Felizmente esas soluciones existen. En Brasil, el gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva ya ha logrado una reducción significativa de la deforestación. Entre agosto de 2023 y julio de 2024, la pérdida de bosques tropicales en la Amazonia brasileña se redujo un 46% en comparación con los doce meses anteriores. Y en el nivel mundial, Brasil (que este año ocupa la presidencia del G20) ha hecho parte de su agenda recalcar la importancia de las soluciones naturales a los desafíos climáticos, sentando así las bases para nuevos avances en la COP30 que tendrá lugar en Belém en 2025.

En Brasil, el gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva ya ha logrado una reducción significativa de la deforestación. Entre agosto de 2023 y julio de 2024, la pérdida de bosques tropicales en la Amazonia brasileña se redujo un 46% en comparación con los doce meses anteriores.

Por su parte, el Grupo Banco Mundial está dando apoyo a iniciativas públicas y privadas similares en las economías en desarrollo. El objetivo es diseñar políticas sólidas, crear instituciones creíbles y movilizar inversiones en las infraestructuras necesarias para conservar y gestionar los bosques de manera sostenible. Es esencial incrementar la disponibilidad y asequibilidad de la financiación destinada a los bosques.

El Grupo Banco Mundial también está trabajando para convertir el vasto potencial de los mercados de carbono en una fuente de ingresos para los países en desarrollo comprometidos con la reducción de emisiones y la conservación de sus bosques. Ya hay quince países beneficiados por un programa que a fines de 2024 habrá producido más de 24 millones de créditos de carbono, lo que constituye una victoria simultánea para el clima y para el desarrollo.

Pero quienes participan en estos esfuerzos siempre se hacen la misma pregunta: ¿cómo sostener en el tiempo el apoyo a la conservación de los bosques en pie? Aunque los mercados de carbono forestales han creado nuevos flujos de ingreso, en general sólo se destinan a países, comunidades o desarrolladores de proyectos que buscan reducir sus emisiones por deforestación; pero para los bosques que no están bajo amenaza inmediata no hay ninguna recompensa financiera.

A modo de solución, se ha propuesto la creación de un fondo para financiación de bosques tropicales, el Tropical Forest Finance Facility (TFFF), un mecanismo a gran escala basado en resultados, que usaría un modelo de financiación combinada (blended) para generar rendimientos financieros y recompensar a los países que protejan los bosques en pie. En lugar de créditos de carbono, el TFFF proveerá apoyo financiero predecible a largo plazo, vinculado con la cantidad de hectáreas de bosque en pie que tenga un país, para alinear los incentivos económicos con los resultados ambientales.

Liderado por el Ministerio de Finanzas y el Ministerio de Medio Ambiente y Cambio Climático de Brasil, y en asociación con otros países poseedores de bosques tropicales, economías desarrolladas y patrocinadores no tradicionales, el objetivo del TFFF es usar fondos soberanos y filantrópicos como catalizador para movilizar más capital privado y ampliar así la financiación destinada a los bosques más allá de lo que pueden proveer las herramientas del sector público por sí solas. Un aspecto crucial de la idea es que los inversores privados podrán proveer apoyo a un bien público global cuantificando y verificando el activo subyacente en formas alineadas con sus modelos de negocio.

Los bosques son vitales no sólo por el carbono que almacenan, sino también por su papel en mantener el equilibrio ecológico, sostener la salud del medioambiente y promover el crecimiento económico y el desarrollo humano.

Es el tipo de solución audaz e innovadora que necesitamos para que el combate al cambio climático sea realmente eficaz. Una de las mayores ventajas del TFFF es que no dependerá de donaciones (de las que siempre hay escasez) o del reaprovisionamiento periódico de fondos. En cambio, a los patrocinadores potenciales se les presentará un modelo de ayuda al desarrollo basado en una idea novedosa, ya que se les pedirá una inversión única y completamente reembolsable.

Los diseñadores del TFFF también están estudiando cómo simplificar (sin hacerlos menos rigurosos) los modelos de desembolso, mediante sistemas digitales de monitoreo, presentación de informes y verificación, y cómo generar cada año un monto de desembolsos suficiente para inclinar la balanza contra la deforestación. Y una última pregunta importante a la que se le presta cada vez más atención es cómo mejorar el acceso de los pueblos indígenas, las comunidades locales y otros dueños y guardianes de bosques a estos mecanismos. Los países que trabajan en el TFFF esperan resolver estos problemas antes de la COP30.

Los bosques son vitales no sólo por el carbono que almacenan, sino también por su papel en mantener el equilibrio ecológico, sostener la salud del medioambiente y promover el crecimiento económico y el desarrollo humano. El intervalo entre la COP16 en Cali y la COP30 del año entrante en Brasil puede ser el momento perfecto para lanzar el TFFF y sentar las bases para una nueva era en la financiación de la conservación forestal. Tenemos que empezar a recompensar como corresponde a los países que han controlado la deforestación y redoblar nuestros esfuerzos en pos de conservar los bosques actuales para las generaciones futuras.

Ajay Banga es el presidente del Banco Mundial. Fernando Haddad es el ministro de Finanzas de Brasil. Marina Silva es la ministra de Medio Ambiente y Cambio Climático de Brasil. Copyright: Project Syndicate, 2024.