Una casona abandonada en el barrio Arroyo Seco fue reformada para convertirse en una casa de estadía transitoria para mujeres en situación de calle con hijas o hijos a cargo. La obra terminó la semana pasada, después de diez meses de trabajo, y se prevé que las 13 familias destinatarias puedan ingresar en los próximos días.

Todo está pronto para su llegada. Están dispuestas las camas, equipados los baños, instalada la cocina y arregladas las mesas. Algunas sillas todavía conservan el envoltorio de nailon. Hay anafes y aires acondicionados. Placares. Dispositivos para la seguridad infantil. Puertas de diferentes colores. Se siente el olor a pintura fresca.

El proyecto sociohabitacional surgió de un convenio entre el Departamento de Desarrollo Urbano de la Intendencia de Montevideo (IM) y el Programa de Atención a Personas en Situación de Calle del Ministerio de Desarrollo Social (Mides). Se realizó en el marco del programa Fincas Abandonadas de la IM, que apunta a la recuperación de inmuebles abandonados con fines habitacionales, culturales o sociales, en coordinación con otros organismos del Estado y organizaciones de la sociedad civil.

En este caso, el Mides es el encargado del proyecto social de la casa de estadía transitoria. Esto incluye la selección de las familias que la habitarán –que, de acuerdo con el convenio, son usuarias de los centros 24 horas para personas en situación de calle del Mides– y la coordinación de los equipos que brindarán el acompañamiento social. Otra de sus competencias es la elección de la organización civil que estará a cargo de la gestión de la casa. La IM, que lideró el proceso de recuperación y la obra de reforma, es responsable del mantenimiento del inmueble y la cobertura de los servicios básicos.

La implementación de centros de estadía transitoria es una de las distintas líneas de acción del programa Fincas Abandonadas, y busca específicamente “consolidar el derecho a la vivienda a través del apoyo a las poblaciones cuyas trayectorias están signadas por diferentes situaciones de vulneración”, según establece la información institucional. En el caso de la casa de Arroyo Seco, las destinatarias son las mujeres con niñas, niños o adolescentes que transitan un proceso de salida de la situación de calle.

“Se trata de mujeres en situación de calle que tienen hijas o hijos y que obviamente ya pasaron por albergues transitorios”, explicó la directora de Desarrollo Urbano de la IM, la arquitecta Silvana Pissano, a la diaria. “Pero este proyecto”, aclaró, “implica el acompañamiento social de una vivienda que permita responder a la necesidad de autonomía de mujeres que estuvieron en cierta situación de vulnerabilidad social”. Esta necesidad estuvo contemplada a la hora de pensar en los equipos de acompañamiento, pero también –y, sobre todo– cuando se diseñó la casa.

Por otra parte, Pissano resaltó la importancia de la ubicación geográfica de la casa, que se sitúa en las calles Agraciada y San Fructuoso. “Desde Desarrollo Urbano de la IM recuperamos las fincas, articulamos con los distintos niveles de gobierno y con las organizaciones, y aportamos a la transformación acercando el derecho a la ciudad para las familias que necesitan, además, estar en el centro de la ciudad”, puntualizó la arquitecta feminista. “Hay muchas de estas mujeres que trabajan de cuidacoches, por ejemplo, y que necesitan estar en la vuelta, así que estamos en Arroyo Seco, en pleno centro de la ciudad, un lugar que tiene todos los recursos urbanos importantes, desde espacios públicos, transporte colectivo, saneamiento, veredas y alumbrado hasta el acceso a las infraestructuras, por eso decimos que forma parte del derecho a la ciudad”.

Este es el espíritu general del programa Fincas Abandonadas, que nace con la idea de “recuperar estos vacíos urbanos en el medio de la ciudad consolidada”. “Es un proyecto piloto que abarca nuestros lineamientos políticos”, dijo la directora de Desarrollo Urbano, “que son la redistribución, la igualdad y la profundización democrática, además de la sustentabilidad urbana, que significa poder reutilizar, reciclar y poner de nuevo en funcionamiento algo que cayó en desuso”.

“Trascender la idea de refugio”

La casa para madres en situación de calle está dividida en 13 unidades habitacionales independientes, para garantizar que cada familia tenga autonomía y privacidad. “Se trata de espacios de estadía transitoria que buscan trascender, ya desde el diseño de la propuesta, la idea de refugio, es decir, de convivencia colectiva, como única respuesta a estas situaciones”, explica el documento de la IM que presenta el proyecto. “Este diseño ofrece intimidad a los habitantes y favorece la consolidación de procesos de autonomía y de definiciones colectivas”.

También hay espacios en común. El patio, con plantas nativas, bancos de madera y una rayuela multicolor, es quizás el principal. “Se puede estar en la privacidad que te permite una vivienda independiente, pero también disfrutar de espacios colectivos, como el patio, donde las niñas y los niños pueden estar, jugar, encontrarse y socializar”, puntualizó Pissano.

Para la arquitecta, no se trata de “romper” con la lógica de refugio, ya que esta solución habitacional transitoria llega en un tiempo distinto en el proceso que emprenden las familias en situación de vulnerabilidad social. Hizo la comparación con la dinámica de los refugios para mujeres que atraviesan violencia de género: “En una primera instancia, si vos tenés que salir de tu casa corriendo a las diez de la noche para huir del agresor, de repente en los primeros diez o 30 días podés estar en un refugio colectivo. Sin duda, es una primera medida a la emergencia y a la urgencia de la salida”.

