El dato
La semana pasada se divulgó la tasa de crecimiento de la economía uruguaya (concretamente de su PIB) durante 2024, que fue de 3,1%. Si bien esa tasa puede parecer aceptable, es necesario tener presente que parte de ese crecimiento es consecuencia de un “efecto rebote” debido a que el PIB de 2023 había sido afectado negativamente por la sequía que vivió el país y que afectó, especialmente, a la producción agropecuaria y de energía hidroeléctrica; ambas actividades muy dependientes del clima. Superada esa situación, esos sectores recuperaron su dinámica habitual y son los dos principales factores que explican el crecimiento de 2024.
Sin embargo, si observamos la tasa promedio de crecimiento de 2023 y 2024, esta se sitúa por debajo de 2%. En una mirada más amplia, podemos observar que todo el período de gobierno pasado, junto al último del ciclo frenteamplista, completan una década de muy bajo crecimiento (1,2% promedio).
¿Por qué es importante?
La tasa de crecimiento de la economía, medida a través del PIB, muestra la evolución de la producción en la forma de bienes y servicios a través del tiempo.
Su evolución señala el desarrollo de las fuerzas productivas y tiene impactos relevantes en las condiciones materiales de vida de la población. Una economía dinámica, que sostiene altas tasas de crecimiento en el tiempo, está incrementando el flujo de ingresos generados, lo cual es una base importante para sostener mejoras en los ingresos de la población (salarios y jubilaciones, por ejemplo) y en los niveles de empleo.
Asimismo, el mayor crecimiento económico permite incrementar la recaudación de impuestos del Estado, aun sin aumentar las tasas impositivas, lo que, al mismo tiempo, posibilita mayores gastos en políticas sociales o mejoras en los servicios públicos, lo cual también repercute en mejoras de la calidad de vida.
En términos reposteros, el crecimiento económico se puede ver como el “crecimiento de la torta”. Si bien no asegura que crezca el pedazo que le toca a cada uno, es una condición indispensable para que eso pueda suceder. Con una torta que no crece, la rebanada de uno sólo puede crecer a costas de la de otro.
¿Qué nos dice la mirada de largo plazo?
Dos cosas claras. En primer lugar, que la economía uruguaya encuentra dificultades para lograr una tasa de crecimiento satisfactoria. Esto se ha sostenido con gobiernos de diferente signo político, y apunta a problemas estructurales que van más allá de medidas simples y de discursos fáciles.
En segundo lugar, y mirando un poco más atrás en el tiempo, también es posible observar un período en que nuestra economía sí logró tasas de crecimiento altas. En efecto, entre 2005 y 2014, justamente la década anterior a la que acaba de terminar, la economía uruguaya creció a tasas históricamente altas (5,4%), lo que señala un antecedente al que es necesario prestarle atención.
¿Qué desafíos surgen de cara al nuevo gobierno?
Sin lugar a dudas, un desafío central para el nuevo gobierno está en que nuestra economía retome una senda de crecimiento más dinámica y sostenida. Así lo han expresado los nuevos jerarcas. Y eso es especialmente desafiante en un contexto internacional signado por la incertidumbre global, en un contexto local en que cada día es más claro que la herencia fiscal del anterior gobierno es muy negativa y donde las noticias de cierres de empresas ocupan los titulares desde mediados del año pasado.
El desafío es grande, pero con una visión clara y la determinación de hacer las reformas necesarias, la historia reciente muestra que es posible recuperar el crecimiento que sostenga los niveles de bienestar que nuestra sociedad requiere.