La ley N° 19.161 aprobada en 2013 creó el “Subsidio para cuidados del recién nacido”, conocido como licencia de medio horario, que permite reducir a la mitad la jornada laboral recibiendo la totalidad del salario, desde que termina la licencia por maternidad hasta los seis meses del bebé. La norma concede este derecho tanto a la madre como al padre, quienes podrán usar la licencia “indistintamente y en forma alternada”. Así, se busca facilitar el cuidado de hijas e hijos recién nacidos promoviendo el involucramiento de los padres varones en la crianza, para que no recaiga exclusivamente en las mujeres.
Sin embargo, estudios sobre el subsidio muestran “el poco uso que los hombres han hecho del programa”, según reveló el informe Compartiendo los cuidados entre padres y madres: uso del subsidio de medio horario en Uruguay, elaborado por el Banco de Previsión Social de Uruguay (BPS), la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (Udelar), el Banco Mundial y ONU Mujeres, y que fue presentado este martes.
El estudio señala que son beneficiarios de este subsidio todas las trabajadoras y trabajadores de la actividad privada con cobertura a través del BPS, “ya sean dependientes, no dependientes hasta con una persona empleada o titulares que pagan monotributo”. Además, resalta que, para poder acceder, es requerimiento que la madre haga uso de la licencia por maternidad.
Los datos administrativos del BPS para 2021 relevados para el estudio muestran que los hombres representan sólo 2% del total de beneficiarios del programa de licencia parental en Uruguay. Esto se traduce en 120 hombres, frente a 7.678 mujeres que accedieron al beneficio. Este no es un fenómeno puntual de ese año: el documento cita el informe Uso de licencias parentales y roles de género en el cuidado, elaborado en 2018 por las investigadoras Karina Batthyány, Natalia Genta y Valentina Perrotta, que entre otras cosas reveló que el subsidio era utilizado hasta entonces por 69,6% de las mujeres y apenas 4,5% de los hombres habilitados para hacerlo.
En ese análisis, las académicas identificaron tres razones principales que lo explican: la falta de información sobre el subsidio (desconocen que existe o lo conocen, pero no saben que ellos también pueden usarlo); la percepción de que existen “costos económicos” asociados a acceder el subsidio; y la existencia de “una norma social según la cual el cuidado del bebé por el padre es menos necesario que el de la madre”.
Por otra parte, en el marco del estudio presentado este martes, se realizaron entrevistas semiestructuradas a mujeres y hombres beneficiarios del programa en las que se identificaron algunos obstáculos para el acceso a la licencia. Por un lado, se detectaron “barreras de capacidad”, en tanto las personas entrevistadas “manifestaron no conocer quién podía tomar el subsidio ni la existencia de la capacidad de alternar”, mientras que “varios padres y madres no creían que hubiese nada que decidir, dado que siempre son las mujeres quienes cuidan a los recién nacidos”, dice el informe.
También se encontraron “barreras de motivación”: varios afirmaron creer que la lactancia se vería afectada si el subsidio lo toma el hombre y cuatro de diez consideraron que los hombres “no tienen las habilidades de cuidado que tienen las madres”. Por otro lado, consideraron que los costos de dejar el trabajo eran más graves para los hombres que para las mujeres.
Las terceras barreras son las de “oportunidad”, que tienen que ver con que “la mayoría de los entrevistados consideró que la lactancia es un impedimento para que el padre reemplace las funciones de la madre en el cuidado del bebé”. Al mismo tiempo, todas las personas consultadas coincidieron en que “la norma social” es que al subsidio acceda la madre y la mayoría no conocía ningún hombre que hubiese accedido.
Sobre la base de estos resultados, las instituciones que lideraron el informe diseñaron, implementaron y evaluaron una intervención piloto a través del envío de mensajes dirigidos a potenciales personas beneficiarias, enfocados a incidir en las barreras identificadas e incentivar prácticas de cuidado y crianza más igualitarias entre mujeres y varones. Uno de los principales impactos, según informó ONU Mujeres, es que los mensajes “aumentaron la probabilidad de considerar su uso en caso de ser padres y muchos mostraron intención de hablar con la pareja sobre este”.