La dinámica del ingreso de los hogares durante el segundo trimestre
Según informó el Instituto Nacional de Estadística, en el segundo trimestre el ingreso promedio de los hogares exhibió un incremento de 2,8% en términos interanuales (es decir, frente al mismo período del año anterior), una vez descontados los efectos de la inflación. En Montevideo, la suba se situó en el entorno de 3,5%, mientras que en el interior fue de 2,3%. En los tres casos (a nivel general, en la capital y en el interior), los incrementos fueron más moderados con respecto a lo observado durante el primer trimestre del año.
En el caso de la mediana, el ingreso se mantuvo relativamente estable, con una variación de apenas 0,1%. Vale aclarar que la mediana es una medida estadística que surge de ordenar de menor a mayor los ingresos de los hogares y tomar el que queda justo en el medio, lo que permite “limpiar” la distorsión que generan los datos extremos (tanto los más bajos como los más altos) sobre el promedio (un dato muy alto o muy bajo afecta el promedio, pero no a la mediana). En muchos casos, la evolución de la mediana cuenta una historia muy distinta a la que cuenta el promedio, como se detallará más adelante.
Por su parte, como indicó el economista Nicolás Cichevski, gerente del departamento de economía de CPA Ferrere, el aumento frente al segundo trimestre de 2019 ascendió a 4,6% cuando se toma en cuenta el promedio, y a 0,8% cuando se toma en consideración la mediana. Esta diferencia es, de hecho, ilustrativa sobre la diferencia entre ambas mediciones.
En términos per cápita, que es la otra forma de analizar la evolución del ingreso de los hogares, la variación frente al segundo trimestre de 2019 fue también de 4,6% en promedio y de 1,4% en mediana (nuevamente, ambas mediciones evidencian situaciones diferentes).
Sobre los datos y el análisis que permiten
Los datos presentados previamente no distinguen el comportamiento de los ingresos según las diferencias socioeconómicas de los hogares, por ejemplo, según quintiles (dividiendo a los hogares en cinco tramos, del 20% más pobre al 20% más rico) o según deciles (siguiendo la misma lógica, pero particionando a los hogares en diez grupos y no en cinco). Este análisis más detallado, que da cuenta de la desigualdad en el aumento de los ingresos, es posible a partir del procesamiento de los microdatos de la Encuesta Continua de Hogares (ECH), que todavía no están disponibles para el período aquí analizado, que abarca lo sucedido entre abril y junio (los últimos microdatos, publicados dos meses atrás, corresponden a 2023).
Cabe recordar que la ECH es realizada mensualmente por el Instituto Nacional de Estadística (INE), y es el insumo que nutre la elaboración de las múltiples estadísticas que se publican mes a mes, como la tasa de empleo o la tasa de desempleo (por poner dos de los ejemplos más conocidos). Sin embargo, con menor frecuencia, el INE libera los referidos microdatos y eso permite hacer análisis mucho más exhaustivos sobre la trayectoria de múltiples dimensiones socioeconómicas.
La mediana, el promedio y lo que no muestran las cifras agregadas
Más allá del incremento del ingreso de los hogares observado durante el segundo trimestre, que está en línea con la tendencia que ha venido mostrando esta variable en un contexto de recuperación del empleo y el salario (las dos dimensiones que se consideran para estimar estos ingresos), los datos divulgados la semana pasada no permiten capturar el detalle sobre la dinámica que explica esa trayectoria alcista. En otras palabras, que el ingreso promedio aumente no implica que aumente por igual para todos los hogares; y lo mismo ocurre para la mediana. Detrás de esas cifras, las realidades son diversas.
Esto fue lo que puso sobre la mesa hace unos meses la consultora Exante, generando un intenso debate por sus implicancias en términos de la política económica y la atención a los hogares más vulnerables. Como explicó en aquel momento el economista Pablo Rosselli, socio de la consultora, el ingreso promedio de los hogares aumentó 3% entre 2022 y 2023, pero el incremento que exhibieron los cinco quintiles fueron diferentes: el más bajo creció menos (2,5%) y el más alto creció más (3,6%).
