La historia de la periodista azerí Arzu Geybullayeva nace de la persecución y el exilio para transformarse, con el tiempo, en un ejemplo de lucha por la libertad de expresión y los derechos humanos. Todo empezó en marzo de 2014 con una entrevista que le hicieron para un medio de Azerbaiyán. La idea era centrar el relato en la experiencia de una mujer azerí independiente que vivía y trabajaba en Turquía. Pero, lejos de ahondar sobre sus aspiraciones y logros, las preguntas se centraron más en cuestionar por qué colaboraba con Agos, un diario armenio que se edita en Estambul. El recelo surgía por el conflicto histórico que enfrenta a Azerbaiyán y a Armenia desde hace décadas por el territorio de Nagorno-Karabaj, en el corazón del Cáucaso Sur.
La entrevista fue publicada con modificaciones y comentarios fuera de contexto y causó una ola masiva de misoginia, acoso, amenazas de muerte y campañas de difamación contra Geybullayeva. “En Agos escribía sobre todo: la situación política en Azerbaiyán, las relaciones entre Turquía y Azerbaiyán, eventos culturales, fechas especiales. Era una mezcla de todo, no había un tema específico. Pero el argumento que presentaron quienes me criticaban fue que no estaba escribiendo sobre lo malos que eran los armenios, sino sólo sobre las terribles cosas de Azerbaiyán”, contó la periodista a la diaria un día antes de participar en el seminario “Amenazas a la libertad de expresión”, organizado en Montevideo por Cotidiano Mujer, Articulación Feminista Marcosur y la UNESCO.
Geybullayeva fue acusada en su país de “traidora”, una etiqueta de la que todavía no se ha podido despegar del todo. Vive desde hace años en Estambul, por una elección familiar, y no pisa su país natal desde abril de 2014. Tiene miedo de ingresar a Azerbaiyán y no poder salir nunca más. En el exilio autoimpuesto, se dedica a escribir sobre la complicada situación que no sólo sus colegas viven en el país, sino también activistas, defensores de derechos humanos, mujeres y minorías. Acerca de todo esto conversó con la diaria.
¿Cuál fue tu reacción cuando viste que la entrevista había sido publicada con modificaciones?
Me contacté con la editora del diario para pedirle que dejara las respuestas exactamente como las había dicho y sin sacarlas de contexto, porque estaba claro que las habían cambiado de manera intencional. Ella me dijo que iba a cambiarlo y demoraron semanas en hacerlo. Para ese entonces, lo que habían generado los comentarios sobre la entrevista era irreversible. Le mandé un mail a la editora y le dije: “¿No ves todos estos comentarios? Me están amenazando con violarme”. Ella me respondió: “No te lo tomes a modo personal”. Un tiempo después vi que la entrevista había sido publicada en otro portal, que no era muy conocido pero tenía su comunidad de lectores. Le escribí a la editora y le pregunté si había visto que habían publicado la entrevista en otro medio. Ella me respondió que no tenían regulaciones acerca de eso y que otras plataformas podían publicar lo que quisieran. Le pregunté qué pasaba con los comentarios ahí y me dijo: “Eso no es problema nuestro porque no es nuestro portal”. Una cosa llevó a la otra y eventualmente me eligieron como blanco. ¿Por qué? Porque estaba escribiendo y hablando sobre Azerbaiyán desde una mirada crítica. Las autoridades de Azerbaiyán querían llegar a mí, pero no podían advertirme sólo por hacer críticas en mi blog o en las conferencias internacionales. Mi trabajo para Agos fue la excusa perfecta.
¿Las amenazas que recibías eran de usuarios aleatorios o pensás que tenían vínculos con el gobierno de Azerbaiyán?
