Patricia Pato Poloni y César Sapo Gamboa se conocieron hace poco más de ocho años, fue “amor a primera vista”. Entre aquella noche y el nacimiento de Nahuel, Pato y Sapo fueron construyendo su historia.
Era carnaval de 2018 y estaban en Punta del Diablo. La menstruación de Pato no llegaba. El embarazo era una posibilidad porque ya no estaban usando métodos anticonceptivos. Habían decidido poquito tiempo atrás que si venía, venía. Y vino al toque.
Cuando llegaron a Montevideo compraron un test de embarazo. La ansiedad hizo que Pato no pudiera esperar al posible futuro padre para hacerlo. Contuvo la orina por más de tres horas, como indica la prueba, pero entre tanto aguantar y tanta ansiedad el test salió mal. El resultado: indescifrable. No salió ni la rayita que aparece cuando la prueba se hace mal.
Ante la incertidumbre y el miedo de que otro test rápido resultara incomprensible, resolvieron recurrir a un análisis de sangre. Los resultados demoraron unos días. Pato estaba segura de que estaba embarazada. Lo intuía. Sapo fue el encargado de leer el resultado. Sin mediar palabra, lloraron de emoción. También llegó otra reacción: “¿Y ahora, qué hacemos?”.
“Cuando leí ‘positivo’ me entraron una cantidad de dudas y miedos. También mucha alegría y felicidad. Es una sensación que nunca había sentido y que creo que no voy a volver a sentir. Una emoción demasiado fuerte. Nos mirábamos, nos reíamos, nos abrazábamos, llorábamos, nos pasaba todo junto”, cuenta Pato.
Después de la euforia inicial, la pareja empezó a evaluar las distintas maneras en las que podían transitar el embarazo y el parto. En ese momento surgió un dato que no habían discutido hasta entonces: Pato quería dar a luz en casa. “Dije: ‘¿Lo qué? ¿Qué necesidad, Pato?’. Porque la verdad es que no tenía ni idea”, recuerda Sapo. “Me di cuenta de que tener un hijo es un mundo aparte, en lo que tiene que ver con el embarazo pero también con el parto, que la mayoría de la gente –o al menos desde el lugar en el que estábamos nosotros y en el que está mucha gente que conozco– no lo tiene muy en cuenta, porque se hace de determinada manera y no se cuestiona mucho si hay otras posibilidades. Pasás el embarazo, te hacés los controles, tal día lo tenés, es en el hospital y chau. No concebía otra forma, más que nada por un tema social. No concebía tener un bebé afuera de un hospital”.
Pato y Sapo iniciaron entonces la búsqueda de asesoramiento. En ese proceso se encontraron con Nacer Mejor, una organización civil creada hace 21 años para acompañar a parejas y personas gestantes durante el embarazo y el nacimiento. Marcaron una entrevista pensando exclusivamente en el parto. Sin embargo, al llegar se dieron cuenta de que el acompañamiento era más amplio e incluía también la etapa de la gestación. Consiste en dos horas semanales de yoga y otras dos horas de talleres sobre temas diversos vinculados con el embarazo y la crianza, durante unos tres meses, sin importar si el parto es domiciliario o institucional.
El proceso es físico pero también emocional. “Los talleres nos sirvieron mucho para entrar en ‘modo padres’, porque es un cambio tremendo de vida. Pasás de ser hijo a ser padre, entonces está bueno para meterte en el viaje. Por lo menos para el hombre, porque la mujer ya lo está viviendo en su propio cuerpo, pero uno lo vive medio de costado”, asegura Sapo mientras sostiene en sus brazos a Nahuel, que ya pasa los siete meses. Dice que también sirven para tener herramientas durante el parto: “Es un momento en el que todo pasa al mango y se vive muy fuerte, está bueno haber pasado por esa experiencia para saber cómo podés apoyar”.
Para Pato, “hay muchos avances médicos y tecnológicos; gracias a todo eso se salvan vidas, pero se ha medicalizado muchísimo el tema del embarazo y el parto”. Su pareja coincide, y afirma que “hay determinadas prácticas médicas que se llevan adelante todo el tiempo que están hechas de determinada manera y no se cuestionan mucho”. La mención sobre el control del sistema médico disparó en Pato el recuerdo de un episodio particular. Unos días antes de parir, cuando estaba de 37 semanas, fue a hacerse unos exámenes de sangre de rutina que revelaron que tenía las plaquetas bajas. Si las plaquetas están muy bajas puede haber problemas en la coagulación, elemento de riesgo en el embarazo, entonces mientras le hacían más estudios permaneció internada.
“Nos acababan de internar para ver los resultados y el ginecólogo ya quería programar una cesárea”.
