El 4 de agosto fue un día más para Agustín Cheda y su familia. Se levantaron cerca del mediodía porque la noche anterior habían tenido un cumpleaños que duró hasta la madrugada. Desayunaron tarde y no se preocuparon mucho por el almuerzo, aunque la opción del delivery surgió en algún momento como un comentario al pasar. Los planes para el resto del día no iban a ser muy distintos a los de otros domingos: mirar la tele, tirarse en el sillón a chequear las redes sociales, mantener la clásica flojera de un domingo invernal. Disfrutar de estar juntos. Tal vez, más cerca de la noche, cambiarían de canal para conocer los resultados del prerreferéndum que se realizó para derogar la Ley Integral para Personas Trans.

La familia de Agustín –un adolescente trans de 17 años que asumió su identidad de género hace casi tres– estaba segura de que la iniciativa impulsada por el diputado del Partido Nacional Carlos Iafigliola fracasaría. “Nunca nos preocupó que saliera adelante el prerreferéndum. Ni su propio partido lo apoya”, aseguró Patricia Gambetta, madre de Agustín, a la diaria. Y reconoció que “lo que más les indigna” no son ni las declaraciones de Iafigliola ni la campaña que impulsó contra la ley trans, sino “que haya gente que le crea, sin ser capaz de ir a la fuente y averiguar sobre el tema”. Iafigliola “empezó a juntar firmas antes de que se aprobara la ley, diciendo cualquier disparate, incitando al odio y con mentiras. Lo que hizo fue agarrar la ley, descuartizarla a su gusto y cambiar toda la información para ponerla a su servicio. Nunca vi tanta interpretación errónea sobre algo y con tanta malicia”, agregó Patricia.

Eduardo Cheda, su esposo, coincidió en que el prerreferéndum no fue algo que les preocupó, aunque reconoció que la campaña los puso “tristes” y los “enojó”, porque “tergiversaron todo” y “utilizaron una herramienta muy movilizadora como el miedo”. Desde la otra punta del living, con las manos cerca de la estufa, Agustín complementó: “Fue una campaña de desinformación. Con mis amigos pensamos: qué ganas tenés de cagarle la vida a otra persona; es de mala gente. Viene a meter el dedo en la llaga, como diciendo: ‘Ah, ¿tenés la vida complicada? Bueno, te la voy a complicar más’”.

Para Eduardo, la iniciativa va a terminar siendo “contraproducente” para el diputado y los sectores que lo apoyan, y “muy buena para la sociedad”. Especialmente, dijo, va a “hablar muy bien de Uruguay”, que, en su opinión, ya es “un ejemplo a nivel internacional en materia de derechos”. Y no puede dar marcha atrás.

Agustín, Patricia y Eduardo forman parte del colectivo Trans Boys Uruguay (TBU), el único en el país que hoy en día nuclea a varones trans y a sus familias. Que estén involucradas familias no es un dato menor. Agustín tenía 14 años cuando asumió su identidad de género y fue uno de los primeros casos de niñez y adolescencia trans en visibilizarse en Uruguay. Su historia tuvo especial repercusión cuando salió en el programa Santo y seña, del Canal 4. “Al principio no estábamos muy convencidos sobre si salir o no, pero la realidad es que ese programa marcó un antes y un después, porque lo que hizo fue traernos familias, sin importar si se trataba de un varón trans o de una mujer trans”, explicó Patricia. “No había un colectivo de familias, por eso a Rodrigo [Falcón, presidente de TBU] le copamos el colectivo y le sumamos el ‘familia, niñeces y adolescencias’. Esto es importante, porque la contención familiar y el abordaje desde la familia es fundamental”, afirmó la mamá y activista.

Patricia siempre cuenta en las actividades y las charlas a las que es invitada que gracias a su hijo inició la militancia en la diversidad. Pero, para ella, esta militancia es mucho más que una actividad extracurricular: “Toda la vida estuve buscando algo que realmente me gustara hacer y nada de lo que hacía me gustaba. Agustín me lo dio. Que me haya tocado vivir esta situación es una bendición para poder ayudar al resto y para seguir concientizando y visibilizando lo que viven las personas trans. Es divino. El pago que sentís por este trabajo es el amor, y eso no hay dinero que lo iguale”.

Lo primero es la familia

La familia de Agustín aparece como modelo a seguir ante los ojos de muchas personas trans que viven el rechazo y la exclusión una vez que logran verbalizar con sus familiares cómo viven su identidad de género. Agustín estaba en tercero de escuela cuando se dio cuenta de que “había algo que no encajaba”, pero no sabía bien qué era. Tres años después, cuando ya estaba en sexto, encontró un video en Youtube de un chico trans que le estaba contando el proceso a su familia. “Ah, esto es lo que me pasa a mí”, pensó, y se tomó un año para procesarlo. “Durante todo ese año estuve tirando un par de indirectas para ver cómo se lo podían tomar en casa y se lo dije cuando estaba en segundo de liceo, que fue cuando arrancamos a planear el cumpleaños de 15”, recordó Agustín.

También recordó el miedo que sentía. “La gran mayoría de las historias que yo leía terminaba con los padres pateándolos para afuera, entonces tenía pila de miedo. Pero llegó un momento en el que dije: ‘Me pateen para afuera o no, se lo tengo que decir’”. Ese día llegó sin planearlo. Estaban todos sentados en el sillón haciendo zapping y apareció el programa I am Jazz, que trata sobre la vida de una chica trans estadounidense. El adolescente sintió que era el puntapié perfecto y les preguntó a sus padres: “Che, ¿qué pasaría si esto que le pasa a ella le pasara a alguien que conocemos, pero al revés?”.

