En el Uruguay de 2023 vivimos “en familias menos estables, más complejas y mucho más diversas”, mientras que “se ha vuelto más difícil conciliar la vida familiar con las obligaciones laborales y el ocio”. Esta es una de las conclusiones que plantea la nueva edición de la Encuesta de Generaciones y Género (EGyG), que busca contribuir a generar datos innovadores sobre las relaciones entre las trayectorias reproductivas, familiares y laborales, desde una perspectiva que contemple las relaciones intergeneracionales y de género.
En ese sentido, el estudio indaga sobre cuestiones como la formación de parejas, los hitos de la vida sexual y reproductiva, la toma de decisiones de los hogares, los cuidados, las relaciones intergeneracionales, el bienestar individual, las condiciones de trabajo e ingresos, y las actitudes y valores frente a diferentes temáticas.
La encuesta fue coordinada por el Programa de Población de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad de la República, con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo, el Fondo de Población de las Naciones Unidas, Unicef, el Instituto Nacional de Estadística, el Plan Ceibal, el Banco de Previsión Social y el Ministerio de Desarrollo Social. Los datos fueron relevados entre octubre de 2021 y diciembre de 2022, tras interrogar a 7.245 personas de entre 18 y 79 años, residentes en localidades de 5.000 personas o más. Los resultados serán presentados esta tarde en la FCS y eventualmente se podrán consultar en la web de la institución, pero la diaria accedió a un adelanto.
Uno de los datos que arroja la encuesta es que más de la mitad de la población adulta (54%) uruguaya vive en pareja. Además, muestra que 12% de las mujeres y 13% de los varones mantienen una relación de pareja pero no conviven. Otro apunte en este sentido es que las relaciones de pareja sin convivencia son más frecuentes entre las nuevas generaciones y, en particular, entre los varones jóvenes.
Por otra parte, el informe asegura que “existe un patrón por edad muy claro en la elección del tipo de unión”, ya que “la enorme mayoría de la población joven elige la unión consensual frente al casamiento”, mientras que las generaciones anteriores siguen prefiriendo el matrimonio.
El estudio también profundiza en los niveles de satisfacción de las personas con su relación de pareja, que son bastante altos: 82% de las mujeres y 88% de los varones dijeron estar “muy satisfechos”. De todas formas, las mujeres declararon con mucho mayor frecuencia que los varones haber considerado terminar con su pareja en el último año (18% y 12%, respectivamente), y esto se dio en todos los grupos de edad.
Por otro lado, los resultados muestran que si bien las parejas uruguayas continúan conociéndose principalmente a través de amistades, familiares o en los lugares de trabajo o estudio, entre las personas más jóvenes “los lugares bailables pierden importancia, mientras que las redes sociales o aplicaciones de citas se vuelven cada vez más habituales como lugar de encuentro”.
El dato duro: 21% de las personas de 20 a 30 años conoció a su actual pareja a través de una plataforma virtual. Esto permite concluir que, hoy en día, las aplicaciones o plataformas virtuales “compiten con los lugares tradicionales de encuentro”, sobre todo en las generaciones más jóvenes.
La carga desigual de los cuidados
Las preguntas sobre los cuidados se dividieron entre las vinculadas al cuidado de niñas y niños, y las vinculadas a las tareas domésticas. En el terreno del cuidado infantil, la EGyG muestra que si bien mujeres y varones declaran que juegan con sus hijas e hijos por igual, los varones reconocen que el resto de las actividades cotidianas de cuidado -atenderlos cuando están enfermos, vestirlos, ayudarlos con los deberes, acostarlos- recae más sobre las mujeres.
En tanto, las mujeres tienen una visión “menos optimista” respecto de las responsabilidades compartidas y aseguran ser ellas las principales encargadas de realizar la mayoría de las tareas, una tendencia histórica que va en consonancia con lo que plantean desde hace años distintos estudios sobre el tema.
En cuanto a las tareas domésticas, mujeres y varones coinciden en que las “pequeñas reparaciones en casa” son las únicas tareas que están mayoritariamente bajo la órbita masculina, junto con llevar las cuentas de la casa, que es una tarea que se reparte prácticamente por igual. El resto de los quehaceres domésticos -esto es: preparar comidas, pasar la aspiradora, lavar la ropa y organizar actividades sociales- lo desempeñan las mujeres en mucho mayor proporción, según la percepción tanto de varones como de mujeres, aunque los varones estiman que su participación es mayor a la que evalúan las mujeres.
Ligado directamente a los cuidados está el tema de la conciliación entre la vida familiar y laboral, que también abarcó esta encuesta y que también refleja las desigualdades de género persistentes en el marco del hogar. El informe señala que “la doble jornada no sólo es más pesada para las mujeres que para los varones, sino que también les supone un mayor número de preocupaciones cotidianas”, lo que evidencia que “las tareas domésticas siguen siendo naturalizadas como responsabilidad de las mujeres”.
