La abogada uruguaya María Noel Vaeza, directora de la División Programas de ONU Mujeres, tiene a su cargo seis oficinas regionales, 90 nacionales, cerca de 3.000 proyectos y una conclusión tajante: Uruguay está “estancado” en términos de participación política y empoderamiento económico de la mujer. En diálogo con la diaria, contó que la situación no mejora en materia de violencia de género. ¿Por qué? “Te lo resumo en dos palabras: cultura machista”.

¿Cómo se podría resumir el trabajo que realiza ONU Mujeres actualmente?

El plan estratégico de ONU Mujeres tiene cuatro vertientes. La primera apunta a fortalecer la participación política de las mujeres, porque lamentablemente es solamente de 23% en el mundo. En Uruguay es más baja aún: 20%. La segunda vertiente es la participación económica de las mujeres, que sigue siendo muy baja también. A pesar de que somos la mitad de la población del mundo, cerca de 30% de las mujeres no participan de la economía. En el caso de Uruguay, donde las mujeres son más que los hombres (casi 52% de la población), la participación económica no llega a 50%. La violencia contra las mujeres, que es un tema álgido, es un eje fundamental para nosotros porque representa una violación a los derechos humanos de las mujeres. Hablo de todo tipo de violencia: violencia en los espacios públicos, violencia doméstica, etcétera. Por último, trabajamos todo lo que es ayuda humanitaria y participación de las mujeres en los procesos de paz, que también es muy baja. Lo interesante que hemos podido demostrar es que cuando la mujer participa en las negociaciones de paz, la paz es firme y duradera.

Pintás un panorama bastante desalentador en Uruguay. ¿Qué hay detrás de la poca participación política de las mujeres uruguayas?

En particular lamento mucho que se pierda la oportunidad, con esta última ley de cuotas, de llegar a una paridad. Porque esta ley no apunta a la paridad. Pienso que lo que pasa en Uruguay es que la mujer no tiene el espacio para desarrollarse y ser líder. El espacio todavía no está aceitado lo suficiente. Quizás está la norma, pero tímidamente recién están apareciendo muy poquitas mujeres líderes, y no en todos los partidos políticos. En los cuatro partidos [con representación parlamentaria] los candidatos a la presidencia siguen siendo hombres. Y se habla de que hay que buscar alguna mujer para que sea vicepresidenta, pero ¿por qué no hablamos distinto? ¿Por qué la candidata principal no puede ser la mujer y el vice el varón? Todavía no estamos prontos, pero deberíamos estarlo. Ya es hora. Cuando vemos que las mujeres participan en la política vemos que tienen una mayor conciencia de cómo movilizar procesos legislativos con cohesión social. Procesos legislativos que por ejemplo les permitan a las mujeres desarrollarse como madres y como mujeres, y a su vez poder aportar a la sociedad. Creo que ahí estamos perdiendo. En el Poder Ejecutivo tenemos 38% de mujeres. Pero si tú vas a la participación política en el Parlamento, estamos trancadas en 20%. Ahora, ¿cómo damos ese paso? La única manera son las cuotas. Porque los partidos políticos no lo van a permitir, ya está demostrado. Creo firmemente que nos estamos perdiendo un espacio enorme que deberíamos tener. Hay evidencia que demuestra que cuando las mujeres participan, las cosas cambian para bien. Aun así, no nos dejan.

¿Cómo ves la situación en términos de discriminación laboral y paridad salarial?

Mal. La media mundial de brecha salarial entre hombres y mujeres es de 25%. En el caso de Uruguay es de 23%. O sea, la mujer tiene una brecha salarial (gana menos dinero) aunque haya igualdad de condiciones laborales. ¿Por qué? ¿Es un impuesto contra la maternidad acaso? ¿Qué es? Tenemos que discutirlo como sociedad. Invirtamos en los derechos económicos de las mujeres, ampliemos la participación económica de las mujeres, respetemos a esas mujeres que tienen talento, démosles preponderancia y que tengan poder decisorio.

¿Por qué te parece que no están dadas las condiciones para la igualdad de género en Uruguay?

Creo que hay un tema de miedo de los hombres profesionales uruguayos. Las mujeres han entrado en masa a la educación y tienen miedo de que les quiten los trabajos. ¿Qué miedo vas a tener si lo que estamos haciendo en realidad es ampliar la torta? Queremos que el crecimiento económico sea mayor. Lo que tenemos que mostrar es evidencia de cómo impacta en el crecimiento del Producto Bruto Interno cuando las mujeres entran al mercado laboral. Eso es lo que estamos tratando de demostrar en todos lados. En Chile acabamos de hacer un estudio: el ingreso de 100.000 mujeres al mercado laboral implicó un 0,6% de crecimiento. Es mucho. Normalmente, los países están en la media de la región, algunos un poquito más alejados y otros menos alejados. Lamentablemente, Uruguay está abajo de la media de la región. Tenemos que corregir eso.

Una de las vertientes más fuertes del movimiento feminista es la lucha contra la violencia de género. En particular, es alarmante el número de femicidios que hay en el país. ¿Cuál sería para vos la estrategia para combatir esta epidemia? ¿Te parece que el Estado debe intervenir?

Tenés razón: es una epidemia y es mundial. Uruguay, en particular, tuvo 30 feminicidios en 2017 y tiene 3,4 millones de habitantes. Chile tiene 18 millones de habitantes y tuvo 40 feminicidios. Entonces, ¿qué está pasando en Uruguay? Es un tema sobre el que hay que reflexionar. ¿Por qué nos consideran objeto tal para matarnos?

