¿Te imaginás comprar la ropa que te gusta y no sólo la que te entra? ¿Te imaginás ser una persona que está cómoda dentro de esas prendas que te visten? Imaginá: un pantalón que no te ahoga la cintura y vuelve respirable la existencia; una remera que no te deja al aire medio torso cuando te agachás; una campera que cierra holgada, pero no parece una carpa de circo. Imaginá: sos gorda o gordo y podés usar algo más que estampados de flores o prendas lisas (preferentemente marrones o negras). Imaginá: sos una persona adulta de contextura pequeña y los percheros ofrecen algo más que estampados de estrellas o unicornios. Imaginá: un país que comparte una sola lista de talles adaptada a las características morfológicas físicas de las personas que lo habitan.
Esto puede dejar de ser imaginación y volverse posible si, en las próximas tres semanas, el proyecto de ley de talles –aprobado el pasado 6 de junio por todos los partidos en la Comisión Especial de Equidad y Género– se debate y apoya en la Cámara de Diputados. La expectativa es compartida por las diputadas María Eugenia Roselló (Partido Colorado) y Bettiana Díaz (Frente Amplio), quienes dijeron a la diaria que presionarán lo necesario para obtener la media sanción antes de que comience el debate por la Rendición de Cuentas.
“Es una iniciativa muy positiva porque aborda una realidad global que también afecta a Uruguay: el problema de que las distintas corporalidades no encuentren, especialmente en las grandes tiendas, vestimenta que se adapte”. María Eugenia Roselló, diputada del Partido Colorado.
Ambas parlamentarias han hecho lobby para convencer a sus correligionarios sobre la importancia de aprobar este proyecto, considerando que es un texto que excede –o que abarca mucho más que– las corporalidades gordas. “Es una iniciativa muy positiva porque aborda una realidad global que también afecta a Uruguay: el problema de que las distintas corporalidades no encuentren, especialmente en las grandes tiendas, vestimenta que se adapte”, expresó Roselló. “Esto supone una gran desigualdad, porque no todas las personas pueden recurrir a una modista que les adapte la ropa o conseguir zapatos en tiendas de calzado a medida”.
La representante colorada también destacó que la norma permitirá “ampliar la agenda de derechos” al promover que cada ciudadano “tenga derecho a elegir la ropa de acuerdo a su talla y a no ser discriminado por eso”, siguió.
Por su parte, Díaz resaltó que, tras retomar en 2021 los proyectos que existían y que no habían llegado a buen puerto en años anteriores, lograron estructurar un nuevo proyecto de ley “más integral y aggiornado”, sobre la base de reconocer que “la vestimenta es un derecho y no sólo existe la obligación de estar vestida”.
El texto final contempla las demandas y preocupaciones de los actores involucrados: desde organizaciones de la sociedad civil hasta el Sindicato Único de la Aguja y la Cámara Industrial de la Vestimenta. Como resultado, el proyecto propone que las personas reciban un trato digno en los comercios de ropa y calzado (para vencer las prácticas discriminatorias que podemos escuchar aún hoy cuando pasamos a probadores), pero busca que la legislación “no afecte a ningún comerciante”, dijo Roselló: “Que nadie tenga que bajar ninguna cortina”.
En este sentido, uno de los ajustes que hicieron las legisladoras al formular el texto fue cambiar la mención a “prohibir” el talle único por: “se eliminará [el talle único] de la tabla nacional de talles” y se remarcará con un talle que exista, aclaró Díaz. La diputada frenteamplista indicó que un desafío será torcer argumentos contrarios a la aprobación de la ley sostenidos en prejuicios gordofóbicos, como que esta es una ley “de talles especiales”, o que los comercios se verán perjudicados por los talles a comprar, cuando hoy en día tienen remanentes de ciertos talles en los extremos: pérdidas que podrían terminarse al vender los talles más ajustados a la realidad antropométrica nacional.
El proyecto define “vestimenta” como el “conjunto de prendas exteriores que cubren el cuerpo”, incluyendo la ropa interior y el calzado. En las disposiciones quedan excluidos los comercios que vendan ropa usada, los que ofrezcan vestimenta de alta costura y también prendas a medida.
La penalización para aquellos comercios que incumplan la ley estará bajo la evaluación de la Comisión Honoraria Asesora en Defensa y Promoción del Derecho a la Vestimenta, creada por mandato de la ley, que estará integrada por representantes de los ministerios de Industria, Energía y Minería, Economía y Finanzas, y Desarrollo Social, el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional, la Cámara de Industrias del Uruguay, la Cámara Industrial de la Vestimenta, la Cámara de Diseño Uruguaya y de organizaciones de la sociedad civil.
“La penalización no llegará a ordenar el cierre de establecimientos –aclaró Díaz–, pero establece medidas a tomar porque no queremos que dependa del gobierno de turno cuánto se pueda flexibilizar la ley”.
Aunque las legisladoras prevén que el texto sufra algunas modificaciones en la cámara baja, cuando llegue el momento de implementar la ley serán fundamentales la realización de un estudio antropométrico y la capacitación de empleados que se dedican a la atención al cliente en tiendas de vestimenta.
Una vez que la ley esté vigente y se haya realizado el estudio antropométrico, Uruguay tendrá su propia tabla de talles, cuya inexistencia hoy está naturalizada y provoca que en ciertos negocios seamos un M y en otros XL, por ejemplo. La tabla de talles nacional permitirá “reetiquetar” las prendas que ingresen al país para unificar criterios y tamaños adaptados a las corporalidades más presentes aquí, mientras se fomentará que la industria local produzca vestimenta respetando estos “nuevos” talles. Para garantizar que estos cambios se cumplan, habrá acciones de fiscalización, especialmente en las grandes tiendas. Y quedará claro que el talle “único” no existe.
