La conmemoración del Día Internacional de la Mujer impulsó que distintas instituciones públicas y organizaciones sociales realizaran conversatorios sobre temáticas como la desigualdad de género, la lucha de los feminismos o las formas de violencia hacia las mujeres. En ese marco, el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU) decidió poner el foco en cómo la perspectiva de género atraviesa también las políticas dirigidas a niñas, niños y adolescentes.

De esta idea surgió el seminario “Género en infancias y adolescencias: cambio cultural y políticas públicas”, que se desarrolló en la Intendencia de Montevideo (IM) y contó con ponencias de especialistas uruguayas e internacionales. La instancia sirvió para compartir los avances que ha hecho el INAU en materia de transversalización de género durante los últimos cinco años y los desafíos que se identifican para la proyección de esta agenda en el país.

“Hablar de políticas públicas con perspectiva de género es reconocer cómo se construyen y cómo se organizan las desigualdades a partir de lo que implica la organización social entre hombres y mujeres, que tiene causas estructurales”, explicó la presidenta del INAU, Marisa Lindner, durante la presentación. El diseño de estrategias para la infancia y la adolescencia en este sentido tiene que apuntar entonces a identificar esas desigualdades para revisarlas, cuestionarlas y, eventualmente, revertirlas.

Al mismo tiempo, la planificación tiene que contemplar la mirada interseccional, ya que –al igual que las mujeres– las vidas de las niñas, niños y adolescentes también están atravesadas por diferentes situaciones de desigualdad y discriminación. “No es lo mismo tratar con una niña o una adolescente pobre que con una niña o una adolescente con mejores oportunidades. No es lo mismo una niña afrodescendiente que una niña blanca. No es lo mismo una adolescente con discapacidad que una adolescente que ha tenido todas las posibilidades y oportunidades para el desarrollo de sus capacidades. Por lo tanto, hablar de los temas de género sin duda tiene que ver con la interseccionalidad, y por eso la complejidad de estas temáticas”, ilustró Lindner.

Pero para que realmente tengan sentido y sean efectivas, las políticas públicas tienen que ser acompañadas de cambios culturales. Por eso, para la presidenta del INAU es fundamental deconstruir socialmente algunos preconceptos y estereotipos que giran en torno a la infancia y la adolescencia. Puso como ejemplo el cuidado de la niñez, una responsabilidad que se atribuye exclusivamente a las mujeres: “¿Cómo vamos haciendo del cuidado una responsabilidad social, en la que los varones tengan un lugar central y, de alguna manera, tengan un papel fundamental en todos los procesos de acompañar el crecimiento? ¿Cómo hacemos de esto un tema comunitario, en el que de alguna forma desde las distintas organizaciones e instituciones que trabajan y referencian con las familias esto pasa a ser una propuesta permanente de trabajo?”. “Como siempre digo, en estos temas hay que empezar por casa”, afirmó Lindner, “y eso decidimos a nivel del INAU: hay que empezar por casa institucionalmente”.

Pensar y hacer en clave de género

El seminario fue una plataforma para que representantes de distintas instituciones compartieran las prácticas cotidianas que llevan adelante para transversalizar la perspectiva de género en políticas y programas específicos. Todas coincidieron en que una de las principales claves es empezar a revisar las formas en que las y los adultos nos vinculamos con las niñas, niños y adolescentes, que muchas veces profundizan las desigualdades de género. La moderadora del intercambio fue la experta argentina en planificación estratégica María Bonicatto, quien durante el último año lideró el trabajo de transversalización en el INAU.

La encargada de abrir la ronda de diálogo fue la directora del Programa Primera Infancia del INAU, Muriel Presno, quien planteó tres dimensiones a tener en cuenta al momento de cruzar el género con las políticas de primera infancia.

La primera tiene que ver con generar estrategias que siempre contemplen el hecho de que son las mujeres “las encargadas del cuidado y la crianza de las y los niños”.

La segunda dimensión es cultural y está vinculada con lo que les proponemos a niñas y niños “en los centros, en las casas o en la calle” desde una perspectiva de género. “Nosotros no nos preguntamos cómo aprenden los niños los estereotipos de género para ver cómo trabajar sobre ese aprendizaje [...] Qué juegos les ofrecemos, qué formas de vínculos planteamos, qué expectativas ponemos en ellos sobre cómo comportarse de acuerdo con si son varones o mujeres”, explicó Presno. “Estas son preguntas que se tendría que hacer la academia y nos las tenemos que hacer los que gobernamos, los que dirigimos las políticas, los equipos”, cuestionó.

La tercera y última está relacionada directamente con las condiciones de trabajo, ya que los centros de primera infancia son un campo “altamente feminizado”, y eso también tiene que ser tenido en cuenta a la hora de hacer política pública. Sólo para tener una idea, 94% del personal del sistema del INAU está integrado por mujeres. Este fenómeno repercute en el trabajo del instituto, por ejemplo, a la hora de planificar actividades fuera del horario habitual del funcionamiento de los centros –por la misma razón esgrimida en la dimensión anterior–. “Surge como dificultad el hecho de que la mayoría de las trabajadoras son mamás o tienen que hacerse cargo de un niño, y la discusión queda ahí y queda puesta en algo que tiene que resolver el equipo”, explicó la funcionaria.