No creo que las personas que enviaban amenazas y hacían comentarios estuvieran vinculadas al gobierno, creo que eran sólo usuarios de internet. No sé si al diario le pidieron que me hiciera la entrevista, podría haber sido el caso o no. La realidad es que se formó como un efecto avalancha y la entrevista fue levantada por otros medios locales. Yo ya era visible en el país por mi blog y por mi trabajo anterior a Agos [fue codirectora del Imagine Center Conflict Transformation, que brinda talleres y capacitaciones sobre la transformación de conflictos, con énfasis en el de Armenia y Azerbaiyán]. Cuando empecé a trabajar para Agos fue como llevar agua para el molino armenio, como dice el dicho, y de eso me acusaron. La entrevista después fue tomada por un diario oficialista y por un periodista muy desagradable que hizo programas repugnantes explorando cuestiones personales sobre mí y mi familia.
¿Te parece que las amenazas hubieran sido más leves si fueras hombre?
Creo que si fuera un hombre trabajando en un diario turco armenio recibiría críticas igual, pero el lenguaje de las amenazas sería diferente. No creo que a un periodista hombre lo amenacen con violarlo o con hacerle algo a su familia, por ejemplo. En mi caso el lenguaje fue muy sexual y estuvo muy enfocado en el hecho de que yo era mujer y en todas las cosas que podés hacerle a una mujer, como violarla.
¿Respondiste a la campaña de difamación de alguna forma?
Traté de hablar con ellos, de que me dijeran por qué les parecía que era una traidora, pero me di cuenta de que era inútil. Lo que más me preguntaban era si no podía trabajar en otro diario que no fuera justo el turco armenio. Si hubieran tenido la decencia de mirar las cosas que hice hubieran visto que también trabajaba para diarios internacionales. Pero todo lo que dijera era como estar hablándole a la pared. Eventualmente frené, porque no logré llegar a un diálogo con ninguno. También dejé de mirar los comentarios y de ver los videos porque era tóxico. En determinado momento pensé: “Capaz que puedo usar esto de otra manera”. Y supongo que esta es la segunda parte de la historia: el renacimiento. Dije: “Voy a salir de este lugar oscuro y voy a apropiarme de esto”. Empecé lentamente a documentar los comentarios y le pedí a la gente que me enviara capturas de pantalla y links de artículos que vieran, y fui compilando todo en una carpeta en mi computadora. No estaba segura de qué iba a hacer con eso, pero sabía que en algún momento me iba a resultar práctico tenerlo a mano. Después el lenguaje del trolling se convirtió en algo común y dije: “Tengo una gran historia sobre trolling en Azerbaiyán”. Creo que fue en 2016 cuando escribí mi primer artículo sobre estos trolls, esta gente que me perseguía a todos lados, incluso en mis artículos dejaban comentarios diciendo que yo no decía la verdad, que todo en el artículo era mentira. Empecé a ver quiénes eran y a quiénes conocía de su círculo. Escribí sobre esto y la historia fue muy popular, porque además fue traducida al azerí y publicada en un medio local. Creo que escribir sobre mi experiencia hizo que bajara el número de amenazas. Hacerlo público también cambió la manera en la que funcionarios azeríes me trataban en conferencias internacionales. Porque antes tuve experiencias en las que representantes del gobierno no sólo me desafiaban mientras estaba en el escenario, sino que también me llegaron a acosar después. “Dejame enseñarte y explicarte, porque todo lo que sabés está mal”, me decían. Una vez, uno de estos funcionarios me persiguió en el hotel y se metió en el ascensor conmigo cuando intentaba escaparme de él. Pero después de hacer pública mi experiencia la persecución ya no fue tan directa.
¿Es cierto que no podés volver a Azerbaiyán?
Sí. No he vuelto desde abril de 2014.
¿No podés porque tenés la entrada prohibida al país o porque sentís que corrés un riesgo?
Los cargos oficiales por los que soy acusada no son públicos. Lo que pude saber, a través de contactos que tengo en el gobierno, es que me acusan de traición. Nadie me lo notificó de manera oficial, pero sé que si vuelvo es muy probable que no pueda volver a salir. Puede ser que me encarcelen o me detengan para interrogarme, o puede que abran una investigación que me obligue a quedarme en el país. Mi gran preocupación es ir y después no poder salir nunca más.
