Hoy en Colombia siete de cada diez personas creen que la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) es una decisión libre de las mujeres. La mitad de la ciudadanía respalda que el Estado garantice la intervención y que el aborto legal es un derecho. El 42% apoya que se preste como cualquier otro servicio de salud y el 37% sostiene que debe ser legal en todas sus circunstancias. Estos datos se desprenden de una encuesta de Polimétrica, sobre 1.729 personas consultadas presencialmente en 12 ciudades colombianas desde Bogotá hasta Santa Marta, pasando por Medellín y Cali, entre el 3 y el 15 de junio de 2023. Además, el 39% piensa que cuando las mujeres deciden abortar lo hacen en las primeras semanas y sólo el 7% que realizan el procedimiento después de las 24 semanas de embarazo.

La mirada de Colombia sobre el aborto cambió, se expandió y hoy respalda el derecho a decidir de las mujeres que se volvió una causa justa y un derecho consolidado por la Justicia. Una de las impulsoras de este derecho es Ana Cristina González Vélez. Ella es médica, investigadora, activista, docente. Es cofundadora de la Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres, colectivo feminista en el que nace la iniciativa que hoy se conoce como Causa Justa que condujo a la despenalización del aborto.

En el 2022 la revista Time la incluyó entre las 100 personas más influyentes del año, junto a Cristina Villarreal, de Causa Justa. “Soy muy juiciosa”, dice, con una seriedad que infunde respeto y que hace que cada letra pese cuando se negocian derechos de las mujeres. También es una mujer que sabe que las fotos en las redes sociales –que puede mirar desde su reloj con conexión a Instagram– hoy pesan y posa con jóvenes que festejan la incidencia intergeneracional que abrió camino para que ser madre no sea un entierro en vida. La médica juiciosa lucha contra los prejuicios. No hay peleas definitivas, sino pulseadas que van y vienen en sociedades polarizadas, donde se avanza más que lo que se pensaba y se soporta un retroceso que se creía ya superado. Pero, sin duda, hay una batalla ganada: el juicio de Causa Justa en el Tribunal Constitucional que el 21 de febrero de 2022 despenalizó el aborto en Colombia.

¿Qué importancia tiene la despenalización del aborto en Colombia?

En Colombia logramos la despenalización más protectora de América Latina y el Caribe hasta la semana 24 y, después de este plazo, con las tres causales.

¿Cómo empieza tu lucha por el aborto legal?

La Mesa tiene 25 años, así que mi historia con el aborto es casi paralela a mi carrera profesional. Soy médica y empecé trabajando en servicios de salud reproductiva en Bogotá cuando fundamos la Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres en 1998. Este año vamos a conmemorar los 25 años.

¿Qué pasaba a fines del siglo XX con el aborto en Colombia?

En esa época el aborto estaba totalmente prohibido y varias feministas que veníamos de distintas disciplinas nos juntamos para ver cómo empezábamos a hablar de un tema en el que había prohibición absoluta. Se atendía como aborto incompleto, pero la conversación era complicada para quienes prestaban servicios.

¿Los abortos se realizaban en secreto?

Sí, exactamente. En esos primeros años pudimos hacer muy poco tratando de encontrar argumentos. No sólo porque estaba prohibido legalmente, sino social y moralmente. No era una conversación, tuvimos que generar una conversación.

¿Cómo fue ese primer momento?

Queríamos construir argumentos desde la salud pública, los derechos, la filosofía, la bioética y la psicología. Estábamos en cero. La primera luz de esperanza en la conversación se produjo a raíz de un fallo de la Corte Constitucional colombiana, de 1997, cuando el aborto estaba totalmente prohibido, pero si habías sido víctima de violación, el juez podía absolverte de la pena en caso de que hubieras abortado. El fallo fue por una demanda que un ciudadano interpuso para que se eliminara el eximente en casos de violación, porque le parecía que eso era un exceso de libertad para las mujeres. Y, en ese fallo, la Corte Constitucional decidió que el aborto seguía siendo un delito y citó encíclicas papales, pero hubo un salvamento de voto de uno de los jueces más importantes que ha habido en Colombia, Carlos Gaviria, que dijo que el aborto no podía estar penalizado y cuestionó que el Estado castigara a una víctima de violencia revictimizándola y obligándola a ser madre. Nosotras celebramos ese salvamento. Imagínate la precariedad de lo que teníamos. Pero eso fue como un faro, como una luz de esperanza.

