Elize Matsunaga asesinó a su pareja, el millonario Marcos Kitano, en 2012. Fue uno de los crímenes más famosos de Brasil. Le pegó un tiro, lo descuartizó, sacó en pedazos su cuerpo del lujoso apartamento que compartían y se deshizo de él dejando su cuerpo en partes, en bolsas, al costado de la ruta. En ese momento, la hija de ambos tenía un año. Si bien inicialmente acompañó la búsqueda, días después se entregó y confesó el delito. En el juicio más mediático del país, fue condenada a 19 años de prisión.

Kitano era director ejecutivo de Yoki, una de las empresas alimentarias más grandes de Brasil. Era el nieto del fundador de la empresa. Tenía 42 años. Cuando fue asesinado, la empresa recién se había vendido a la estadounidense General Mills, por un valor de casi 2.000 millones de reales, lo que significaba una importante expansión de la marca.

La historia de Elize era diferente. Venía de una familia pobre del interior de Brasil. Conoció a Marcos por medio del trabajo sexual, y a partir de ahí desarrollaron un vínculo. Se casaron, construyeron una rutina y tuvieron una hija. Ambos eran aficionados a la caza de animales. Por eso tenían armas y horas de práctica de tiro.

El relato completo está contado en una serie true crime de cuatro episodios disponible en Netflix, dirigida por Eliza Capaí. A pesar de que Brasil es uno de los países más violentos del mundo, este crimen escandalizó a la sociedad. Tal vez por la inversión de roles entre los protagonistas, quizás porque se dio en el seno de la riqueza, donde la brutalidad “no se espera”.

Sobre Elize Matsunaga: Érase una vez un crimen, qué pasa cuando es la mujer la que mata y el impacto social de este delito, Capaí habló con la diaria.

¿Por qué contar la historia de Elize?

La historia de Elize se contó muchas veces. Es uno de los crímenes más famosos de Brasil, fue el que estuvo más tiempo en los medios. Su historia era muy pública. Cuando me invitaron a dirigir una serie true crime, en la que ella iba a hablar por primera vez, me pareció fascinante por varios motivos. Vengo del cine independiente y de repente estaba ante la oportunidad de hacer un true crime para un público muy grande, como es el de Netflix, que es una plataforma gigante, que abría la posibilidad de llegar a sitios a los que, como documentalista de cine independiente, nunca iba a llegar. A su vez, el caso de Elize tiene muchas cuestiones que me parecen importantes, que son para dar la discusión. Claro que, como es un true crime, se cuenta su historia y lo que pasó: las circunstancias de los hechos, las acusaciones cruzadas, la defensa, las dudas sobre el proceso. Está todo ahí. Pero también están ahí discusiones que van por detrás, que rodean el tema, como es el papel de los medios en casos como este. Es interesante debatir acerca de por qué este delito fue tan famoso y cómo actuaron los medios. En Brasil hay varios femicidios por día; está en el top mundial. También está en el top mundial de encarcelados. Pero los encarcelados, en general, son varones, negros, pobres. Entonces, si analizamos por qué este crimen es tan famoso, puede ser porque hay una inversión total de los roles. Este es un crimen doméstico. En general, en estos delitos, el varón es el que mata a la mujer. Acá es la mujer que mata al varón. Además de ser mujer, es blanca, rubia y rica. La víctima es millonaria. Hay una cuestión muy fuerte en el juicio, en cómo se hizo ese juicio. No sólo en lo que respecta al juicio en sí mismo, sino al juicio paralelo que hicieron los medios. Era también ver cómo el sexismo estaba muy presente por tratarse de una mujer que fue trabajadora sexual. Era una pareja que se había conocido a través del trabajo sexual. Había cuestiones muy importantes que abren debates más amplios, que están ahí, y un true crime es una oportunidad muy interesante para que este debate sea masivo.

¿Qué recuerdo tenés de cuando ocurrió el crimen?

