Llegó a Montevideo con una agenda cargada de reuniones y actividades pero, antes de estrenarla, tenía una misión primordial: apoyar a sus compañeras en el día que se llevó a cabo el prerreferéndum para derogar la Ley Integral para Personas Trans. Ese domingo, de noche, la referente trans argentina Marcela Romero celebró junto a la comunidad el fracaso de la iniciativa antiderechos y felicitó a la ciudadanía por no votar en contra de los derechos conquistados. Lo hizo desde todas sus facetas: como mujer trans, activista de derechos humanos, coordinadora regional de la Red Latinoamericana y del Caribe de Personas Trans (RedLacTrans), presidenta de la Federación Argentina LGBT y directora de la Casa Trans.
La visita de Romero continuó en los días siguientes con su participación en distintos eventos, incluido un encuentro regional sobre inclusión laboral e integral de personas trans coorganizado por la oficina del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Uruguay y su oficina regional para América Latina y el Caribe. Entre una actividad y otra, tuvo tiempo para hablar con la diaria de la situación de la población trans en la región. La dirigente advirtió sobre una “quita de derechos” por parte de grupos fundamentalistas, aplaudió en particular los avances en Uruguay y reflexionó sobre los aportes de los feminismos.
Viniste a Montevideo para participar en un encuentro sobre la inclusión laboral de las personas trans en Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay. ¿Cuáles son las buenas prácticas que se han analizado en ese marco?
Uno de los principales reclamos del colectivo trans es que haya programas de inclusión laboral. 99% de las mujeres trans en América Latina ejerce el trabajo sexual. Entonces en el encuentro se habló sobre la necesidad de hacer un plan de trabajo con el PNUD para avanzar en esta materia. La población trans está dividida en generaciones y cada una tiene una realidad diferente en este sentido. La generación que tiene de 35 años para arriba, que son muy pocas, está reclamando la reparación histórica. Hay otra parte de la población que está quedando fuera del sistema porque está cerca de los 35 años y no ingresó al circuito laboral. Y finalmente están las y los adolescentes trans que están estudiando, que tienen derechos, que ingresan al colegio con su nombre de identidad y que pueden terminar la primaria y la secundaria. Para que esta población ingrese al circuito laboral y no le pase como a nosotras, que tuvimos como única opción el trabajo sexual, es necesario preparar un programa que pueda generar buenas prácticas, hacer convenios con empresas y crear instancias de capacitación. Esto último es importante porque para conseguir trabajo no solamente es necesario haber terminado la primaria y la secundaria, también tenés que saber usar internet o hablar varios idiomas. Entonces necesitamos que las personas trans puedan estar capacitadas, entren dentro de una formación de empleos y que eso tenga el apoyo de los sindicatos, las empresas privadas y las agencias internacionales. Uruguay es el modelo a seguir en América Latina para la inclusión integral de personas trans y esto es gracias a la aprobación de la ley y al Plan Nacional de Diversidad. El país tiene una población trans mínima y con un programa de inclusión laboral las compañeras ya están ingresando a trabajar en el Estado. Pero también necesitamos que las empresas privadas incluyan a las personas trans dentro del espacio laboral. La capacidad de lograrlo está, lo que pasa es que hay una barrera que se llama discriminación. Por eso tenemos que trabajar con la sociedad, en particular con los empleadores, para que sepan que las personas trans podemos estar atendiendo al público o haciendo trabajo administrativo, lo nuestro no es sólo peluquería o maquillaje. Estos programas de inclusión laboral también tienen que contemplar que hoy la mayoría de las compañeras trans que trabajan no tienen el derecho a acceder a los mismos beneficios que cualquier otro empleado.
¿Cuáles son los principales lineamientos de este plan de acción para la inclusión de las personas trans, en un contexto regional de avance de los grupos fundamentalistas, ultraconservadores y antiderechos?
