Escenario internacional

Estados Unidos

Durante las últimas semanas la economía de Estados Unidos ha mostrado señales de enfriamiento y la inflación ha continuado cediendo terreno, comenzando a normalizarse en torno a los niveles prepandemia. Por un lado, el desempeño del mercado laboral se ubicó por debajo de lo previsto en julio, con una desaceleración más pronunciada del empleo que fue acompañada de un incremento en el desempleo. En línea con esto, los temores por una posible recesión también han aumentado en los últimos meses.

Por otro lado, la inflación se moderó nuevamente en junio, situándose en torno a 3% interanual. De esta manera, van tres meses consecutivos de desaceleración inflacionaria, que cortan la tendencia observada desde el comienzo del año. De hecho, el de junio fue uno de los registros más bajos de los tres últimos años. En esa línea, las expectativas de inflación a dos años, una de las principales señales que orientan el accionar de la Reserva Federal (FED), también han mejorado y se ubican ahora en torno al 1,5%; es decir, por debajo de la meta del 2% establecida por la autoridad monetaria estadounidense.

Con esto, las expectativas inflacionarias parecen estar normalizándose tras el período que le siguió a la irrupción de la pandemia. Cabe recordar que, antes de que estallara la crisis sanitaria, la inflación de Estados Unidos se ubicaba sistemáticamente por debajo de esta meta, como también sucedía en otras de las principales economías. De hecho, las economías desarrolladas no tenían mapeada la inflación como un problema desde la llamada “gran moderación”, que tuvo lugar a partir de la década del 80.

Como resultado de lo anterior, se espera que la FED (el principal banco central del mundo) comience a reducir la tasa de interés en los próximos meses. Según indicó Jerome Powell, presidente de la institución, “una baja de la tasa de la FED podría estar en la mesa en la reunión de setiembre”. Luego de este mensaje, los mercados comenzaron a descontar la primera reducción de la tasa para el próximo mes, anticipando dos recortes adicionales antes de finalizar el año.

A pesar de que esto puede parecer un tema lejano desde estas latitudes, las decisiones de la autoridad monetaria estadounidense son fundamentales para el resto del mundo, dado que impactan sobre varias dimensiones que son claves y comunes para todos. Desde esta perspectiva, el comienzo de la reducción de las tasas de interés (o, en otras palabras, del final del ciclo restrictivo que comenzó en 2021) es una buena noticia para la región y el resto de las economías emergentes.

¿Por qué motivo? En primer lugar, porque la tasa de interés de Estados Unidos es la tasa libre de riesgo y, por lo tanto, uno de los componentes que determinan el costo y las condiciones de financiamiento a las que acceden el resto de las economías, en particular los países emergentes. Por sobre esa tasa libre de riesgo, cada país paga una suerte de sobrecosto o prima de riesgo, justamente por no ser Estados Unidos. Esto es lo que se conoce como “riesgo país”, y depende de la percepción que tenga el mercado sobre qué tan confiable es un país al momento de honrar sus compromisos financieros. A modo de ejemplo, Uruguay tiene hoy el riesgo país más bajo de la región, que además se ubica en niveles históricamente bajos.

En otras palabras, con todo lo demás constante a nivel local, una reducción de la tasa de interés por parte de la FED abarata el costo de financiamiento. Esta reducción reduce los riesgos de inestabilidad financiera, un elemento clave a la luz de los desequilibrios que todavía arrastran muchos países como resultado de la sucesión de golpes negativos de los últimos cuatro años. Argentina, por supuesto, es el ejemplo más claro, pero dista de ser el único.

Además de abaratar el costo del crédito, los movimientos de la tasa de interés estadounidense afectan los flujos de capitales y las oportunidades de captarlos por parte de países como el nuestro. En efecto, una tasa más baja (como la que se prevé) mejoraría la captación de recursos, revirtiendo la tendencia de los últimos años caracterizada por un acceso menguado a los capitales del resto del mundo. Esto es así en tanto nos hace “lucir más atractivos”, puesto que la opción libre de riesgo comienza a pagar menos.

El tercer motivo que hace que este tema sea tan relevante para Uruguay (y para el resto de la región) es el impacto que tiene la tasa sobre el dólar. Concretamente, tasas más bajas generan condiciones para un debilitamiento global del dólar. Cabe recordar que la tasa de interés no es otra cosa que el “costo del dinero”, por lo que, si se reduce, el dinero se abarata (pasa a ser un bien más abundante, por ponerlo de alguna manera).

En suma, en clave uruguaya –y emergente–, las perspectivas de las tasas de interés de Estados Unidos son fundamentales para el costo del financiamiento (baja la tasa libre de riesgo) y para las condiciones de acceso (se tornan menos restrictivas), así como para la trayectoria esperada del dólar (que pierde fuerza a nivel internacional).

