Hace tiempo que emprender proyectos y manejar empresas dejaron de ser tareas reservadas para los hombres. La diseñadora María José Rey lo sabe bien. Con 34 años, y en poco más de una década, pasó de hacer ropa interior en el taller de su papá con retazos de tela regalada a crear su propia marca de lencería, imponer su identidad y convertirse en una de las caras más conocidas del emprendedurismo en Uruguay. Actualmente, además de manejar su tienda homónima –Majo Rey–, es la directora ejecutiva de Sinergia Design, una multiplataforma de 6.000 metros cuadrados que sirve de soporte para que jóvenes emprendedores y diseñadores hagan su magia. la diaria fue hasta ahí para hablar con ella sobre su experiencia.

¿Cuándo empezaste a incursionar en el diseño y cómo fue el recorrido hasta llegar a la creación de tu propia marca de lencería?

Empecé con Majo Rey cuando tenía 20 años. Al principio fue un poco de experimentación. Había terminado el liceo, hice un curso muy acotado en UTU y decidí emprender sola. Había hecho una pasantía laboral en una empresa uruguaya de bikinis para exportar, y ahí adquirí mucho know how. Es decir, cómo era realmente producir a granel y en cantidades; vi de cerca el estrés que eso lleva y el trabajo de estudio de todas las partes. Después de trabajar ahí un año me tiré por mi cuenta. Arranqué haciendo tapados y chaquetas, después empecé a experimentar con la lencería. Todavía no había encontrado lo que me gustaba, en ese momento me di cuenta de que el de la lencería era un mundo que me gustaba mucho. Además, había sólo una marca en el país que era Srta. Peel, que tenía un par de años nada más, entonces tenía la cancha un poco despejada para probar. Ahí me animé y empecé a hacer poquitos conjuntos, con el apoyo de mis padres, que también son emprendedores. Empecé haciendo pequeñas colecciones, con retazos de ropa que me regalaban amigos. No contaba con capital para invertir, entonces fui probando. Al tiempito entré en la plataforma online etsy.com y validé el producto internacionalmente. Empecé a recibir pedidos de Japón, Chile, China, Estados Unidos. No lo podía creer. Ahí le empecé a dar un poquito más de importancia e hice mi primera campaña de fotos con amigas. El espíritu de la marca siempre fue mostrar a una mujer de verdad, que era como yo me veía en el espejo, como yo me reconocía, y traté de darle siempre una identidad muy propia. Lleva mi nombre. La marca refleja totalmente lo que soy, lo que me gusta y cómo me empodero frente a la sociedad.

¿Cómo viviste la experiencia de iniciar una marca en el mundo textil siendo mujer y tan joven?

Al principio fue muy duro porque el mundo textil era 100% de hombres, había muy poquitas marcas y ninguna hacía una campaña de verdad. El siguiente paso fue asociarme con Martín Caetano, que tenía una empresa de medios de contenido para adultos. Era un amigo, nos asociamos y empezamos a darle poder online. Llegamos a vender seis ítems por día, que era un disparate. Se pagaban en dólares, vendíamos las piezas a cuatro veces más de lo que salían acá –que es lo que sale en el extranjero–, y ahí empecé a endulzarme con que era un negocio de verdad. No era sólo yo haciendo ropa en el taller de mi papá. Entonces decidí darle la importancia que merecía. Empecé a estudiar el mercado, a juntarme con profesionales, a desarrollar una identidad de marca, y realicé una campaña en Argentina. Ahí nos posicionamos. Fue rápido: fueron tres pasos desde estar en el fondo de mi casa hasta llegar a salir en revistas internacionales. No me lo esperaba. Todo el proceso duró cuatro años, en los que me posicioné como nombre y me gané un lugar. Fui peleando, llegué a la altura de Srta. Peel, que era mi contrincante más directa en Uruguay, pero también llegué a marcas internacionales importantes con las que compartí pasarela, como Marc Jacobs. Toda esa carrera fue parte de un proceso, y pasé momentos duros también. El ambiente textil era muy machista, era de hombres. Entonces, por ejemplo, me vendieron máquinas falladas o mandaba a confeccionar ropa y me llegaba ropa de bebé. Perdí mucha plata, mucho tiempo, me decepcioné. Era muy chica pero me llevaba el mundo por delante, me ayudó mucho para ganarme un lugar. Creo que las malas experiencias que tuve fueron primero por ser mujer, pero también por ser joven y tener el espíritu ese de llevarme todo por delante. No era tan normal, ahora sí lo es. La mujer está más en rebeldía y ha logrado ganarse su espacio con valor, donde la lucha no está mal vista. Pero yo te estoy hablando de hace diez años atrás. Hubo un cambio grande en la sociedad en estos diez años. A mí me pasó de todo. Entonces lo que decidimos con mi socio fue comprar máquinas y montar nuestro propio taller. Tuvimos un año de mucho aprendizaje, tiramos material también, nos fue mal con gente; hoy sigo trabajando con personas que conocí en ese entonces, personas que ya son parte de mi familia y con las que aprendimos un montón en el camino.