Los grupos antiderechos están en toda América Latina. Son grupos que estuvieron capacitándose durante años, muchos de ellos tienen personería jurídica, hicieron fundaciones, armaron organizaciones y reciben dinero de políticos de nuestros países. De hecho, en algunos países, el mismo Estado financia a estas organizaciones, promovidas por grupos evangélicos, católicos ultra y militares. Uruguay es pionero en las leyes de aborto legal, personas trans y matrimonio igualitario, pero en Argentina y Brasil la situación está difícil. En Argentina, en estos cuatro años de gobierno de Mauricio Macri no hemos podido avanzar con ninguna ley que favorezca a la población LGBT o a las mujeres. La ley por un aborto legal, seguro y gratuito no salió. Estos grupos antiderechos no nos están dejando avanzar. Entonces el plan de acción es poder trabajar en conjunto con las agencias internacionales y con los partidos políticos para formar líderes que defiendan los derechos y contribuyan a fortalecer la democracia. En Argentina y Uruguay se vienen las elecciones nacionales y hay que defender la democracia ante lo que vemos como una quita de derechos en nuestra región.
Justamente, llegaste a Uruguay unos días antes del encuentro regional, para estar presente durante la jornada del prerreferéndum que organizaron quienes quieren derogar la Ley Integral para Personas Trans.
Llegué a Montevideo para apoyar a mis compañeras y compañeros trans durante la jornada en la que se hizo el prerreferéndum, pero también para ver la situación en la que se encuentra Uruguay en materia de derechos humanos. Me llevo una muy buena experiencia porque la ciudadanía uruguaya dio un ejemplo a nivel mundial en cuanto a los derechos de las personas trans. Uno de nuestros reclamos es que queremos estar dentro de la sociedad, porque somos parte de ella, pero necesitamos saber también cómo nos ve la sociedad. Lo que yo veo es que la población trans está incluida dentro de la sociedad uruguaya, y por eso es un ejemplo.
La RedLacTrans está llevando adelante una campaña para exigir la aprobación de una Ley de Identidad de Género en los 37 países de la región que todavía no la tienen. ¿Cuál es la importancia de que exista una ley que garantice los derechos de las personas trans?
El principal desafío para las personas trans en América Latina y el Caribe es alcanzar el derecho a la identidad de género, que es un derecho universal. Después viene la inclusión integral, que es todo lo que tiene que ver con los derechos económicos, sociales, políticos, culturales y ambientales de la población trans, que todavía no conocemos. Las leyes protegen de la discriminación en todos los ámbitos. Porque cuando frente a la sociedad sos algo diferente, tenés dos opciones: fingís lo que sos y vivís la cultura en la que te criaron o asumís la vida que querés vivir. Cuando elegís esto último, empieza la discriminación. Y empieza desde la niñez, cuando vamos a estudiar y somos los que no encajamos en el estereotipo que nos vendieron. Esa niña o a ese niño que sufre bullying no lo va a decir y quizá durante diez años va a estar sometido a la cargada, a los golpes, a la burla, a la presión de que él tiene que ser el más macho del grupo y ella la más linda. La sociedad también lo exige, y vivimos durante muchísimos años bajo ese sometimiento. Ahí es donde tiene que haber leyes que protejan. Hay que proteger a la niñez para tener una adolescencia sin discriminación. Una persona que se cría sin discriminación y vive una niñez libre llega a una adolescencia en donde puede seguir viviendo en libertad.
¿Cuál es la situación actual de las personas trans en Argentina?
En Argentina la tasa de crímenes de odio subió muchísimo: este año ya hubo más de 70 asesinatos de mujeres trans a nivel nacional. A la vez, la violencia policial es muy fuerte en algunas provincias fronterizas, como Salta o Jujuy, en donde hay mayor población trans y se mueve mucho dinero. Allí nosotras volvimos a ser la caja chica de la Policía, que nos pide dinero para pararnos en las esquinas y que está detrás de la mayoría de los crímenes de odio. Argentina también venía a la vanguardia en materia de derechos, con una ley trans como la uruguaya. De pronto, entró este gobierno y, entre otras cosas, cerró el Ministerio de Salud. ¿Cómo puede ser que se cierre el Ministerio de Salud? De hecho, ahora en Argentina hay falta de tratamientos antirretrovirales y hace un mes que las personas que viven con VIH no reciben bien la medicación. No había visto compañeras en situación de calle hasta hace tres años. Estamos hablando de compañeras trans de 20 a 24 años, mujeres jóvenes. Nosotras denunciamos al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires porque necesitamos que haya refugios para mujeres trans, pero sin discriminación. La ministra de Seguridad argentina, Patricia Bullrich, durante el segundo año de gobierno, sacó un protocolo que dice cómo tiene que hacer la Policía a la hora de detener a las personas trans. Nosotras le exigimos al gobierno que, en vez de hacer eso, saque un programa de inclusión, porque la exclusión social no se soluciona con represión ni con persecución. Lo que veo en mi país no lo vi ni con la dictadura militar. Hay muchos suicidios de mujeres trans, algo que nosotras tampoco teníamos en Argentina. Por otro lado, antes una mujer trans que ejercía el trabajo sexual era autónoma y podía administrar su dinero. Ahora lo que hay es redes de trata y violencia. Hay un retroceso, y llegamos a un extremo que nunca había visto.
