La autoficción es un término creado por el escritor, novelista, profesor de literatura francesa y crítico literario Serge Doubrovsky en 1977.

“Se basa en modificar la propia historia, algo que las personas trans tienen más que claro desde el momento en que empiezan a intervenir su expresión del cuerpo yendo en contra de lo establecido de manera consciente”, cuenta Sergio Blanco. Blanco es un dramaturgo y director de teatro franco-uruguayo, vivió su infancia y su adolescencia en Montevideo y actualmente reside en París.

Este taller, organizado por el Departamento de Cultura de la Intendencia de Montevideo (IM), surge de la necesidad de crear un primer dispositivo cultural dirigido a personas trans, uno de los tantos derechos que esta población ve vulnerados.

El derecho a la cultura estuvo y está presente entre los reclamos de los colectivos que representan a estas personas. Se intenta disminuir así la brecha de acceso que existe respecto del arte (aunque se presente como inclusivo) y de otros bienes culturales.

Aunque en teoría el arte es para todas y todos, la realidad demuestra que, al menos en Uruguay, tiene una impronta inmensamente binaria. Como dice Leho de Sosa: “Si no me creen, la próxima vez que vayan a un museo hagan el ejercicio de ver cuántas personas trans acceden al consumo o a la creación artística; probablemente no haya ni una sola”.

En primera instancia esta propuesta, que busca trabajar la expresión artística, tuvo como destinatarias a las mujeres trans privadas de libertad en la Unidad 4 Santiago Vázquez. Mariana Percovich, directora del Departamento de Cultura de la IM, recibió esta inquietud y reformuló la propuesta para que el taller fuera dirigido en primera instancia a personas trans que integran organizaciones sociales, para luego poder replicar la experiencia intramuros, con otras personas trans como talleristas. La presencia de Blanco en Uruguay fue clave para montar esta iniciativa.

El taller en concreto tuvo lugar durante una semana. La cantidad de participantes se mantuvo durante toda la experiencia. Fueron 20 horas en las que las y los participantes dejaron fluir emociones. El deseo de expresar estuvo presente. Transformando el dolor en arte y mezclando una historia con otra, crearon un entramado de belleza, angustia, esperanza, verdad y mentira.

Las participantes relatan que durante el primer encuentro Blanco se encargó de dejarles en claro que esta “es una cuestión muy filosófica, que el yo no existe porque siempre estamos permeados por otras subjetividades, y por lo tanto en el momento en que hablo de mí en realidad estoy hablando siempre de otros”.

Los encuentros tuvieron lugar en el Instituto Nacional de Artes Escénicas. El último ensayo, a puertas abiertas, fue en el centro cultural Terminal Goes. Mientras se daba sala, Ámbar, anfitriona del evento, recibía a los visitantes a la vez que bailaba al ritmo de Historia del arte –de Las Bistecs– con sus cartas de tarot en la mano.

Entre el público se encontraba un grupo de mujeres trans de Rivera, que están iniciando un proceso creativo con Marianella Morena y Tamara Cubas en el marco de “Campo abierto”. Según las participantes, “el encuentro con otras mujeres en este contexto es emocionante y movilizador”. Cuentan que se produjo un intercambio fluido sobre los procesos artísticos y que también pudieron poner sobre la mesa el debate sobre la ley integral para personas trans.

La clave de este proceso es que parece ser que se está gestando un cambio que parte desde lo cultural. Los cambios no dependen únicamente del Estado, pero los marcos legislativos son un puntapié para cambiar realidades. La aprobación de la ley integral para personas trans es una necesidad, porque plantea, entre otras cosas, garantizar una serie de derechos para aquellas personas que han sido históricamente vulneradas.

Para cambiar realidades están las leyes y está la cultura. La clave de este proceso emprendido a través de la autoficción es que apunta a generar una transformación desde lo más enquistado en nuestra idiosincrasia: la cultura binaria.