Para transformar la realidad hace falta voluntad, determinación, militancia, espacios de diálogo colectivo, fijar objetivos claros y también, entre muchas otras cosas, recursos. El Fondo de Mujeres del Sur (FMS) fue fundado en 2007 por seis feministas latinoamericanas que entendían que esa apuesta era fundamental a la hora de impulsar las transformaciones necesarias para que mujeres y disidencias tengan una vida mejor. Desde entonces, la fundación moviliza recursos y brinda apoyo financiero, técnico y político para fortalecer a organizaciones de mujeres, disidencias y movimientos feministas que “promueven la justicia de género, étnico-racial y social” en distintos países de la región, definen en sus redes sociales. El foco está puesto en particular en organizaciones “de base” y del interior.
El FMS “se dedica a identificar lugares de financiamiento que tengan como objetivo poder apoyar emprendimientos, iniciativas y propuestas de mujeres de base”, explicó a la diaria la militante afrofeminista uruguaya Beatriz Ramírez, cofundadora de la organización Mundo Afro y del Programa de Mujeres Negras, exdirectora del Instituto Nacional de las Mujeres y una de las actuales consejeras del fondo. La idea es, en última instancia, fortalecer “los procesos organizativos y la capacidad que tienen los grupos de mujeres de incidir, organizarse, establecer sus estrategias y alcanzar los derechos que por norma ya existen”.
“La cooperación económica no siempre llega o las personas no siempre llegan a los diferentes niveles de cooperación internacional y nacional que existen y, por tanto, hay una población importante que queda por fuera”, detalló Ramírez. “Es a esa población que el fondo dirige sus baterías y sus objetivos, sobre todo a mujeres que están en el territorio a lo largo y a lo ancho de los países que apoya”, que son Argentina, Paraguay, Uruguay y, “en algunas instancias”, otros puntos del continente. Según dijo la referente, la fundación crea iniciativas en torno a distintos ejes temáticos, como participación política y activismos feministas, justicia económica o erradicación de las violencias, y hace convocatorias abiertas a las organizaciones que se quieran presentar.
En octubre de este año, el FMS cumplirá 15 años. En ese marco, transita un proceso de celebraciones y evaluaciones. Respecto de esto último, la fundación asegura que, desde su creación, apoyó a 10.185 activistas, 406 organizaciones y más de 950.000 personas se beneficiaron “indirectamente” de las acciones y apoyos. Esto implicó la movilización de casi 14 millones de dólares.
En Uruguay, la iniciativa “tiene una mirada muy situada en las mujeres que no viven en Montevideo”, sobre todo aquellas que residen “en frontera seca o en frontera húmeda, y que tienen mayores desventajas porque ahí el enclave territorial también es muy pesado”, aseguró Ramírez. Uno de esos proyectos es Entramadas, que trabaja en “temas de violencia” y “una batería de acciones que contribuye a que las mujeres tengan una mayor autonomía, un mayor empoderamiento y finalmente puedan alcanzar las mismas oportunidades”.
Montevideo fue justamente la sede para una de las primeras celebraciones de estos 15 años, que tienen como consigna “Potenciando feminismos”. Así, el viernes pasado, referentes y activistas de diferentes organizaciones compartieron reflexiones sobre el impacto del fondo en sus actividades y contaron sus experiencias, en la sala Delmira Agustini del teatro Solís. Una de las invitadas especiales era Estela Díaz, ministra de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la Provincia de Buenos Aires y una de las fundadoras del fondo, pero tuvo que cancelar su participación cuando, unas horas antes, se produjo el intento de asesinato de la vicepresidenta argentina, Cristina Fernández.
Reflexiones
“Potenciar los feminismos implica un acto de reconocimiento del valor que tiene el poder. No el poder que conocemos, que es el de la dominación, sino un poder construido con las otras, desde las otras, construido de una manera que efectivamente permita mostrar que no nos animan cuestiones de reacción a los avances que hemos tenido, como las que estamos viendo en estos días”, dijo durante la apertura de la actividad la activista feminista Carmen Beramendi, exdiputada, docente e investigadora en Género y Políticas Públicas de Igualdad de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y otra de las consejeras uruguayas del FMS. Se referían al atentado contra la vicemandataria argentina pero, en general, a los “fundamentalismos” que “reaccionan” a los avances de los feminismos en la región.
Para Beramendi, el movimiento feminista “debe necesariamente ser consciente de que se enfrenta a eso, a un sistema de opresión poderoso, y que requiere, por lo tanto, construir una forma de establecer lazos entre nosotras que sea la que nos permita, juntas, ser más libres y expresar que no queremos que nos maten”.