La respuesta fue sencilla: no pasaría nada. Hoy, Eduardo y Patricia reconocen que el planteo fue inesperado y aseguran que la primera reacción fue iniciar una búsqueda de información para saber para dónde arrancar. “En la niñez no era una chica muy femenina, pero estaba viviendo ese proceso interno desde temprana edad. Nosotros no. Empezamos la carrera en el momento en el que nos da la noticia. Entonces ahí empezás a buscar información, ves qué pasa, qué te pasa a vos con tu nueva realidad a raíz de esta noticia que te llega y ahí iniciás el proceso”, contó Eduardo.

Lo primero que hizo Patricia fue meterse en Google para ver si había información sobre otras familias que estuvieran atravesando lo mismo en Uruguay con adolescentes trans. “No había nada. Eran todos colectivos de adultos y de mujeres trans”, recordó. Pero Agustín ya quería cambiar todo su vestuario, cortarse el pelo y empezar la hormonización. En principio, sólo pudo concretar las dos primeras cuestiones. Lo otro vino con varias consultas con psicóloga y médico después.

Otra de las primeras medidas “prácticas” fue separar en dos el cuarto que Agustín compartía con Valentina, su hermana menor. Una de las cosas que necesitaba el adolescente era un ropero nuevo y fueron a comprarlo. Era la primera salida de Agustín con ropa de varón y el pelo corto, y quedó grabada para siempre gracias a una simple pregunta del vendedor: “¿Y al muchacho qué le gustaría?”. “Fue la primera vez que me dijeron que era un muchacho fuera de casa”, rememoró Agustín. “No te imaginás la alegría que tenía. Ese tipo no tiene ni idea de lo que significó en la vida de mi hijo”, agregó la mamá.

El primer puente de la familia con la comunidad trans fue a raíz de una actividad que organizó la Secretaría de la Diversidad de la Intendencia de Montevideo sobre adolescencias trans. Ese día, Patricia escuchó hablar a Falcón sobre la necesidad de acompañar a niños, niñas y adolescentes trans en la transición de género y supo que era lo que quería hacer de ahí en más. “Lo primero que me pasó cuando Agus nos dijo que era un varón trans fue pensar en la necesidad de hacer algo en Uruguay para que cuando él empezara la transición estuviera más protegido, porque no había nada”, contó Patricia. “Porque cuando vos estás viviendo una situación así necesitás ver que otras personas también lo viven, necesitás la compañía”.

Los padres de Agustín recordaron una experiencia que vivieron hace poco cuando viajaron a una convención de familias diversas en Colombia. “Marchamos en Medellín como padres de personas LGBTI. Los chiquilines venían llorando a abrazarnos, porque somos padres marchando por los derechos de nuestros hijos. La gente nos abrazaba nada más que porque queremos a nuestro hijo, ¿entendés?”, reflexionó Patricia.

Para Eduardo, es importante empezar a visibilizar a las “familias diversas”, porque el apoyo es crucial para la vida de una persona que transita en el género o en la orientación sexual: “No importa si es una persona trans, si es lesbiana, si es gay; el tema es que ese chico o esa chica que tiene una realidad diversa tenga un núcleo que lo contenga. Eso es lo que marca la diferencia”.

Ahora que pasó la campaña para, primero, aprobar la ley trans y, en las últimas semanas, defenderla, TBU trabaja en la concreción de distintos proyectos. El principal es uno que se llama “Visibilización de niñeces y adolescencias trans”, que cuenta con el respaldo del fondo Emergentes del Ministerio de Desarrollo Social, que consiste en una serie de talleres en centros educativos, centros de salud y empresas. “Nosotros no somos ni médicos ni profesores, pero somos personas que fuimos aprendiendo y hemos ido a congresos para capacitarnos y poder hablar con propiedad. Pero, sobre todo, estamos sensibilizados. A veces puede que tengas un título y todo, pero no estás sensibilizado en la materia. Y es una cosa muy básica; es conocer las realidades. Entonces, vamos a donde nos llamen, pasamos un documental y después hacemos una charla y generamos mucha empatía”, explicó Patricia.

La activista contó que a veces le preguntan a Agus por qué milita a favor de la ley trans “si no la necesita”, ya que empezó la hormonización y el cambio de nombre antes de la ley, y tiene una familia que lo apoya. “¿Pero sabés todos los chiquilines que hay en el grupo que los papás no los apoyan, no están, no los entienden?”, resaltó Patricia, e hizo hincapié en el hecho de que la ley exige que los padres y las madres ejerzan la patria potestad y no lo contrario, como se ha difundido recientemente. “¿Sos buen padre? Bueno, ejercé la patria potestad. Porque, si no, para esas niños, niños y adolescentes, su madre y padre va a ser esta ley que creamos la sociedad y el Estado”, cuestionó.

Antes de seguir con el domingo de flojera, los padres de Agustín quisieron transmitirles un mensaje a aquellos que recién se enfrentan con la transición de su hija o hijo. “Cuando hablo con estas familias que quizás ahora no entienden, están angustiados y no saben para dónde agarrar, yo lo que hago es decirles que ya estuve en ese lugar y que hoy estoy bien. Todo se puede. El amor, la contención y el apoyo son cruciales. No sientas que sólo a vos te está pasando. Somos un montón”. Más escueto, Eduardo agregó: “Realmente no pasa nada. Sólo cambiaron algunas reglas del juego”.