Presno pidió a las y los operadores que dejen de lado la idea de la perfección: “No hay una práctica perfecta. Uno no llega un día y se compró una perspectiva de género: es algo que se construye [...] Somos parte de este mundo y por más que tengamos pensado el tema y nos movilice, operamos como somos en este tiempo”. Algo fundamental en este sentido, dijo, es escuchar siempre lo que tienen para decir las niñas y los niños.

Llevar la mirada al territorio

La subdirectora territorial del INAU, Cecilia Galusso, se centró en los desafíos de la implementación de las políticas con enfoque de género en el territorio. En ese sentido, dijo que se tiende a pensar que son las y los operadores que directamente trabajan en la acción en territorio quienes “tienen que tener la perspectiva de género para poder construir estrategias acordes con las necesidades de los chiquilines”, cuando en realidad la transversalización tiene que ir “mucho más allá” de ese equipo.

“En una institución que forma parte del Estado es imprescindible que el enfoque de género esté atravesado en todo el instituto como una política pública: desde el chofer, el que abre la puerta, el que está en el Departamento de Adquisiciones hasta el que hace los procedimientos administrativos o trabaja en la parte jurídica. Todos deben poder contribuir desde su lugar para que la estrategia elaborada para fortalecer los derechos de niñas, niños y adolescentes pueda llevarse adelante”, explicó Galusso.

Para la subdirectora, es una perspectiva difícil de transversalizar de manera integral porque “cuando hablamos del enfoque de género lo pensamos como si estuviéramos pensando un programa específico para atender, eliminar o reducir la diferencia de género, y en realidad es la perspectiva que uno tiene que tener constantemente en todas las áreas de trabajo y en todos los lugares, porque es una cuestión de derechos humanos”.

Galusso consideró que el INAU tiene “la gran oportunidad y el gran desafío” de hacer que todo el instituto se ponga los “lentes de género” y no se los saque más. “Aunque me canse los ojos o me duela lo que estoy viendo, no me los puedo sacar y seguir actuando de una forma más estereotipada porque estoy más acostumbrada y me hace más sencillo seguir adelante”, enfatizó. “Todos somos responsables de respetar derechos”, insistió, “pero como Estado estamos obligados a garantizarlos y generar las condiciones para que se den, porque si no somos directamente quienes los estamos vulnerando”.

“Adoptar la lógica de la igualdad”

La última experiencia compartida en el seminario tuvo que ver más con la inclusión de la mirada de género en las políticas públicas que con la infancia y la adolescencia. En ese sentido, la directora de la Asesoría para la Igualdad de Género de la IM, Solana Quesada, rescató algunos de los avances en materia de transversalidad que se lograron en la comuna capitalina. La experta recordó que en la base del trabajo está la Plataforma de Acción de Beijing de las Naciones Unidas, que en 1995 planteó dos estrategias de los estados para avanzar en la igualdad de género: la transversalidad y el empoderamiento de las mujeres. “Y no podemos hacer una sin la otra, porque la transversalidad tiene que tener un sentido y el género también”, afirmó Quesada.

La IM empezó a implementar políticas de género hace 30 años y ha avanzado “muchísimo” en ese sentido, aseguró la directora de la asesoría, pero quedan desafíos. La mayoría de ellos persisten porque la transversalidad “es técnica y es política”, dos aspectos que todavía no se han podido conjugar. “El saber técnico que aportamos las que nos pusimos lentes de género lo tenemos que hacer dialogar con otros saberes y tenemos que lograr hacer una síntesis, una síntesis no se puede imponer”, aseguró Quesada. Es un proceso para el que se necesita tejer redes.

Al igual que las otras expositoras del panel, Quesada insistió en que el enfoque de género no puede ser concebido como una política paralela: tiene que atravesar todo el trabajo institucional. “La transversalidad se define como un proceso en el cual la lógica de la igualdad se impregna en las formas de hacer y ser del Estado. Transversalizar el género, entonces, es que el Estado adopte la lógica de la igualdad”. ¿En qué posición está la IM al respecto? Para Quesada, todavía muy lejos: “Estamos en todo lo que la IM hace, sin duda, pero no somos la corriente principal de la política”.

Mencionó dos buenas prácticas que se consolidaron en el último tiempo. La primera: haber logrado durante esta administración, después de tres décadas, que la Asesoría para la Igualdad de Género integre la Secretaría General como un organismo asesor del intendente y forme parte además del gabinete del gobierno departamental, lo cual permite incidir cotidianamente en la definición de política de la comuna.

Por otro lado, Quesada destacó que las políticas de género de la IM no son elaboradas por la Asesoría para la Igualdad de Género, sino por el conjunto de la institución. Esto es importante, dijo la funcionaria, porque así “cada departamento, cada municipio y cada área de la IM tiene un equipo de igualdad, integrado por personas que impulsan las políticas de género a la interna de esas áreas y las coordinan con la Asesoría para la Igualdad de Género”.

La representante de la IM dijo que una planificación con perspectiva de género exitosa tiene que poner en diálogo tres elementos: el horizonte de la desigualdad que se quiere cambiar, cuál es la desigualdad específica a atender y cómo instrumentalmente se van a generar esos cambios. A su entender, generalmente pasa que las instituciones saben qué se quiere cambiar y cuáles son las desigualdades a revertir, pero quedan trancadas a la hora de organizarse para pasar a la acción. “Tenemos una distancia muy grande entre todas las cosas que hacemos, que son muchísimas y muy valorables, y el cambio estructural que queremos generar. Eso nos implica un repensar y un revisar permanentemente de nuestro accionar”.