“Los discursos de las personas trans hablan por sí mismos”, dijo Valentina Torre al comienzo de la presentación de la investigación “Espacio urbano segregado. Habitar de personas trans”, que Torre desarrolló junto con el también sociólogo Sebastián Aguiar y se puede leer en el libro Habitar Montevideo: 21 miradas sobre la ciudad. La investigadora contó que desde 2011 estudia temáticas relacionadas con la sexualidad, el género y las identidades, y que, aunque se ha centrado mayormente en las mujeres trans, en el último tiempo también ha trabajado con varones trans.
A modo de aviso, Torre contó que la población trans está “bastante cansada de responder una y otra vez las preguntas de investigadoras e investigadores, sin ver después que estos estudios tengan impacto en su vida cotidiana”. “Esperan que las transformaciones sean más rápidas”, dijo.
Algunas voces de personas trans I: Desafío trans
“Hay pila de chicas que tienen estudios. ¿De qué les sirve? De nada, tienen que terminar paradas en una esquina. Si somos personas iguales que todas, deberíamos tener los mismos derechos. No podés ir a pedir trabajo a ningún lado porque no te lo van a dar siendo travesti; es mentira. Por más título y estudios que tengas, es mentira: te cierran la puerta en la cara”.
Para comprender la intención de esta investigación es necesario entender el concepto de “frontera”; tal como explicó Torre, no es sólo un término geográfico o material, “sino también, y sobre todo, simbólico, que determina la construcción de varias cuestiones en las que se puede ver la segregación social”. Así lo explica la argentina Diana Maffía, que es doctora en Filosofía y es una referencia para esta clase de estudios: “Además del aspecto físico de la frontera, existe una dimensión simbólica que opera para darle sentido a la experiencia de lo propio y lo ajeno. La frontera simbólica establece un sistema de identidad de características normativas y reordena las condiciones de la vida para dictar cómo se viven el tiempo, el espacio, los comportamientos, los deseos, lo temido y lo querido”. En este sentido, explica el estudio, para las personas trans la delimitación de esas fronteras en el espacio urbano está directamente relacionada con la sexualidad y el género, “componentes específicos que definen el destino de sus trayectorias”.
Las características de la segregación
“Las personas trans y travestis están fuera del territorio hegemónico de lo urbano”, explicó Torre. Esto está atravesado por distintos discursos, entre ellos el médico y el psiquiátrico. Durante muchos años contribuyeron a la construcción de la exclusión social y urbana legitimando algunos cuerpos y deslegitimando otros.
El habitar de las personas trans en la ciudad está determinado por la percepción que los demás tienen de ellas y ellos, y es este el componente principal de la segregación. Son percibidos “por fuera de la norma” y de esta forma se los excluye, lo que afecta la calidad de su experiencia en la calle e incide en las elecciones que hacen respecto de los horarios en los que transitan y los trayectos que eligen para circular. En el estudio se explica que existen dos formas de proceder frente a estas poblaciones: se las expulsa o, al no saber bien qué hacer con ellas, se las toma “como una carga”. Esto es percibido por las y los trans, quienes, se dice, “actúan en consecuencia”.
Algunas voces de personas trans II: Espacio público
“Sigo considerando que el espacio público es un espacio de riesgo para las personas trans, para las mujeres en general y, en particular, para las identidades trans. Es un espacio en donde desde la mirada del otro hay un reconocimiento de una identidad disidente, es un espacio en el que los niveles de protección, como los que se ofrecen a cualquier otro sujeto, cualquier otro ciudadano, son menores”.
Torre contó que frente a este panorama también entra en juego la naturalización: “Transitar, movilizarse y habitar los espacios son cosas que muchas y muchos podemos tener naturalizadas, pero esta población no las tiene; lo que se naturaliza, por el contrario, es, sobre todo, la expulsión y la violencia”. Esto sucede porque no se reconoce a esas identidades y en el espacio público hay una constante señalización de esto.
Habitares trans
La investigación plantea una reflexión clara: “Mucho de lo que pasa con las personas trans en el espacio público no tiene nada que ver con la posibilidad que tienen de elegir; al contrario, esto tiene que ver con lo que, sencillamente, no tienen permitido hacer. En la calle, el ‘espacio público por excelencia’, los cuerpos trans de ambos géneros, son expuestos a las reglas marcadas por la heteronormatividad”.
