Una puerta angosta en una sala completamente blanca es la entrada a la completa oscuridad. La primera reacción es agarrarse de las paredes, tantear el camino con los pies y seguir avanzando con la esperanza de que, quizá, en algún momento, haya claridad. Eso sucede 17 metros después, cuando el pasillo decanta en un reducido cuarto en el que se vislumbran tres pantallas y un sillón. La disposición invita a sentarse, mirar y escuchar. Sobre todo a escuchar. La instalación se llama “Estar igual que el resto”, es el último trabajo de la artista visual uruguaya Pau Delgado Iglesias y podrá visitarse hasta el 1º de setiembre en el Museo Nacional de Artes Visuales.
La artista se propuso explorar cómo las personas no videntes construyen sus identidades, elaboran sus ideas sobre la otredad, experimentan las relaciones sexoafectivas y, en general, viven la sexualidad cuando las imágenes están ausentes. Es decir, cómo los valores sociales, afectivos y hasta políticos se configuran más allá de lo que vemos. Delgado Iglesias –que también es economista, docente y columnista del semanario Búsqueda– intenta ahondar además en lo que significan los estereotipos de belleza para las personas que no ven en un mundo que, para quienes sí pueden ver, está “hipervisualizado”. Las personas entrevistadas abordan este tema desde distintos aspectos: una chica se pregunta “qué carajo es tener ‘cara linda’”, otra plantea para qué sirve maquillarse, otro cuenta que salió con una chica a la que todos sus conocidos calificaban de “gordita” y no entendía por qué elegían resaltar esa característica. Sus reflexiones invitan a pensar en medio de esa oscuridad que la artista creó para que cada persona que elija sentarse en ese sillón se sienta inmersa en la experiencia.
La obra es el resultado de cinco años de investigación y conversaciones con personas de Argentina, Chile, Cuba, Paraguay, Perú, Reino Unido, Suiza y Uruguay que nacieron ciegas o perdieron la visión a muy temprana edad. En diálogo con la diaria, la artista dijo que, en el fondo, la exposición invita a cuestionar el “poder hegemónico de la mirada”, que no es más que el ojo “del hombre blanco, heterosexual, de clase privilegiada”.
¿Cómo surge esta idea de trabajar el poder de la mirada desde la perspectiva de las personas no videntes?
Trabajé siempre el tema de la mirada, es un tema que me interesa mucho. Como mujer feminista entiendo que la mirada siempre ha estado muy atada a las estructuras de poder. Me interesa plantear cómo construimos la mirada, algo que tenemos muy naturalizado como biológico y natural, ¿no? Esta idea de que lo que veo es la realidad y, sin embargo, tenemos bastante definido culturalmente qué es lo visible, qué es lo invisible, qué podemos mirar, qué no podemos mirar, cómo decodificamos lo que miramos y cómo no lo decodificamos. Entonces me parecía interesante esta experiencia de las personas con ceguera de nacimiento en dos sentidos. Por un lado, en lo que esas personas nos pueden contar de cómo hay otras maneras de experimentar la vida, desde otras voces o perspectivas. Y, por otro lado, cómo la mirada construida socialmente también permea en las personas que no ven y de pronto eso se traduce en patrones de preferencias o de intereses que están directamente relacionados con lo visual, incluso cuando lo visual no existe.
En la presentación de la exposición decís que una de las cuestiones que explorás es cómo se construyen las identidades cuando las imágenes están ausentes, en particular las identidades sexuales y de género. ¿Cómo lo abordaste?
