Se conoce como grooming o “acoso pederasta” el proceso de engaño mediante el cual una persona adulta se contacta con una niña, niño o adolescente en internet para obtener imágenes eróticas o pornográficas. Es una modalidad dentro del abuso sexual infantil.
El Departamento de Delitos Informáticos del Ministerio del Interior recibe entre 3.000 y 3.500 reportes de abuso sexual infantil en internet por año, según asegura el jefe de la sección, Winston Rodríguez. Estas denuncias provienen del Centro Nacional para Niños Desaparecidos y Explotados (NSMEC, por su sigla en inglés), una organización civil con sede en Estados Unidos a la que las redes sociales informan cuando aparece una imagen del cuerpo desnudo de una niña, niño o adolescente.
El groomista tiene un enfoque directo sobre su víctima, explica Rodríguez: “Se contacta con el menor para obtener información que denominamos ‘fresca’, es decir, fotos inéditas, que nadie más tiene”. Para los ofensores sexuales que son pedófilos, cuanta más “información fresca”, mayor estatus, agrega: “Eso les sirve porque lo que es material original pueden venderlo por más plata o más fotos. Es un tema de intercambio, de satisfacer su propia lascivia”.
Todo esto sucede vía internet. En 2018, 64,7% de niñas, niños y adolescentes en Uruguay de entre seis y 17 años tenía acceso a internet en su hogar, según el informe Acceso y uso de computadoras, internet y teléfonos celulares personales en niños niñas y adolescentes publicado en 2019 por el Comité de los Derechos del Niño/a Uruguay. Este indicador ha venido creciendo en la última década (ver gráfico).
Ingenuidad por un lado, oportunismo por el otro
Según la fiscal Darviña Viera, los casos de grooming en Uruguay suelen darse a través de Whatsapp y siempre de una manera similar: el adulto primero se gana la confianza de la niña, niño o adolescente y luego comienza a pedirle fotos. “Van en aumento”, explica; “primero son fotos de la cara o del cuerpo, pero vestidos, y después los hacen hacer cosas sexuales e incluso venden el material”. Rodríguez, de Delitos Informáticos, cuenta que a veces llegan a pedir “que se pongan cosas en la cola: desodorantes, peines, picos de botella”, lo que puede generar lesiones.
Si bien es cierto que lo más común es que este tipo de abuso suceda en redes sociales o aplicaciones de mensajería instantánea, en algunos casos la interacción puede surgir en un juego virtual. El groomista puede contactarse por el chat del juego y “cambiar dinosaurios, cuernos o lo que sea por fotos”, explica Rodríguez. Lo baja a tierra con el siguiente ejemplo:
–¡Hola! Tengo el unicornio dorado, ¿te sirve? ¿Qué harías por él?
–¡Lo que quieras!
–Ah, ¿lo que quiera? Bueno, quiero fotografías tuyas desnudo.
En cuanto a la edad de las víctimas, la fiscal Viera sostiene que “hay de todo”, pero suele ser muy común en niñas y niños de entre ocho y diez años. Los ofensores sexuales, cuando empiezan a escribirle a una niña o niño, “se dan cuenta del perfil: si es vulnerable por alguna razón, si es tímido o introvertido y no tiene la viveza para darse cuenta de que lo o la están queriendo engañar”, agrega.
Lo que tiene el abuso sexual a través de internet es que el groomista no tiene por qué estar necesariamente en el mismo país que la víctima. “Estos días hemos estado viendo casos con adultos extranjeros que les piden fotos a chiquilines uruguayos”, señala Viera. En esos casos, Fiscalía trabaja con colaboración internacional.
Las denuncias por abuso sexual infantil en internet se pueden presentar en cualquier comisaría del país, en unidades específicas de violencia doméstica, en Interpol o en Fiscalía. No obstante, Rodríguez señala que no existen estadísticas de denuncias específicamente por grooming, porque “el sistema actual de gestión policial no permite hacer un filtrado por modalidades de delitos y encasilla todos los casos de abuso sexual infantil por igual”.
El Código Penal uruguayo contempla penas de hasta 12 años de cárcel por abuso sexual, que es definido como “un acto de naturaleza sexual sobre una persona del mismo o distinto sexo”, realizado “por medio de la intimidación, presión psicológica, abuso de poder, amenaza, fuerza o cualquier otra circunstancia coercitiva”.
Los casos no son todos iguales
A la hora de evaluar el daño causado por este delito en las niñas, niños y adolescentes, deben considerarse varios factores. Mariela Solari, directora de la Unidad de Víctimas y Testigos de la Fiscalía, enumera al menos cuatro. En primer lugar, la edad del niño, niña o adolescente: “No es lo mismo una gurisa de 17 años que una de 12 o una de ocho”, asegura, porque varía su nivel de comprensión sobre lo que sucede y sobre la sexualidad. Además, menciona que “cuando una adolescente cuenta lo que le pasó, seguramente sea culpada más rápidamente que una escolar, porque en el imaginario social está esto de que ella sabía lo que estaba haciendo o que ella se metió en eso”.