En ese sentido, la referente feminista mencionó que hay dos elementos que se le vienen a la mente cuando piensa en la lucha feminista en Uruguay y en América Latina. Uno es la libertad, que tiene que ver “con la emancipación, con el sentido más profundo de nuestra lucha y del derecho a que todas, todes y todos podamos ser como queremos ser”. El segundo es “la necesidad de crear un nuevo poder, que sea transformador”, que se constituya como un “contrapoder a este poder opresor”. Beramendi dijo que, en esa lucha, también se construyen “otros modos de hacer política”, “en el sentido más amplio y más hermoso que tiene la palabra, que es la política de la transformación”, y resaltó que “no lo estamos haciendo en cualquier lugar”, sino “en el continente más desigual del planeta”. “Construyamos una manera distinta de estar, de ser, de hacer cosas colectivamente, eso es lo que quiere el Fondo de Mujeres del Sur: alentar a esos feminismos a que potencien una acción en toda la región”, arengó.
Beatriz Ramírez también compartió sus reflexiones como consejera del fondo. La activista afrofeminista aclaró que lo que pretende la fundación con el apoyo que brinda no es “colocar a las mujeres en un lugar de subalternas o de incapaces de poder desarrollar sus propias realidades”, sino “potenciar desde las ideas y también desde los recursos, indudablemente, porque los recursos no son otra cosa que una herramienta para poder transformar las realidades que nos tocan”.
Por otro lado, Ramírez dijo que su presencia en el fondo también “tiene que ver con una dimensión del feminismo que es el feminismo negro, que aporta al feminismo la visión de interseccionalidad, y no solamente como una categoría de análisis, que ya de por sí es muy importante porque establece cómo las diferentes dimensiones de opresión confluyen en las personas y agravan su situación, sino también como la posibilidad de confluir desde un paradigma emancipatorio”. “Porque somos mujeres de América Latina y sabemos que las transformaciones de fondo son lo único que nos va a posibilitar cambios a mediano y a largo plazo”, agregó.
Finalmente, puso su mirada en el futuro. “Estamos viviendo un momento de transición en América Latina y como movimiento feminista, y nos tenemos que hacer cargo. Tenemos que abrir un campo de diálogo, de negociación y de acuerdo para seguir construyendo”, una tarea que requiere “mirar intergeneracionalmente”, aseguró Ramírez, y agregó que “el fondo va a ser y es desde ya un espacio que nos posibilita esa acción de pensarnos de manera colectiva, conjunta y en diálogo permanente”.
Experiencias
Después de estas reflexiones sobre la situación y los desafíos de los feminismos latinoamericanos, representantes de distintos colectivos que participan en proyectos del FMS contaron sus experiencias. La primera fue Leticia Marroquim, de la Colectiva Durazno, que se definió como “mujer migrante que vive en el interior”. La activista contó que su colectivo accedió al fondo en plena pandemia y eso las ayudó “para mantenernos en la vuelta, en la lucha” y pensar actividades para “incidir en el territorio”, incluidas algunas con mujeres privadas de libertad y mujeres trans de Durazno.
Marroquim dijo que, entre las iniciativas que surgieron desde entonces, está la Entramada, junto con los colectivos Datysoc, Encuentro de Feministas Diversas y Mediared, “pensando en ciberfeminismos, en el mundo digital, por donde viene la violencia también en el mundo actual”. En esa línea, adelantó que este año promoverán la creación de una “red de dateras feministas en Uruguay, para estar siempre en alerta y buscando una construcción colaborativa de una base de datos de los femicidios en Uruguay”.
Por su parte, Tania Ramírez, integrante de Mizangas Mujeres Afrodescendientes, resumió que el apoyo que recibe el colectivo desde hace dos años “ha significado, sobre todo, la posibilidad de abordar todo lo que tiene que ver con las experiencias y con la violencia de género, racial y transfóbica”. Entre las líneas que trabajaron, destacó el autocuidado y el fortalecimiento de “las referencias y las compañeras que están en el norte del país”.
Ramírez señaló que el apoyo del fondo también significa “la posibilidad de generar una especie de red de economía circular, porque esos recursos los volcamos a las compañeras del interior que tienen emprendimientos, que hacen talleres”, así como “aprender a gestionar y a administrar los recursos”.
Para Nicolle Casaravilla, del colectivo Riversidad – Asociación Trans del Uruguay, el fondo significó “una esperanza” y “una apertura”. Esperanza porque llegó en un momento en el se estaban preguntando “cómo iban a seguir luchando” con una administración departamental que “no tiene a la diversidad sexual y a la población afro en la agenda política”, dijo la activista. Y porque, además, les dio “la esperanza de no bajar los brazos, de seguir luchando, de ocupar espacios que la sociedad históricamente nos ha rechazado, para hablar en primera persona”. Apertura porque, “gracias al FMS”, el colectivo “es una referencia internacional de lucha de la diversidad sexual” y fue postulado a otros fondos internacionales.
Casaravilla se refirió a varias iniciativas que impulsaron las activistas en este tiempo, como el proyecto Escucha, para “acompañar y orientar a madres adolescentes jóvenes con relación a la violencia intrafamiliar en el período de pandemia”, o el Proyecto Espacio Diverso Adé Boneca, que “se basa en el fortalecimiento del activismo de frontera”.