Sobre el contexto
A pesar de la mejora en la proyección de crecimiento para este año, “América Latina y el Caribe continúan en un prolongado período de bajo crecimiento”, advierte la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Esto responde a condicionantes de origen externo, pero también a debilidades propias de la región, algunas de naturaleza coyuntural y otras de carácter más estructural.
En lo que refiere al escenario internacional, la región enfrentará una demanda externa más debilitada y condiciones financieras más restrictivas. Ambos fenómenos están asociados al incremento de la incertidumbre y de la volatilidad, producto de las tensiones geopolíticas y las barreras arancelarias que caracterizan a la nueva configuración global.
En la órbita interna, el escenario de proyección recoge un enfriamiento de la demanda (dada la debilidad del consumo privado), un menor dinamismo de los mercados laborales, rezagos estructurales en materia de productividad y un escaso margen de acción para la política económica. Sobre este último punto, el organismo advierte el menor espacio para políticas expansivas en materia fiscal (dado el nivel de déficit y endeudamiento actual y los mayores costos de financiamiento asociados al aumento de la percepción de riesgo global) y monetaria (dados los riesgos latentes que podrían alimentar la inflación).
Sobre las proyecciones
En su último reporte anual, titulado “Estudio económico de América Latina y el Caribe 2025. Movilización de recursos para el financiamiento del desarrollo”, el organismo prevé un crecimiento de 2,2% para la región, lo que supone una mejora de dos décimas frente a la proyección realizada en abril.
Esta mejora responde, principalmente, a un mejor desempeño del previsto durante el primer trimestre del año, que no implica que la región haya ganado dinamismo con relación al último trimestre de 2024. De hecho, como se aprecia en el primer gráfico, el crecimiento fue menor, interrumpiendo la incipiente tendencia de aceleración que comenzó a partir de abril del año pasado. Para 2026, por su parte, las nuevas estimaciones ubican el crecimiento en torno al 2,3%.
El desempeño previsto por regiones
Para América del Sur la actualización de las proyecciones anticipa un crecimiento de 2,7% para este año, lo que la ubica como la subregión con mejor desempeño esperado. Si bien el panorama dentro de este conjunto de países es heterogéneo, en todos los casos se espera un avance del PIB, lo que supone una mejora con relación a la situación observada el año pasado, cuando Argentina y Ecuador experimentaron un retroceso en materia de actividad.
En efecto, la recuperación de estas dos economías explica parte del repunte esperado para el bloque durante este año, dado que Argentina crecería 5% y Ecuador 1,5%. La otra parte de la aceleración esperada para este año responde a la mejora prevista para Colombia y Paraguay. El resto de las economías sudamericanas, en ese sentido, perderán dinamismo en el correr del año y crecerán menos que en 2024.
En el caso puntual de Uruguay, la expansión prevista para este año sería de 2,8%, una estimación más optimista con respecto a lo que se desprende de la última encuesta de expectativas económicas relevada en julio por el Banco Central del Uruguay (2,5%).
En el caso de América Central, la Cepal prevé un crecimiento de 2,6%, lo que supone una desaceleración con respecto al año pasado (2,8%). Si se incluye a México en este subconjunto, el panorama empeora, arrastrando el crecimiento promedio a 1% (casi la mitad de la expansión registrada en 2024). En ese sentido, México es uno de los países más afectados por el rebrote proteccionista impulsado por Donald Trump y casi no crecerá este año (0,3% es la estimación puntual).
Algo similar sucede con el Caribe, dado que la situación cambia significativamente si se incluye o se excluye el caso de Guyana. Al excluirlo, la expansión prevista para este año asciende a 1,8%, mientras que si se incluye la estimación trepa a 4,1%. Esto ocurre porque se espera una expansión superior a 10% para este país, que en 2024 creció 43,6%. Estas cifras excepcionales se explican por la producción de petróleo y las inversiones asociadas en el sector de los hidrocarburos.
Perspectivas de empleo
En línea con la desaceleración económica, el organismo prevé un enfriamiento en materia de creación de empleo. A este respecto, advierte que el incremento del número de personas ocupadas será menor que en años anteriores. Para tener como referencia, el crecimiento anual del empleo entre 2015 y 2024 fue, en promedio, de 1%.
En este escenario, se estima una tasa de desempleo del orden de 5,6% en promedio, lo que supone una estabilización para esta variable. A su vez, “si bien se anticipa una leve reducción en la informalidad y en las brechas laborales entre hombres y mujeres”, ambos indicadores permanecerán en niveles históricamente elevados.
En el primer caso, la proporción de trabajadores informales se situará este año en el entorno de 46,5%. En el segundo caso, la brecha en términos de desempleo se reducirá a 1,5 puntos porcentuales (4,9% para los hombres y 6,4% para las mujeres), mientras que la brecha en materia de participación laboral se mantendrá en el entorno de los 23 puntos (74,7% en el caso de los hombres y 51,7% para las mujeres).
Finalmente, en la órbita salarial, el organismo sugiere que se incrementará el poder de compra, pero no sustancialmente.
Sobre el financiamiento para el desarrollo
La movilización de recursos para apuntalar el desarrollo de la región es uno de los focos de análisis principales en el marco de este último reporte anual del organismo, dado que es un elemento crucial para evitar una tercera “década perdida”.
Retos
La disponibilidad insuficiente de fondos para elevar el crecimiento potencial y revertir el deterioro de los indicadores socioeconómicos que tuvo lugar durante el último quinquenio es uno de los principales problemas que aquejan actualmente a la región. Al día de hoy, América Latina no cuenta con los recursos necesarios para superar las tres trampas del desarrollo que enfrenta: bajas capacidades productivas, alta desigualdad con escasa movilidad social y debilidades en materia de institucionalidad y gobernanza.
A modo de ejemplo, se estima que la brecha de financiamiento anual para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible es de aproximadamente 650.000 millones de dólares, un espacio que difícilmente pueda acortarse a la luz de la situación actual que caracteriza al multilateralismo. Además, los avances se han visto restringidos por los bajos niveles de recaudación tributaria (21,3% versus 34% en el caso de la OCDE), los elevados niveles de evasión tributaria (que equivalen al 6,7% del PIB), los altos costos asociados al gasto tributario (4% del PIB) y el oneroso pago de intereses (que representa el 70% del gasto en educación, el 86% del gasto en salud y el 57% del gasto en protección social).
Oportunidades
Sin embargo, en la visión de la Cepal existe una ventana de oportunidades que podría ofrecer un poco más de espacio. Concretamente, el informe hace referencia al impulso que podría venir del mayor compromiso que se asumió en el marco de la IV Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, que tuvo lugar entre el 30 de junio y el 3 de julio en Sevilla. Para el organismo, “la región debe aprovechar este impulso internacional para dar una relevancia estratégica a la movilización de recursos financieros para fortalecer su estabilidad económica y catalizar un desarrollo más productivo”.
Esta instancia contó con la participación de más de 60 jefes de Estado, con directivas de todos los organismos internacionales relacionados al financiamiento y con una extensa participación de actores relacionados con el desarrollo. De forma consensuada, de este ámbito surgió la creación de la Plataforma de Acción de Sevilla, con el objetivo de implementar 130 iniciativas, entre las que destacan la creación de un centro para canjes de deuda por desarrollo y un foro de países deudores con secretariado en las Naciones Unidas, así como un compromiso de la banca multilateral para incorporar cláusulas contingentes que suspendan el servicio de deuda durante las crisis.