Parece broma, pero no recordaba el caso. No tengo televisión desde hace mucho tiempo, como mucha gente que trabaja en audiovisual, entonces no sabía mucho. Me fascinó la idea de contar una historia sobre un caso del que casi todas las personas en Brasil sabían algo, incluso había quienes sabían muchos detalles. Para mí era casi como descubrirlo. Luego, claro que estudié muchísimo el caso. Miré todo el material del archivo de los medios y del juicio.

¿Qué viste cuando te encontraste con Elize?

Vi a una mujer. Una mujer que estaba encarcelada hacía tiempo. Tenía los rasgos de lo que le pasa a la población carcelaria en general: una gran depresión. Al mismo tiempo, era alguien que estaba saliendo a la calle por primera vez después de ocho años, en el marco de sus salidas transitorias. También vi a una persona. Una persona que hizo algo que la va a perturbar toda la vida de distintas formas: el recuerdo de lo que hizo, el encarcelamiento, no poder ver a su hija, la exposición que tuvo su crimen. Además, vi que era una persona curiosa, que leía mucho en la cárcel y que hablar sobre los libros con los que tenía contacto ahí adentro le hacía parecer otra persona. Sobre todo, vi a alguien con muchas ganas de contar su versión de la historia. Claramente era algo para lo que se había preparado durante mucho tiempo, emocionalmente y en el relato en su cabeza, para ver qué iba a decir cuando pudiera hablar sobre el tema.

Estamos acostumbrados a que la historia sea al revés, que el protagonista de estos crímenes sea un varón. ¿Qué nos pasa cuando se da esta inversión de roles?

Fue muy interesante porque, antes de empezar la serie, estaba trabajando en cárceles con hombres que aguardaban juicio por femicidios y violencia contra las mujeres. Salí de ahí directamente a dirigir la serie y conocer a Elize y su caso. Para mí, era muy claro cómo ella y esos hombres tenían un montón de cosas en común, entre ellas, un pasado de violencia doméstica e intrafamiliar. Las personas que debían estar allí para cuidarlos eran personas que ejercían violencias graves contra ellos. El ciclo de violencia estaba muy claro: mezclar el cariño y el cuidado con la violencia. Roles muy paradójicos juntos. Ese es un punto. También hay una similitud en que muchos de los casos de femicidio suceden cuando la mujer decide terminar la relación y el hombre no acepta la situación. Es similar a lo que le pasó a Elize: cuando vio como posibilidad el fin de la relación, se desesperó y pasó lo que pasó. Es una inversión de roles, pero está la misma motivación que hay en muchos de estos crímenes. Tal vez lo que hizo posible esa inversión fue la presencia de armas en la casa y el conocimiento de cómo utilizarlas. Nunca sabremos lo que realmente pasó. Pero según las versiones, las armas estaban ahí, disponibles, y frente a esa rabia, a ese enojo muy grande, la versión de ella es que se descontroló y le pegó un tiro. Y después era demasiado tarde para retornar. Me parece interesante que ella misma diga que no está bueno tener armas en casa porque puede ser algo que haga que después “no haya vuelta atrás”.

_Elize Matsunaga: érase una vez un crimen_. Foto: difusión Netflix.

Elize Matsunaga: érase una vez un crimen. Foto: difusión Netflix.

¿Qué nos pasa cuando nos enfrentamos a una mujer que comete delitos?

Estamos ante una inversión. Las cárceles tienen muchos más varones asociados a la violencia que mujeres. Numéricamente hablando, las mujeres cometen menos delitos. Así que lo primero que ocurre es esa inversión. Luego, a mí en particular, me pasa que tengo dificultades para comprender la violencia. Entonces, cuando la veo, intento comprender por qué, qué hizo la persona, la sociedad, para llegar a ese punto. Es fascinante analizarlo, porque sin eso nunca vamos a cambiar la sociedad. Pensar en una sociedad violenta como Brasil es un mecanismo importante. Esta curiosidad es la misma que me genera cuando un hombre comete un delito violento. Qué pasó en la vida de esa persona para llegar al límite de todo y quitarle la vida a alguien. Al mismo tiempo, tengo ganas de mirar más allá del crimen, porque nadie es sólo el crimen que comete. Seguramente, el crimen es un punto importante en la historia de alguien que hace algo así, pero las personas son mucho más que cualquier evento de su vida. Me da curiosidad conocer su entorno y discutir qué se puede hacer en estos casos. Qué se hace. No creo en el punitivismo como respuesta a los delitos. Entonces, cuando veo esto y veo la situación de las cárceles y cómo están la mayoría de los encarcelados, estoy segura de que esto no va a solucionar el problema de la violencia. Al mismo tiempo, me surgen preguntas: ¿qué se hace? ¿Por qué alguien puede llegar a matar? ¿Querés tener como vecino a alguien que mató? ¿Querés cruzarte con esa persona en la calle? ¿Qué podemos hacer como sociedad? Cuando conozco a alguien que cometió un crimen así, me viene esta curiosidad.