¿Cómo surgió el concepto de Sinergia Design y cómo te sentís en el cargo de directora ejecutiva?

Ahora me familiaricé con el asunto, pero al principio fue un poco raro. La idea llegó mientras hacía un proceso personal muy grande. Estaba viviendo seis meses en Francia y seis en Uruguay. El momento en que aparece el proyecto de Sinergia Design era mi último año en este régimen de “seis y seis”. Ya sabía que no quería viajar más y justo apareció una amiga con Mateo Vilar del Valle, que es uno de los fundadores de Sinergia. Creo que pasaron muchas cosas en esa unión. Tenés que ser muy emprendedor para seguir un proyecto de esta índole. No lo hacés sólo por el salario o por los provechos que podés sacar del crecimiento, te tiene que gustar mucho. Primero fue muy arriesgado, con muchas cabezas jóvenes atrás, con sueños y con proyecciones grandes. Mateo es un tipo muy visionario y muy ejecutor, entonces creo que desde ahí coincidimos y él vio en mí alguien que se podía poner el proyecto al hombro. Cuadraron muchas cosas. El destino me ayudó a ponerme en el camino de las personas correctas y también los ayudó a ellos al golpear la puerta de una mujer que es diseñadora y emprendedora a la vez. Porque no cualquier diseñador podría haber llevado este proyecto adelante –sin sonar altanera–. Yo venía de trabajar en un viñedo con la familia de mi ex novio y ellos también tienen proyectos gastronómicos, de hoteles y visuales donde hice toda la imagen de su marca. Entonces ya venía con un background muy fuerte. Venía de trabajar en grandes instituciones, con hoteles, con restaurantes, todo en un mismo lugar. Y esto es más o menos lo mismo. Sinergia tiene cinco Sinergias: uno para export, uno para vivir, coworks, paseos comerciales. Es muy grande. Entonces haber hecho ese proceso anterior me llevó a poder plasmar bien las ideas del directorio sobre Sinergia.

¿Fue difícil tomar la decisión de asumir todas las responsabilidades que implica dirigir Sinergia Design manejando a la vez tu propio negocio?

La experiencia de Design es divina. Arriba tenés un cowork repleto, con oficinas llenas. Hay 200 personas trabajando todos los días. Abajo hay espacio para las tiendas. Somos una multiplataforma que lo que hace es validar cosas constantemente. También me atrajo mucho la flexibilidad, porque Uruguay es muy vieja escuela todavía y todo es con contratos larguísimos, con garantías imposibles, lo cual te dificulta si querés emprender. Tenés que ser una empresa para poder hacer esas cosas. Por otro lado, también me pasó que con Majo Rey llegué al tope en Uruguay. Es una marca de nicho, bastante icónica, referente de un montón de generaciones, pero no es para todas las mujeres. Entonces he golpeado todas las puertas de revendedores grandes y a ninguno le ha interesado. El uruguayo es muy conservador y le cuesta hablar de lencería si no es en la Noche de la Nostalgia. Todavía estamos en ese proceso. Entonces, llegué a un momento en el que dije “yo quiero hacer otra cosa, no me quiero quedar sólo en Majo Rey porque tengo mucho más para ofrecer”. Tengo mucho más conocimiento interior que puedo aplicar a distintas áreas, más que sólo hacer lencería y comunicar a través de mi marca, que obviamente para mí es una pasión y es lo que más me gusta. Decidí hacerle una estructura al negocio como para que se maneje solo. También extraño: hace dos años que no hago una campaña, hace uno que no saco una colección nueva. Es decir, dedicarte a otra cosa tiene también esos baches. Pero la verdad es que acá me he juntado con emprendedores para decirles lo que pienso, darles consejos y juntar gente. Conectar a uno con el que tiene que conectarse para que salga algo nuevo y bueno.

