Es viernes, son las ocho de la noche, hace frío. El invierno se instaló y no parece tener intención de dar tregua. Las calles de Montevideo están casi desiertas, para muchos el fin de semana ya empezó. Sin embargo, en la calle Barcelona esquina Río de Janeiro la realidad es otra: a las seis y media de la tarde empiezan a entrar las niñas y los niños al Jardín de los Colores. A pesar de que los viernes no son tantos los que asisten, son al menos media docena.

Los más chicos rodean una mesa y preparan una comida hecha a base de dibujos e imaginación. Otros juegan en una sala un poco más amplia en la que hay juegos de todo tipo, desde un Bop It hasta pizarrones y juegos de armar. En ese lugar dos educadoras, cuatro madres y un padre recibieron a la diaria para conversar sobre los espacios de cuidados y educación para hijas e hijos de estudiantes que brinda el Sistema de Cuidados (SC) en coordinación con el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU) y el Consejo Directivo Central de la Administración Nacional de Educación Pública (Codicen).

Alrededor de mesas para niños que invitan a jugar, conversamos con Antonella, Micaela, Katerin, Melanie y Juan. Charlamos sobre lo que significa ser madres y padres jóvenes, sus aspiraciones personales y los problemas para poder estudiar, trabajar y criar a sus hijas e hijos.

La primera en romper el hielo fue Antonella. Tiene 24 años, cursa quinto año de liceo y es madre de Nahiara, de cinco años. Dijo que antes de que Nahiara empezara en el jardín, ella llegaba casi todos los días tarde al liceo y algunas veces no podía ir porque no tenía quién cuidara a su hija. “Si la dejaba tenía que pagarle a una persona y eso me implicaba trabajar el doble”. La vocación de Antonella es el cuidado de niños. Se inscribió y salvó el curso para ingresar en el servicio de Casas Comunitarias de Cuidados del SC y espera terminar secundaria e ingresar en magisterio. La clave para ella es ponerle “voluntad y ganas” a las cosas. Sin una pizca de resignación, comentó: “Cuando sos adolescente no tenés ninguna preocupación; yo me arrepiento de haber dejado en su momento, porque ahora me siento a estudiar y se me re complica. Tengo que trabajar, mantener la casa, pagar las cuentas, limpiar y cocinar. A veces tengo que estudiar de madrugada porque Nahiara me llama, me llama y me llama”, comentó.

Por su parte, Micaela tiene 23 años y es madre de Natacha, de cinco años, y de Luna, de dos. Se enteró de la propuesta y llamó al jardín. Le hicieron una entrevista y al otro día sus hijas empezaron a asistir. Micaela asegura que a las dos les hizo bien ir al centro porque antes, en el correr del día, no se veían. “Natacha en la tarde va a la escuela y a Luna, en la mañana, la llevo a mi trabajo. Acá están más unidas. Por ejemplo, Natacha siempre tuvo el problema de no querer compartir las cosas con los otros niños, pero desde que viene le va bastante mejor”. Luna empezó a llamar a su hermana por su nombre recién cuando arrancó el jardín. “Yo le insistía pero ella le decía Titi o Mica, como a mí. Ahora ya le dice Natu”. Micaela es trabajadora doméstica y dejó de estudiar hace ocho años. Ahora quiere terminar el ciclo básico, y, si puede, seguir con el liceo. “Hoy te lo piden para todo tipo de trabajo, para limpiar o para el mostrador de una panadería”. Está en segundo año y, a pesar de que podía arrancar tercero en el segundo semestre, prefirió hacer el curso en un año, ya que los primeros meses le costaron bastante.

Juan, el único varón presente en la reunión, es el padre de Natacha y Luna, pero no vive con ellas. Hasta hace poco tenía dos trabajos, en uno entraba a las seis de la mañana y salía a las tres de la tarde. Después entraba al otro trabajo y llegaba a ver a sus hijas a las doce de la noche. A pesar de que él no está estudiando, dijo que le parece interesante que la madre de sus hijas pueda terminar el liceo. “Ellas [sus hijas] están en un lugar seguro y para Luna es una experiencia nueva”. Como las niñas se pasaban preguntando por él, Juan optó por dejar uno de los dos empleos. “Estuve cuatro meses así y me perdí todo de mis nenas, ahora estoy más apretado económicamente, pero bueno”.

Katerin, de 22 años, es madre de Saori, de dos años. Se enteró de la existencia del jardín por Facebook. Al principio pensó que era “una chantada”, porque nunca había escuchado de un jardín que abriera en la noche. Después de que vio los carteles en el liceo se dio cuenta de que la cosa iba en serio. Katerin entra a trabajar a las ocho de la mañana y sale a las cinco de la tarde. “En el jardín nunca me hicieron un problema, lo máximo que me dijeron fue que avisara si llegaba tarde a buscarla. Las primeras veces llegaba con el corazón en la boca, pero después, avisando, me di cuenta de que no pasaba nada”. Además de Saori, Katerin tiene un varón de siete años que va a la escuela en la mañana. A él trata de no llevarlo al centro porque la carga horaria es mucha. Sobre el liceo dijo que no le resulta tan difícil porque es la tercera vez que hace segundo. “Antes lo hice pero sin ganas, por hacerle la guerra a mi madre. Yo quería estudiar cocina y ella no me dejaba, quería que hiciera ciclo básico”. Por ahora Katerin descartó estudiar cocina. Aunque ya hizo algún curso, de momento no lo considera una opción por los costos que implica el curso. “Piden condimentos especiales o se gasta mucho en platos chicos”, dijo.