¿Cómo fue el fallo de 2006 en que se despenaliza por causales?

2006 es un año muy importante porque Colombia despenaliza el aborto en tres circunstancias, y en la Mesa tomamos una decisión clave: resolvimos que nuestra estrategia iba a estar puesta en la implementación de esa sentencia en la que se crearon tres causales: para salvar la vida o la salud de las mujeres, en casos de violación y en casos de malformación fetal incompatible con la vida extrauterina. Hicimos una apuesta democrática para decir “esto es lo que tenemos, vamos a apostar para que transforme la vida de las mujeres y puedan acceder a servicios de aborto”. Pero ya sabíamos, por la experiencia de países de Europa y América Latina, que las excepciones que existían no servían para que las mujeres accedieran a un aborto seguro. Teníamos causales desde hace casi un siglo en Uruguay, Argentina y Perú.

¿Antes de 2006 no había excepciones para poder abortar en Colombia?

Éramos como El Salvador. La prohibición era total, menos en casos de violación, en que el juez podía resolver quitar la pena. Pero el delito existía hasta 2006.

¿Cómo se regionaliza la estrategia de las causales?

Primero había que generar herramientas que ayudaran a los médicos, porque las causales dependen del profesional de la salud. Si tú eres una mujer que quiere abortar porque tu salud está en riesgo, tienes que ir a un profesional que certifique que tu salud está en riesgo o que certifique que hay una malformación fetal, o a un juez a decir “me violaron”, y con esa denuncia ir y pedir el aborto. Sabíamos que en América Latina existían y no se implementaban. Por eso nos inventamos, en 2008 con la Alianza Nacional por el Derecho a Decidir de México y la Mesa por la Vida en Colombia, un texto que se llamó “La causal salud”. Ese texto contiene una interpretación basada en los derechos humanos y en la bioética sobre cómo un profesional debe interpretar la causal salud para que sea aplicada de manera amplia; no es sólo si te estás muriendo, sino si tu salud mental está en riesgo.

¿La diferencia en la interpretación de la causal salud fue un giro para las estrategias de acceso al aborto en América Latina?

Exacto. Porque para proteger tu salud no tienes que estar en riesgo de morir. Entrenamos a duplas, por países, para que se encargaran de difundir esta interpretación. En Argentina se usó esta interpretación para reforzar la aplicación de las causales que ya existían. Después promovimos, junto a [la abogada] Paola Bergallo, la aplicación de la causal violación, con guías de entrenamiento. Así se llegó a la sentencia en el caso FAL, en 2012, en Argentina, y cuando el aborto se despenalizó más ampliamente, ya tenían profesionales que prestaban los servicios.

¿Por qué apuestan a ir por una sentencia superadora en el Tribunal Constitucional?

Pasaron 13 años y nosotras empezamos a ver que las causales se aplicaban pero que ese modelo era limitado, porque lo que nos había permitido expandirlo era lo mismo que lo volvía restrictivo: recaía en la interpretación del profesional más que en la decisión de las mujeres. Habíamos promovido ese modelo y lo podíamos criticar. Y, en ese contexto, decimos “hay que moverse hacia adelante”.

¿Es una virtud feminista saber hacer estrategias frente a cada coyuntura y superar las estrategias propias?

A mí mucha gente me decía “pero ¿cómo, Ana… tú estás criticando las causales?, si ustedes fueron las que las impusieron”. Claro, justo por eso, porque le metimos tanto para que se expandiera que ahora sabemos cuáles son sus limitaciones.

¿Por qué era necesario superar las causales?

La causal salud era la primera causa de acceso al aborto legal en Colombia. Pero la mayoría de los abortos en Colombia estaban siendo ilegales. Menos del 10% se obtenían a través de los servicios de salud pese a todo el trabajo que habíamos hecho. Nosotras logramos lo que queríamos y era que esa causal se expandiera ampliamente, pero no era suficiente. Las mujeres en Colombia eran criminalizadas. El delito de aborto no era simbólico y, cada año, había 400 casos de condenas por aborto, que eran siete veces más altas que las condenas en casos de violencia sexual. Era un delito más perseguido que los delitos que se cometen contra las mujeres.