Patricia Poloni
La experiencia no fue buena. “En un momento me tenían que hacer una ecografía y me llevaron en una silla de ruedas. En la silla me mareé y pedí por favor que me dejaran ir caminando. Me dijeron que no, que tenía que ir en la silla de ruedas. ¿Por qué tratarme así? Sentís que no te están contemplando como persona, y estás viviendo el momento más importante de tu vida, que es el nacimiento de un hijo. Entonces, ¿por qué no me escuchás cuando te digo que me mareo? ¿Por qué no me escuchás si te digo que necesito pararme para parir y no estar acostada? Es como que la mujer embarazada y al parir está súper controlada y la tratan como si estuviera en situación de discapacidad o enferma”, cuestiona Pato.
No fue el único episodio. Al otro día, un ginecólogo al que no habían visto nunca les dijo que quería programar una cesárea para dentro de 72 horas. “Nos acababan de internar para ver los resultados y él ya quería programar una cesárea”. Dicen que fue como un balde de agua fría, pero no cedieron y le dijeron al médico que no iban a programar nada hasta que no tuvieran los resultados que faltaban. “El médico reaccionó muy violentamente cuando nosotros nos negamos y nos quiso transmitir miedo. Me preguntó delante de Pato: ‘¿Usted está entendiendo que se puede morir su compañera y se puede morir su bebé?’”, recuerda Sapo, y asegura que fue una situación muy fuerte porque hay una relación desigual, una asimetría de poder entre el médico y los usuarios. “No tenés las mismas herramientas para discutir, no es un ‘tú a tú’. Ya sabíamos que esos atropellos eran muy comunes. Pero ante una situación así qué decís, si te dicen que se puede morir tu compañera o tu hijo, si no tenés información; no puede ser que te pasen por arriba así y que decidan de esa manera sobre algo tan importante”.
El ginecólogo dejó la sala y Pato no podía parar de llorar. “Quedamos totalmente destruidos. No es justo que te hagan eso, que manejen la información de esa manera y que quieran armarte tu programa en base a ellos de una manera tan violenta, en un momento tan especial”, afirma. Los dos se fueron haciendo la idea de que tenían que barajar otras posibilidades para el parto.
Al final, los resultados mostraron que todo había sido un error de la máquina que hace el conteo de plaquetas. “Si nosotros le hubiéramos dicho que sí al ginecólogo todo hubiera seguido de largo hacia un nacimiento por cesárea, dos semanas antes de la fecha en la que nació él”, reflexiona Sapo. Su compañera acota: “Cuando ya había dado todo bien las enfermeras nos seguían preguntando por qué nos queríamos ir a casa si ya estábamos en 37 semanas y el bebé ya estaba por nacer. Era como que nos querían retener ahí, fue una pesadilla”.
“Si nosotros le hubiéramos dicho que sí al ginecólogo todo hubiera seguido de largo hacia un nacimiento por cesárea, dos semanas antes de la fecha en la que nació Nahuel”.
César Gamboa
En sus propios tiempos
“Ese día me desperté a las cinco de la mañana con muchas ganas de orinar, pero no me podía levantar de la cama. Me dolía y le pedí a Sapo que me ayudara, pero estaba dormido. Me empecé a reír y me hice pichí. Empecé con dolores y con contracciones leves”, rememora Pato.
“Pasamos el día tranquilos, acompañándonos. Cuando las contracciones empezaron a ser más fuertes dijimos: ‘Es ahora’”, dice Sapo. Ahí se fueron para la casa de los padres de Pato. Empezaron los dolores fuertes y llamaron a la partera. Cuando llegó apenas había dilatado.
Sólo podía aguantar las contracciones estando parada. Pato recuerda que las piernas le temblaban sin parar. La partera le dijo que probablemente pariera al otro día. “No aguanto todas estas horas con estos dolores tan fuertes”, pensó Pato. El dolor se hizo inaguantable y el trabajo de parto se redujo a dos horas.
“Estaba en cuclillas, con una mano en la cama. En un momento no aguantaba el dolor y se transformó. Acomodó a quienes estábamos ahí a su gusto. Se agachó, pegó tremendo grito y parió. Pujó dos veces y salió la cabecita. Pujó otra vez más y salió el resto del cuerpo”, cuenta Sapo.
“Enseguida me lo pusieron en el pecho, con el cordón y todo. Sapo cortó el cordón y estuvimos un rato abrazados hasta que lo agarró el papá, porque yo tenía que sacar la placenta. Como me desgarré, me tuvieron que dar unos puntos. Cuando pensás que terminaste tenés que hacer que se prenda de la teta”. Después “nos quedamos ahí, tranquilos, toda la noche”, recuerda Pato. Al otro día del nacimiento fue a ver al bebé una pediatra, que hace un seguimiento los primeros cinco días de vida.
