La propuesta del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva de aplicar un impuesto a los “superricos” para achicar la brecha de desigualdad social, reactivó un debate al que Uruguay no es ajeno. El país, al igual que el resto del mundo, tiene una “marcada” desigualdad patrimonial, ya que el 1% más rico de la población dispone del 37%-38% de la riqueza total, por lo que un impuesto al estilo del que propone Brasil podría ser una herramienta para reducir la brecha y financiar políticas públicas frente al déficit fiscal, dijo a la diaria el doctor en Economía Mauricio de Rosa.
“La discusión fiscal tiene muchas aristas distintas. Una de las formas de encarar los desafíos fiscales es, naturalmente, la tributaria. Creo que, sin duda, el impuesto al patrimonio de personas físicas, a las herencias, por ejemplo, puede ser una forma no sólo de obtener recursos, sino además de abatir la desigualdad patrimonial. Creo que sin dudas un impuesto a los superricos podría ser una posible solución al déficit fiscal para financiar políticas públicas [...] Me parece que Uruguay tiene mucho para trabajar en este frente y que sería, sin duda, una posible solución para financiar políticas públicas que puedan ser importantes, en particular, el combate a la pobreza infantil”.
De Rosa, que es profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Universidad de la República e integra el Sistema Nacional de Investigadores, indicó que la implementación de un impuesto al patrimonio no necesariamente afectaría negativamente el crecimiento económico, ya que la evidencia es “mixta”, y remarcó que “es posible recaudar ingresos considerables incluso con tasas moderadas”.
El 25 de junio, por encargo del gobierno de Lula, el economista francés Gabriel Zucman, experto en tributación y director del Observatorio Fiscal de la Unión Europea, presentó un informe destinado al G20 con una propuesta de impuesto global para milmillonarios. La iniciativa consiste en que unos 3.000 multimillonarios, con más de 1.000 millones de dólares de patrimonio, paguen un impuesto de 2% de su renta, lo que generaría una recaudación anual de entre 200.000 y 250.000 millones de dólares.
El gobierno de Brasil prevé plantear el tema en la cumbre del G20, de la que será anfitrión en noviembre. No es el único en considerar esta posibilidad: los ministros de Alemania, Sudáfrica y España también defienden la aplicación coordinada de un gravamen mínimo global sobre los multimillonarios como impulsor de la justicia social.
¿Qué impacto tendría la propuesta de Lula?
El impacto de un impuesto a los superricos en Uruguay depende de la definición que se tenga de ese sector, explicó el economista. En la propuesta formulada por Brasil se define como superricos, en particular, a los billonarios, o sea, las personas o familias que tienen un patrimonio superior a 1.000 millones de dólares.
“Representan algo así como unas 3.000 personas en el mundo. Son el 0,0001% de los adultos del mundo los que estarían afectados por un impuesto de esa naturaleza. Además, se refieren potencialmente a los centimillonarios, que serían una población de 50.000 personas a nivel mundial. Los centimillonarios son, más o menos, el 0,001% de los adultos del mundo. En esta propuesta, si uno piensa en el impacto en Uruguay, probablemente sea relativamente moderado o casi cero, considerando que hay muy poquitos individuos con esos niveles de riqueza. En la lista de millonarios de la revista Forbes hay solamente dos uruguayos a 2024”.
“Creo que el impacto potencial de una propuesta de esa naturaleza para Uruguay sería moderado. Ellos están pensando en cómo abordar el problema de la desigualdad patrimonial a escala mundial, que es un dilema bastante serio. La desigualdad de riqueza, de patrimonio a escala mundial muestra una concentración muy marcada. El 1% más rico tiene el 38% del patrimonio mundial, en tanto que el 0,1%, digamos, tiene un 20% del patrimonio mundial. Es muchísimo. El 50% más pobre, por su parte, tiene apenas el 2% de la riqueza mundial. Pensando en los billonarios, este 0,0001% de la población tiene el 3,5% de la riqueza mundial, que es un 75% más de lo que tiene la mitad más pobre, toda combinada”. Por lo tanto, existe una concentración de riqueza “muy marcada”, que además se viene incrementando día a día, advirtió.
“La riqueza agregada que tienen los millonarios del mundo creció muy fuertemente. Pasó en 2020 de 76.000 millones de dólares, antes de la pandemia, a 233.000 millones de dólares, según datos de Forbes. Entonces, estamos hablando de un grupo poblacional muy pequeño que tiene un patrimonio gigante con relación al resto del mundo y que además ha crecido muy fuertemente. La propuesta de Brasil tiene un objetivo recaudatorio, pero a la vez busca moderar la concentración de la riqueza a nivel mundial”, reflexionó.
Un impuesto pensado para Uruguay
De Rosa consideró que en el caso de que Uruguay pensara en un impuesto a los superricos enfocado en la realidad del país, habría fundamentos, ya que serían similares a los que se proponen en la iniciativa que lleva adelante Brasil.