La mayoría de las tiendas comerciales que acoge Sinergia Design están lideradas por mujeres. ¿Hubo una intención de destacar el trabajo femenino o se dio así?

Hay mayoría de mujeres, pero fue casualidad. Lo que pasa es que cada vez hay más mujeres que lideran. La mujer se ha logrado parar en ese punto del “yo también puedo y no necesito tener a un hombre al lado que me lleve la bandera”. Donde tenemos más hombres, de repente, es en el local de mobiliario. Las otras marcas están lideradas por mujeres, aunque siempre se complementan con hombres, que para mí es el equilibrio perfecto.

Dijiste que las mujeres tenemos mucho para contar y motivar a otras. ¿Qué les dirías a mujeres que quieren emprender y no se animan a dar el paso?

Lo primero es que traten de sacarse de la cabeza los tabús que te impone la sociedad. Crecimos en una sociedad súper machista que ahora está en rebeldía buscando la igualdad, pero sigue siendo muy machista. Primero hay que sacarse el bloque de la cabeza, porque se van a encontrar mil veces con situaciones en las que te rebajan porque sos mujer o que ni siquiera te piden opinión porque sos mujer. Pero vayan para adelante, agarren fuerza, porque es difícil, pero se puede llegar muy lejos. Tenemos que ser agradecidas porque Uruguay es un país pionero en un montón de cosas. Tiene una forma de ser sociedad que es bastante igualitaria. Lo otro es que hay muchos proyectos y fondos del Estado dedicados a la mujer y hay que aprovecharlos. Yo en 2011 gané el premio 8M del Ministerio de Industria, Energía y Minería, que es para las mujeres. También hay charlas para mujeres emprendedoras. La mujer se está llevando por delante el mundo emprendedor. Hoy en día se les está dando mucha importancia, entonces aprovechen, busquen los canales, salgan a golpear puertas, vayan a los encuentros de mujeres, vayan a las charlas. Porque todas esas cosas suman. Creo además que parte de llevar procesos adelante es confiar en nuestra intuición. Esas son para mí las leyes primeras: creer mucho más en nuestros instintos y poner el pie firme en donde nos ganamos el terreno. Un terreno que es tuyo, es tuyo. Tenés que creértelo. Porque muchas veces pensamos que alguien nos dio la oportunidad y no, la oportunidad te la ganaste tú. Peleaste por tu puesto de trabajo, peleaste por tu emprendimiento, juntaste un grupo de gente alucinante. Fuiste vos. Nadie vino y te tocó con una varita mágica. Hay que confiar en lo que hacemos y saber que siempre podés dar lo mejor. En el momento de emprender, hay que hacerlo sin miedo y siempre recurrir a nuestro historial, porque siempre hay alguien que conociste en el camino que te va a ayudar. Está de más ser mujer emprendedora, hay miles de herramientas. Muchas de las limitaciones nos las ponemos nosotras, algo que, a la vez, es parte de lo que la sociedad nos puso en la cabeza. Nosotras no podíamos votar, no servíamos para nada más que para tener hijos, limpiar la casa, hacer la comida. Ahora podemos dirigir lo que queramos.

Y tener autonomía económica.

Ni que hablar. Yo hoy en día no dependo de absolutamente nadie para vivir. Siempre nos enseñaron que nosotras no podíamos con pila de cosas, y creo que eso es una gran falla social que todavía algunas empresas y vínculos familiares te siguen poniendo en la cabeza. Es triste, sí. Pero creo que en Uruguay estamos en la buena dirección.