El Instituto Nacional de Estadística (INE) difundió esta semana un estudio que analiza la evolución del salario real y de la brecha salarial de género entre 2018 y 2024. Según se desprende del documento, el diferencial salarial no refiere únicamente a la discriminación salarial directa por realizar el mismo trabajo, “sino también a diferencias derivadas de factores como la segregación ocupacional (tendencia de hombres y mujeres a concentrarse en diferentes ocupaciones o sectores económicos) y la valoración desigual del trabajo femenino”, además de las barreras para acceder a puestos de decisión y la concentración de mujeres en empleos de baja remuneración.
Para capturar este fenómeno, que constituye “uno de los principales retos a los que se enfrenta el mercado laboral tanto a nivel nacional como internacional”, se utilizan varios indicadores. Una de las aproximaciones más precisas requiere estimar la brecha salarial ajustada, que considera el diferencial después de tomar en cuenta factores como el puesto, la formación y la experiencia.
Sin embargo, en este caso, la disponibilidad de datos no permite analizar la evolución temporal de esta variable, por lo que el estudio se basa en el cálculo de la brecha salarial no ajustada, que compara el salario promedio entre los dos grupos poblacionales de interés.
Panorama general
Los resultados presentados indican que la brecha salarial por sexo evidencia una desigualdad persistente durante el período considerado, oscilando entre el 25% y el 29% y tomando un valor promedio levemente superior al 27%.
De acuerdo con el estudio, la brecha se acentuó entre 2020 y 2021, coincidiendo con la fase de contracción que experimentó el salario real en el marco de la pandemia, y alcanzó su pico durante el segundo trimestre de 2022 (28,7%). Esto sugiere que los impactos negativos asociados a ese evento no se distribuyeron equitativamente entre hombres y mujeres. En ese sentido, la posterior estabilización y recuperación del poder de compra estuvo acompañada por una moderación de la desigualdad salarial entre ambos grupos.
El análisis agrega que, más allá de este evento, “la tendencia de largo plazo parece ser de una moderada reducción de la desigualdad salarial entre hombres y mujeres”, aunque la magnitud de la brecha sigue siendo elevada.
Análisis por región
La desagregación territorial de los datos evidencia que esta problemática es más acuciante en el interior del país que en la capital. En el primer caso, la diferencia se movió entre el 26% y el 33%, con un valor promedio de 29,4% y mostrando una volatilidad comparativamente mayor. En el caso de Montevideo, la brecha salarial osciló entre el 24% y el 28%, alcanzando un mínimo durante el tercer trimestre del año pasado. De esta manera, “los resultados evidencian que, si bien Montevideo muestra una reducción progresiva de la desigualdad por sexo, el interior presenta una mayor rigidez estructural”.
El análisis también permite desagregar las disparidades por departamento, un ejercicio que evidencia una marcada heterogeneidad entre ellos. En este caso se presenta la foto (cuarto trimestre de 2024), pero no la película (evolución 2018-2024).
Destaca, por lejos, la situación excepcional de Río Negro, donde la brecha supera el 78%. Según el INE, esto se explica por “la presencia de algunas grandes empresas, con empleos altamente calificados y predominantemente masculinos”, que eleva el promedio departamental y amplifica la diferencia respecto de los ingresos salariales de las mujeres. La brecha también es elevada en Tacuarembó (44,7%) y en Lavalleja (38,5%).
Del otro lado, los guarismos son menores en los casos de Rocha (7,8%), Rivera (11,8%) y Maldonado (15%), aunque este resultado “debe interpretarse con cautela, ya que puede estar asociado a una menor diversificación productiva o a la concentración del empleo femenino y masculino en sectores de remuneración más homogénea”.
Análisis por sector
Otro criterio utilizado en el estudio para segmentar los datos diferencia las brechas entre los distintos sectores de actividad, otro ejercicio que pone de relieve la fuerte disparidad de esta problemática, más allá de su naturaleza transversal.
En este caso concreto, de hecho, la brecha toma valores negativos, dado que, tanto en la construcción como en la enseñanza, los salarios promedio de las mujeres son mayores. En el primero, las estimaciones cuantifican la brecha en -10,3%, aunque también se advierte sobre la interpretación de estos resultados dado que “la participación femenina en el sector es baja y concentrada en ocupaciones de mayor calificación o especialización”. En el caso de la enseñanza, la brecha también es negativa, aunque muy cercana a cero (-0,1%), reflejando una “relativa equidad en la distribución salarial”.
En contraste, las brechas más elevadas corresponden al sector de servicios sociales y relacionados con la salud humana (50,1%), artes, entretenimiento y recreación (47%) e industrias manufactureras (40,6%): “Estos sectores destacan por combinar salarios masculinos sensiblemente más altos con remuneraciones femeninas reducidas, lo que revela desigualdad salarial persistente”.
Análisis por tamaño de empresa
Finalmente, el estudio aborda las diferencias salariales en función del porte de las empresas. De esta separación también surgen disparidades importantes, dado que la brecha varía entre el 27% correspondiente a las microempresas y el 42% constatado a nivel de las empresas de porte mediano.
Sobre este último caso, el INE señala que el diferencial “podría estar asociado a distintos factores, pudiéndose señalar, entre otros, una mayor segregación ocupacional y sectorial (tendencia de hombres y mujeres a concentrarse en diferentes ocupaciones o sectores económicos)”.
De este análisis se puede concluir que, si bien el tamaño de la empresa es un factor relevante para los niveles salariales, no asegura una distribución equitativa entre hombres y mujeres.