Además, indicó que de la comparación entre 2023 y 2019 también se desprende un incremento en promedio (0,8%), pero “se concentró en el quintil de mayores ingresos, con una suba de 3,6% en términos reales. En los demás quintiles esa comparación arroja caídas que van desde un 0,9% hasta un 2,4% según el quintil que tomemos”. De hecho, la mayor caída fue justamente la que tuvo lugar para el 20% de los hogares más pobres (primer quintil), acentuando la disparidad entre los dos extremos de la distribución. A partir de esta situación fue que se argumentó que “el 80% de los hogares no recuperó los niveles de 2019”, lo que acentuó la controversia por aquel entonces.
Asimismo, como fue analizado semanas atrás por el economista Federico Araya (que puso el foco sobre los deciles y no sobre los quintiles), el aumento del ingreso promedio de los hogares desde 2019 escondía situaciones muy distintas, poniendo aún más de relieve la dinámica desigual que ha caracterizado a la recuperación pospandemia. En particular, advertía que, más allá de lo que mostraba el promedio de los ingresos, es decir, un incremento, el análisis de la mediana contaba una historia muy distinta, dado que todos los deciles presentaban una caída del ingreso per cápita entre 2019 y 2023. De hecho, incluso el último decil, que es el que nuclea al 10% de los hogares más ricos, mostraba una retracción del ingreso de los hogares durante ese lapso de tiempo.
Concretamente, como indicó en su momento: la mediana del ingreso per cápita con valor locativo para un hogar del decil 10 (el más rico) se ubicó en $ 95.843 en 2023 y era de $ 96.842 en 2019. Para el decil 1 (el más pobre), la mediana era de $ 10.057 en 2023 y de $ 10.585 en 2019. En sus palabras: “Lo anterior implicaba caída moderada para todos los deciles (no sólo el 10), pero con una particularidad: la caída era más fuerte en el primer decil, con lo cual la distancia entre los de menores ingresos y los de mayores ingresos se agrandaba” (gráfico 2).
Esta particularidad lo llevó a profundizar todavía más en el procesamiento de la información, adentrándose en la dinámica de los ingresos al interior de ese 10% más pudiente. En breve, Araya se preguntó qué pasa cuando al 10% de los hogares de mayores ingresos se lo divide también en diez partes iguales. En sus palabras: “¿Qué tal si vemos cómo le fue al hogar que está en la posición 91, 92 y así hasta el 100?... El hogar que está en la posición 100 es el de mayores ingresos, el que está en la 99 es el que le sigue, el 98 cierra el podio. Así, voy a llamar al hogar que está en la posición 100, top 1; al que está en la 99, top 2, y así hasta el que está en la 91, que es el top 10”.
¿Cuál fue la conclusión? Que el titular “El 80% de los hogares no recuperó los niveles de 2019” se quedó cortísimo. “Parecería que los únicos que recuperaron fueron los del top 1 o, en palabras del presidente, los queridos malla oro” (gráfico 3).
La forma exponencial que muestra la distribución de los ingresos es escandalosa, argumentó Araya a la luz de esta evidencia: “El hogar que se ubica en la posición 91 tiene derecho a sentirse clase media (por más que sea un top) porque está más próximo al hogar que está en la posición 70 que al que está en el 100”.
En síntesis, la dinámica agregada de los datos, en este caso referidos a la evolución del ingreso de los hogares, cuenta una parte de la historia; es una parte relevante, pero como quedó en evidencia en los párrafos precedentes, no es la única. Los ingresos efectivamente continúan recuperándose, como indican los datos publicados la semana pasada para el segundo trimestre del año. Esto responde a la creación de empleo y al incremento del salario real, dos variables que han venido moviéndose en sintonía.
No obstante, no todos los hogares se han beneficiado de esa recuperación, un fenómeno que también pone de relieve el análisis de otros indicadores sobre la distribución del ingreso, como el índice de Gini. Hay que tener en cuenta, además, que la ECH tienen dificultades para captar los ingresos más altos, tanto por temas probabilísticos como por temas de subdeclaración de ingresos. Por lo tanto, las tendencias previamente descritas estarían subestimando las disparidades asociadas a la dinámica de los ingresos en este marco de recuperación.