“En todas partes existe la posibilidad de que los medios contribuyan mucho más al avance de las mujeres”, dice la declaración de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Pekín allá por 1995 y firmada por 189 países.
De esta afirmación, que ya tiene más de dos décadas, se desprenden varias cosas. En primer lugar, la frase da por sentado el poder que tienen los medios en cualquier sociedad. A la vez, y lo que es más importante, los posiciona como verdaderos motores de cambio, al asegurar que pueden “contribuir” al “avance de las mujeres”. Es decir, pueden aportar para romper las barreras impuestas, combatir la discriminación, conquistar más derechos y revertir las desigualdades que atravesamos constantemente las mujeres en todos los ámbitos de nuestras vidas. También pueden visibilizar los tipos de violencia a los que las mujeres estamos expuestas a diario para debatir sobre esta problemática, comprenderla y dar respuesta a los cuestionamientos constantes que suele desatar. El primer paso para lograrlo es poner estos temas sobre la mesa.
Pero antes de eso los medios tienen que revisar la forma en que brindan la información y saber detectar las problemáticas que trascienden las noticias –darse cuenta, por ejemplo, de que un femicidio no es un hecho aislado, sino que forma parte de un sistema machista y patriarcal que favorece su ocurrencia–. Para esto, también, hay que escapar de las prácticas periodísticas –y las fórmulas del lenguaje– que tenemos naturalizadas. Se debe apuntar a un periodismo con perspectiva de género. Uno que asuma la situación de discriminación de las mujeres y sus consecuencias, y que muestre las situaciones de desventaja en las que nos encontramos respecto de los varones. Un periodismo que, además, entienda que las mujeres podemos ser fuentes de información y generadoras de opinión. En definitiva, un periodismo igualitario, no sexista y no discriminatorio.
La realidad hace que la construcción de estos contenidos sea urgente. Porque en 2017, 29 mujeres fueron asesinadas por su pareja o ex pareja a lo largo y ancho de Uruguay. Porque recién empezó el cuarto mes del año y los femicidios ya suman 11. Porque el año pasado hubo una denuncia por violencia doméstica cada 14 minutos y, en 80% de los casos, las víctimas eran mujeres, según datos del Ministerio del Interior. Es urgente porque el acoso callejero todavía no es visto como una forma de violencia sistemática que sufrimos todas las mujeres cada vez que salimos a la calle. Es urgente porque denunciarlo sigue generando el rechazo de quienes interpretan que “ya no se puede decir piropos” o “ya no se puede seducir”. La lista de razones continúa; el punto es demasiado claro.
El camino hacia un periodismo con perspectiva de género en los medios uruguayos ya empezó, pero el recorrido se está haciendo a pasos cortos. La presidenta de la Asociación de la Prensa Uruguaya, Victoria Alfaro, en diálogo con la diaria comentó que actualmente son “contados con los dedos” los medios que incorporan ese enfoque, aunque reconoció que “los hay y cada vez más”. A modo de ejemplo, aseguró que percibe “un cambio en la forma de expresarse en el tema de la violencia de género”, porque “ya se habla de femicidio y no de ‘asesinato pasional’ o de que [el varón] ‘la mató porque la quería’”. A su entender, el cambio “va a demorar”, porque es “un tema cultural”.
La fundadora y responsable del suplemento La República de las Mujeres, Isabel Villar, piensa que algunos de los medios más conservadores están empezando a introducir el enfoque de género en las notas vinculadas a la violencia contra las mujeres por una cuestión de “aggionarse”, según dijo a la diaria. “No lo hacen como una sección o como una cosa cotidiana, lo hacen como noticia, pero no está mal. Es como todas las cosas: si se ve que el mundo va para allá, bueno, vamos para allá porque capaz que nos caemos”, explicó.
Martín Sarthou, periodista en Telemundo, sostuvo que “hay muchos vestigios” de las épocas –no tan lejanas– en las que se le decía “crimen pasional” a un femicidio. Sin embargo, nota que los colegas varones hacen un esfuerzo para adaptarse a los “nuevos tiempos”. Lo hacen porque “se sienten incómodos, no porque no les guste [el cambio], sino porque no saben, no lo tienen naturalizado o tienen una concepción muy conservadora”. “Pero esta es la puerta de entrada”, apuntó. En su opinión, el intercambio entre colegas es fundamental para debatir y reflexionar sobre cómo se realizan las coberturas de los temas vinculados a las mujeres.
Por su parte, Mónica Robaina, representante de la Red de Mujeres Periodistas del Uruguay, considera que no hay medios en el país “que hagan un periodismo con enfoque de género”, pero sí “personas que tienen la capacidad de decidir en esos medios y tratan de transmitir a sus periodistas hombres y mujeres la importancia de introducir ese enfoque en cualquier tipo de noticia que se cubra”.
La periodista planteó como excepción lo que sucede en el semanario Brecha, en el que ella colabora, y lo vinculó al hecho de que “todas las secciones están dirigidas por mujeres”, excepto la de fotografía. A su entender, que las secciones tengan editoras mujeres “tiene un valor agregado gigante para el tratamiento de la información”. Pero, como pasa en otros ámbitos, que las profesionales de la comunicación lleguen a esos cargos no es lo habitual.
Como si hubiera un techo
La construcción de un periodismo igualitario también requiere que el medio sea paritario en la producción de las noticias, en la construcción de la agenda y a la hora de tomar las decisiones. Porque, al fin y al cabo, es muy difícil poner arriba del tapete las situaciones que atravesamos las mujeres si nosotras mismas no tenemos la posibilidad de elegir cómo visibilizarlas.