Así nació Nahuel, el 24 de noviembre. Para Pato y Sapo la experiencia fue “alucinante”, aunque aclaran que no todos los partos son seguros como para que se desarrollen en la casa. Se tienen que dar ciertas condiciones.
Una de las obstetras parteras de Nacer Mejor, Sylvia Sosa, explica: “El primer factor es que no existan antecedentes de relevancia en la salud de la mujer que nos hagan pensar que estar fuera de la institución durante el parto pueda significar un riesgo de salud. Segundo, que el embarazo haya sido debidamente controlado, que todos los estudios hayan dado bien y que a lo largo del embarazo no hayan aparecido indicadores que nos hagan pensar que estar fuera de una institución es un riesgo para esa mamá o ese bebé”.
El tercer factor tiene que ver con que ese nacimiento sea asistido por técnicos calificados que cuenten con el equipo necesario para afrontar una situación de emergencia obstétrica. Esto incluye tener sí o sí un plan de traslado en caso de que esto sea necesario durante el trabajo de parto o el nacimiento. “Tener diseñado este plan de traslado implica saber bien a qué distancia estamos del prestador de salud de referencia, cuánto tiempo nos llevaría llegar allí y en qué vamos a ir. Saber si contamos con la posibilidad de llamar a una emergencia móvil o cuál es el plan más rápido de traslado que tenemos en caso de que sea necesario. Todos esos aspectos siempre deberían ser tenidos en cuenta a la hora de evaluar la seguridad para cada nacimiento”, asegura Sosa.
Existen opiniones encontradas acerca del parto en domicilio. El Ministerio de Salud Pública (MSP) lo desaconseja y asegura que no hay mejor lugar para parir que el hospital, ya que tiene el equipamiento necesario para garantizar mejores resultados y proteger la salud de la mamá y el bebé en caso de cualquier emergencia que pueda surgir. Nacer Mejor no recomienda ninguna de las dos maneras en particular: para la organización, la elección se tiene que basar en lo que la pareja o la persona gestante sienta que es más cómodo y seguro.
“Si el sistema de confianza de la mujer, que es la que va a parir, está puesto en la institución, en los médicos, en las tecnologías y demás nos parece que está bien que su plan para el nacimiento sea institucional. Si siente que el lugar en el que va a estar mejor asistida y atendida es su casa, entonces está bien un parto en casa”, dice Sosa. Esto último siempre y cuando se den todas las condiciones.
Para Gonzalo Vidiella, ginecólogo de referencia en parto humanizado y ex profesor adjunto de Clínica de Ginecología de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República (Udelar), los dos elementos clave para elegir el parto en casa es que sea un embarazo de bajo riesgo y que el proceso de asistencia sea realizado por personal capacitado especialmente para ese tipo de partos. “Saliéndose de esas condiciones no sería aconsejable un parto en domicilio, pero teniendo esas condiciones es excelente, es una buena posibilidad”, asegura el profesional. Sobre las razones por las cuales el MSP desaconseja el parto en casa, Vidiella asegura que los números de Nacer Mejor muestran que el índice de traslados “es muy bajo” y que las complicaciones de los recién nacidos “son mínimas”, y además “el índice de cesáreas también baja muchísimo”. Según esos mismos números, “no hay nada que demuestre que aumenten los riesgos comparado con un parto institucional”, dice el ginecólogo, y agrega: “Es más, disminuye las intervenciones médicas muchas veces innecesarias”.
Pato dice que lo que importa no es dónde sea el parto: lo importante es disfrutarlo y estar cómoda con la decisión que se toma. “Creo que el parto es sentirse bien. Yo me sentía bien en una casa, hay personas que se sienten más tranquilas en un hospital”, dice la reciente mamá. “No importa dónde sea el parto, lo importante es que sea humanizado”.
“El SNIS no cuenta aún con un sistema de regionalización y traslado, con maternidades de referencia, con formación de profesionales y sistemas de referencia y contrarreferencia para incluir el parto domiciliario como una práctica segura y de calidad, prerrequisito para que pudiera desarrollarse una política pública al respecto”.
Leonel Briozzo, profesor titular de Ginecotocología de la Facultad de Medicina de la Udelar
Avances institucionales en Uruguay
La “humanización” es un término que fue acuñado por el destacado perinatólogo Roberto Caldeyro Barcia en los años 70. Leonel Briozzo, profesor titular grado 5 de Ginecotocología de la Facultad de Medicina de la Udelar y jefe de la maternidad del Centro Hospitalario Pereira Rossell (CHPR), explica que este término “se contrapone a la medicalización innecesaria del proceso del nacimiento, que lleva entre otras consecuencias al intervencionismo innecesario, el desempoderamiento de la mujer en el proceso del parto y en su extremo, a prácticas que se consideran incluso como de violencia, como es el caso de la violencia obstétrica”.