¿Elize fue discriminada?

Lo que hicimos en la serie fue mostrar puntos de vista muy distintos sobre la historia de Elize. De los medios, de los abogados que estuvieron alrededor del caso, de periodistas, de amigos y familiares. Queríamos representar con respeto a cada una de las personas que nos dieron entrevistas. Fue un esfuerzo muy consciente en el guion y en la edición. Podíamos estar o no de acuerdo, pero eso no importaba. Queríamos que las personas que miraban se sintieran identificadas con los distintos puntos de vista. Que dijeran “eso es lo que pienso yo”. Por eso incluso hay versiones totalmente contradictorias entre sí. Me pareció interesante, mirando la repercusión que hubo, principalmente en Brasil, cómo la gente ha visto en el contraste de esos personajes un machismo muy grande entre los involucrados de la acusación. Es curioso, porque si esta serie hubiera sido hecha en otro momento, por ejemplo, cuando ocurrió el crimen, en 2012, antes de la primavera feminista, antes de que la ley de femicidios fuera aprobada [en Brasil] y de que estos temas sean parte de lo que discuten los medios y la opinión pública, el público no habría visto de esta forma lo que pasó con ella. Eso me pareció muy interesante. Además, Brasil es un país muy clasista. Es de las herencias más fuertes que tenemos, por ser el último país occidental que terminó con la esclavitud. Eso se refleja hasta hoy en día. Además, es un país muy religioso, muy cristiano. Si sumamos que es una mujer que viene de la pobreza y que fue trabajadora sexual, es un combo muy fuerte de elementos para que esta sociedad clasista y machista la juzgue.

Alerta de spoiler: no contás desde el principio que ella fue trabajadora sexual, y elegir no hacerlo es una novedad en las narrativas alrededor de este caso.

Pensamos mucho en cómo hablar sobre su trabajo sexual. Teníamos que hablar del tema, porque es parte fundamental para comprender por qué es un crimen famoso y por qué se hace una serie sobre esto. Al mismo tiempo, no queríamos reproducir lo que estábamos intentando criticar o sobre lo que queríamos poner luz, para que la gente tenga otra visión respecto del sensacionalismo mediático y el machismo en los medios. Nuestra misión fue primero hablar sobre lo que tenía que ver con el caso. Cómo era la relación. De hecho, el momento en el que aparece la cuestión sobre el trabajo sexual en la serie surge de la propia boca de Elize. Ella plantea cómo ese tema formó parte del juicio. Sólo a partir de cómo ese tema era parte de esa historia, y cómo fue utilizado, entramos con la narrativa. Ahí hacemos distintas lecturas sobre cómo los medios han tratado y siguen tratando hasta hoy en día el tema, cuando Elize tiene salidas transitorias. Los titulares de varias noticias son: “Elize Matsunaga, ex prostituta...”. Es súper raro, porque ella es tantas otras cosas, pero aun así sigue siendo ese el titular de las noticias. Por un lado hablamos de eso, y por otro intentamos comprender cómo llegó a ese trabajo y qué significaba. Intentamos no mostrar el juicio que hubo sobre ese tema y al mismo tiempo no juzgarla nosotros. Intentar comprender qué significa ese trabajo y qué significó para ella. Es un trabajo.

¿Qué repercusiones tuvo la serie?