¿Cuál es la situación de los medios en Azerbaiyán? ¿Hay espacio para la prensa libre e independiente?
El ambiente para los medios en Azerbaiyán se deterioró con el correr de los años y ha ido empeorando desde 2013. Tuvimos algunos períodos en 2008, por ejemplo, cuando las radios BBC, Voice of America y Free Europe fueron prohibidas en la FM y sólo podían transmitir en AM o en internet. Después tuvimos varios casos judiciales contra medios independientes y opositores. Pero en 2013 hubo una campaña masiva contra la sociedad civil en general: empezaron a arrestar a defensores de los derechos humanos, a periodistas, y comenzaron a perseguir a los directores de organizaciones civiles que estuvieran involucradas en la observación de las elecciones, en la construcción de democracia o en generar conciencia sobre la realidad del país. De hecho, fueron atrás de las organizaciones civiles en general cambiando la legislación para que no pudieran recibir ayuda económica de países extranjeros. Fue una manera muy estratégica de ir contra la libertad de prensa y, en general, los derechos humanos en el país, porque si retirás el financiamiento estas organizaciones no pueden seguir haciendo su trabajo, y si encarcelás a los directores vas a instalar una sensación de miedo entre los seguidores y la comunidad. En 2014, cuando la sede de Radio Free Europe en Azerbaiyán fue allanada y el editor jefe fue arrestado, fue el pico más alto. Hoy en día, más que medios tradicionales hay medios digitales que se centran más en las redes sociales que en los sitios web. Usan Facebook e Instagram, y no tienen páginas web porque saben que van a ser atacadas, hackeadas o cerradas eventualmente. La verdad es que están haciendo un trabajo muy bueno, considerando las limitaciones. Pero es un negocio muy riesgoso, porque vos sos un medio y, al final del día, no tenés una página web, ni una oficina, ni periodistas en el territorio. Y no importa cuánto insistas en comprometer a la audiencia y pedirle que mande materiales, no muchos se van a animar porque pueden quedar expuestos. Las autoridades conocen todas estas plataformas y saben quiénes están atrás. Por otro lado, no hay diarios independientes que se impriman y se vendan. Todavía queda una agencia de noticias independiente, pero está bajo constante ataque. El director fue arrestado un tiempo por evasión de impuestos, un cargo muy común utilizado contra periodistas, defensores de los derechos humanos y activistas en Azerbaiyán. No hay radios independientes que generen discusiones o análisis políticos, la mayoría de estas cosas suceden online. En la televisión es todavía más evidente: todos los canales están dirigidos por personas que trabajan para el gobierno o por empresarios que hacen negocios con el gobierno, así que tampoco hay independencia. De todas formas, si bien el actual gobierno es el mismo que el de 2013, hoy no tiene el mismo dinero que solía tener, su imagen se deterioró ante los ojos de la comunidad internacional y cada paso que tome en la dirección de atentar contra más libertades es peor para ellos. Por supuesto que todavía pueden arrestarte, rastrearte o silenciarte de alguna manera, pero no pueden controlar estas voces independientes que están aflorando. Hay esperanza.
¿Cuál es la situación de los derechos de las mujeres en Azerbaiyán?
