Luna Chiodi atendía su almacén todos los días en el barrio La Comercial, en Montevideo. Tenía 51 años. Los vecinos, que conocían la historia de violencia de género que atravesaba Luna, se turnaban para cuidarla en el comercio que tenía en su casa. A pesar de esto, su ex pareja –sobre quien pesaba una orden de restricción– pudo encontrarla sola. El 19 de marzo de 2018 compró una cuchilla en el supermercado Tata de 18 de julio y Carlos Roxlo y caminó hasta el almacén de Luna, en José Luis Terra y Juan José de Amezaga. En menos de un minuto, la apuñaló varias veces. Boris Pérez, de 56 años, fue detenido al arrojarse al río Santa Lucía, en un supuesto intento de suicidio.

Seis meses después, la jueza penal Graciela Eustachio condenó a Pérez, quien actuó con premeditación, por homicidio especialmente agravado. La jueza descartó la formalización por femicidio porque considera que el móvil del asesinato fue una disputa económica (el hombre dijo sentirse estafado por su ex pareja) y no un delito por odio de género. La Fiscalía había recomendado la formalización por femicidio, pero la jueza se centró en las diferencias económicas que había en la pareja. No consideró las denuncias previas ni las medidas cautelares que se le habían impuesto al hombre.

La familia de Luna rechaza el fallo. Se movilizaron hace algunos meses para exigir justicia y ahora buscan otras estrategias.

Andrea Chiodi, hija de Luna, contó a la diaria que están apelando el fallo y piden que el homicida sea condenado por femicidio. Por otra parte, Boris Pérez también apeló la sentencia y pidió ser condenado por homicidio simple.

Las denuncias por violencia de género, la orden de restricción que pesaba sobre él, el sistema de protección montado por las y los vecinos y la premeditación del delito no fueron elementos suficientes para que la jueza lo considerara un delito de género.

Andrea cuenta que se enteró de que Pérez amenazaba a su mamá con hacerle daño a ella. “Cuando mi mamá hizo la denuncia, él apareció en dos oportunidades en mi trabajo. Me pidió para hablar, salí y hablé con él. Me pidió que hable con mi mamá para que saque la denuncia y me dijo que si no lo hacía ‘se le iba a venir’”.

Andrea cuenta también que la primera denuncia que hizo Luna fue por abuso sexual. Abuso que se reiteró en más de una oportunidad.

“Cuando iba a visitar a mamá veía como él la maltrataba, la tenía como si fuera su empleada, no quería que se delineara los ojos, no quería que hablara con los vecinos, le controlaba el celular, la plata, nos alejó de ella”. Cuenta que ella le pedía que pare, pero él se reía. También dice que no podían conversar sin que él estuviera escuchando.

A pesar de que Luna padecía miastenia gravis, una enfermedad neuromuscular autoinmune que se destaca por la debilidad muscular, trabajaba incansablemente. “Tenía esa enfermedad desde los 29 años, pero nunca bajó los brazos. No sabés qué fuerte que es ver cómo tu madre se cae, que no pueda bañarse sola ni estar parada. Pero ella pudo salir adelante, se las rebuscó por nosotros, hacía feria, trabajaba”.

En una de las visitas a la comisaría especializada en violencia doméstica y de género, Andrea cuenta que uno de los policías le aconsejó a su mamá que dejara su propia casa. “Tenga cuidado con este hombre porque es muy violento, nosotros no podemos hacer nada, lo vamos a soltar en una hora. Retire las cosas de su casa y váyase”.

Pero Luna no quiso dejar su casa. Andrea quiso que se fuera a vivir con ella pero no logró convencerla. “Yo no hice nada, no puedo vivir así”, recuerda que le dijo. “Le decíamos a mamá que cerrara la puerta, que se cuidara”.

Andrea vio a su mamá cuatro días antes de que la mataran. Estaba mal, lloraba y se cuestionaba por qué él estaba tan violento. La madre de Luna también intentó mediar. “Mi abuela le dijo: Luna, venite para casa, te va a matar”.

“Un rato antes de que la mataran hablé con ella. Estaba cocinando y le pedí que trancara la puerta”. A las horas vio varias llamadas perdidas de su tío y supo que algo pasaba. Luna había sido asesinada.

Andrea cuenta que en sus declaraciones Pérez dijo que “no siente odio ni menosprecio hacia la mujer porque tiene una hija”. Los hijos de Luna creen que sólo se lo escuchó a él y que se dio lugar solamente a la defensa del acusado.

“No se tomó en cuenta la situación de mi mamá, no se la defendió. Todo quedó en manos del homicida y su abogado. Él dijo que la mató porque se sintió estafado”.

Entre otras afirmaciones en el fallo, refieren a razones por las que consideran que Pérez no ejercía violencia de género. “El proceder de una persona debe mirarse en forma integral, como un todo y surge meridianamente claro que el imputado anteriormente en sus relaciones con otras personas ha sido normal, incluso con las mujeres, no denotándose ningún sentido de odio, desprecio o menosprecio respecto de las mismas”. La apelación explica a la Justicia que la violencia de género se caracteriza por ser parte del comportamiento de hombres funcionales y que es una forma de violencia que se desarrolla en el fuero íntimo del hogar. También cuestiona que “referirse a una supuesta condición del condenado en cuanto a la forma ‘saludable’ de relacionarse con el resto de su entorno mediante la declaración de un testigo parcial no hace más que confirmar que no hubo una sana crítica para valorar la prueba”.

Para Andrea es evidente que fue un delito de género y no un delito con móvil económico como determinó la jueza. “Merecemos justicia, no podemos seguir sin justicia”.