A fines del mes de julio, la cadena internacional de supermercados Carrefour lanzó en Argentina una desafortunada campaña publicitaria por el Día del Niño (y la Niña). La iniciativa consistía en coronar las góndolas de juguetes de las principales sucursales con dos carteles gigantes, disgregados por género, referidos a dicho día festivo. En uno de esos paneles se leía: “Con ‘c’ de campeón”. Junto al texto se veía a un niño sentado al lado de un autito con un casco en la cabeza y los brazos en alto, como festejando un triunfo. En el otro cartel el mensaje era: “Con ‘c’ de cocinera”. La imagen mostraba a una niña, de pie, detrás de una cocina rosada de plástico, vestida con un delantal y un gorro de chef. Ella no festejaba nada, pero parecía contenta mientras sostenía en una mano una espátula y en la otra un cucharón.

La campaña no duró mucho: fue tanta la indignación que desató en las redes sociales cuando empezaron a circular las primeras fotos que a las pocas horas Carrefour pidió disculpas por el “error” y anunció que “retiraba las imágenes” porque no coincidían con lo que la empresa “piensa y hace en materia de diversidad”.

El mensaje de la cadena tuvo poco de inocente y volvió a poner en el centro del debate –al menos en estas latitudes– la importancia de promover crianzas libres de estereotipos de género.

Esta es una de las principales tareas del colectivo Geduca, que nació hace tres años en Uruguay con el objetivo de contribuir a una educación no sexista, con la idea de que “la igualdad se aprende”. Para la organización civil, los juegos con los que interaccionan las niñas y los niños tienen un papel central en los procesos de aprendizaje. Por eso, este año, en el marco de lo que el equipo rebautizó como el Día de la Niñez, Geduca lanzó la campaña “Los juguetes no tienen género”.

La iniciativa busca cuestionar la carga que los adultos imponen a los juegos y juguetes según el género de sus hijos. “La idea es ver que el juguete en sí no tiene género, es un pedazo de plástico que puede estar pintado de un color u otro. El problema es que las niñas y los niños están programados desde las casas y los centros educativos en base a estereotipos de género”, explicó a la diaria la coordinadora general de Geduca, Ximena García.

“Los juguetes no tienen género” se lanzó a mediados de julio en las plataformas digitales y planea extenderse hasta fines de este mes. El domingo 12 de agosto tuvo su actividad central en la plaza Liber Seregni, que funcionó como escenario para el desarrollo de distintas actividades lúdico-recreativas que invitaban a las familias a reflexionar sobre la educación “a través del juego”, según decía la invitación. “¡No regales prejuicios, regalá igualdad!”, agregaba el volante de difusión.

El colectivo asegura que durante esa jornada se acercaron más de 200 personas, y la evaluación que hacen sus integrantes es, en general, muy buena. “Hay una valoración positiva de cómo salieron las actividades con las gurisas y los gurises, fue divino. También estamos contentos con la cantidad de gente que convocó y porque las familias se interesaron en lo que hace el colectivo”, evaluó García, quien estudió Sociología y es educadora.

Sin embargo, el equipo identificó algunas reticencias por parte de los adultos que estaban acompañando. “Hay una sensación de que cuando trabajamos estas cuestiones estamos imponiendo algo”, explicó la coordinadora general. “Porque, es real, trabajamos con temáticas que tienen que ver con las crianzas, no es que estamos haciendo una actividad puramente recreativa. Hay una intención detrás, que es poder problematizar y cuestionar algunas cosas, entonces todo eso se quiere desprestigiar diciendo que es ‘ideología de género’ o imposición de valores”, agregó.

Contó, a modo de ejemplo, lo que sucedía cuando las niñas y los niños terminaban el recorrido por los juegos y pasaban por el stand de Geduca para canjear los premios, que eran un pegotín con una consigna de la campaña y un dibujo para colorear. Había tres opciones de dibujos y todos estaban protagonizados por Ruli, una muñeca creada por el colectivo que cuestiona los distintos estereotipos. En la primera imagen, Ruli tenía herramientas en las manos y casco de constructora y afirmaba: “Hoy decidí construir mi propio juego”. En la segunda, el personaje observaba un autito a través de una lupa y se preguntaba dónde decía que eso era un juguete “de nenes”. La misma muñeca aparecía en la tercera imagen con una capa y el puño en alto, mientras aseguraba que no quería ser “novia ni princesa”, sino “superheroína”. García contó que los nenes no tenían problemas a la hora de decidir por uno de los dibujos, pero muchas familias preguntaron si no había opciones en las que el protagonista fuera varón. Para el equipo fue frustrante porque demostró que, en algunos casos, el mensaje de la actividad no surtió efecto.

El juguete como preámbulo

La asociación del género con los juguetes y los colores no sólo refuerza los estereotipos sexistas, sino que impacta en la forma en la que cada niña o niño moldea su identidad y se vincula con los demás. “Muchas personas nos preguntan qué tiene que ver el juguete con la educación. Tiene mucho que ver. El problema no es el juguete en sí, sino la forma en la que les enseñamos que tienen que relacionarse con ese juguete, que es un ensayo del futuro”, explicó García en ese sentido.