Asociado a esto último, además, hay un cuarto canal relevante que se desprende de la trayectoria de la tasa de interés y es el precio de las materias primas. Con un dólar debilitándose, el precio de los commodities tiende a ser más alto, en tanto el dólar es su unidad de cuenta. Expresado de otra manera, el movimiento de estas dos variables tiende a ser espejado (cuando sube una la otra baja, y viceversa).

Argentina

De acuerdo a un relevamiento de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa, las ventas minoristas cayeron 15,7% interanual en julio, acumulando un retroceso de 17% en los primeros siete meses del año. Según alerta el documento, las “pymes están intentando mantenerse a flote en un contexto económico financiero muy complejo”. En ese sentido, todos los rubros medidos cayeron en el último mes y casi todos en lo que va del año. En el caso de los alimentos y bebidas, el retroceso interanual ascendió a 20,9%, en tanto que la contracción acumulada en el primer semestre del año fue de 21,7%.

Esta caída está en línea con la que se observa en otros sectores, como la industria (15,2%) y la construcción (32%), y muestra la severidad de la recesión provocada por el fuerte ajuste fiscal promovido por el gobierno en el marco de su plan de estabilización. Si bien los registros mensuales de inflación han cedido y se ubican en torno a un dígito, la contracción estimada del PIB para este año se ubica en torno a 3,7%, agudizando todavía más la crisis social. En ese sentido, los microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares del Instituto Nacional de Estadística y Censos indican que la pobreza saltó al 54,8% en el primer trimestre del año (hace un año era 38,7%) y que la pobreza infantil está cercana ahora al 70%.1

Brasil

Tomando como base la última encuesta de expectativas elaborada por el Banco Central de Brasil, el país vecino crecería 2,2% este año y 1,9% el próximo. Estas estimaciones no representan cambios significativos en torno al panorama previsto al comienzo del año y continúan apuntando en la dirección de un crecimiento todavía modesto, que se ubica por debajo del previsto para el promedio de los países emergentes.

Uruguay

Actividad económica

Según informó el Banco Central del Uruguay (BCU), el indicador mensual de actividad económica se mantuvo incambiado entre abril y mayo, y mostró un incremento de 4,6% en términos interanuales (es decir, frente a mayo de 2023). De esta manera, durante los primeros cinco meses del año, la expansión de la economía habría ascendido a 2,2% con relación al mismo período del año anterior.

A este respecto, la última encuesta efectuada por el BCU entre los analistas sugiere que el PIB crecería 3,3% este año, y se moderaría luego a 2,5% en 2025 y 2026 (en línea con la estimación del crecimiento potencial).

Competitividad

El tipo de cambio nominal cerró la semana al alza, situándose en el eje de los 40,5 pesos por dólar, lo que implica un incremento con relación a los valores vigentes al comienzo de julio (40 pesos por dólar) y también a los del inicio del año (39,1 pesos).

Por su parte, de acuerdo a lo informado por el BCU la semana pasada, el tipo de cambio real (indicador de precios relativos que considera, además de la evolución nominal de las monedas, lo que sucede con la inflación) empeoró 1% entre mayo y junio, incidido principalmente por la relación cambiaria con la región (Argentina ha vuelto a abaratarse en el margen durante ese período).

En el año, no obstante, el indicador exhibe una mejora de 1,2%, asociada a la “normalización” de precios con Argentina, que fue suficiente para compensar el deterioro registrado con Brasil y con China. Según indicaron desde el Centro de Estudios Etcétera, la competitividad empeoró 6,2% en términos globales durante los últimos dos años, cifra que asciende casi al 12% cuando se excluyen a los países de la región de la medición.

Cuentas públicas

El déficit fiscal se redujo en junio, pasando de 4,3% a 4% del PIB en el año móvil cerrado ese mes (para esta medición se consideran siempre los 12 meses acumulados a cada mes). Ambas mediciones excluyen los ingresos correspondientes al Fideicomiso de la Seguridad Social. En el caso del gobierno central y el Banco de Previsión Social (GC-BPS), el agregado relevante en el marco de la regla fiscal vigente desde 2020, el rojo se situó en torno a 3,5%.

Para las empresas públicas el resultado ascendió a -0,2% del PIB, en tanto que para el resto del sector público no monetario, que incluye al Banco de Seguros del Estado y a las intendencias, el resultado fue de 0,5% del PIB. Por último, en el caso del BCU, el resultado fue deficitario por un monto equivalente al 0,8% del PIB.

Más allá de esta mejora, y como ha sido advertido en varias oportunidades, en 2024 se incumplirían dos de los tres pilares que conforman la regla fiscal. El déficit estructural del GC-BPS se situaría en torno a 3,4% (cuando la meta indicativa es de 2,9%) y el gasto real se incrementaría en 4,8% (bastante por encima del tope de 2,8% que indica la normativa).


  1. Por la devaluación, el ajuste y la caída del salario real, la pobreza saltó al 54,8%. Clarín