De hecho, el segundo factor a tomar en cuenta para evaluar el daño tiene que ver con la respuesta inmediata que reciben las víctimas cuando cuentan lo que les pasó. “El grado de daño es mayor en aquellas niñas, niños o adolescentes que fueron culpabilizados”, remarca Solari. También cuenta que a veces no llegan a Fiscalía con sus familiares sino con profesionales de la educación o de la salud, y eso “te habla de un entorno que no quiso creerle, o que le creyó pero dijo ‘bueno, ella o él sabía lo que estaba haciendo’”.
Además, los riesgos tienen que ver con el tipo de violencia. “No es lo mismo un intercambio de dichos que de fotos, o que un encuentro sexual a través de la pantalla donde le dicen que se toque o que se meta un objeto”, explica Solari. “No es lo mismo el grado de daño de una gurisa de 14 años que le mandaron una foto de un pene y fue a hacer la denuncia, que el de una niña de diez que le pidieron que se metiera objetos en la vagina, lo hizo, le sacaron fotos y luego la extorsionaron con eso”. El otro elemento a tomar en cuenta es quién era el abusador: “No es lo mismo un desconocido, como sucede en la mayoría de los casos, que la pareja de la tía, el hermano de una amiga...”.
Hablarlo siempre y sin filtros
Una de las cuestiones más problemáticas de este tipo de delitos es que la información que entra en internet jamás se puede controlar del todo. Rodríguez señala que, “por ejemplo, una niña puede estar en Uruguay, enviarle fotos a un argentino que se las manda a sus amigos en Chile y Australia, y el que está en Australia las sube a un servidor en internet”. La foto se vuelve viral en segundos y es imposible borrarla de manera definitiva.
Esta situación no sólo afecta a la niña, niño o adolescente involucrado, sino también a su entorno familiar. Por esta razón, desde la Unidad de Víctimas y Testigos se trabaja también con las familias, acercándoles información sobre este tipo de delitos y sobre cuál es el mensaje que se debe dar a la infancia y la adolescencia. Solari explica que “a veces los padres se sienten muy culpables por no haberse dado cuenta de lo que pasaba, y eso hay que trabajarlo”.
Según el informe Kids Online Uruguay: niños, niñas y adolescentes conectados, elaborado en 2017 por Unicef, Plan Ceibal, Unesco, la Agencia de Gobierno Electrónico y Sociedad de la Información y del Conocimiento (Agesic) y la Universidad Católica del Uruguay, “42% de los niños y adolescentes de entre nueve y 17 años dijo que fue contactado o agregado como amigo en internet por alguien que no conocía”. Sin embargo, el mismo informe arroja que sólo 18% de los adultos a cargo declaró estar al tanto de la situación. “Estos datos dan muestra del escaso conocimiento –o al menos subvaloración– que tienen los adultos de las experiencias de contacto de los niños con desconocidos”, concluye el estudio.
Para prevenir casos de grooming, Solari recomienda el diálogo en la escuela y en la familia sobre cómo hacer un buen uso de las tecnologías y cuáles son los riesgos que existen. “Tiene que ser desde cero, desde Educación Inicial. Que los niños entiendan que su cuerpo es su cuerpo, que su imagen es su imagen”, subraya, “porque, así como les decimos que no toquen un enchufe, hay zonas de la virtualidad que son riesgosas”.
Asimismo, agrega que en niñas y niños de edad escolar “revisar los dispositivos electrónicos es parte de la protección y el cuidado, no es invasión”. El informe Kids Online Uruguay encontró que 67% de los padres prohíbe a sus hijas e hijos entrar a ciertas páginas de internet, 55% revisa qué amistades o contactos tienen en páginas o aplicaciones y qué páginas web visita, y 47% revisa sus mensajes. Según Solari, este monitoreo no debe ser “policíaco”, sino en plan de “vamos a verlo juntos”.
No es sólo monitorear, sino también dar información. “Lo que corresponde a los adultos que criamos y educamos es explicar, por ejemplo, que en los grupos tenés que saber quién está y tenés que tener cuidado con lo que mandás”, señala Solari. La directora de la Unidad de Víctimas y Testigos, que además es educadora social, refiere también a la importancia de cuidar el contenido que niñas, niños y adolescentes suben a las redes sociales. “Si una gurisa de 12 años se saca una foto en ropa interior en el espejo, decirle que no está bueno subirla. Cuando tenga 16, 18 o 20 años y sepa cómo contestarle a un tipo que le diga cualquier cosa, ahí que ponga la foto que quiera, porque va a saber cómo administrar lo que pasa con su cuerpo y su exhibición. Con 12 años no tiene esas herramientas aún, y primero hay que construirlas”.