Deirdre McCloskey es una renombrada economista estadounidense, formada en la Universidad de Harvard. McCloskey asumió su identidad de género trans siendo adulta, en 1995. Hoy, a los 76 años, es reconocida en el mundo, cuenta con una carrera universitaria distinguida y acumula doctorados honoris causa. Es docente en la Universidad de Chicago y autora de decenas de libros y artículos de teoría e historia económica, además de filosofía, retórica y feminismo.
Su matrimonio duró más de tres décadas, en las que tuvo dos hijos. Tras divorciarse, asumió que era una mujer trans. Sus hijos no le hablan desde entonces. En su biografía, disponible en su página web, se describe a sí misma como una “feminista aristotélica episcopal cuantitativa pro libre mercado y posmoderna”.
Hace algunas semanas visitó Uruguay y Argentina invitada por distintas organizaciones y brindó una serie de conferencias. Entrevistada por la diaria, la economista y profesora de varias disciplinas de las ciencias sociales defendió la liberalización de la economía, la reducción de las competencias del Estado y las libertades individuales, incluso la de discriminar. “Hay que reducir el Estado y liberar la economía”, afirma.
La conferencia de McCloskey intentó dar una explicación sobre “cómo nos hemos enriquecido”. La economista afirma que si bien sigue habiendo gente pobre en Estados Unidos, “son muchos menos de los que fueron alguna vez”, y agrega: “Nos enriquecimos gracias al liberalismo”.
“Cuando me refiero al liberalismo no lo hago desde la definición latinoamericana, que casi siempre es sinónimo de conservadurismo. Tampoco según la definición estadounidense, donde es sinónimo de socialismo”. La experta se refiere al liberalismo “en su significado real: una sociedad libre”. La define como una sociedad “sin jerarquías, sin dominación, ni del hombre a la mujer, ni del rico al pobre, ni del amo al esclavo”. También “sin dominación del gobierno sobre los ciudadanos”.
Considera que en Uruguay esto es un proceso que se está dando. Y lo ejemplifica así: “La gente abre una peluquería en su barrio, donde antes no había. Esta persona prospera y después abre otra. Muy pronto tendrá una cadena de peluquerías. Esto es algo que pasa y que sucede alrededor de la economía en Uruguay”. Sin embargo, dice, “desafortunadamente el Estado uruguayo tiene un gran papel y opera sobre partes de la economía que no debería operar”.
Reducción del Estado
Es una defensora “de los estados chicos” y de que las sociedades crezcan en base “al juego de la sociedad libre”. Afirma: “Antes de 1800 teníamos una economía de jerarquías. En Uruguay la tuvieron hasta bastante después. Los esclavos eran dominados por sus amos, las mujeres por sus hombres. Esas relaciones fueron desapareciendo gradualmente. Las personas tuvieron una oportunidad, les dieron permiso para empezar sus negocios o para mudarse a otros lugares para trabajar”, explica.
McCloskey considera que la izquierda y la derecha concuerdan en que las competencias del Estado deben ser amplias. “Los verdaderos liberales son raros, son los que creen en un Estado pequeño pero efectivo. Mucho más pequeño de lo que es ahora, que no intervenga ni regule la mayor parte de la economía”, afirma.
Considera que la liberación de la economía no tiene impacto sobre los derechos sociales. “Podés tener derechos sociales, políticos, económicos y tratarlos todos por separado. Los derechos sociales, como el derecho a ser trans, homosexual o lo que sea, van por otro lado”. En su opinión, hay que promover acciones afirmativas sólo para algunas cosas, pero “lo mejor que pueden hacer es dejar a la gente sola”.
Vacunación obligatoria
Las acciones estatales deben ser limitadas, afirma, y defiende una “salud pública con oficiales que obliguen a la gente a vacunarse, cobrar impuestos para que quienes tienen dinero paguen por la educación básica de la gente pobre y tener ejércitos pequeños”.