Creo que la Ley Integral [para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia basada en Género, aprobada en diciembre de 2017] es excelente, porque hace que el país trabaje de una manera interinstitucional. El tema de la violencia contra las mujeres es competencia de todo el país y no sólo del sector público. Pienso que el sector público tiene la responsabilidad de mantener a las mujeres seguras. Esa es una responsabilidad estatal porque ellos tienen el poder de seguridad, y eso no se puede privatizar. Por eso creo que el Estado es fundamental. La interinstitucionalidad es muy importante porque si vos sos una mujer violentada, ¿a dónde vas? Tenés que tener un sólo espacio. El Estado tiene que facilitarle a la mujer, que encima ha sido violentada, el acceso a los servicios. Ir a un lugar y que ahí pueda solucionar todo. Para eso no se necesita mucha plata. Se necesita estudiar bien qué instituciones están trabajando de manera ineficiente y ver cómo mejorar eso. Obviamente se necesita más presupuesto siempre. Pero no pongamos el caballo antes de la carreta. Creo que la ley, en ese sentido interinstitucional, es muy moderna.

Segundo, tipificar el delito de femicidio, lo cual es muy importante. Es un agravante al delito de homicidio. ¿Por qué nos matan? ¿Qué pasa con esos hombres que matan a las mujeres? ¿Dónde están? ¿La justicia ha tenido un debido proceso para ellos? ¿Están en la cárcel o no? Yo creo que no. Esta es una ley que amplía el concepto de violencia hacia otras formas, como el acoso sexual, laboral, el acoso en los espacios públicos, entre otras, y eso es importante porque violencia no es sólo que te maten, sino que existe la violencia psicológica. Es momento de decir “Basta, no me callo más”. Y de poder ir contra el poderoso. Eso es lo que tenemos que tratar de hacer. Basta, no me mates más, no me pegues más, porque no soy tu objeto. No soy tuya. Soy un ser humano con derechos sociales, económicos y políticos, y esos derechos respetámelos. Creo que la ley es muy buena, creo que el Estado tiene que tener un rol primordial, pero también lo tienen que tener el sector privado y la sociedad civil. Es un tema de cambio de cultura. Estoy muy contenta con la ley. Ahora hay que ver cómo se implementa.

Más allá de la ley, que puede resolver parte del problema, ¿qué más se puede hacer desde la sociedad civil para combatir la violencia machista?

Educación es mi primera respuesta. Educación desde preescolar, para que aprendan que la mujer es igual que el hombre y que tiene los mismos derechos que el hombre. También hacer campañas educativas, porque mucha gente no sabe. Hay un trabajo de concientización que hay que hacer. Porque muchas veces es un tema de costumbre y les parece normal mirarnos en la calle, muchas veces porque nos callamos. Pienso que esto implica mucho diálogo, toma de conciencia, cambiar esos padrones y salirnos con innovaciones, como el #MeToo. Nosotros hemos hecho campañas acá en Uruguay y las vamos a seguir haciendo. El tema de las campañas y de generar conciencia es fundamental. También trabajar con los medios de comunicación, que tienen una gran responsabilidad a la hora de visibilizar problemáticas. El tema del consumo responsable también, porque la mujer objeto en la publicidad es muy fuerte. Hay que trabajar desde todos esos ángulos, porque es la única manera de cambiar la cultura machista. Pero todo empieza con la educación.

¿Cómo ves la agenda de derechos de las mujeres en Uruguay en comparación con el resto de la región?

Desde el punto de vista legislativo Uruguay está bárbaro. Pero la brecha entre eso y la realidad todavía existe en términos de participación política y económica, porque los números están estancados hace años. En el tema violencia estamos sumamente preocupados por los feminicidios, pero vemos que la tobillera tuvo efectividad, porque en general los hombres a los que les pusieron la tobillera no se acercaron más a las mujeres. Las mujeres no murieron, están vivas. Entonces hay políticas que el gobierno ha tomado que han dado frutos. Y quiero destacar las tobilleras porque verdaderamente es una cuestión de prevención. Uruguay tiene otras cosas muy buenas, como los refugios para mujeres que sufren violencia. Pero también hay que trabajar con la justicia para que acelere los procesos, porque muchas veces la mujer no tiene medios para denunciar.

Hace 20 años, si mirábamos el panorama regional, no nos imaginábamos que hoy podíamos tener mujeres presidentas, y en los últimos años hemos tenido. Pero ahora que Michelle Bachelet abandonó su cargo en Chile, no quedó ninguna en América Latina. ¿Qué razones hay detrás?

Creo que en América Latina, en política, se dio como un péndulo. También creo que actuaron fuerzas machistas para hacer que la ex presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, salga, por ejemplo. O sea, juzgás a los gobiernos dependiendo de dónde los mires. Ahora, me parece que no tiene que ver con la derecha y con la izquierda. Tiene que ver con ese espacio que no le dejan a la mujer: ni la izquierda, ni la derecha. Si vos pensás en países importantes de la región en los que haya gobernado la izquierda tampoco hay muchas mujeres. Evo Morales, presidente de Bolivia, logró que en el Parlamento haya más mujeres, y son mujeres que vienen del sector del servicio doméstico, indígenas. Hizo un trabajo fantástico porque captó lideresas espectaculares que, a su vez, dijeron: “¡Aprovechemos ahora!”. Y eso es dejar espacio.