La repercusión fue muy grande. En Netflix la serie estuvo en el top 3 de Brasil, llegó al top 10 de Estados Unidos, también estuvo en el top 10 de Uruguay. Y en Portugal, Inglaterra, Sudáfrica. Muchos países. En Brasil, el día del estreno fue trending topic en Twitter. Los primeros días estuve acompañando la repercusión. Lo central que me gustó es que quedó como tema social la discusión sobre el machismo en el sistema penal, en el sistema carcelario y en los medios. También hubo un debate muy fuerte sobre el ciclo de la violencia, cómo impacta y qué se puede hacer. Hubo debates. He acompañado debates muy calificados, tanto desde el punto de vista penal como desde lo sociológico y psicológico. Por otro lado, claro que están los extremos. Hubo dos extremos que me dejaron un poco en shock. Uno es la gente que dice que hay una humanización o romantización de Elize. Muchas veces humanización y romantización vienen juntas. Claro que hay una humanización: ella es una humana. Si estamos haciendo un documental sobre una persona, una humana, la idea es humanizarla y comprender quién es esa persona. Ver eso dicho de una forma crítica, para mí, es un shock. Si alguien comete un crimen, la sociedad cae en ese lugar de querer crear monstruos. Pero cuando creamos monstruos, principalmente cuando estamos hablando de violencia doméstica, y lo que hacemos es crear monstruos en vez de humanos que cometen delitos, no nos permitirá nunca acabar con la violencia doméstica. Porque la violencia doméstica y la violencia de género, si miramos los casos, los femicidios, las violaciones, no son hechos cometidos por monstruos que vienen de otros lugares. En general, en la gran mayoría de los casos, son delitos cometidos por parientes, por amigos, por amigos de los parientes, por nuestros propios compañeros. Son personas. Así que necesitamos humanizar a esas personas y comprender qué pasa. Incluso para que uno pueda mirar su entorno, el de su hija, el de su hijo, y ver que estas violencias pueden ser cometidas por personas muy queridas. Es necesaria la humanización de los humanos, que muchas veces cometen delitos, que hacen cosas que suenan como monstruosidades. El otro extremo de los comentarios, que también me preocupa y me hace cuestionar la sociedad en que vivimos, es el de las personas que dicen que ella “hizo poco”, que este hombre “merecía más”. ¿Quién merece ser asesinado y descuartizado? Nadie merece eso. Hay un odio que viene de mirar las injusticias a las que ella estuvo sometida, como nos pasa a muchas de nosotras, a mujeres y hombres, que vivimos en sociedades violentas y crueles. Pensar que esa es la salida para situaciones de violencia es preocupante. Entre esos dos extremos, hubo muchas cosas muy bonitas.

¿Cuál es tu próxima historia?

Estoy en el principio del proceso de mi cuarto largometraje. Sin dudas va a ser la película más personal que hice hasta el momento. Muchos de los temas que vengo pensando y debatiendo van a estar ahí. Aún no puedo decir el tema, pero seguro vamos a tener mucho de qué hablar cuando se estrene. De cómo miramos ciertas cosas a nivel personal, social y político.

Sobre Eliza Capaí

Eliza Capaí es periodista, graduada en Periodismo por la Universidad de San Pablo. Se enfocó en lo audiovisual a través del cine independiente. Para ella es una herramienta para “ver qué es lo que pasa con la gente”. Cuenta que “como es tímida”, la cámara la ayuda a hacer “las primeras aproximaciones y a realizar preguntas que no haría de otra manera”.

Con sus obras se propone poner temas en discusión. Su primer largometraje, Tão Longe é Aqui (2013), analiza la situación de las mujeres a partir de un viaje a África en el que se encontró con mujeres de distintas culturas, intentando comprender “el sitio de nosotras”. Su segundo largo, O jabuti ea tapir, reflexiona acerca de las gigantes centrales hidroeléctricas en la Amazonia a través de las y los habitantes del lugar. El tercero es Espero tua (re)volta, que trata sobre el movimiento estudiantil desde las protestas de 2013 hasta la elección del presidente Jair Bolsonaro en 2018.

Su último trabajo publicado es la serie Elize Matsunaga: Érase una vez un crimen, que sigue por la línea de intentar comprender “por qué el mundo es cómo es mirando a través de un crimen”.