Para esto tiene sentido analizar la proporción varones/mujeres en cada uno de los noticieros de televisión, informativos radiales, diarios y semanarios. Sin embargo, el problema de la representación femenina va más allá de cuántas mujeres trabajemos en los medios. Es también cuestión de cómo lo hagamos. La conclusión es que, por más que la presencia femenina aumentó, las mujeres seguimos sin llegar a los puestos de responsabilidad o de mayor liderazgo.
Es cierto que lo cuantitativo no nos favorece y que la conquista de espacios tiene que ser constante y en todos los niveles. Por ahí se empieza. Pero el escaso acceso que tenemos a los cargos de dirección, conducción, edición o gerencia se ve reflejado, de una manera u otra, en la manera en que se manejan las noticias.
La radio es el medio en el que menos se ha avanzado en la inclusión de mujeres. Alcanza con hacer un zapping rápido de mañana –cuando se transmiten los informativos– para notar que las voces que lideran las programaciones son mayoritariamente masculinas.
Las excepciones de programas periodísticos matutinos conducidos por mujeres son eso, excepciones, y empezaron a aparecer en los últimos meses. Son los casos de Así nos va, en Radio Carve, conducido por Patricia Madrid y Viviana Ruggiero, y de De taquito, en Radio Universal, que conducen Camila Cibils, Cecilia Olivera y Paula Echevarría.
Robaina considera que son precisamente estas “excepciones” las que muestran que, si bien es lento, “ha habido un avance”, aunque sostuvo que en los espacios tradicionalmente masculinizados, como los periodísticos radiales, siempre “hay que pagar un derecho de piso por ser mujer”.
Gonzalo Cammarota, conductor del programa radial de Océano Justicia infinita –uno de los más escuchados del país–, también reconoció que “en los periodísticos es más común encontrar esa figura del padre de familia” en la conducción y que “durante muchos años” la participación femenina “estuvo en cuentagotas”. Sin embargo, aseguró que “los tiempos están cambiando” y algunas decisiones que tomó Océano en el último tiempo sirven como ejemplo.
Cammarota contó a la diaria que el año pasado, cuando varios de sus colegas mudaron sus programas a la radio Del Sol, Océano hizo una reorganización de la grilla que incluyó como condición sine qua non que hubiera presencia de mujeres en todos los programas. “Hubo una decisión política de que fuera de esa manera”, explicó. “La realidad, si no me equivoco, es que hoy en día, en cada programa hay al menos dos mujeres que salen al aire”, precisó. Después reflexionó: “Estamos en el camino de cambiar las cosas que no estaban bien, y eso está bueno”.
En los programas de televisión y en las redacciones la presencia de las mujeres aumentó visiblemente. En los informativos hace años que las mujeres dejaron de ser “floreros”, como se decía antes, o meras “acompañantes” del conductor principal. Ahora lo común es que la conducción la hagan un varón y una mujer, a la par. También hay otros casos, en los que las mujeres tienen espacios específicos: la mujer abre el programa, cierra o presenta las entrevistas. Sin embargo, en las gerencias y direcciones –en los espacios de toma de decisiones– las mujeres brillan por su ausencia.
Las redacciones también están cada vez más feminizadas, aunque –una vez más– las mujeres siguen sin llegar a ser directoras, secretarias de redacción o editoras de secciones como Política, Economía o Deporte.
“Me parece que en términos de equidad, la presencia de las mujeres en los distintos medios no es la medida que hay que tomar, porque lo que importa es el rol. Es un asunto cualitativo y no cuantitativo; no se trata de sumar mujeres por el hecho de sumar, sino de para qué se hace y de que tengan el rol que merezcan según sus capacidades, igual que ocurre con los varones”, opinó Sarthou. En el caso de Telemundo, el periodista contó que hace poco “se le dio un nuevo valor al sábado y al domingo”. Esos días ya no se limitan a transmitir flashes informativos, y se convirtieron en programas conducidos únicamente por mujeres (Malena Castaldi los sábados e Iliana da Silva los domingos).
Villar coincidió en que importa más el lugar que ocupamos las mujeres en los medios que la cantidad que haya en la planilla. Además, criticó el hecho de que las fuentes de información consultadas sean generalmente masculinas. “¿Cuántas veces se le pide opinión a una mujer y cuántas veces se le pide a un hombre? Es cierto que también hay pocas en lugares decisorios, pero esas pocas tampoco aparecen, no las buscan. ¿Y por qué no las buscan? Porque no se le da valor a la palabra de la mujer”, cuestionó.
Aunque está más que comprobado que las mujeres podemos tener las mismas capacidades que los varones para ocupar los mismos puestos de trabajo, nosotras tenemos obstáculos que ellos no tienen. Robaina aseguró que ser madre todavía incide. “Sigue habiendo mujeres a las que, cuando están embarazadas, las mandan a hacer sociales o cosas menos duras que correr detrás de un político, cuando en realidad, si sos una mujer sana y llevás tu embarazo normalmente, no tenés por qué ser asignada a cosas que no te generen estrés”, señaló. La periodista relató una situación de discriminación que vivió en un medio después de tener a su hija. “Obviamente iba cansada, pero no paré de laburar, y un día un editor me dijo: ‘Vos desde que pariste no tenés sangre’”.
Villar dijo que parte del problema se va a resolver cuando mejore el sistema de cuidados y se tome como natural la corresponsabilidad en esta materia. “La realidad es que ellos pueden disponer de todo el tiempo, mientras que nosotras no, porque tenemos que cuidar a niños, viejos, enfermos, discapacitados”, explicó.
En definitiva, las barreras culturales son difíciles de romper, porque estamos ante una cuestión de poder. Villar lo resumió así: “Si yo rompo el techo de cristal y me voy para arriba, hay alguno que va a tener que caer y ceder el espacio. Y ningún hombre está dispuesto”.