Te voy a dar un ejemplo que creo que lo resume bastante bien. El último 8 de marzo un grupo de feministas decidió realizar la primera marcha del Día Internacional de la Mujer en Azerbaiyán. Las autoridades de la ciudad no les dieron permiso, pero la hicieron de todas formas. En el centro de Bakú tenemos dos estatuas de mujeres que fueron muy importantes en la historia de Azerbaiyán: una se está sacando su velo y es como la representación de la emancipación de la mujer, y la otra es la estatua de una de las primeras poetas mujeres azeríes del siglo XIX. La idea era marchar desde la primera hasta la segunda estatua, un recorrido que es de unos 20 minutos. No se pudo. Los policías no las dejaron marchar, les rompieron los carteles y las pancartas. Trajeron a unas mujeres que empezaron a acosar a las manifestantes y a golpearlas, porque obviamente ellos no querían tocarlas o ser agresivos durante el Día Internacional de la Mujer. Había una mujer, que normalmente vende limones en la calle, que les gritaba a las mujeres y las empujaba. De lo que nos enteramos después fue de que la Policía les dijo a estas mujeres que la razón por la cual se juntaban las manifestantes era para defender el matrimonio igualitario. Cuando las organizadoras escucharon lo que estaban diciendo les dijeron: “¿Pueden por favor despertarse? Esto no es sobre matrimonio igualitario, es sobre igualdad de género, equidad salarial, es para que vos no tengas que vender limones en la calle y de hecho para que puedas acceder a una pensión y tengas una vida decente”. Pero no entendieron nada de esto. Siguieron insultándolas y persiguiéndolas. Esto te da una idea de cómo son las cosas. Desde una perspectiva legal y desde un punto de vista realista, la igualdad de género siempre fue un problema en el país. Azerbaiyán fue el primer país musulmán que le garantizó a las mujeres el derecho al voto y el gobierno suele mencionarlo siempre, pero eso fue hace un siglo, ¿qué hacés ahora, en el siglo XXI? En el ámbito de la división del trabajo, está claro que las mujeres están mayoritariamente en el sector de servicios, son maestras o enfermeras. Nunca son las directoras ejecutivas de las empresas o ministras. Hay una mujer ministra en Azerbaiyán y es la que lidera el Comité de Asuntos de Familia, Mujer y Niños. Tenemos más mujeres en el Parlamento, solíamos tener diez y ahora tenemos 20, de un total de 126, pero no son muy activas. La primera dama y ahora vicepresidenta [Mehriban Aliyeva] siempre habla de este tema, pero es muy poco lo que se hace desde el gobierno sobre la brecha salarial o la educación. Las niñas van a la escuela y el nivel de alfabetismo es bastante alto en las mujeres, pero pasa que también se casan cuando son muy jóvenes y eso afecta su educación. No confío en las estadísticas del gobierno, porque lo que los padres terminan haciendo es seguir pagando la escuela para mantener el nombre de la chica en el registro para que parezca que sigue yendo, aunque no lo haga y en realidad esté comprometida con un hombre. Los matrimonios tempranos son un problema muy grave en Azerbaiyán, y es muy poco lo que se hace para confrontarlo.
¿Qué iniciativas existen para prevenir y erradicar la violencia de género?
La violencia de género siempre fue un problema en el país. En 2010 se adoptó una ley sobre violencia doméstica, después de un largo tiempo en discusión parlamentaria. Pero la manera en que la ley aborda la problemática es insuficiente y no contempla la realidad. Primero que nada, las mujeres que son víctimas tienen mucho miedo de ir a la Policía, porque temen que les digan que lo que les pasó fue por su culpa, algo que es habitual. Los funcionarios policiales son en su mayoría hombres, y en las comisarías no hay lugares especiales a los que puedan dirigirse las víctimas de violencia doméstica. Por otro lado, como la sociedad es tan tradicional, las mujeres que enfrentan situaciones de violencia tienen miedo de hablar porque no quieren perder lo que tienen, ya sea una casa o la familia. Es posible que la familia del esposo aísle a la mujer. Además, la forma en la que la sociedad azerí percibe el divorcio sigue siendo muy estigmatizante. Pese a esto, las tasas de divorcio han aumentado en los últimos años, porque las mujeres se están dando cuenta de que tienen ese derecho. Pero hay todavía mucho por hacer. Todavía tenemos que romper la barrera cultural para que la gente entienda que las mujeres somos víctimas de violencia. Porque sigue habiendo ese pensamiento de que “me pegó porque me ama” o “porque me lo merecía”. La cultura es profundamente patriarcal, pero está cambiando, especialmente con las generaciones más jóvenes. El problema es que estos jóvenes que hablan de derechos, de igualdad y que se paran contra la violencia están en espacios muy reducidos.
