A la Plaza de Mayo que recibe Alberto Fernández le tocará deconstruir la idea de “patria”, una palabra que viene del latín y significa país del padre, tierra natal, donde la filiación verdadera es la patriarcal. Esa Argentina que al menos hoy respira con alivio, con desahogo, va a tener una drag queen en la Casa Rosada, una vicepresidenta con la que se aprobó el matrimonio igualitario y un presidente que creó el primer ministerio de la Mujer, Género y Diversidad.

Los últimos cuatro años fueron a palazos. Incluso quienes creyeron las falsas promesas de Mauricio Macri y lo votaron recibieron palazos. Una parte mayoritaria de la sociedad vivió estos cuatro años con miedo: miedo a ser despedidas y despedidos, miedo a no llegar a fin de mes, miedo a que te cruce un patrullero, miedo a que te alcance la bala de un gatillo fácil, miedo a que te pidan documentos, miedo a que te repriman, miedo a que te atropelle un policía en moto.

¿Por qué hay un clima que habilitó que te caguen a palos? El discurso de odio del gobierno se vio reflejado en escenas callejeras de horror, no sólo promovidas por las fuerzas de seguridad, sino por personas que empezaron a sentir que tenían derecho a regimentar a latigazos la vida de los otros. No es metáfora: la semana pasada, un hombre atacó así a una pareja de gays que se había dado un beso en la calle.

Hay un clima de época allí: el mismo que permitió que una lesbiana sea condenada por besar a su mujer en una estación de tren, el mismo que convirtió en diputada a Amalia Granata. La violencia hacia personas LGBT, sectores pobres, comunidades racializadas y migrantes creció a la par de las políticas represivas. Macri recibiendo al policía Luis Chocobar y erigiéndolo en símbolo.

El 48% que votó al Frente de Todos en las últimas elecciones nacionales votó un modelo económico y social, pero también un universo simbólico diferente al propuesto por el neoliberalismo macrista. Alberto recibiendo al pibe de gorrita Brian, sacando las rejas de Plaza de Mayo, entrando a una Rosada más rosada que nunca.

A diferencia de 2015, cuando la llamada “campaña del odio” se ocupó de construir un enemigo posible al que aplastar, el discurso con el que asume Alberto no tiene que ver con la venganza. En este universo discursivo que asume son posibles las drag queens, las metáforas de igualdad y el amor como bandera.

Habrá que estar atentes: el hombre que atacó con el látigo a una pareja gay sigue dando vueltas por la ciudad. Es un macho herido: cuando siente que su orden social se derrumba, se pone más violento que nunca. Y más peligroso.