El Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) advirtió que las proyecciones macroeconómicas que dan sustento al presupuesto quinquenal fueron elaboradas en un contexto pautado por niveles inusitadamente altos de incertidumbre, que configuran un “entorno complejo” desde el punto de vista económico y geopolítico con impactos sobre “las perspectivas de crecimiento global y los flujos de comercio e inversión internacional”.

En este marco, el MEF anticipó un crecimiento de 2,6% para este año, que sería impulsado por el consumo privado (2,1%), la inversión (3,3%) y las exportaciones (2,7%). Para el año que viene, según las estimaciones presentadas este domingo, se prevé una expansión de 2,2%, recostada principalmente sobre el repunte del consumo (“como consecuencia de la recuperación real de los salarios”) y, en menor medida, sobre “la ejecución de proyectos que ya están en marcha o en fase de planificación avanzada”.

A partir de 2026, agregan, el crecimiento se aceleraría levemente y tenderá a converger a una tasa de 2,5% anual para 2028 y 2029. El crecimiento anual promedio del quinquenio se ubicaría en el entorno de 2,4%, una cifra que luce desafiante, ya que en la última década el incremento anual del PIB fue de apenas 1,1%.

En línea con lo planteado por el ministro Gabriel Oddone, el mensaje y la exposición de motivos definen al crecimiento como el “corazón de la política económica”. Esta variable, según se agrega, estará sujeta a la capacidad de apuntalar la tasa de inversión a niveles del 20%: “el objetivo de la política económica es consolidar un aumento de la tasa de inversión en relación con el PIB y reforzar la posición de Uruguay como un destino atractivo y confiable para la atracción de capitales”. Esto implica que la inversión debería crecer al menos cuatro puntos en términos del PIB (actualmente ronda el 16%).

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Inflación y salarios

Por otra parte, el MEF proyectó que la inflación continuará alineada durante el quinquenio con la meta del 4,5%. Se trata de un supuesto clave, entre otras cosas para cumplir con los incrementos del poder de compra previstos en los lineamientos presentados por el Poder Ejecutivo meses atrás, que tienen como foco el impulso de los salarios más bajos. De cumplirse esta proyección, el salario real de los trabajadores incluidos en la primera franja (hasta 38.950 pesos nominales) crecería 4,2% durante los dos años de vigencia de los convenios (en la franja 2 aumentaría 2% y sería nulo en la franja 3).

La población ocupada, según las estimaciones, crecería a un ritmo anual del 1% durante todo el período, por lo que la masa salarial (que surge de la consideración conjunta del empleo y los salarios) evolucionaría “alineada al crecimiento de la economía”. Por otra parte, el MEF prevé que si se evitan “shocks externos adversos” y se logra una “convergencia plena” de las expectativas de los agentes, el Comité de Coordinación Macroeconómica “evaluará la posibilidad de fijar un objetivo de inflación menor en el período”.

En esa línea, el presidente del Banco Central del Uruguay (BCU), Guillermo Tolosa, ha planteado que uno de los desafíos será lograr un proceso de desinflación más “simétrico” entre el componente transable (precios sensibles al dólar) y el componente no transable de la inflación (presiones domésticas).

En los últimos años, la moderación inflacionaria estuvo emparentada con la caída del tipo de cambio, dado que el componente interno de la inflación evolucionó más en línea con el techo del rango de tolerancia (6%) que con el centro (4,5%). Por esa razón, en paralelo al proceso de desinflación que comenzó a mediados de 2023, se han ido acumulando los reclamos asociados a la problemática del atraso cambiario y se han agudizado los desequilibrios de precios relativos, principalmente con Brasil. En este caso, señala el documento, el tipo de cambio real bilateral está hoy 40% por debajo del promedio del período 1980-2024.

Con respecto a este dilema entre inflación y competitividad, la elaboración del presupuesto asume que el peso uruguayo se depreciará gradualmente entre 2025 y 2029: el tipo de cambio subiría a un ritmo de 2,1% anual a partir de 2027, luego de caer en 2025 y de permanecer relativamente estable en 2026. Las conjeturas cambiarias del MEF –consistentes “con la teoría de la paridad de precios relativa”– ubican la cotización del dólar en el entorno de los 44,5 pesos al cierre de 2029.