Una de las cuestiones que lo reflejan es que las mujeres declaran que el trabajo remunerado interfiere con sus responsabilidades domésticas con mucho mayor frecuencia que los varones. También perciben que la vida familiar “perturba su jornada laboral en mayor medida que los varones”, aunque muestran más preocupación por las dificultades para cumplir con las tareas domésticas y responsabilidades familiares. A modo de ejemplo, 43% de las mujeres con trabajos remunerados manifestaron que les fue “muy difícil” cumplir con “sus” responsabilidades familiares “a causa de la cantidad de tiempo” que pasan en el trabajo, algo que declaró 39% de los varones.
Si la información se ve desagregada por el número de hijas e hijos, se percibe que las personas que conviven con dos niños o más advierten con mayor frecuencia la sobrecarga y el conflicto entre la vida laboral y familiar, en comparación con quienes tienen menos hijos. “Esto suele ser señalado como uno de los motivos por los cuales se tiende a reducir la fecundidad a medida que se van sucediendo las generaciones, pero también como una de las principales razones por las cuales son necesarias políticas de conciliación, como los sistemas de cuidados”, detalla el estudio.
Esto lleva a otro tema: el número de hijos al que apunta la población uruguaya. La EGyG revela que “la norma de los dos hijos sigue siendo el ideal mayoritario en todas las personas, sin importar la generación o el estrato social de pertenencia”. Hay algunas diferencias: la población con menor nivel educativo mantiene un ideal de familia algo mayor, por ejemplo, mientras que entre las mujeres de las generaciones más jóvenes crece la aceptación del hijo único. Además, no tener hijos como ideal reproductivo “gana algo de terreno” entre las mujeres nacidas a partir de la década del 80 -las que hoy tienen alrededor de 40 años- y entre las de nivel educativo alto.
Por otra parte, la encuesta muestra que 43% de las mujeres y 41% de los varones se consideran completamente satisfechos con su vida actual, aunque, una vez más, las diferencias de género son notorias en las dimensiones vinculadas a la vida doméstica -que incluye las categorías “tareas del hogar”, “cuidados” y “relación de pareja”-, en las que la proporción de mujeres que declaran completa satisfacción es menor que entre los varones.
Actitudes y valores
En otro apartado dedicado a indagar sobre las actitudes y los valores de la sociedad uruguaya, la encuesta permite explorar “en qué medida las transformaciones en las estructuras sociales están acompañadas por cambios en las valoraciones”. Esto se midió a través de la adhesión o no a ciertos postulados.
Por ejemplo, la encuesta refleja que las personas sin religión adhieren menos que las religiosas a la idea de que “un niño necesita un hogar con un padre y una madre para crecer feliz” (54% de las primeras están en desacuerdo o muy en desacuerdo, frente a 35% de las segundas). De todas formas, 49% de las personas religiosas está de acuerdo o muy de acuerdo con ese enunciado, lo que “refleja probablemente el veloz cambio familiar vivido en los últimos tiempos”, sobre todo en relación con el modelo de hogar nuclear tradicional, señala el documento.
En tanto, las respuestas ante la frase “las parejas homosexuales deben tener los mismos derechos que las parejas heterosexuales” muestran que “si bien la sociedad uruguaya se muestra más tolerante con las parejas del mismo sexo que otras de la región, la igualdad de derechos entre las parejas, sin importar su conformación por sexo, es una idea mucho más arraigada entre las nuevas generaciones”.
Otra de las preguntas apuntaba a relevar el apoyo o rechazo a la idea de que “una mujer tiene que tener hijos para sentirse realizada”, lo que “permite explorar en qué medida el cambio valorativo relacionado con los feminismos en el país están arraigados en la población”. Los datos muestran que son pocas las personas que consideran que la maternidad es un factor indispensable para la realización personal de las mujeres, aunque para 12% de varones y 10% de mujeres sigue siendo una idea con la que están de acuerdo o muy de acuerdo.
Hay otro dato que podría reflejar, en parte, la incidencia de los feminismos en cuestiones de educación sexual, derechos sexuales y reproductivos, o reivindicación del placer sexual. Aparece en el capítulo sobre “hitos de la vida sexual y reproductiva”, donde dice que, en promedio, los varones inician dos años antes que las mujeres su vida sexual, pero que esta distancia se acortó “como consecuencia del inicio sexual más temprano de las mujeres con el avance de las generaciones”. Así, el promedio de edad de inicio de la vida sexual para las mujeres nacidas en 1957 o antes es de casi 20 años, mientras que entre las nacidas entre 1993 y 2004 es de 16,5.