A su entender, la visión de un mundo desigual, en el que mujeres y hombres tienen roles asignados por su género, empieza a calar en la niñez a partir de los juguetes que regalamos, pero también, y especialmente, de aquellos que restringimos. “Pensemos en los juguetes que más se regalan a niñas y niños. A las nenas no las criamos para ser para sí mismas, sino para ser para el resto: para cuidar al bebé, atender la casa, cocinar, peinar o maquillar a la muñeca”, ejemplificó. En tanto, “a los varones se los cría para sí mismos: para que sean fuertes, salven el mundo, manejen sus vehículos, construyan”.

Para García, estas son “pequeñas cosas” que repercuten años después en los vínculos sociales. Puso como ejemplo la sexualidad: “Como las mujeres fuimos criadas para los demás, vamos a querer complacer al otro y hacer un montón de cosas que a veces tienen que ver con relegar nuestros propios derechos y necesidades. Los varones están criados para pensar en lo que les interesa a ellos mismos, y después en los demás”.

Las consecuencias no afectan únicamente a las mujeres. “Lo que vemos también es que ese gurí que nunca tuvo permitido jugar con juguetes vinculados con las tareas de cuidados descubre que él también tiene esas habilidades, que a él también le puede gustar cuidar a alguien, que él también tiene amor por otros y es sensible. Porque todo eso es recortado desde la infancia, no es que los niños varones nazcan biológicamente con un cerebro que no les permita desarrollar sus emociones. Los vamos criando no para que no tengan emociones, sino para que las repriman, y eso es horrible porque se relaciona totalmente con cosas que pasan después en el mundo adulto”, consideró García. La violencia de género es, tal vez, el ejemplo más paradigmático.

La restricción de algunos juegos también limita la capacidad de crear y experimentar. La mayor parte de las veces estas decisiones responden a temores de los propios padres que, quieran o no, terminan trasladando a sus hijas e hijos. La coordinadora de Geduca contó que en sus talleres suele pasar que los niños no quieran jugar con muñecas porque existe la creencia de que eso “los va a transformar en una nena”.

Educar en igualdad

Geduca trabaja con niñas, niños y adolescentes en centros educativos públicos y privados de educación formal y no formal. La idea principal es “enseñar la igualdad” a través de talleres y actividades lúdico-recreativas. Es decir, jugando.

García insiste en que se trata de que ellos puedan “cuestionar un modelo de crianza ya establecido, que viene desde los distintos medios de comunicación, de la familia o de los entornos educativos”, pero que en ningún caso es una “imposición de conceptos”. Hace la aclaración porque en algunos centros el equipo tuvo que enfrentar críticas de madres, padres, familiares o grupos religiosos que consideraron que su objetivo era “imponer una ideología”. Pero la misión no es imponer, sino cuestionar y abrir el abanico de posibilidades. “Si tu hija igual elige vestirse de rosado y jugar con Barbies está todo bien, pero que sepa que hay más opciones y que puede jugar con otras cosas”, agregó la coordinadora.

“La construcción de una infancia más igualitaria no es una imposición, es una construcción conjunta”, resumió el responsable de comunicación estratégica del colectivo, Eduardo Soto, también en diálogo con la diaria.

Algunas familias consideran que “tal vez es muy pronto” para que manejen información sobre género, sexualidad y diversidad sexual. La educadora responde: “No es muy pronto. La información ya está: está en Youtube, en las redes, en la tele, en todos lados”. Lo que esa niña o ese niño necesita, “hoy más que nunca”, según García, “es a alguien que pueda acompañar esa información y ayudar a entenderla y a bajarla a tierra”.

Geduca no se limita a la infancia y la adolescencia, sino que además realiza actividades con docentes. “Porque al final no importa lo que vos hagas con las niñas, niños y adolescentes si el cuerpo docente no está afín, no continúa ese trabajo o no tiene las herramientas para hacerlo”, detalla García. En algunos centros sucedió también que las familias se interesaron por el contenido de los talleres y pidieron participar.

El equipo de Geduca está integrado por cerca de 20 voluntarios, de distintas edades, experiencias y profesiones. No hay requisitos específicos para quienes quieran acercarse a colaborar con el colectivo. “Lo que buscamos es que sean jóvenes, que tengan ganas y que aprendan”, explicó Soto.

En sus tres años de existencia, y hasta la fecha, el colectivo realizó 92 talleres y actividades socioeducativas en Montevideo y el interior del país, con un alcance aproximado de más de 3.000 personas. Quienes integran el grupo estiman que, según el cronograma que manejan actualmente, en lo que queda del año podrían llegar a cerca de 1.500 personas más.

Otra trinchera

Más allá de lo que las familias, los centros educativos y los colectivos puedan aportar desde su lugar para educar en igualdad, los líderes de Geduca entienden que faltan políticas públicas que contemplen una educación sexual integral, que abarque todo lo relativo al género y a la diversidad. En este sentido, García y Soto consideraron que la educación sexual que se enseña en las escuelas y liceos tiene una perspectiva heteronormativa, biologicista y de la sexualidad “como un problema”, como si sólo sirviera para “prevenir embarazos adolescentes, violencia o enfermedades”, cuestionó García, y eso siempre y cuando tengan la suerte de contar con esa materia.