Remarca que las vacunas tienen que ser obligatorias. “El Estado debería forzar la vacunación, así tenga que ir con un arma y obligar a que los padres vacunen a sus hijos. Creo en tener un gobierno para hacer eso”. Sin embargo, no considera que el Estado tenga que hacerse cargo de la salud en general. “Sólo para la vacunación y para casos que requieran aislamiento; se debe administrar el aislamiento ante enfermedades contagiosas que puedan poner en riesgo a los demás, como el cólera”.
Recorte militar
El Ejército tiene que existir “para evitar invasiones”, afirma. “Debe ser un ejército pequeño, que permita que en casos de invasión puedas sumarte para pelear contra los invasores”. Pero, dice McCloskey, “lamentablemente en América Latina tienen la costumbre de tener ejércitos gigantes cuya mayor función es oprimir a las personas”. Plantea que es menester reducir las fuerzas armadas: “Recomiendo a los países latinoamericanos que corten el tamaño de sus fuerzas armadas a la mitad, porque son una parte inútil pero peligrosa del Estado”.
La economista considera que la educación “la tienen que pagar pero no proveer” los estados, y defiende una educación gratuita pero privada. Dice que en Estados Unidos las escuelas públicas “trancan el crecimiento de las escuelas privadas” y que el Estado tiene injerencia sobre los contenidos educativos, cosa que no debería hacer.
Al fenómeno de la migración también plantea responder con libertad. “Debería haber fronteras abiertas. Estoy en contra de los estados, quiero países libres, con migración libre, que la gente pueda entrar y salir sin pasaportes y sin problemas”, afirma.
La discriminación y sus límites
Respecto del género y la violencia, opina que “no deberían dejar que los maridos golpeen a sus esposas ni deberían dejar que nadie golpee a nadie”. Sin embargo, considera que “no se puede forzar a las personas a ser buenas con los demás” y discrepa con las políticas contra la discriminación. “No me entusiasman las leyes en contra de la discriminación. Prefiero que el Estado no interfiera. Claro que la discriminación a las mujeres o a los negros o a los judíos no debe ser patrocinada por el Estado. Pero si a mí no me gusta la gente rubia, yo debería poder no contratarla. ¿Por qué debería hacerlo? Si no me gustan”.
Considera que la intervención es un mecanismo de control y se despega de esa forma de organizar las sociedades: “Si empezamos a intervenir en detalle en el comportamiento de la gente con respecto a los demás vamos a terminar como varios países que usan software de reconocimiento facial para disciplinar el comportamiento de la gente. El gobierno vigila el comportamiento de todos para decirles que hagan esto o lo otro. Ese es un tipo de sociedad con la que no quiero tener nada que ver. Quiero que la gente sea libre, y parte de ser libre es ser mala persona, lamento decirlo. Así que mientras no involucre violencia física, deberían poder ser desagradables”.
Respecto de las desigualdades que genera la discriminación, dice que “la gente debería tener permitido discriminar a quien quiera de manera privada y voluntaria, pero el Estado no debería discriminar”. Discrepa con generar marcos normativos que disminuyan la discriminación y la violencia. “Se espera por leyes para hacer que la gente sea mejor. Si vamos por ese camino no va a haber retorno, es muy peligroso. La gente debería ser buena con todo el mundo, sin importar su procedencia, y me gustaría que fuera así porque soy cristiana, pero hay gente que es mala, que es desagradable, ¿qué podemos hacer con eso? ¿Se supone que deberíamos tener leyes sobre la gente que pasen por encima de su voluntad? No podemos hacer eso”.
McCloskey plantea que el límite es la violencia física, aunque el Estado tenga “su propio historial de violencia física”. Explica: “La violencia física sería mi única restricción. El Estado es especialista en la violencia física, pero no quiere que nadie más la aplique. Porque el Estado es muy peligroso, el Estado no es tu amigo”.
Para convencer sobre el peligro del Estado, aun a aquellos que se han visto beneficiados por las políticas públicas, dice: “Recuerden la dictadura militar de 1973”. “Ahí el Estado era su enemigo. Deberíamos ser muy cuidadosos con recibir regalos del Estado, los regalos que recibimos del Estado pueden ser provistos de otras maneras”, concluye.