Torre explicó que en la calle esta población está “en constante negociación” con las y los demás, que de alguna manera “ofician de jueces de la identidad”. Explica que las personas con las que se cruzan determinan, sin considerar ni respetar a las personas trans, qué identidad de género tienen y actúan en base a este juicio. Los varones trans suelen pasar más desapercibidos, sobre todo en virtud de las estrategias de passing, que refieren a “hacerse pasar por mujeres lesbianas o mujeres masculinizadas como herramienta de defensa”: de esta manera logran ser menos juzgados.
Algunas voces de personas trans III: Exclusión y autoexclusión
“Yo hacía natación, pero no podía. Tenía que ir al vestuario de varones. No podía estar desnuda frente a otros varones o viéndolos a ellos caminando libremente con sus penes al aire. Estaba así, tapadísima, y todos ellos así, como si nada. Claro, tuve que dejar. No podés, no están habilitados esos espacios. Y a mí me encantaba la natación”.
Las mujeres trans, sin embargo, suelen pasar por experiencias más hostiles en la calle porque sus cuerpos están más sexualizados. Además, Torre explicó que los varones trans “dan cuenta de un privilegio respecto de las mujeres trans”. Lo asocian con que ellos “no rompieron con el privilegio de ser varones para hacer una transición a un género socialmente visto como inferior”.
En cuanto al acoso callejero, para las mujeres trans opera con “mayores niveles de hostigamiento y degradación”. Y, aunque en menor medida, los varones trans también sufren acoso y dominación en el espacio público por parte de los varones cis. Las mujeres trans habitan la noche mucho más que las mujeres cis, a pesar de que la calle también es un peligro para ellas. “La oscuridad les permite otra clase de protección, no son tan vistas y, por ende, son menos juzgadas. Las mujeres trans son relegadas por la sociedad a la noche: es el horario que se les asigna. Y, casi automáticamente, la noche se asocia con el trabajo sexual. Una vez más, hacen lo que pueden y no necesariamente lo que quieren”, sostienen los autores del estudio.
Sin embargo, tal como el trabajo resalta en varias partes y Torre destacó en la presentación, se reconoce “un avance radical” en los últimos años en Montevideo en lo que respecta a las formas de violencia y a la apropiación del espacio. A pesar de la constante actitud segregadora de la sociedad, la población trans ha logrado “definir su propio territorio y su perspectiva del mundo”. La investigadora señaló que una de las cuestiones que más han contribuido a la percepción de un avance fue la campaña por la Ley Integral para Personas Trans, que, además de facilitar el acceso a derechos que deberían estar garantizados, permitió que fuera la propia población afectada la que manejara –en gran medida– el discurso público a favor de su aprobación.
Algunas voces de personas trans IV: ¿Avanzamos?
“Está ahí, latente, sigue existiendo y se percibe, se palpa, se siente y se vive. El punto es que se vive de manera diferente. La violencia, hoy en día, está en que quizá no te griten ‘puto’, pero tampoco te dan trabajo. La violencia está en que quizá no te agarren patotas como lo hacían antes, impunemente, pero sí te asesinan en lo oscuro y a solas”.
Algunas cifras
El estudio “Población trans en Montevideo” fue realizado en 2013 por la Facultad de Ciencias Sociales y la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Universidad de la República y el colectivo Ovejas Negras. Los datos sobre la situación de las mujeres trans son esclarecedores en un panorama de prejuicios y desinformación.
La investigación mostró que sólo una de cada tres entrevistadas supera la línea de pobreza; 52% contrajo VIH, sífilis o hepatitis; 26% posee cobertura mutual. Además, aporta datos sobre la situación educativa y laboral: la mayoría abandona el sistema educativo en primaria o en los primeros años de secundaria; la ocupación predominante es el trabajo sexual (54%).
Sobre la situación residencial, el grueso de la población trans se concentra en unos pocos barrios: 50% vive en la Unión, Centro, Cerrito de la Victoria, Cordón, Villa Española, Ciudad Vieja, Tres Cruces y La Teja. Según explica el estudio que presentó Torre, que considera los datos del otro de 2013, “la población se concentra en torno al Centro y en la primera periferia, que envuelve los cordones prósperos del sureste y hacia el Prado, sin que prácticamente puedan encontrarse personas trans que vivan en los barrios más prósperos ni en la periferia más alejada, en una distribución ‘típicamente marginal’”.
Algunas voces de personas trans V: Acoso sexual callejero
“Siempre va a haber una cosa de poder-poseer, un objeto de calentura, un objeto de deseo. Entonces siempre estás como parada en ese lugar. Las diferencias que tenemos las trans es que somos aun más objetos que los cuerpos mujer cis. Esa es la diferencia, que nos coloca en un lugar más de objeto y más de fantasía. Entonces ahí es más jodida la cosa, porque es más violento el intercambio”.
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