¿Existe un movimiento feminista en Azerbaiyán?
Quedé sorprendida cuando después de la marcha del 8 de marzo me enteré de que de hecho sí tenemos un movimiento feminista. Está integrado por mujeres azeríes muy poderosas, que ya conocía desde antes pero no sabía que habían formado el colectivo. Quedé muy contenta. Ellas dieron entrevistas después de esta marcha y decían que no importa lo que pasara, nada iba a evitar que organizaran una nueva movilización el año que viene. Esa vez estarán mejor preparadas.
Recién decías que las mujeres que boicotearon la marcha del 8 de marzo fueron persuadidas con el argumento de que era en defensa del matrimonio igualitario. ¿Cuál es el panorama al que se enfrenta la comunidad LGBTI en el país?
La situación es peor que para las mujeres y es un tema muy tabú. La comunidad LGBTI siempre fue reprimida en el país. La Policía siempre arresta a hombres gay, a trabajadoras sexuales o a personas trans. Además, no hay un colectivo que los represente y que sea bienvenido por la gente o por el gobierno. Hay individuos muy conocidos que hablan públicamente sobre la situación, pero no hay grupos u organizaciones. Creo que la historia más trágica vinculada a la comunidad LGBTI fue en 2013, cuando un joven gay se ahorcó en su apartamento y dejó una carta en la que decía que en el país no había lugar para la comunidad LGBTI. En 2017 hubo una ola de represión y el gobierno arrestó a más de 160 personas homosexuales y trabajadoras sexuales. Algunos de ellos escaparon. Me acuerdo de que ayudamos a varios, que huyeron de Azerbaiyán hacia otros países porque necesitaban un descanso de toda esta persecución. Nos contaron historias terribles de violación, torturas y malos tratos por parte de la Policía. Así que, desafortunadamente, no es buena la situación y tampoco está mejorando. No entienden todavía que con perseguirlos, arrestarlos y torturarlos no van a cambiarlos.
Dibujaste una imagen bastante oscura de la realidad de Azerbaiyán en materia de libertad de prensa y derechos humanos en general, pero dijiste que tenías esperanza.
Tengo esperanza porque tuve el privilegio de conocer a algunas de las nuevas generaciones de activistas que, a pesar de todo, están muy determinadas a quedarse en el país, seguir trabajando y escribir sobre lo que está pasando. También me dan esperanza estas pequeñas iniciativas de medios alternativos que mencioné o el impulso de las feministas. Otro factor es el nivel de valentía y compromiso que veo en la sociedad civil en Azerbaiyán. Pongo como ejemplo el caso de una periodista azerí que vive en Estados Unidos que contó hace poco que fue chantajeada. De alguna manera, le hackearon la cuenta de Facebook y publicaron el audio de una conversación que tuvo con otro periodista azerí que vive en Alemania diciendo que ella tenía planes de conspirar contra el gobierno. Unos días después dijeron que tenían videos íntimos de ella y que iban a publicarlos en la prensa, algo que obviamente no pasaría si fuera hombre. Ella salió a responder: “No sé qué imágenes tienen, pero no me importa. Soy una periodista y voy a seguir haciendo mi trabajo”. Que haya mujeres como ella y como muchas otras que hacen un trabajo increíble en Azerbaiyán también me da esperanza. Cuando iniciaron la campaña de difamación en mi contra estuve en un lugar en el que no tenía ninguna esperanza. ¿Para qué iba a seguir trabajando? Pero después de que salí de ese lugar oscuro decidí que tenía que seguir haciendo mi trabajo, porque si no es ahora, ¿cuándo?