¿Cómo fue la estrategia para avanzar?

En 2017 nosotras decidimos que no queríamos un sistema de plazos porque las 12 semanas o las 14 semanas, que son una conquista muy importante, en el caso de nuestras causales, parecían un progreso muy chico y queríamos proponer un cambio de paradigma: que se eliminara el delito de aborto del Código Penal. Ahí es donde nace nuestra idea de Causa Justa, cuyo objetivo principal era la eliminación del delito de aborto del Código Penal. Queríamos abrir una conversación pública sobre la inconveniencia de usar el derecho penal para regular el aborto, que es un servicio de salud. Entonces tuvimos tres años de trabajo interno, de 2017 a 2020, donde construimos la base argumental. También hicimos una estrategia de comunicación política con tres pilares: trabajo con los medios tradicionales, redes sociales y movilización en calle. Fue un trabajo pedagógico con distintas audiencias. Y el otro pilar fundamental fue el trabajo fuera de Bogotá.

¿Cómo se forma Causa Justa?

Convocamos a todas las organizaciones que, en ese momento, trabajaban el tema del aborto en Colombia y se trasformó en el movimiento Causa Justa, que salió a la luz públicamente en 2020 y que promueve un método de trabajo político que es el resultado de una acumulación política del feminismo en Colombia que llevaba 40 años luchando para que esto dejara de estar totalmente prohibido, y que también es el resultado de la acumulación política latinoamericana, con una tradición de trabajo colectivo, con encuentros feministas desde los años 80, cuando discutimos estrategias, argumentos, ideas y campañas.

¿Cómo fue la apertura mediática?

La conversación de aborto estaba totalmente polarizada porque los medios planteaban que alguien viene en contra y alguien viene a favor, allá se matan y la audiencia no entiende nada. Queríamos salir de esa lógica. En este proceso Argentina ya estaba en el debate y vimos una compuerta de oportunidad en la Corte Constitucional porque una abogada [Natalia Bernal] antiderechos había presentado una demanda para tumbar el avance que había en Colombia.

¿Cómo impactó el caso mexicano?

En México despenalizan en 2007 y viene toda la ola antiderechos para proteger el feto desde la concepción en todos los estados.

¿La estrategia por el aborto legal, más allá de un derecho, es un ejemplo de metodología política?

El movimiento es el resultado de una acumulación política.

¿Cómo llegan a la demanda del Tribunal Constitucional?

Nos enteramos de que había interés en la corte de mover el tema hacia adelante y presentamos nuestra demanda pidiendo que se eliminara el delito de aborto del Código Penal. Así que cuando sale la decisión de Argentina, que todas celebramos con mucha emoción porque nos parece una gran conquista, era problemático porque no queríamos que la corte estableciera un plazo, sino que dijera “este delito es un delito injusto, ineficiente, contraproducente y discriminatorio”. Pese a eso hubo una organización en Colombia que se llamó Catorce Semanas, tan pronto salió lo de Argentina, que le hizo bastante daño a la conversación y generó un ruido que afortunadamente no tuvo eco. Entonces vino nuestra demanda, que se demoró 523 días en la Corte Constitucional.

¿Qué importancia tuvo el símbolo del pañuelo verde?

El pañuelo se convirtió en el símbolo de todas y fue literalmente un hilo articulador porque era un símbolo de “ellas me pueden ayudar, no me van a juzgar”.

¿Cómo incidió el contexto colombiano?

En Colombia pasó una cosa muy importante y es que el acuerdo de paz con la guerrilla se firmó en 2016 y eso permitió que muchas organizaciones salieran de esta idea de solamente se puede hablar de la guerra y de la paz, para empezar a abrirse a otros temas con todo un trabajo intergeneracional muy potente.

Las Bravas es un espacio de la diaria Feminismos que busca amplificar las voces y experiencias de mujeres feministas que están cambiando la historia en América Latina. Está a cargo de Luciana Peker, periodista argentina especializada en género y autora de Sexteame: amor y sexo en la era de las mujeres deseantes (2020), La revolución de las hijas (2019) y Putita golosa, por un feminismo del goce (2018), entre otros libros.