Los altos niveles de desempleo juvenil triplican el promedio nacional en Uruguay y lo posicionan como el país con la tasa más alta en la región. Esta situación, a la que calificaron de grave, es un reflejo de la deserción escolar y funciona como un reproductor de desigualdades sociales, explicaron economistas consultados por la diaria.

Los especialistas advirtieron que el desempleo juvenil no es una situación pasajera, ya que las “cicatrices” que deja este fenómeno son profundas y marcan a miles de jóvenes en su transición hacia el mercado laboral.

A esto se agrega que el desempleo juvenil no pega a todos por igual, ya que son los jóvenes de los hogares más vulnerables los que terminan saliéndose del sistema educativo y, de esta manera, pierden oportunidades de acceder a trabajos de calidad. “Quienes logran encontrar empleo lo hacen en condiciones precarias y de informalidad, lo que genera una “trampa de bajos ingresos y limita la movilidad social”, indicaron los expertos.

Foto del artículo 'Las altas tasas de desempleo juvenil dejan “cicatrices a futuro” y reproducen la desigualdad en el país'

“Es una situación grave que viene desde hace varios años”, señaló la doctora en Economía Paula Carrasco, quien además es profesora de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración. “Uruguay tiene una brecha muy alta entre el desempleo de los jóvenes y el de los adultos. Si bien es común en todos los países del mundo que los jóvenes tengan mayores dificultades para insertarse en el mercado laboral, en nuestro país esa diferencia es particularmente pronunciada”.

Para el doctor en Economía Rodrigo Ceni, se trata de una problemática estructural que requiere ser analizada con matices. “Si mirás la tendencia de los últimos 20 años, el desempleo juvenil ha sido históricamente alto y muy volátil. Incluso en los momentos en que el desempleo a nivel general fue históricamente bajo, en el caso de los jóvenes nunca bajó del 20%”, explicó.

Ceni, que también es docente universitario, remarcó que es necesario distinguir entre dos realidades: los adolescentes de 14 a 19 años y los jóvenes de 20 a 24. “Son poblaciones muy diferentes. En los más jóvenes, la tasa de desempleo es muchísimo mayor y, en realidad, no deberíamos desear que trabajen, sino que estén estudiando. En cambio, entre los de 20 a 24 años la tasa es un poco más baja. Por tanto, hay que ver las dos poblaciones de forma distinta”.

Desde la Organización Internacional del Trabajo (OIT) también se sigue de cerca la situación de Uruguay, un país que registra una de las brechas “más amplias” entre el desempleo juvenil y el adulto de toda América Latina, indicó a la diaria el oficial nacional en Información Laboral de la OIT, Juan Jacobo Velasco.

“El desempleo entre los jóvenes, de entre 15 y 29 años es estructuralmente más alto que entre los adultos en todo el mundo [...] En el caso de Uruguay, observamos que, históricamente, la relación entre la tasa de desocupación de los jóvenes y la de los adultos es una de las más altas a nivel regional”, afirmó Velasco.

El especialista sostuvo que en el caso de los jóvenes la prevalencia de la deserción escolar es una de las “más grandes de la región”. “Es un dato muy importante, porque en cierta medida, cuando un chico o una chica se va del sistema escolar, no tiene las trayectorias de escolaridad para desarrollar el potencial que le permita incorporarse al mercado laboral y muchos de ellos terminan en la condición de que no estudian ni trabajan remuneradamente”, sostuvo.

“El primer empleo deja una cicatriz. Si ese ingreso al mercado se da por la vía informal, es muy difícil luego pasar al sector formal. Esa inestabilidad genera una trampa de bajos ingresos y limita la movilidad social”. (Rodrigo Ceni)

Según el último informe del Instituto Nacional de Estadística, publicado el 23 de octubre, la tasa de desocupación entre quienes tienen entre 14 y 24 años fue del 23,6% en setiembre, una cifra que representa más de tres veces el promedio nacional. Asimismo, para esta franja etaria la tasa de actividad es de 43,6% y la tasa de empleo es de 32,6%, dos guarismos que están muy por debajo del promedio nacional.

Uruguay presenta la mayor tasa de desempleo juvenil de la región, con un 28,1%, seguido por Costa Rica (23,3%), Colombia (20,6%) y Chile (20,1%), de acuerdo con los datos recabados por la OIT. Para América Latina y el Caribe el promedio es de 13,8%.