“De hecho, aunque parezca sorprendente, la desigualdad patrimonial de Uruguay es comparable con la que hay a escala mundial. También en Uruguay el 1% más rico captura el 37%-38% de la riqueza total privada del país, y la mitad más pobre, un poco menos del 5%. O sea, estamos en parámetros similares. Así que hay fundamentos desde el punto de vista distributivo, desigualdades patrimoniales muy marcadas, que ameritarían un impuesto al patrimonio progresivo, que permita reducir esa desigualdad patrimonial y, además, tener recursos para impulsar políticas públicas”. El especialista remarcó que una de las formas “más rápidas” de abatir la “marcada desigualdad patrimonial” que enfrenta el país sería con un impuesto al patrimonio.
El problema del sistema tributario uruguayo
Semanas atrás, el doctor en Economía y profesor de la Universidad de la República Marcelo Bérgolo dijo a la diaria que el sistema tributario uruguayo tiene dificultades para gravar los ingresos de los sectores más ricos de la sociedad y que esto afecta su capacidad redistributiva.1 A pesar de que la implementación del impuesto a las retribuciones de las personas físicas (IRPF) implicó una “reducción” en el nivel de desigualdad promedio, este resultado “no parece estar explicado por lo que sucede entre los más ricos”, afirmó el economista.
En referencia a esto, De Rosa señaló que es necesario buscar que el sistema tributario uruguayo “logre gravar adecuadamente tanto el ingreso como el patrimonio de los individuos que están en el 1% más rico de la población; unas 25.000 personas”.
“Sabemos que esos individuos tienen ingresos muy elevados, capturan algo así como el 15% del ingreso total, que es equivalente a lo que tiene la mitad más pobre de la población combinada. Es una concentración del ingreso muy fuerte. Además, la concentración del patrimonio es muy marcada. Hay que buscar formas para que el sistema tributario logre gravarlos adecuadamente, tanto en ingresos como en patrimonio. De hecho, lo que sucede es que la mayor parte de los ingresos del 1% más rico son justamente por capital, porque provienen de este patrimonio que también está superconcentrado. Entonces, Uruguay tiene que avanzar en el sentido de otorgar mayor progresividad al sistema tributario”, remarcó. Además, el país debe reformular el impuesto al patrimonio, a las personas físicas, que recauda “muy poquito y grava a muy poca gente”.
“No es una ley escrita en piedra que cualquier esfuerzo por redistribuir patrimonio e ingresos vaya a derivar en un perjuicio al crecimiento económico”.
“Deberían ser tasas relativamente moderadas, pero que logren moderar la concentración del patrimonio. Eso es posible, viable. Tiene consecuencias técnicas que, por supuesto, hay que evaluar. Los diseños tienen complejidades de implementación que hay que superar muy cuidadosamente, pero nada de esto es imposible. Son impuestos que se han aplicado a lo largo de la historia en múltiples lugares, múltiples países, con resultados muy exitosos. Y valdría la pena”, agregó.
¿Afecta al crecimiento y a la inversión?
Con respecto a este tema, De Rosa consideró que la evidencia de los últimos años es “mixta” en relación con un posible impacto que podrían tener los impuestos al patrimonio sobre la inversión y el crecimiento económico.
“No parece indicar que al incorporar instrumentos más redistributivos, más progresivos, uno esté perjudicando el posible crecimiento económico. La evidencia no es clara en ese sentido. De hecho, es bastante mixta. No es una ley escrita en piedra que cualquier esfuerzo por redistribuir patrimonio e ingresos vaya a derivar en un perjuicio al crecimiento económico”, afirmó. El especialista consideró que, en esta circunstancia, “hay fundamentos de sobra como para pensar en incorporar impuestos de esta naturaleza”.
Posibles dificultades
Admitió, sin embargo, que un impuesto de este tipo en Uruguay tendría “dificultades habituales”, sobre todo por la evasión y elusión fiscal. “Tanto la evasión, que se refiere a las conductas ilegales, como la elusión, basada en conductas legales, buscan el mejor uso del poder tributario para pagar con la menor cantidad de recursos posibles. Eso siempre es una dificultad en los impuestos a los ingresos y a la riqueza, y sucede en todo el mundo. Pero son desafíos a los que muchos países se enfrentan y que de una forma u otra se pueden resolver.
Me parece que lo importante es que no se frene sólo por establecer que puede tener muchas dificultades”, complementó. Son impuestos que en algunas partes del mundo recaudan cantidades de recursos que se usan para financiar las políticas públicas, por lo que no corresponde “descartarlo de plano”. Lo importante es que se haga un “diseño cuidadoso con evidencia”, como sucedió en los países de Europa que lo aplicaron con éxito, añadió.
“Ellos han tenido impuestos de patrimonio progresivos bastante agresivos, combinados en simultáneo con impuestos a los ingresos, también muy progresivos. Europa y Estados Unidos los mantuvieron de forma muy vigorosa en los 50 años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, y tuvo un impacto distributivo inmenso. Y estamos hablando de tasas tributarias, impositivas, realmente muy altas”, agregó.
De Rosa indicó que las tasas marginales de impuestos a los ingresos estuvieron entre el 80% y el 95% en Estados Unidos. “Estamos hablando de los casos de Estados Unidos, Francia, Alemania, después de la Segunda Guerra Mundial, de Japón, de los países más ricos, que experimentaron por muchas décadas con impuestos de esta naturaleza, impuestos distributivos muy claros, muy potentes y que, además, a todas luces, no perjudicaron el crecimiento económico, porque fueron justamente los años más dinámicos de la economía desarrollada”, concluyó.