Las mujeres atravesamos al menos dos etapas naturales e inevitables a lo largo de nuestras vidas: menstruamos una vez por mes durante al menos tres décadas y, después, comenzamos a transitar la menopausia. Esta última es definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el “cese permanente de la menstruación” y la disminución progresiva de la producción de estrógenos y progesterona.

La menopausia suele presentarse entre los 45 y 55 años, según la OMS, y tiene síntomas mucho más amplios que los estereotípicos sofocos y sudores nocturnos. Muchas mujeres sufren insomnio, problemas de concentración o memoria, confusión, pérdida de confianza y migrañas, problemas que a veces derivan en cuadros de ansiedad o incluso de depresión. Por todo esto, el impacto de la menopausia en la vida personal y profesional de una mujer puede ser significativo.

En una encuesta publicada el mes pasado por la clínica británica Newson Health, 94% de las mujeres consultadas aseguró que su desempeño laboral había sufrido a causa de los síntomas durante esta etapa y 53% dijo que sus colegas habían notado un “deterioro” en el ejercicio de su trabajo. Poco más de la mitad de estas mujeres se había tomado licencia médica por enfermedad –entre ellas sólo 7% dio como razón su menopausia– y una de cada diez había perdido más de ocho meses de trabajo por este motivo. De acuerdo con el mismo estudio, más de un tercio de estas trabajadoras se ha sentido incapaz de blanquear el problema con sus jefes, generalmente por el temor de ser objeto de burla o de que no se considere que su estado es un problema tan serio como para reducir la jornada laboral o directamente ausentarse.

La publicación del informe impulsó a un grupo de parlamentarias británicas de distintos partidos a iniciar la campaña #MenopauseAwareness para exigir la aprobación de políticas laborales que protejan a las mujeres en esta etapa de la vida y combatan el estigma y la desinformación que hay en torno al tema, según publicó esta semana el diario The Guardian. Porque si algo está claro es que pese a que la menopausia es –como la menstruación– una etapa biológica que vivimos todas las mujeres de manera inexorable, suele estar rodeada de prejuicios en la mayoría de las culturas y aparece como un tema tabú del que poco se quiere hablar.

“Mi mensaje principal es: la menopausia es el último tabú, porque todavía se mantiene oculto y sólo afecta a las mujeres y a las mujeres mayores. Es discriminación por edad y es sexismo, todo en uno”, asegura la promotora de la iniciativa, la diputada conservadora Rachel Maclean, en su página web oficial. La parlamentaria fue la primera en crear conciencia sobre los efectos de la menopausia en las mujeres en general, y en las trabajadoras en particular, en un discurso ante la Cámara de los Comunes que pronunció en julio de 2018 y que se viralizó en las redes. “Los gobiernos de todos los colores han logrado grandes avances en una amplia gama de problemas sociales”, prosigue Maclean. “Afortunadamente, ahora es normal hablar sobre salud mental, informar sobre la brecha salarial de género, combatir la violencia contra las mujeres y las niñas, luchar por la igualdad y hablar en contra de la homofobia y otras formas de odio. Pero en todo esto la menopausia parece ser el fantasma silencioso”. De hecho, el tema es tan tabú que la propia parlamentaria reconoció que no le prestó atención hasta que ella misma empezó a experimentarlo.

En declaraciones a The Guardian, la diputada laborista Carolyn Harris, quien también integra la campaña, comparó los derechos de las mujeres en la menopausia con los del embarazo. “Nadie soñaría con un lugar de trabajo en el que no tengas derecho a ciertas cosas por el hecho de estar embarazada. Pasa exactamente lo mismo para las mujeres con menopausia. Creo firmemente que debería haber una legislación que garantice que todas las empresas tengan una política de menopausia, al igual que tienen una política de maternidad”, afirmó.

El objetivo de las diputadas es que el tema se incluya en la agenda del actual gobierno de Reino Unido para que, eventualmente, se aprueben políticas que protejan a las trabajadoras que atraviesan la menopausia. Puede ser mediante medidas legislativas, si hiciera falta. En paralelo, Maclean asegura que debe hacerse un trabajo de sensibilización y capacitación centrado en tres áreas: salud, educación y empresas; en particular en las empresas, porque a su entender “los empleadores deben hacer más” por las mujeres que atraviesan la menopausia, como por ejemplo permitir que puedan tener tiempo libre, cambiar los turnos o modificar las condiciones de trabajo cuando los síntomas sean especialmente intensos. Pero primero tienen que informarse y entender.

El año pasado, un tribunal escocés especializado en asuntos laborales falló a favor de Mandy Davies, quien denunció a su empresa por ser despedida a causa de su menopausia. Davies testificó que había sufrido hemorragias, pérdida de memoria y confusión debido a una medicación que estaba tomando para aliviar los síntomas y que su empleador la discriminó por presentar una “discapacidad”. El tribunal escuchó su relato, analizó el historial laboral de Davies –de casi dos décadas y sin incidentes– y finalmente falló a su favor: dictaminó que la mujer debía ser reintegrada y recibir una indemnización de 17.000 dólares. La otra parte todavía está analizando la posibilidad de apelar la decisión. En cualquier caso, la denuncia de Davies puso en el tapete un tema que, según el conteo de la propia Maclean, en el Parlamento británico fue mencionado “al pasar” 24 veces en los últimos tres años aunque nunca como un tema de debate.