Con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia hacia la Mujer –que se conmemora cada 25 de noviembre–, la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo (INDDHH) abrió el mes con un diálogo abierto orientado a desnaturalizar las violencias “que no se ven”. El eje que la casa propuso para unificar las variadas intervenciones de la mañana del 1° de noviembre fue el análisis de los avances y las dificultades de la Ley 19.580, de Violencia hacia las Mujeres Basada en Género, con respecto al acoso callejero y la violencia simbólica.

En la apertura, María Josefina Plá, integrante del Consejo Directivo de la INDDHH, señaló que están tratando de que la ley “se implemente, se cumpla y que no se pongan más excusas”. “Desde que se aprobó, en 2017, estamos discutiendo su cumplimiento y su implementación; el hecho de que la tengamos como tema de debate hoy ayuda a su difusión y a la toma de conciencia”, destacó. Además, puso especial hincapié en que la INDDHH, como defensora y promotora de los derechos humanos, debe tener “en primer lugar de la agenda” los derechos de las mujeres.

A Plá la acompañaba en la apertura oficial la directora del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), Mariella Mazzotti, quien resaltó que la ley “puso sobre la mesa un tema de una manera muy renovadora y muy comprometida para el Estado, en todos sus poderes, y también para la sociedad civil”. En cuanto al acoso callejero, contó que durante el proceso de redacción de la ley “había una cierta desautorización, minimización y, en un punto, hasta ridiculización” de la violencia que sufren las mujeres en la calle, pero agregó que hoy, tres años después, “la violencia callejera está mucho más legitimada como una forma de violencia contra las mujeres”.

También se refirió a la violencia simbólica y apuntó que existe una conexión, que la sociedad todavía no ha hecho, entre la desigualdad social, política y económica que viven las mujeres y la violencia “que se reproduce a través de lo simbólico y que puede terminar en violencia femicida”.

Derecho de piso

Tras la inauguración de las autoridades, la primera mesa del encuentro se enfocó en el acoso sexual callejero. Expusieron Martina Sanguinetti, representante de Colectivo Catalejo, Laura Alberti, integrante del Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (SUNCA) del PIT-CNT, y Laura Larbanois, de la División de Género del Ministerio del Interior (MI).

Alberti contó su experiencia con respecto a la campaña Conciencia: el acoso callejero es violencia impulsada por el SUNCA. “Si bien somos las mujeres quienes recibimos el acoso, también queremos atender al posible violento porque en el movimiento sindical no hay lugar para la violencia”. Relató que si bien “no fue fácil” introducir esta temática, ahora están teniendo la posibilidad de que se problematice, se discuta y “se lo lleven para pensarlo en la casa”. “Al principio decían que la culpa la teníamos nosotras por vestirnos lindas”, recordó. Su objetivo, dijo, es “hacerles entender que no tienen que respetar porque [la mujer con la que se cruzan] podría ser su esposa o su hermana, sino que tienen que respetar porque las mujeres son sujetos de derechos”.

Acoso sexual callejero

“Todo acto de naturaleza o connotación sexual ejercida en los espacios públicos por una persona en contra de una mujer sin su consentimiento, generando malestar, intimidación, hostilidad, degradación y humillación” (Ley 19.580, artículo 6, literal K).

La representante sindical contó que la campaña que están haciendo no sólo tuvo repercusión mediática, sino que dos años después significó un cambio real en el comportamiento de los trabajadores. “El otro día me llamó una periodista para preguntarme qué habíamos hecho, porque en su calle había tres obras y los obreros de la construcción no les gritaban a las mujeres cuando pasaban”, mencionó. Para finalizar su intervención, Alberti subrayó que “el sindicato de la construcción es feminista”. “No solamente hacemos conciencia sindical, sino que también hacemos conciencia de lucha y hacemos conciencia de derechos”.

Por su parte, Larbanois explicó que para la Policía en el acoso callejero existen tres dimensiones que entran en juego: la víctima, el ofensor y el espacio. Destacó que el Ministerio del Interior pretende abordarlas de forma multisectorial, “protegiendo pero también empoderando a las personas que transitan por esos espacios”. Señaló que la prevención del acoso les compete porque es una cuestión “de seguridad humana”. “Se trabaja la seguridad focalizada en las personas, entendiendo el derecho a que se reconozca la libertad de todas las personas a transitar por los espacios públicos sin ningún tipo de discriminación y sin ningún tipo de situación que implique angustia o miedo”, sostuvo.

La representante de la División de Género del MI insistió en la importancia de denunciar y afirmó que “se trabaja para que el personal esté concientizado y comprometido con el abordaje de estas situaciones”. Larbanois definió la denuncia como “una herramienta para empoderar a las personas que pueden estar en una situación de riesgo”.