Para la socióloga Ana Gudynas, integrante del Colectivo Diversa –que trabaja para educar sobre la diversidad corporal y es uno de los promotores de la iniciativa–, “el punto más árido [para la aprobación de la ley] va a ser la fiscalización y establecer qué tipo de multas pueden aplicarse, porque eso hoy no está estipulado”. Sin embargo, la activista dice que hay que dar tiempo a que las empresas se adapten a la legislación de acuerdo al tamaño de cada una. “No se va a perjudicar a la industria, pero tenemos que garantizar el derecho a la vestimenta y ley de talles. Es un derecho que hoy no existe, aunque el tema está más instalado y hoy la gente entiende que no es su culpa que no encuentre un talle, sino que las prendas se tienen que adaptar a tu cuerpo”.
¿Cómo es tu vínculo con la ropa?
“Lo he padecido”, respondió Roselló. “Si bien puedo decir que tengo un tamaño ‘estándar’, siempre fui muy flaca, de joven era muy, muy flaca, y tenía que llevar la ropa a una modista para que la achicara o a un sastre para que agregara agujeros al cinturón. Tenemos muy naturalizada esta desigualdad en el acceso a la ropa y afecta a quienes menos tienen y no pueden ir a un modista, por ejemplo. O naturalizada, como lo noté al intentar convencer a un compañero del partido, con los argumentos que fuimos acordando para redactar el proyecto, y él se dio cuenta de que, calzando 47, tenía problemas para encontrar zapatos. Por eso también sabemos que el estudio antropométrico que debemos hacer nos va a permitir conocer nuestros talles ‘reales’”, aseguró la diputada.
Haber sido adolescente en los 2000 fue un sufrimiento para Gudynas. Era la época de los cumpleaños de 15 y en las galerías del centro montevideano todo era talle único. Todo. Conseguir un vestido para ir a la fiesta no era nada fácil ni cómodo. Era entrar en un probador diminuto y escuchar: “La pollera se estira”. Y la pollera no estiraba. “La mayoría de mis amigas tenían un cuerpo hegemónico, yo no”, recordó la socióloga. “Lo que para muchas era banal, para mí era traumático. Si yo no conseguía la ropa de moda de ese momento, dejaba de ir a la fiesta”.
En la recorrida, ella solía ser “el talle más grande de las tiendas”. En el reducido probador, Ana se miraba frente al espejo y pensaba: “¿Me voy a quedar sin ropa? No puedo ser la persona más grande de Uruguay”.
“Tenemos un grave problema de representatividad en los medios masivos, publicidades, desfiles: siempre vemos el mismo tipo de cuerpo. Y esto lo sufren mucho más los adolescentes”. Ana Gudynas, integrante del Colectivo Diversa.
Además de nuevas medidas de peso y talla, que generen como resultado los talles uruguayos, Gudynas puso el acento en la necesidad de tomar medidas a nivel de representación pública: estamos en un momento contradictorio donde recibimos mensajes de querernos a nosotras mismas y cultivar el amor propio pero, al mismo tiempo, las redes sociales nos llenan de imágenes de cuerpos fitness, tips de nutrición, ayunos intermitentes y complementos en la dieta; o nos gritan “gorda” por la calle, como burla, o “dale, gordo” en el partido de fútbol como para insultar. Puede haber cápsulas curvies o plus size en algún rincón de una tienda, pero los cuerpos escultóricos siguen siendo hegemónicos en las pantallas.
“Tenemos un grave problema de representatividad en los medios masivos, publicidades, desfiles: siempre vemos el mismo tipo de cuerpo. Y esto lo sufren mucho más los adolescentes”, subrayó Gudynas. La segunda “Encuesta sobre acceso a talles de vestimenta y calzado”, realizada por ID Retail, concluye que 35% de las y los adolescentes que no pudieron acceder a vestimenta adecuada tomaron una “acción extrema”, como dietas, ejercicios intensos, producirse el vómito o dejar de comer.
“Por eso tener una tabla nacional de talles es también promover el cuidado de la salud mental e integral de las personas”, opinó la diputada Díaz. “No acceder al talle adecuado impacta no sólo en la autoestima sino, por ejemplo, al momento de obtener un empleo, si no hay uniformes para mi medida”, agregó.
“Tener una tabla nacional de talles es también promover el cuidado de la salud mental e integral de las personas”. Bettiana Díaz, diputada del Frente Amplio.
No encontrar ropa adecuada es una cuestión que nos atraviesa tanto que, cuando registramos que todas las personas somos diversas corporalmente, comenzamos a activar “desde la herida”, comentó Díaz. Esa herida que fue que no te dejen pasar a un local porque “para vos no hay talle”. Esa herida que es suspender planes playeros porque no tenés malla que te quede linda y cómoda para estar con tus amigas en la arena.
Gudynas opinó que “poner el tema sobre la mesa nos va a ayudar a desnaturalizar estas discriminaciones cotidianas; no opinar sobre los cuerpos va a ir ganando peso”. Y consideró que será clave “tener un espacio para denunciar” actos discriminatorios como poder llegar a quedarse sin trabajo porque en la evaluación del índice de masa corporal puede dar “sobrepeso” y, si da sobrepeso, los empleadores pueden argumentar que esa persona “no es apta para el cargo”.
“No digo que las discriminaciones se solucionen sólo con la ley de talles –sigue Díaz–. Pero ver otras representaciones va a ayudar a las próximas generaciones a que puedan expresar realmente su personalidad, su individualidad”. Para, al menos, dejar de pensar que hay que cambiar el cuerpo para entrar en la ropa.