La más chica del grupo es Melanie, de 21 años. Si bien su hija Lu, de un año y medio, empezó la adaptación, la dejó de llevar porque el frío la “paraliza”. Melanie por ahora no está cursando el liceo porque tuvo ciertos problemas con algunos profesores. De todas maneras, no descarta retomar.

Las educadoras

Mariana Vergara es la maestra del equipo técnico. Dijo a la diaria que son 17 los niños que asisten al jardín en la noche. El centro, que en realidad es una cooperativa, durante el día funciona como un jardín de infantes privado. La educadora comentó que el proyecto surgió por una necesidad específica del barrio. Los profesores del liceo 11 identificaron el problema y lo transmitieron a las autoridades del Codicen, después se sumaron a la iniciativa el liceo 61 y la UTU del Cerro.

“INAU y el Ministerio de Desarrollo Social [Mides] son los que buscan convenios y buscan una institución en el barrio que funcione y esté interesada”, comentó.

Sobre la organización del trabajo aseguró que la gran diferencia es que asisten niñas y niños de edades variadas y que llegan a una hora del día en la que “la energía baja”. “La diferencia en las edades es uno de los temas, pero tenemos educadoras especializadas que trabajan con determinados niveles. En algunos momentos se arman subgrupos, pero también se hacen cosas más colectivas”, resaltó.

“Una de las cosas que fuimos aprendiendo con el correr del tiempo es que es un horario bastante particular. Es un momento de bajada, si bien siempre tenemos alguna propuesta de movimiento, las vamos ajustando a las energías de la semana”.

Verónica Rodríguez es la encargada de la gestión del espacio. Sostuvo que la asistencia baja los días de frío o los viernes. “No es lo mismo salir con tu hijo a las doce del mediodía que a las seis de la tarde para volver a tu casa a las once de la noche. Los viernes también hay menos asistencia, pasa lo mismo en los liceos”.

El proyecto apunta a cubrir las necesidades de la mamá estudiante y no tanto de la niña o el niño, por eso no se les exige a ellos cumplir con una currícula. Creen que “los procesos educativos que se dan tienen que ser pensados de manera concreta y adaptados a las necesidades particulares”.

Las autoridades

Julio Bango, secretario nacional de Cuidados del Mides, dijo a la diaria que el programa surgió cuando el Codicen les acercó la inquietud, después de la Asamblea Técnico Docente de enero de 2017.

“Estas situaciones se generan cuando hay estudiantes que no pueden continuar con sus estudios porque tienen hijos a cargo. Si bien había algunos varones, una gran mayoría de los estudiantes son mujeres que, al ser madres, cortaban sus estudios”.

Bango aseguró que 35% de las personas que abandonan la educación media lo hacen para cuidar a sus hijos o hermanos. “Esto echa por tierra la idea de que los ni ni [ni estudia ni trabaja] no hacen ninguna de las dos cosas, porque cuidan [o sea: están trabajando]”.

Bango afirmó que la apuesta no es generar muchos centros de este tipo sino “cambiar la política educativa para que esas adolescentes puedan ir al liceo y cuidar a sus hijos”. Para eso hay que hacer una reestructura de las currículas, algo que está preparando el Codicen.

“Estos espacios de cuidados se pensaron como un instrumento momentáneo e inmediato mientras no está instrumentada esa política”, sostuvo. “Lo que hicimos fue atender situaciones que ya existían. El año pasado abrimos un centro en la ciudad de Young [Río Negro], otro en la ciudad de Canelones y otro en el Cerro de Montevideo”. Tanto en Río Negro como en Canelones las intendencias también están involucradas en este proyecto. La comuna canaria, por ejemplo, pasa a buscar en camioneta a las estudiantes con sus hijos y cuando termina la jornada los lleva a sus casas. Destacan que “ese es un plus súper importante”.

Por su parte, Laura Motta, consejera del Codicen, aseguró a la diaria que estos centros surgieron porque no había una oferta de cuidados para las madres que cursan el liceo nocturno. “Luego nos dimos cuenta de que se precisaban otras medidas, y para eso el año pasado sacamos una resolución en la que se prevé una batería de alternativas para priorizar la atención a estas madres y padres”. Dijo que a medida que la población se empieza a enterar de que existe esta posibilidad, se identifica a más jóvenes en esta situación.

“Ahora estamos a punto de aprobar un protocolo de actuación que prevé al menos tres escenarios”. Uno es el de los centros educativos que tienen alumnos que necesitan un régimen especial, por lo que se necesitan adecuaciones curriculares que permitan asistencia presencial o semipresencial, con una complementación. En el segundo escenario no alcanza con las modalidades alternativas, “necesitan además otro tipo de apoyo, puede ser un relacionamiento con un CAIF para que la niña o el niño pueda asistir en la mañana o en la tarde”. La tercera realidad es la de las poblaciones pequeñas en las que no hay un lugar de referencia. “En estos casos están previstas becas proporcionadas por el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional para jardín o un centro inicial privado. La idea es que haya una adaptación a la realidad de esa o ese joven”.

Más información

Las personas que estén interesadas en este tipo de programas deben ir al centro de estudio al que asisten para solicitar información. También pueden contactarse con el Sistema de Cuidados: 0800 1811 (desde teléfonos fijos) y *1811 (desde celulares). Horario de atención: de lunes a viernes de 10.00 a 16.00.