La misma lógica aplica para las personas en situación de calle. En ese sentido, explicó, las casas de estadía transitoria aparecen en un momento posterior, cuando las mujeres tienen otras herramientas para salir de la situación en la que se encuentran. “En ese proceso de salida, con acompañamiento social ya podés ir generando cierta autonomía para ir preparando tus propios alimentos, yendo a comprar para cocinar y llevar a tus hijos a la escuela”, aseguró Pissano. “Socialmente, una no sale de la situación de emergencia y enseguida está todo encaminado. La idea es que esto sea un paso posterior”, resumió.

Recuperar, transformar, redistribuir

El programa Fincas Abandonadas de la IM fue lanzado en marzo de 2019 como “un instrumento programático que recupera inmuebles abandonados, deteriorados y deudores ubicados en áreas centrales e intermedias de la ciudad de Montevideo, restituyendo su función social”, de acuerdo con el documento de presentación. El proyecto, liderado por el Departamento de Desarrollo Urbano, interviene sobre los inmuebles que están en situación de abandono comprobable (más de diez años) y cuya deuda con el gobierno departamental supera el 80% de su valor de tasación. La recuperación de estos inmuebles, asegura el texto institucional, “contribuye a resolver problemáticas asociadas al abandono, como el riesgo edilicio, el deterioro ambiental, la conflictividad social y la seguridad ciudadana, y convierte a estos espacios en activos para la ciudad y sus habitantes”.

Hay dos pasos principales a seguir. El primero es la recuperación de los inmuebles abandonados, que involucra el análisis de la viabilidad de recuperar los edificios identificados como deudores y la implementación de los procedimientos legales y judiciales necesarios para hacerlo. El segundo es su rehabilitación, que incluye la definición del destino que se dará a cada finca, en diálogo con otros actores institucionales y organizaciones sociales. Las alternativas son dos: se les puede asignar un uso habitacional o un uso cívico.

El programa Fincas Abandonadas cuenta con cuatro proyectos que tendrán un uso habitacional. Uno de ellos es el de los centros de estadía transitoria, en el que está incluida la casa que hospedará en Arroyo Seco a las mujeres en situación de calle con sus hijas e hijos. Otro es el de “cooperativas dispersas”, un modelo de cooperativa que consiste en la construcción de cooperativas de viviendas a partir de padrones o inmuebles abandonados no consecutivos, pero cercanos entre sí.

Hoy, en la Ciudad Vieja, hay una experiencia piloto de este tipo, que surgió “de la demanda del movimiento social organizado”. El proyecto es llevado adelante a partir de un acuerdo firmado en marzo de 2019 entre la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de la República, la Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua, el Centro Cooperativista Uruguayo y la Asociación Civil Comisión Plaza Uno.

Otro de los proyectos sociohabitacionales es el de la vivienda pública para alquiler social, que pretende facilitar el acceso a una vivienda segura en propiedad pública, como forma alternativa a la propiedad privada. Esta experiencia es liderada por la Dirección Nacional de Vivienda, y se implementa en convenio con la IM. En julio del año pasado se realizó la presentación del primer programa piloto de este tipo, que también se desarrolla en la Ciudad Vieja e involucra tres inmuebles del Ministerio de Vivienda y uno de la IM. Luego de reacondicionados, se convertirán en cerca de 130 viviendas.

El cuarto proyecto es el de covivienda feminista, es decir, una vivienda compartida para mujeres adultas mayores que no se encuentren en situación de dependencia y cuenten con ingresos que les permitan pagar los costos asociados. Esta iniciativa fue presentada por activistas feministas que actualmente están en la búsqueda de un préstamo para refaccionar una finca que facilitará la IM, junto con asesoramiento legal, social y arquitectónico.

La recuperación de fincas con usos cívicos, por otro lado, pretende el “fortalecimiento comunitario, cultural, social y ciudadano” y el “establecimiento de una nueva agenda de derechos urbanos”, por medio de la generación de espacios de gestión colectiva “que habilitan el encuentro y enriquecen las formas de vivir en la ciudad”, dice el documento. “Las fincas abandonadas pasan a ser en estos casos bienes comunes, que amplían los usos de la ciudad y los acercan a las poblaciones más vulnerables”, detalla.

Hay dos proyectos de este estilo en marcha. El primero es el de los centros diurnos para personas en situación de calle, que busca “dar respuesta a la necesidad de contar con espacios que puedan ser habitados y apropiados por todos, cuyo contenido surja del diálogo entre las necesidades de las personas y las posibilidades institucionales de responder a ellas”. El primer centro diurno con estas características estará ubicado en las calles Uruguay y Arenal Grande, cerca del barrio Cordón, y será cogestionado por la Red Nacional de Atención en Drogas y el Departamento de Desarrollo Social de la IM.

El otro proyecto es la Casa Trans, una propuesta que busca “facilitar las condiciones para la creación de un espacio socioeducativo, recreativo y cultural” que será gestionado por colectivos que promueven la defensa de los derechos de las personas trans, con apoyo de la Secretaría de la Diversidad de la comuna capitalina. Además de la dimensión cultural, el espacio incluirá un centro de recursos, asesoramiento y orientación para esta población. Estará ubicado en el corazón del Barrio Sur.

“Sabemos que existen ciertos grupos en situación de vulnerabilidad o con cierto grado de vulneración de derechos que no pueden acceder a una vivienda en el centro de la ciudad”, aseguró Pissano sobre todas las iniciativas en desarrollo, “por lo que recuperar estas fincas para esos proyectos es también darles reconocimiento y visibilidad”.