Por distintos lados. Por un lado, cuando pienso en la construcción de las identidades de género pienso en cómo reproducimos la performance de género como buenas y buenos alumnos de manera que nuestro aspecto, nuestra forma de movernos y nuestra forma de estar en el mundo, si somos personas cis, corresponden muy bien con lo que se espera. Entonces me interesaba saber qué tanto las mujeres y los hombres que nunca vieron reproducen esta performance de género, una cuestión que hace a temas relacionados con la apariencia cuando no está la dimensión visual. En este sentido tenemos a mujeres ciegas que se maquillan y que intentan conceptualizar el maquillaje o entender qué significa maquillarse. Aparece este comentario muy hermoso de una chica uruguaya que se llama Sofía, que sobre esto dice: “Yo sentía como que me estaban arreglando la cara para que todas las imperfecciones que tengo, por ese momento, no se vieran”. Y es un poco eso, ¿no? A mí lo que me interesa de este trabajo es poner en discusión esto de que creemos que lo que vemos es la realidad y no somos capaces de entender este factor de estructura de poder de la mirada construida, que nos hace ver determinadas cosas. Estamos en un lugar en el que creemos que porque vemos tenemos el conocimiento, decidimos nuestras acciones o elegimos lo que más nos gusta. Pero cuando nos enfrentamos a estas cosas que nos cuentan las personas ciegas nos preguntamos: ¿por qué se maquilla una persona ciega?, ¿por qué tiene Instagram una persona ciega?, ¿por qué a una persona ciega le gustan los ojos azules? El problema es que no nos hacemos esas preguntas a nosotras mismas o nosotros mismos. Para vos, que ves, ¿qué significa todo esto? Ahí creo que está la clave.
Una de las chicas entrevistadas dice que la persona no vidente que se saca selfies y las sube a Instagram, una red social especialmente visual, al final, “no es tan ciega”. Son disparadores que nos hacen cuestionar el uso que les damos a diario a las redes sociales las personas videntes.
Claro, te ponen un espejo, hacen que te preguntes: ¿qué es bien lo que estoy haciendo? O por lo menos a mí me hace pensar eso y me interesa compartir esa reflexión. La curadora de la exposición, que es la argentina Andrea Giunta, llama a “descolonizar la mirada” y justamente es eso, es quitarle este poder tan hegemónico a la mirada, sacarle los velos que no nos dejan ver todo lo que hay atrás de esas estructuras de cómo miramos. Hay muchas teóricas que hablan sobre esto, por ejemplo Donna Haraway habla mucho sobre el tema de la mirada y el “truco de Dios”, como le llama ella a esto de “ver todo desde ningún lado”, esa mirada universal que parece que es la que todos y todas tenemos pero que en realidad no lo es. Esa persona, ese ojo universal, dice ella, en realidad corresponde a la mirada del hombre blanco, heterosexual, de clase privilegiada. Entonces hablar desde otros lugares o explorar esos otros lugares también es desmontar un poco ese poder incuestionado de cómo aprendemos a ver.
Arte y feminismo
Pau Delgado Iglesias aseguró que su obra es “feminista”, habló sobre el feminismo artístico, la subrepresentación de las mujeres en el arte y también ahondó en la necesidad de que, en este rubro, la mujer deje de aparecer sólo como “objeto de deseo”. Al mismo tiempo, pidió no “encasillar” a las artistas feministas y repasó su trabajo sobre las masculinidades.
Gran parte de tu obra está atravesada por cuestiones de género y una crítica a los estereotipos heternormativos. ¿Considerás que el tuyo es un arte feminista?
Sí, porque siempre me interesa, desde mi lugar, empezar a desmontar lo que tomamos por dado, desmontar estas perfectas performances de género o desmontar algún discurso, y hacer que la gente se enfrente con una reflexión. Pienso en mi trabajo anterior, “Cómo sos tan lindo”, que también fue re largo y era sobre masculinidades. Cuestionaba cómo era el vínculo del hombre con su cuerpo, con su belleza física, con la desnudez, con los discursos de masculinidad. Qué les pesa y qué no de los estereotipos. Siempre estoy intentando cuestionar estereotipos, cuestionar la mirada mediática y la mirada cultural, que no sé si nos hace muy bien.
¿Cuáles son los principales aportes del feminismo artístico al arte?
Pienso en todo lo que tiene que ver con la dimensión de los cuerpos y la sexualidad, pero también todo lo relacionado al trabajo impago, al trabajo reproductivo, al medioambiente, a las maternidades. Yo creo que mi trabajo es feminista pero no sé si es bueno encasillar a “las artistas feministas” o a tal artista como “artista feminista” como para que no se estabilice esa categoría, para que no quedemos reducidas a esa categoría. Creo que las artistas que somos feministas llevamos esa manera de pensar y de entender este mundo a las cosas que hacemos. Y muchas veces creo que algunas mujeres que no se entienden feministas igual pueden tener un trabajo que sea feminista o que aborde demandas feministas. Creo que muchos de los temas que el feminismo siempre se ha preocupado por tratar, atender, reflexionar, se ven a través de algunos trabajos.