Briozzo explica que la humanización del nacimiento es la prioridad actual en la maternidad del Uruguay. “El Sistema Nacional Integrado de Salud [SNIS] no cuenta aún con un sistema de regionalización y traslado, con maternidades de referencia, con formación de profesionales y sistemas de referencia y contrarreferencia para incluir el parto domiciliario como una práctica segura y de calidad, prerrequisito para que pudiera desarrollarse una política pública al respecto”, explica.
Según la reglamentación vigente, que data de 2012 y es conocida como “Documento de maternidades”, se propone avanzar en la estrategia de humanización en las instituciones que integran el SNIS, conformando así la propuesta de humanización institucionalizada del nacimiento. En términos de infraestructura, sugiere que se debe avanzar en la universalización de las “salas de nacer”, las maternidades únicas (complementando los subsectores públicos y privados) y las casas de nacer en los centros institucionales.
Briozzo afirma que “el derecho a decidir dónde tener su nacimiento es de la mujer gestante”, y agrega que “la obligación profesional es asesorar adecuadamente acerca de dónde es más seguro hacerlo, acompañando calificada y humanamente el proceso del nacimiento y actuando de manera diligente y capacitada, cuando así sea necesario”.
En opinión de Mara Castro, directora del Hospital de la Mujer del CHPR, “el parto debe ser en una institución de asistencia, donde se encuentren todas las medidas de seguridad, tanto para la madre como para el feto”. Según la profesional, en nuestro país el parto en domicilio no da las garantías suficientes. “Obviamente hay experiencias, que no están contabilizadas. Son datos que estaría bueno tener, han sido unas cuantas”.
“El parto debe ser en una institución de asistencia, donde se encuentren todas las medidas de seguridad, tanto para la madre como para el feto”.
Mara Castro, directora del Hospital de la Mujer del CHPR
Acerca de los riesgos, Castro explica: “Un parto que viene en un proceso adecuado, que es considerado de bajo riesgo, en el que no hay elementos para pensar en que haya complicaciones, también se puede complicar. En ese momento, si estás en domicilio y no contás con los elementos necesarios para que ese parto, que se transformó de un momento a otro en un parto de riesgo, vuelva a tener la seguridad de que no va a sucederles nada a la madre ni al feto, estamos arriesgando mucho en el proceso de nacimiento”, y agrega que se trata de un “riesgo que puede ser totalmente evitable”. Por eso considera que “más allá de la libertad que tenemos todos de seleccionar cómo queremos que nazcan nuestros hijos, lo primero en lo que tenemos que pensar es en que todavía no estamos preparados para dar la seguridad que existe en el ámbito institucional en domicilio”.
Castro contó que el CHPR y la Administración de los Servicios de Salud del Estado trabajan enfáticamente en la humanización del parto. “Las salas de nacer del CHPR son las más grandes del país, tanto del sector público con del privado. Tienen mucha comodidad para que la mujer pueda deambular con su pareja o con quien decida tener el proceso de trabajo de parto, y con todas las herramientas necesarias para que ella elija cuál es la manera en la que se siente más cómoda para tener el parto. Tiene la libertad de traer herramientas que ella considere que necesita para transcurrir el proceso, y también tiene la privacidad adecuada”, detalla.
Además, el recién nacido no se separa de la mamá durante todo el proceso. De hecho, un indicador clave en este sentido es la ligadura tardía del cordón umbilical. Antes se hacía en forma inmediata, no se esperaba para cortar el cordón. Ahora, según datos de 2018, más de 85% de los partos tienen ligadura oportuna del cordón. “Esto quiere decir que se mantiene al recién nacido sobre su mamá hasta que deja de latir el cordón”, explica Castro.
También se estimula la lactancia precoz, en menos de dos horas después del parto. Ante una emergencia, en la sala hay termocunas, que permiten que si el recién nacido nace con algún problema pueda realizarse una reanimación u otros procedimientos al lado de la mamá.
“Todo esto y otras cosas más en las que venimos trabajando desde esta maternidad apuntan a la humanización del parto”, concluye Castro. “Hemos avanzado mucho para ofrecer un parto que, además de ser seguro, tenga cada vez más elementos de humanización, en el entendido de que esto aporta para disminuir las intervenciones que los equipos realizan sobre la mujer y los procesos de nacimiento”.