Al igual que lo hizo el Fondo Monetario Internacional la semana pasada, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) recortó sus estimaciones de crecimiento para este año, producto de la configuración de un “escenario internacional muy complejo y de mucha incertidumbre”.

Las tarifas anunciadas por Estados Unidos impactan directamente sobre las exportaciones de las economías latinoamericanas y además tienen efectos indirectos sobre el dinamismo previsto, en tanto suponen un incremento de la volatilidad y también de la incertidumbre. A este respecto, el organismo de las Naciones Unidas advierte que este recrudecimiento del enfrentamiento comercial incrementa el riesgo de “disrupciones graves en las cadenas de producción global y en los flujos del comercio internacional”. Esta situación ha provocado “cambios significativos de las condiciones macro” para la región: mayor desaceleración de la demanda internacional, ampliación del desequilibrio de las cuentas externas, aumento de la volatilidad cambiaria y enfriamiento de la demanda interna. Con relación a este último, el consumo perderá impulso (aunque seguirá siendo el principal motor del crecimiento) y la inversión exhibirá un menor dinamismo con relación a lo previsto al cierre del año pasado.

Foto del artículo 'La Cepal corrigió a la baja sus proyecciones de crecimiento regional'

“De esta manera se profundiza en la región el gran desafío de revertir la senda de bajo crecimiento económico que ha mostrado en la última década”, subraya la Cepal. Para dimensionar la gravedad de esta situación, debe tenerse presente que el crecimiento anual promedio durante los últimos diez años (0,8%) es menos de la mitad del observado durante los años 80 (2,0%), cuando fue acuñado el término “década perdida”.

Perspectivas según subregiones

Si bien la corrección del crecimiento previsto para el PIB de este año reviste un carácter generalizado, la magnitud del recorte difiere entre subregiones. En ese sentido, la mayor revisión fue la del Caribe, que crecería 1,8% este año, ocho décimas menos de lo previsto por el organismo hace cuatro meses. Esta cifra surge de excluir del análisis a Guyana, cuyo PIB crecería 10,3% durante este año. Se trata de un caso particular, cuyo dinamismo está asociado al auge de la producción petrolera. De hecho, en 2022 fue la economía con mayor crecimiento del mundo, registrando una tasa de expansión superior al 60%.

En el caso de América Central y México el ajuste fue de 0,7 puntos porcentuales, por lo cual la perspectiva de crecimiento para este año cayó hasta el 1%. En particular, México experimentó un recorte de casi un punto con respecto a lo previsto en diciembre y su PIB se expandiría apenas 0,3% en 2025. Esta estimación difiere en su signo con respecto a la del FMI, que para este año anticipa una contracción anual de 0,3%.

Para América del Sur, el cambio de las estimaciones fue bastante menor, dado que la proyección del PIB bajó apenas una décima. Con esta modificación, el crecimiento promedio se situaría en el entorno de 2,5%. Detrás de esta estimación el panorama es diverso y las revisiones no fueron todas del mismo signo.

La perspectiva para Argentina, por ejemplo, mejoró siete décimas, lo que deja la proyección puntual de crecimiento en 5% (cinco décimas menos de lo anticipado por el FMI, que también revisó al alza su estimación para este caso). En contraste, Venezuela fue el país que experimentó el mayor recorte, con una diferencia de 4,6 puntos porcentuales con relación al informe divulgado en diciembre. Con esto, la economía exhibiría una contracción de 1,5% durante este año.

En el caso de Uruguay, los cálculos de la Cepal prevén una expansión de 2,6%, lo que implica un deterioro de una décima en la proyección. Según el FMI, el crecimiento uruguayo se ubicaría en torno al 2,8%, lo que implica que en ambos casos la visión es un poco más optimista que la que se desprende de la última encuesta relevada por el Banco Central del Uruguay entre los analistas (2,5%).

¿Qué se puede hacer?

De acuerdo al informe difundido días atrás, el desafío central para revertir esta situación de bajo crecimiento, que restringe los márgenes para abordar los problemas socioeconómicos estructurales que padece la región, requiere “una combinación de políticas macroeconómicas y de desarrollo productivo más proactivas, aumentando la inversión en capital físico y humano, y poniendo en práctica agendas de desarrollo productivo en sectores dinamizadores”.

A tales efectos, “la región no sólo debe invertir más, sino que debe invertir mejor”, lo que supone “adoptar nuevas tecnologías, promover iniciativas clusters y buenas prácticas de negocios, fomentar profundas mejoras en el proceso de acumulación de capital y aprovechar adecuadamente el capital social y ambiental de las economías”.

Dado el carácter persistente y la raíz estructural de los problemas económicos y sociales de la región, el asunto parece no estar alojado en el diagnóstico, sobre el que todos podemos coincidir y que además viene de larga data: “invertir mejor”, promover “políticas de desarrollo productivo más proactivas”, “adoptar nuevas tecnologías”, etcétera. El problema es cómo hacerlo, en particular en un mundo crecientemente fragmentado y convulso que está definiendo los contornos de un nuevo ordenamiento. Y en ese sentido, el panorama es por demás complejo.

Proyección 2025 Revisión con respecto a diciembre
América Latina y el Caribe 2,0% -0,4
América Latina 2,0% -0,4
América del Sur 2,5% -0,1
Argentina 5,0% 0,7
Bolivia 1,8% -0,3
Brasil 2,0% -0,3
Chile 2,2% 0
Colombia 2,5% -0,1
Ecuador 1,5% 0,1
Paraguay 3,6% -0,3
Perú 3,1% 0,4
Uruguay 2,6% -0,1
Venezuela -1,5% -4,6
América Central 2,7% -0,2
El Caribe 4,1% -1,6
El Caribe (sin Guyana) 1,8% -0,8

Fuente: Cepal

América Latina y la guerra arancelaria

De terminar implementándose, los aranceles impuestos “podrían generar oportunidades para un redireccionamiento del comercio hacia los países de América Latina y el Caribe”,(1) dado que recibieron un trato relativamente leve con relación al resto de las regiones. En efecto, a la mayoría de los países les corresponde el arancel mínimo del 10%, excepto Venezuela (15%), Nicaragua (18%) y Guyana (38%). Para México, el arancel es del 25%, pero los productos que cumplían con el acuerdo entre Estados Unidos, México y Canadá permanecieron exentos. 

Sin embargo, advierte el secretario ejecutivo, José Manuel Salazar-Xirinachs, “esta ventaja relativa no se materializará, al menos por ahora”, dado que la pausa que otorgó Donald Trump para negociar niveló el terreno (salvo para China). En ese sentido, el impacto directo dependerá de los lazos comerciales que cada país tenga con Estados Unidos (más allá de los efectos generales que tendrá sobre el dinamismo mundial).

A este respecto, cerca del 80% de las exportaciones de bienes de México y entre el 30% y el 60% de las de América Central y el Caribe tienen como destino Estados Unidos, lo que los deja especialmente vulnerables. En contraste, los países de América del Sur exportan en conjunto menos del 18% de sus productos a ese país, salvo Ecuador (22%) y Colombia (32%). En el caso de Argentina, Brasil y Uruguay, la proporción es inferior al 10%.

Habrá que ver qué sucede con las negociaciones en curso para terminar de calibrar el efecto final y las diferencias que emergen entre la realidad de cada país. Existe la posibilidad, en ese sentido, de que algunas economías se beneficien del redireccionamiento del comercio resultante.

(1): “Latin America Should Take the Long View on Tariffs”. Project Syndicate.

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