¿Cómo están representadas las mujeres en el arte?
El otro día otra periodista me preguntaba si yo, como mujer artista, sentía que me costaba más, y yo le decía que no pasa por cómo yo me sienta o por lo que yo crea. Los números dicen que las mujeres estamos en el horno en todos los sectores en general y en el arte en particular, no es la excepción. Las estadísticas acá en Uruguay no están muy armadas, pero los datos que hay a nivel global muestran que tenemos menor acceso a exposiciones individuales en museos, galerías y bienales, hay menor cobertura periodística de nuestros trabajos, menor valor en el mercado de venta de obras, menos nominaciones a premios, menos envíos a la Bienal de Venecia. Puntualizar esto no significa que nos estemos victimizando, es lo que dicen los números, y creo que es bienvenido cada esfuerzo por mejorar eso. Las estadísticas y los datos siempre han sido grandes aliados de las feministas, porque cuando vos me hacés esa pregunta yo sé que no importa cómo ha sido mi experiencia personal, sino que hay que tener la conciencia política de que la realidad es esta que muestran los datos.
En 1989, el grupo The Guerrilla Girls denunció que menos de 5% de los artistas expuestos en el Metropolitan Museum de Nueva York eran mujeres, pero 85% de los desnudos eran femeninos, y se preguntaban: “¿Tienen que estar desnudas las mujeres para entrar en el Met?”. Esto nos habla de esta subrepresentación de las artistas que mencionabas, pero también del lugar al que ha estado relegado el cuerpo femenino durante toda la historia del arte.
Es así y pienso que históricamente ha sido así el modo en el que las mujeres somos representadas visualmente en arte, cine, publicidad, moda, etcétera. Todas las áreas de la cultura siempre van por el mismo lado. De hecho, cuando en 2005 hice “Cómo sos tan lindo” tenía un poco que ver con sacar el foco de ahí. ¿Qué pasa con los cuerpos masculinos? ¿Qué pasa con los cuerpos masculinos desde el lugar de la belleza? A veces me da la sensación de que la mirada de los artistas masculinos se centra en los cuerpos de las mujeres y después, cuando nosotras hablamos o reflexionamos sobre nuestros cuerpos, nos volvemos a centrar en nuestros cuerpos y una se agota; es como que estamos dentro de un círculo del que no podemos salir. Entonces ese trabajo con las masculinidades fue un intento de correrme de ese lugar y preguntarme cómo miro yo el cuerpo del hombre. ¿Cómo encuentro yo el cuerpo del hombre bello? ¿El hombre cómo se muestra a sí mismo? ¿Qué tanto se bancan los hombres la desnudez de otro hombre? Lo más fuerte de todo el trabajo de las Guerrilla Girls es que ellas han repetido las estadísticas 20 o 30 años después y siguen iguales o con muy poca diferencia. Entonces no es algo lejano que pasaba en los 80. No se cambió.
En estos meses se han estado organizando colectivos de actrices, músicas, murguistas, entre otras, para denunciar situaciones de desigualdad y discriminación que atraviesan en cada uno de los rubros por ser mujeres. ¿Qué desafíos tienen hoy las artistas visuales uruguayas?
Creo que para las artistas visuales, que también se han juntado en este tiempo, las dificultades son las mismas. Dificultades de acceso a exposiciones individuales y a retrospectivas, etcétera. La pintora uruguaya Petrona Viera es un caso paradigmático. Creo que en el Museo [Nacional de Artes Visuales] hay como 1.000 obras de ella, pero nunca se le hizo una muestra. Recién ahora se planea hacer una. Esto te habla mucho de la situación de las mujeres en el arte en Uruguay. La obra de Viera es hermosa, pero el canon siempre la consideró una artista menor. ¿Cómo romper esa manera de mirar, que siempre nos ha colocado en ese lugar secundario o en el lugar del objeto del deseo y nada más? Tal vez para las artistas visuales es más difícil que para las actrices y las músicas, porque es un colectivo todavía menos visible, ya que estar arriba de un escenario te da otra visibilidad. El de las artistas visuales es un rubro más solapado, pero hay mucho por hacer. En Argentina el colectivo de las artistas visuales ha hecho mucho. Acá hay una movida, un intento de juntarse. Ya aparecerán las primeras acciones.