Educación

Detrás de esta realidad hay muchos factores, pero uno de los más importantes es la deserción educativa. Muchos adolescentes abandonan el sistema educativo y esto luego les impide acceder a empleos de calidad. “Los jóvenes que dejan de estudiar enfrentan más dificultades para conseguir trabajo y, cuando lo logran, suelen hacerlo en empleos informales o de baja calidad. Por eso, en el caso de los jóvenes hay dos problemas: por un lado, el desempleo y, por otro, que cuando consiguen un trabajo es de baja calidad y remuneración. Se genera un círculo que los posiciona en la periferia del mercado de trabajo”, explicó Carrasco.

Esta precariedad inicial tiene efectos que se extienden en el tiempo. “Una mala experiencia laboral al comienzo de la vida activa condiciona las trayectorias futuras”, advirtió Carrasco. “Aumenta la probabilidad de que esas personas continúen en empleos precarios a lo largo de su vida. Por lo tanto, cuidar las inserciones laborales es una política fundamental”.

Por su parte, Velasco sostuvo que existe un “dilema muy importante” que radica en que la tasa de desocupación juvenil convive con “altos ratios de deserción escolar que también son estructurales”. “La pregunta es cómo se puede generar diseños para hacer que esos chicos y chicas que han salido del sistema escolar puedan regresar al sistema educativo y conseguir habilidades para el mercado laboral”.

Ceni coincidió en que el tipo de inserción inicial en el mercado laboral condiciona las oportunidades futuras. “Los jóvenes que tienen niveles de formación bajos y se insertan en el mercado de trabajo lo hacen en empleos de baja calidad y de informalidad, con una rotación muy grande. Por eso, lo que estas tasas de desempleo están denotando es que esos jóvenes entran y salen del mercado de trabajo muchas veces”, reflexionó. “El primer empleo deja una cicatriz”, señaló. “Si ese ingreso al mercado se da por la vía informal, es muy difícil que logren pasar al sector formal. Esa inestabilidad genera una trampa de bajos ingresos y limita la movilidad social”, sostuvo.

También advirtió que esta situación reproduce y amplía las desigualdades sociales. “Hay una doble condición. Por un lado, se ingresa de forma temprana al mercado de trabajo al abandonar el sistema educativo; por otro, se da en la población de los niveles más bajo de ingreso, por lo que no solamente acceden a trabajos que son peores, sino que carecen del capital relacional para poder acceder a mejores trabajos”, agregó.

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El peso del origen social

Carrasco subrayó que el desempleo juvenil no afecta a todos por igual. “No estamos hablando de un problema que atraviesa a todos los jóvenes, sino que se concentra en aquellos que provienen de hogares de bajos recursos, con padres de menor nivel educativo. Por eso, el desempleo juvenil es también una expresión de la desigualdad”, afirmó.

“Tenemos un problema muy importante en cómo sostenemos a estos jóvenes que nacieron en hogares más carenciados y que deberían tener más apoyo para poder mantenerse dentro del sistema educativo y lograr una inserción laboral con mejores características para ellos”, añadió.

Esta desigualdad se agrava porque el sistema de protección social deja de cubrir a los jóvenes al cumplir los 18 años. “En Uruguay muchas políticas sociales y beneficios se cortan automáticamente a esa edad”, explicó. “Eso genera una desprotección que coincide con el momento en que los jóvenes más necesitan apoyo para continuar estudiando o insertarse laboralmente”.

“Muchas chicas realizan tareas de cuidado de hijos, hermanos o personas mayores, sin remuneración. Eso las excluye del mercado laboral formal y profundiza las desigualdades de género”. (Juan Jacobo Velasco)

La experta indicó que las políticas de empleo para los jóvenes tienen efectos en la desigualdad y la pobreza, sobre todo porque generalmente los adolescentes que enfrentan problemas en el mercado laboral son los que provienen de los sectores más vulnerables.

“Esto sucede aún más cuando, en realidad, los mayores problemas de formación de ciudadanos y trabajadores radican en cómo lograr mantener a estos jóvenes dentro del sistema educativo y formarlos para que puedan tener un mejor desempeño. Por eso, no sólo hay que pensar en políticas de empleo centradas en los jóvenes, sino en acciones que busquen mantenerlos en el sistema educativo, como pueden ser el desarrollo de un sistema de becas”, añadió.

Brecha de género

El funcionario de la OIT también destacó que una proporción importante de jóvenes que no estudian ni trabajan remuneradamente (comúnmente llamados ni-ni) son mujeres que realizan tareas de cuidado no remunerado en sus hogares, lo que refuerza las brechas de género en el acceso al empleo formal. “No es que no trabajen, sino que muchas mujeres realizan tareas de cuidado de hijos, hermanos o personas mayores, sin remuneración. Eso las excluye del mercado laboral formal y profundiza las desigualdades de género”, apuntó.

