Arno Stern vivió un siglo: el 30 de junio falleció el pedagogo e investigador francés de origen alemán. Durante gran parte de su vida, luego de huir ante el ascenso de Adolf Hitler y emigrar a Francia a sus nueve años, se dedicó a entender las infancias y sus expresiones. Viajó por el mundo, trabajó con niños y niñas huérfanos, sobrevivientes de guerras, y descubrió, a través del dibujo, una teoría que continúa vigente hasta hoy: “la formulación”.

De acuerdo con su página web, en 1946, cuando tenía 22 años, “ingresó en una institución para huérfanos de guerra” y allí “consiguió que los niños pintaran y enseguida comprendió el papel primordial del juego inspirado en esta actividad, para la que creó un entorno original”.

Así fue como, tiempo más tarde, creó un estudio en París que dio un salto a la fama en los años 50, bajo el título “La Academia de los Jueves”. Funcionó durante 33 años y luego se trasladó en 1987.

Durante toda su vida, escribió más de 40 libros y fue a través de El Closlieu, “un espacio específico para estimular y proteger la emergencia de la formulación”, en donde Stern trabajó en lo que llamó la “Educación Creadora”.

La formulación es un código universal de expresión

En diálogo con La Vanguardia, Stern contó en 2017 que cuando trabajó con niños huérfanos luego de la guerra, en Francia, encontró “lápices y unos papeles reciclados” y les hizo dibujar. “Vi que sentían un gran placer, así que busqué pintura, ¡y eso fue el delirio! Cuando el orfanato cerró, monté mi propio taller”, manifestó.

A partir de ahí, recorrió el mundo y se acercó a tribus alejadas de la civilización. “Observé que todos los niños occidentales dibujaban las mismas cosas y me pregunté si era una cuestión cultural”, dijo, y posteriormente constató que “esos niños, preservados de la escolarización y la civilización, hacen las mismas figuras que los niños en nuestra sociedad, y que esta manifestación, ese trazo, es universal”.

Stern llamó así formulación al “código universal de expresión”: “No es lo que suponíamos: que los niños miran, registran y reproducen. Se trata de la memoria orgánica donde se almacenan todos los hechos de nuestra vida prenatal, el nacimiento y los primeros años de la vida. Se trata del programa genético que compartimos y que hoy las neurociencias llaman memoria celular”, describió.

A través de pintar, entonces, aflora la formulación. “Considero que no solamente existe una memoria genética, sino un medio de expresión de esa memoria. Así creé la semiología de la expresión, un nuevo campo científico. En el trazo libre encontramos nuestro comienzo, es una manera de completar a la persona”, agregó. Para Stern, se trata, por tanto, de “dejarse ir, de dejar aflorar y entender que no hay un después, pero en nuestra sociedad hace falta un entrenamiento para eso, porque hemos sido educados para ser razonables”.

En la página web del centro Diraya, donde brindan talleres de expresión tomando en cuenta lo establecido por Stern, explicaron que la formulación se trata de “figuras primarias”, luego de “objetos-imágenes” y, por último, “figuras esenciales”. “La formulación no es tributaria ni característica de un medio sociocultural particular. No es el fruto de un aprendizaje, sino solamente de un entrenamiento que desarrolla aptitudes innatas y las orienta hacia esta manifestación en lugar de la creación de obras que sirven para la comunicación”, se plantea en la web de Stern.

En ese sentido, aseguran que una de las características de la formulación es que “posee un repertorio de figuras que le es propio. Es distinta del arte y no toma sus elementos, ni las leyes, ni las costumbres”. En su práctica, que consideran “un juego que no es una terapia”, la formulación logra satisfacer “necesidades insatisfechas” y desarrolla “una gran destreza y la conciencia de capacidades que influencian profundamente a la persona, cualquiera que sea su edad, su experiencia, su situación”. “El que practica la formulación se libera de la dependencia de modelos y desarrolla una autonomía positiva”, esgrimen.

La formulación en las escuelas puede generar una mejoría

En 2019, la revista Infancia conversó con Stern y su hijo, André Stern. Allí, Stern padre fue consultado por si esta memoria innata, universal y orgánica de la que plantea en la teoría de la formulación, tiene alguna diferencia en los niños y niñas de la actualidad con respecto a los de hace cuarenta años atrás.

“Ha habido una ruptura. Se trata de una catástrofe, como un terremoto”, respondió el pedagogo. Contó que el taller Closlieu, hasta 1980, “era una aventura extraordinaria, irresistible. Niños y niñas venían después de la escuela, jugaban naturalmente, dibujaban libremente, se entretenían. En la escuela se les enseñaba un poco de dibujo, sin que esta enseñanza los penetrara profundamente. No tenía mucha importancia”.

Sin embargo, narró que ya en 1980, “cuando se introdujo la educación artística en la escuela, fue una catástrofe. A partir de ese momento, los niños y las niñas se volvieron estériles. No fue un cambio brusco, pero sí una evolución rápida, a lo largo de unos pocos años”. En ese marco, aseguró que “desde aquella fecha, mes a mes, al mirar ahora los dibujos posteriores, no hay nada de nada. Niños y niñas quedaron como paralizados. Aquella expresión natural dejó de serlo. Lo que era abundante ya no lo es”.

Por otro lado, aseguró que “todo el mundo es capaz de trazar formas, y todo el mundo experimenta placer al dibujar” por lo que, aclaró, no se trata de “una experiencia circunscrita a la infancia”.

A todo lo enunciado, Stern lo llama “educación creadora”. Ante la pregunta de si visualizaba la posibilidad de que se hagan estos talleres en las escuelas, el pedagogo esgrimió que “la causa de la degradación de las facultades, de la espontaneidad en los niños y las niñas, es la enseñanza mal orientada, en particular la educación artística”.

En ese contexto, aseguró que podía “demostrar que niños y niñas han sido esterilizados, que su acto de pintar ya no es natural”, pero que “cada vez que los maestros aprenden el sentido de la formulación, su actitud cambia, y con este cambio sus alumnos están salvados”.

“Cada vez que, en una escuela, se introduce el Closlieu para reemplazar la asignatura de educación artística, se produce un trasiego, una mutación. Es como si se sustituyeran los pesticidas por cultivos biológicos”, afianzó.

Por último, señaló que es necesario decirles a los docentes “que la manera usual de educar el trazo del niño es errónea. Es necesario iniciar el trabajo sobre el trazo del niño de otra manera, y así mismo es necesario encontrarse con el niño de otra manera”. Apuntó a que “no se puede considerar al niño como un alumno disminuido a quien se ha de ofrecer todo el saber necesario para que obtenga un diploma”, sino que “hay que tener en cuenta en primer lugar al niño ahora y no lo que tiene que ser en un futuro”, y que la función de quien enseña “no tiene que ser preparar al niño, sino ayudarlo, apoyarlo”.