El senador frenteamplista y expresidente del Banco Central Mario Bergara declaró a la diaria que el gobierno uruguayo ha “descuidado” el crecimiento económico al enfocarse de forma excesiva en lo fiscal, ignorando factores como la productividad y la competitividad.

A pesar de la “obsesión” de la ministra de Economía, Azucena Arbeleche, por la política fiscal, los resultados que tiene el gobierno en dicha materia son “mediocres” y dejan a una futura administración un “escaso margen de maniobra”, agregó el economista.

“La primera variable que uno siempre tiene que evaluar es el crecimiento económico. Hace un año y medio que la economía no crece. Esto tiene que ver también con la ausencia de políticas de crecimiento. El gobierno, en su obsesión por el tema fiscal, soslayó y olvidó por completo tener una agenda de crecimiento económico; no puso foco en los factores que lo generan, que son la productividad y la competitividad”, afirmó.

El economista también sostuvo que el Ejecutivo no impulsó la inserción externa del país y mantuvo actitudes “erráticas” respecto del Mercosur y las negociaciones internacionales.

Por otra parte, “tenemos el atraso cambiario más grande del siglo XXI por la pasividad del gobierno y del Banco Central, y el tema cambiario es un clamor de todas las gremiales, agropecuarias, industriales, de servicios, de turismo, del sector inmobiliario y de la exportación, ante una tesitura del gobierno que no sólo no interviene, sino que reivindica esa política pasiva de no intervenir en el mercado cambiario para ayudar a corregir un desalineamiento que los propios informes del Banco Central indican que están en el orden del 15%”, agregó.

Para Bergara, la política fiscal ha sido “mediocre” y el resultado es el mismo que el gobierno catalogaba como “catastrófico” en 2019, pero con un nivel de endeudamiento público mayor.

“Hay escasísimos márgenes de maniobra desde el punto de vista fiscal y financiero, a pesar de la necesidad de recomponer presupuestos en muchas áreas donde este gobierno recortó, por ejemplo, educación, salud, vivienda y políticas sociales”.

En cuanto a las cifras que maneja el gobierno en materia fiscal, señaló que no son “totalmente transparentes” porque el gasto destinado a infraestructura vial no se está incorporando en los registros.

“La primera variable que uno siempre tiene que evaluar es el crecimiento económico. Hace un año y medio que la economía no crece. El año pasado la sequía impactó, pero la economía uruguaya estaba estancada desde hacía seis u ocho meses. Y esto tiene que ver también con la ausencia de políticas de crecimiento”.

“Cuando el gobierno dice que satisface su meta de gasto, no sabemos si es así, porque en el cómputo hay egresos que no se incluyen. Y cuando se habla de un determinado déficit fiscal, tampoco podemos garantizar que sea esa cifra, porque hay gastos que tampoco están incluidos en el cómputo. Por lo tanto, ante un panorama que tiene resultados insatisfactorios y mediocres, hay que agregar que ha disminuido en transparencia en tanto existen gastos que se han realizado estos años que no están siendo registrados”, sentenció.

¿Cómo evalúa la situación actual de la economía uruguaya y cuáles son los principales desafíos que enfrenta el país en términos económicos?

La primera variable que uno siempre tiene que evaluar es el crecimiento económico. Hace un año y medio que la economía no crece. El año pasado la sequía impactó, pero la economía uruguaya estaba estancada desde hacía seis u ocho meses. Y esto tiene que ver también con la ausencia de políticas de crecimiento. El gobierno, en su obsesión por el tema fiscal, soslayó y olvidó por completo tener una agenda de crecimiento económico, no puso foco en los factores que generan crecimiento, que son la productividad y la competitividad.

La productividad está condicionada por la ciencia, la tecnología, la innovación y la recapacitación de los trabajadores en este mundo tan dinámico. Evidentemente, el gobierno no tuvo políticas en ese sentido ni inyectó recursos para mejorar en todas esas áreas.

Con respecto a la competitividad, no hubo ninguna variación sustancial en la inserción externa del país, donde tuvimos actitudes erráticas respecto del Mercosur y las negociaciones internacionales. Tampoco se fomentó la competencia. De hecho, la principal decisión en materia de mercados fue todo lo contrario, dado que se entregó un monopolio a una empresa privada, ni más ni menos que en el puerto de Montevideo. Y, a su vez, tuvimos una política absolutamente insólita desde el punto de vista cambiario.

¿Cuál es la situación en materia de atraso cambiario?