¿Cómo funciona la Casa Trans en Argentina?
La Casa Trans se fundó hace dos años debido a la necesidad de tener un espacio para que las compañeras estudien, terminen la primaria y la secundaria, y para que quienes estén en situación de calle puedan bañarse y comer. Para mí es un orgullo haber podido construir este espacio, pero cuando una lo mira políticamente se da cuenta de la decadencia en la que está el país, porque tener la necesidad de armar un refugio para que la gente coma y duerma significa que no funciona la política pública. Son alrededor de 15 las chicas y los chicos trans que vienen a comer y dormir a nuestra casa. Lo que hacemos con estas personas que se acercan es generarles los subsidios que tenga el gobierno, las pensiones que haya, para que puedan alquilarse una pieza y salgan de la situación de calle. También se dan vacunas y se hacen testeos de salud, y tratamos todo lo que tiene que ver con la salud mental. Por eso en el equipo hay médicos, psicólogos y psiquiatras. Hay además maestras que vienen a enseñar, y eso ha dado resultados, porque muchas personas trans pudieron terminar la primaria o la secundaria gracias a un curso acelerado y a un plan de estudios que se adapta a sus ritmos y horarios. Hay otras casas trans en Chile, Perú y Estados Unidos. La idea es que la gente no sólo venga a comer y dormir, sino que esté activa, que pueda entablar diálogos con los demás. Que sea un espacio de encuentro.
En una entrevista con el diario Perfil publicada en marzo de este año dijiste: “El feminismo me enseñó a quererme”. Como mujer trans, ¿qué otras cosas te aportó el feminismo?
El feminismo me enseñó, primero, a quererme, y creo que si una se quiere puede sostener a otras personas. Cuando digo “quererme” me refiero a no subestimarme, no pensar que me tienen que humillar, no pensar que soy yo la loca reventada. Quererme también es cuidarme. Si tengo un problema de excesos, como los tuve y los tendré, el feminismo me enseñó que tengo que estar firme para la lucha, que no puedo caer en algo que me puede hacer mal. No puedo reventarme y desaparecer por tres días, porque si vos creás un liderazgo y la gente confía en vos, tenés que estar fuerte. También me enseñó a tener otro vocabulario, a que la mujer tiene derecho a decidir, a que una puede encarar a una persona que le gusta y no tiene que estar esperando a que nos encaren. Que podemos ir y decirle a esa persona “siento algo por vos”. Yo vengo de otra cultura, entonces en mi vida me privé de amar. La mayoría de las personas trans nos privamos de amar porque estamos construidas dentro del machismo, entonces somos tradicionales, al menos las de mi edad. Creo que cuando una está fuerte, elige y quiere, la pasa mejor. Hay una nueva generación de mujeres que molesta, que es la que se pintó el pelo de verde, la que se rapó un costado, la que sale sola. El feminismo me enseñó a quererme, porque una viene con su autoestima baja. Cuando salís a la calle y no das con el prototipo de lo que vos pensás que tenés que ser y te ponés las uñas, las pestañas y el pantalón apretado que no te deja respirar sólo para que los chongos te digan “qué fuerte que estás”, estás viviendo en una opresión constante. Para mí el feminismo viene a empoderarnos como mujeres y a hacernos entender que, en cualquier ámbito de la vida, nosotras podemos decidir.