Velasco subrayó que el problema no es exclusivo de Uruguay, sino que se repite en distintos países de América Latina, donde las dificultades para vincular el sistema educativo con las demandas del mercado laboral limitan la empleabilidad juvenil.

Archivo, 2022

Archivo, 2022

Foto: Ernesto Ryan

La mirada de la OIT

El experto de la OIT sostuvo que las políticas que combinan educación, formación técnica e intermediación laboral son las más exitosas para mejorar la inserción de los jóvenes, aunque advirtió que su implementación “es compleja y requiere coordinación institucional”.

“Formar habilidades técnicas y blandas, conectar a los jóvenes con sectores que demandan empleo y facilitar información sobre oportunidades laborales son claves. Cuando se logra esa articulación, el impacto en la inserción formal es muy alto”, aseguró. En la región, sostuvo, es complejo implementar este tipo de políticas por su nivel de estructuración institucional y sus costos.

Asimismo, consideró fundamental fortalecer la participación y representación de la juventud en el diseño de políticas públicas. “Los jóvenes tienen poca agencia, poca voz. Es vital que existan mecanismos para que puedan expresar sus necesidades y participar en las decisiones sobre las políticas laborales que los afectan”, enfatizó.

“Tener una proporción importante de jóvenes excluidos del mercado de trabajo limita el crecimiento y la productividad del país. En un contexto demográfico en el que la población activa tenderá a disminuir, no podemos darnos el lujo de dejar a tantos jóvenes fuera. Es un problema de equidad, pero también de desarrollo”. (Paula Carrasco)

El representante de la OIT insistió en que la solución al desempleo juvenil no será inmediata ni aislada, sino que requiere “un abordaje estructural y sostenido en el tiempo”. “Si el problema es estructural, las soluciones también deben serlo. Reducir la deserción escolar, mejorar la información laboral y fortalecer la formación técnica son pasos esenciales, pero necesitan continuidad y coordinación”, concluyó Velasco.

Políticas

Por otro lado, Ceni dijo que el Estado debe actuar en tres frentes: mantener a los jóvenes en el sistema educativo, mejorar su formación y crear incentivos para la contratación juvenil para los jóvenes de más de 18 años.

“Primero hay que reducir la oferta laboral de los más jóvenes, asegurando que quienes tienen entre 14 y 18 años estén en formación. Eso requiere liceos de tiempo completo y programas de becas que eviten que tengan que trabajar”, sostuvo.

En segundo lugar, propuso reforzar los programas de capacitación laboral. “También hay que promover que quienes dejaron la educación formal puedan retomarla. Tener más años de estudio sigue siendo una señal clave para el mercado”, afirmó.

Finalmente, Ceni consideró que la negociación colectiva debería incorporar la problemática juvenil: “Así como se discuten cláusulas de cuidado o de género, también debería incluirse la inserción de jóvenes. Es un ámbito natural para discutir cómo las empresas pueden incorporar mano de obra joven”.

En la misma línea, Carrasco consideró que las políticas públicas deben centrarse en mantener a los jóvenes dentro del sistema educativo y ofrecer apoyos concretos para la transición hacia el empleo. Entre las medidas que destacó se encuentran el fortalecimiento de las becas estudiantiles, los programas de primera experiencia laboral y la creación de mecanismos de acompañamiento en la búsqueda de empleo.

“Una de las principales medidas es pensar cómo en el sector público se puede generar oportunidades de empleo adicionales. [...] Hay que pensar en becas, en programas como Yo Estudio y Trabajo, brindar apoyos a la búsqueda y pensar si podría ir acompañado con un seguro de desempleo”, planteó.

La economista también propuso repensar el diseño del sistema de protección social para evitar que los jóvenes queden desamparados al alcanzar la mayoría de edad. “El corte de la protección a los 18 años es un problema y debería sustituirse por mecanismos que garanticen continuidad, especialmente para quienes ingresan a la universidad o buscan formarse”, señaló.

Más allá del impacto social inmediato, Carrasco advirtió sobre las consecuencias económicas a largo plazo. “Tener una proporción importante de jóvenes excluidos del mercado de trabajo limita el crecimiento y la productividad del país”, sentenció. “En un contexto demográfico en el que la población activa tenderá a disminuir, no podemos darnos el lujo de dejar a tantos jóvenes fuera. Es un problema de equidad, pero también de desarrollo”.