Hoy tenemos el atraso cambiario más grande del siglo XXI, por la pasividad del gobierno y del Banco Central. En dos o tres años el dólar bajó de 43, 42, 41, 40, 39 a 38 pesos, sin atinar a ninguna reacción, pese a estar viendo cómo eso afectaba sin dudas a la producción y la exportación. Hoy el problema cambiario es un clamor de todas las gremiales, agropecuarias, industrial, de servicios, de turismo, del sector inmobiliario y de la exportación, ante una tesitura del gobierno que no sólo no interviene, sino que reivindica esa política pasiva de no intervenir en el mercado cambiario para ayudar a corregir un desalineamiento que los propios informes del Banco Central indican que está en el orden del 15%.

¿Cuál es su opinión respecto de la política fiscal?

La política fiscal ha sido la obsesión del gobierno, pero sus resultados son bastante mediocres. Yo recuerdo a la ministra de Economía decir que si alguna vez teníamos que evaluar la gestión económica de este gobierno, lo debíamos hacer observando el resultado fiscal.

Hoy tenemos un panorama fiscal de 4% de déficit. Este gobierno va a terminar con un panorama fiscal que no va a ser muy distinto del que había en 2019, cuando ellos mismos decían que era un escenario catastrófico. Por lo tanto, tenemos un resultado más que mediocre.

¿Cómo evalúa la situación en el frente salarial?

Con los ajustes de baja calidad que hicieron durante todo este tiempo, hubo tres años y pico de caída de salarios y pasividades, que ahora se están recuperando en la lógica del proceso electoral. Pero, aun así, y en todo caso, el resultado fiscal esencialmente es el mismo que el que ellos catalogaron de catastrófico en 2019, con un nivel de endeudamiento público lógicamente mayor, de ocho o nueve puntos del producto más alto respecto de los niveles de 2019. Eso obviamente tiene una explicación parcial con el tema de la pandemia. Pero el panorama de la gestión de los ingresos y de la deuda pública lo catalogaría de mediocre, sobre todo considerando que fue el objetivo que las autoridades de la política económica de este gobierno pusieron como prioridad.

Mario Bergara (archivo).

Mario Bergara (archivo).

Foto: Alessandro Maradei

¿Y qué evaluación hace de la inflación?

Hay una inflación más baja y eso obviamente es una buena noticia. Sin embargo, también hay que entender que eso tiene un componente artificial, dado que el atraso cambiario enorme que tenemos incide en ese descenso de la inflación. Yo estimo que al menos dos puntos de ese fenómeno se deben a ese atraso cambiario. Si el dólar hubiese estado en los niveles que más o menos el Banco Central considera razonable –a pesar de que no actúa para que ello sea así–, estaríamos al menos con una inflación del 6%, que no sería ningún drama, ningún problema, porque la sociedad uruguaya está más que habituada a manejarse con niveles en ese entorno.

“Hoy tenemos un panorama fiscal de 4% de déficit. Este gobierno va a terminar con un panorama fiscal que no va a ser muy distinto del que había en 2019, cuando ellos mismos decían que era un escenario catastrófico. Por lo tanto, tenemos un resultado más que mediocre”.

También hay que entender que la baja inflación tiene que ver con la ausencia de crecimiento económico. Cuando la economía no crece, con salarios y pasividades más bajos, la presión sobre los precios es menor, por lo tanto es razonable tener una inflación más baja en el marco de una economía que no crece.

Además, el año pasado también sucedió que una parte del consumo se realizó en Argentina, donde las condiciones diferenciales de precios eran realmente muy grandes.

¿Cómo queda el escenario para el próximo gobierno? ¿Con qué se puede encontrar?

Con escasísimos márgenes de maniobra desde el punto de vista fiscal y financiero, a pesar de las necesidades de recomponer presupuestos en muchas áreas donde este gobierno recortó, por ejemplo, educación, salud, vivienda y políticas sociales.

Hay escasísimos márgenes de maniobra para desarrollar más políticas que son imprescindibles para que haya crecimiento y desarrollo en el futuro. Nosotros no decíamos que en 2019 el panorama era catastrófico, así que no lo vamos a decir ahora, pero eso no quiere decir que no dejemos claro que este panorama deja márgenes de maniobra muy limitados para recomponer presupuestos que fueron recortados en este gobierno y para desarrollar políticas necesarias para el desarrollo futuro.

¿Por qué considera que los números no son transparentes?