La última en exponer fue Sanguinetti, integrante de Colectivo Catalejo, que llevó adelante la campaña Libre de acoso y que la semana pasada presentó el libro No me halaga, me molesta. Aportes para la discusión sobre acoso sexual callejero en Uruguay. “Es un tema súper complejo, pero que no estaba estudiado”, explicó la militante. Sanguinetti expuso algunos de los datos relevados en base a las denuncias realizadas en la web. Contó que 92% de las denunciantes fueron mujeres y que 93% de los acosadores fueron hombres. Además, resaltó que 25% de las denunciantes mujeres tienen entre 11 y 18 años; esto, aseguró, supone un “disciplinamiento del cuerpo” y una “imposición de cánones” que a esa edad puede determinar el comportamiento de las jóvenes. Comentó que “el acoso genera una brecha en el uso del espacio público entre hombres y mujeres”. Además, saludó el trabajo del SUNCA, al tiempo que remarcó que “el acosador está en todas las clases sociales y en todos los tipos de trabajo”.

Con el afán de zanjar la discusión sobre qué es y qué no es acoso callejero, Sanguinetti afirmó: “El piropo en sí no es acoso callejero. El acoso es unidireccional, no está aprobado, no tiene consentimiento, entonces no es un piropo. En realidad, lo que ocurre es que una persona está ejerciendo su poder sobre el cuerpo de otra persona al decir lo que quiere porque puede”. “Las mujeres todavía estamos pagando derecho de piso por el uso del espacio público, porque históricamente estuvimos dentro del hogar”, dijo. Finalizó con una invitación a no “restarle importancia” y a “pensar un poco y entender por qué esto molesta tanto”. “De verdad es algo que tiene efectos sobre nuestro uso de la ciudad y sobre nuestros cuerpos”, concluyó.

Cómo denunciar acoso callejero

Podés denunciar acoso callejero en todas las seccionales policiales del país o por teléfono llamando al 08005000 o al 911. También podés hacerlo por medio de la app del 911, que permite denunciar de forma más rápida situaciones de emergencia como acosos o persecuciones.

La máquina generadora de desigualdad

La segunda mesa reunió a la especialista en comunicación visual Mariangela Giaimo, la socióloga, activista y artista visual Mariana Fossatti y la directora de FLACSO Uruguay, Carmen Beramendi, para hablar sobre violencia simbólica.

Beramendi abrió la mesa haciendo hincapié en que “el componente central de la violencia simbólica contra las mujeres es el poder”. “Son estructuras de poder asimétricas, diferenciadas, que hacen que esta dimensión de la violencia simbólica permanezca, se recicle y se reproduzca, pero al mismo tiempo que ocurre hay cada vez más conciencia de que esto es una forma de violencia que no va”, afirmó. La docente e investigadora habló sobre la violencia en el lenguaje como un tipo de violencia simbólica: “No son iguales las palabras cuando nos nombran, cuando nos representan, que cuando no lo hacen”, dijo. También se refirió a la violencia simbólica en los productos comunicacionales y destacó que “la libertad de expresión no puede ser facilitadora de un discurso de odio”.

En la misma línea, Fossatti explicó desde su experiencia las formas de violencia simbólica que existen en internet y afirmó que los derechos digitales no son distintos ni nuevos, sino que son “los mismos derechos que se deberían poder gozar en todos los ámbitos”. La autodefinida “activista por los derechos humanos en el entorno digital” contó que este tipo de espacios suponen “nuevas formas de vulnerabilidad”, que al conocerlas se pueden defender y denunciar. Durante su presentación expuso una serie de ejemplos que evidenciaban cómo los motores de búsqueda –principalmente Google– funcionaban desde una lógica de sexualización y cosificación de la mujer obedeciendo a criterios de comercialización. “Los intereses económicos dirigen a las audiencias hacia determinados contenidos”, afirmó. Sin embargo, destacó que estas mismas tecnologías han presentado la solución a este problema a través de algoritmos de identificación de ciertos “patrones de contenido” que podrían promover la violencia simbólica.

Fossatti señaló que, hoy en día, “posicionar un discurso en contra de la violencia simbólica es muy difícil” porque los propios mecanismos de las tecnologías impiden que este llegue a quienes están menos sensibilizados con la temática, manteniendo los focos de discusión entre las personas más interiorizadas. Finalizó invitando a los presentes a que se involucren en el activismo digital, ya que, según ella, es también un espacio para descubrir y militar.

Por último, Giaimo destacó el rol de la comunicación como un factor fundamental y activo en la generación y difusión de la violencia simbólica. También ahondó en que los mensajes y las redes “son una forma de subjetivación”. Además, habló sobre los estereotipos promovidos desde la comunicación y afirmó que son tan fuertes porque son los que “permiten seguir viviendo en sociedad”. Para finalizar advirtió que “la lógica capitalista atraviesa todas las aristas de la comunicación” determinando qué es lo que sirve mostrar, y eso habilita a la violencia simbólica.

Violencia simbólica

“Es la ejercida a través de mensajes, valores, símbolos, íconos, imágenes, signos e imposiciones sociales, económicas, políticas, culturales y de creencias religiosas que transmiten, reproducen y consolidan relaciones de dominación, exclusión, desigualdad y discriminación, que contribuyen a naturalizar la subordinación de las mujeres” (Ley 19.580, artículo 6, literal G).

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