Decimos que el panorama fiscal es malo, a pesar de que ni siquiera podemos afirmar que los números que se manejan sean totalmente transparentes, porque hay un tramo del gasto público, sobre todo el que se hace a través de los contratos que se llaman Cremaf –en la infraestructura vial, sobre todo–, que por su naturaleza implican montos de inversión que se hacen hoy, pero que no se registran en el presente. Por lo tanto, se trata de un gasto público que se hace hoy, pero que no está incorporado en los registros.

Cuando el gobierno dice que satisface su meta de gasto, no sabemos si es así, porque en el cómputo hay egresos que no se incluyen. Y cuando se habla de un determinado déficit fiscal, tampoco podemos garantizar que se trate de esa cifra, porque hay gastos que tampoco están incluidos en el cómputo. Por lo tanto, ante un panorama que tiene resultados insatisfactorios y mediocres, hay que agregarle que ha disminuido en transparencia, en tanto hay gastos que se han realizado estos años y que no están siendo registrados.

Usted mencionó al inicio que no se desplegó una política destinada a fomentar el crecimiento. ¿Qué políticas deberían impulsarse entonces en materia de crecimiento?

Tenemos que apuntar, en un marco siempre de orden macroeconómico, que es la base de cualquier desarrollo, al aumento de la productividad, que pasa por impulsar la tecnología. Estamos en un mundo en el que la productividad depende crucialmente de la tecnología, de la innovación, y eso trae aparejada la necesidad de la recapacitación permanente de las trabajadoras y trabajadores. Por lo tanto, hay que volcar recursos y políticas en esa dirección.

Hay que apostar por el aumento de la introducción tecnológica en todas las áreas; por el fomento a la innovación, la preparación de los trabajadores y, en algunos sectores puntuales, como por ejemplo el agro, las políticas de riesgo, que no sólo son para atender eventos puntuales como el de la sequía, sino para promover un cambio sustancial basado en la ley de riego que aprobó el Frente Amplio en 2018.

Durante los gobiernos del Frente se planteó que podía haber un gobierno en disputa. Teníamos la idea de que el Frente Amplio no iba a perder nunca las elecciones, entonces podíamos tener el lujo de tener este tipo de discusión a nivel de gobierno. La realidad mostró, y la sociedad nos dio una buena bofetada en ese sentido, que el gobierno del Frente Amplio no tenía la elección ganada para siempre”.

El segundo bloque del que hablaba, y que también define la necesidad de desplegar políticas, es el de la competitividad. El impulso a la competencia tiene que ser mucho más firme que el que ha tenido este gobierno. Ojalá se pueda revertir, incluso en la medida en que el Tribunal de lo Contencioso Administrativo declare nulo el acuerdo entre el gobierno y Katoen Natie, el monopolio en el puerto de Montevideo. También hay que continuar tratando de mejorar las condiciones de colocación de los productos y servicios uruguayos en el exterior a través de una política más consistente y, ni que hablar, impulsar una corrección sustancial en el panorama cambiario, que implica volver a tener niveles de tipo de cambio competitivos y consistentes con los estímulos a la producción y la exportación. Por lo tanto, creo que por ahí va un conjunto de políticas importantes en la dirección de un mayor crecimiento.

¿En qué temas considera que el Frente Amplio tiene que demostrar que aprendió la lección en materia económica?

Con aciertos y con errores, pasando raya de los 15 años de gobierno del Frente, dejamos un país con más bienestar, con más equidad, con más derechos, con un PIB que creció un 60% en términos reales, con ingresos de los hogares, incluyendo salarios y pasividades, que también crecieron en términos reales alrededor de un 55%-60%; con mejoras sustanciales en las condiciones sociales, bajando la pobreza en un millón de personas, con un mejor indicador de desigualdad, disminuyéndola y generando más derechos en un montón de áreas.

Durante los gobiernos del Frente se dieron circunstancias de debate político que involucraron la gestión económica, con lo que en su momento se planteó que podía haber un gobierno en disputa, en la medida en que hubiera líneas distintas para llevar adelante ciertas políticas, o lo que en su momento también se planteó como la eventual existencia de dos equipos económicos.

Creo que esa es una de las cosas que el Frente Amplio debe haber aprendido. Las cosas quedaban porque teníamos la idea de que el Frente Amplio no iba a perder nunca las elecciones, entonces podíamos darnos el lujo de tener este tipo de discusión a nivel de gobierno. La realidad mostró, y la sociedad nos dio una buena bofetada en ese sentido, que el gobierno del Frente Amplio no tenía la elección ganada para siempre –de hecho la perdimos–, y que por lo tanto un gobierno del Frente tiene que tener una línea clara en materia de gestión de política económica y social; no hay lugar para la lógica de gobiernos en disputa o de dos equipos económicos.