¿Dónde están los varones cuando nos explota en la cara la violencia de género? ¿Qué los interpela? ¿Qué los conmueve? ¿Qué les pasa por la mente cuando leen, miran o escuchan los titulares sobre los casos que se multiplican? ¿Empatizan con la rabia, el dolor y la indignación que comparten sus amigas, parejas, compañeras, familiares mujeres? ¿Lo hablan con sus amigos? ¿Qué les pasa por el cuerpo?
Algunas de estas preguntas surgieron en redes sociales, grupos de Whatsapp y conversaciones informales con amigas o colegas cuando el mes pasado toda la atención mediática puso el foco en el calvario de Gisèle Pélicot, la mujer que durante nueve años fue drogada y sometida por su esposo a las violaciones de más de 80 hombres en Francia. Las preguntas aparecieron, en realidad, porque la ola de indignación masiva que levantó el caso en todo el mundo pareció estar sostenida casi exclusivamente por mujeres. ¿Dónde estaba la indignación de los hombres? ¿Por qué ninguno compartió nada públicamente?
De hecho, la única repercusión protagonizada por los varones en esos días fue la viralización del ya clásico #NotAllMen para desmarcarse de esos “monstruos” que, lejos de serlo, son como cualquier hijo de vecino: camioneros, policías, carpinteros, obreros, enfermeros, periodistas, electricistas, artesanos, militares, bomberos. Hombres casados, solteros. Con hijos, sin hijos.
Por lo demás, lo que predominó fue el silencio. Esto no quiere decir necesariamente que a ninguno de los varones que conocemos les importa el tema, pero sí plantea la inquietud sobre qué hay detrás de ese no-decir-nada, ya no sobre el caso Pélicot, sino, en general, ante las situaciones brutales que todos los días violentan a las mujeres, disidencias, niñas, niños, adolescentes.
Una respuesta fácil sería decir que estos temas no los interpelan porque no les pasan por el cuerpo: no sienten el miedo que sentimos las mujeres de ser las próximas violadas, desaparecidas o asesinadas. Otra hipótesis es que hay cierto miedo o vergüenza porque, en definitiva, señalar las violencias machistas, para ellos, es también verse reflejados en un espejo que requiere algún tipo de autoexamen.
La parte que les toca
Fue un caso concreto de violencia de género que ocurrió en abril en Uruguay –el femicidio de Bárbara Prieto en Rivera–, y algunas de las reacciones que generó, lo que activó en Nicolás Sosa Georgieff el deseo de crear un espacio para que los varones pudieran pensar cómo los interpela esta problemática. “Fue un asesinato muy atroz y veía que en general eran las mujeres y las disidencias sexogenéricas las que compartían el repudio [...] Entonces la pregunta que surgió fue: ¿qué parte nos toca a los varones en todo esto?’”, recordó el docente de filosofía, educador sexual y especialista en masculinidades, en diálogo con la diaria.
Así fue que, después de mucho tiempo dándole vueltas a la idea, lanzó “Varones en conversa”, un espacio que invita a intercambiar sobre “nuestro vínculo con la masculinidad”, “pensarnos” y “revisar prácticas”, según se leía en las distintas convocatorias que publicó en redes sociales.
Sosa consideró que “no hay algo evidentemente elaborado o planificado” detrás de ese silencio. Con base en lo que viene percibiendo a partir de su trabajo con varones, dijo que algunos deciden no implicarse porque les genera “temor” cuál podría ser la reacción de sus amigos. “He hablado con algunos varones que me han dicho ‘quiero compartir esto que hiciste, pero no sé cómo encarar a mis amigos cuando me caigan, porque ya sé que me van a caer’”, contó el docente.
Pero, además, aseguró que muchos “quieren hacer algo pero no saben cómo”. “Trabajando con varones en el espacio de conversa me permito desarticular un poco el mito de que a los varones no les importa. Hay algo bien interesante que tenemos que empezar a mirar como sociedad, que es que los varones no son los varones, sino que hay una variedad muy grande en los modos de ser varón, que incluso entre ellos son muy opuestos”, apuntó. En esa línea, aseguró que “hay algunos varones que se están animando a hacer con sus varones cercanos, algunos tienen discusiones, algunos hablan mucho con sus parejas”, incluso si “eso no significa que se haga algo a nivel público, donde evidentemente no hay movimiento”.
Esbozó otros dos escenarios: el de varones a los que “directamente no les importa” y el de aquellos a los que sí les importa, pero se pronuncian “tomando distancia moral”, diciendo cosas como “todos los hombres no somos así, y esos que son así están locos, están enfermos, son unos monstruos, hay que matarlos, hay que llevarlos a la cárcel”. La operación, entonces, es “separarse del monstruo condenando su monstruosidad, pero difícilmente viendo que era un tipo común y corriente como estos 80 tipos franceses”.
Un espacio para repensar y revisar
Lo que propone “Varones en conversa” es un encuentro por mes en distintos espacios de Montevideo para poner arriba de la mesa inquietudes, reflexiones, miedos, comentarios, dudas. El primero fue en mayo y el último en setiembre. Entre uno y otro pasaron unos 80 varones, aunque Sosa aseguró que alrededor de 200 le escribieron, interesados en la propuesta.
Los participantes manifestaron múltiples razones por las que decidieron sumarse a la iniciativa, pero el docente dijo que puede resumirse en que van “porque hay un malestar con la masculinidad”. Ese malestar tiene “muchos sentidos” y, según su óptica, “tiene que ver con que son personas que empezaron a ver las cosas de otra manera”.
“Hay una toma de conciencia, de este puñado de varones que asiste, de decir ‘me parece que hay que pensar sobre este tema’ o ‘este tema me afecta’”, explicó el referente, y detalló que mientras algunos “van más en plan ‘quiero revisarme yo’”, otros “ya cuentan con un bagaje”. Aclaró que, de todas formas, hasta el momento hubo sólo cinco encuentros, por lo que “hay razones seguramente muy ocultas que todavía no hemos podido decir y que nos hagan transparentar por qué estamos específicamente allí”.
Cada encuentro dura tres horas y se realiza en fin de semana –sábado o domingo, según la disponibilidad del local–. En general, la dinámica se divide en tres instancias: una parte de trabajo “del orden psicomotor, de hacer algunas técnicas vinculadas al cuerpo”; un segundo momento de trabajo en subgrupos de discusión; y, para terminar, un “gran plenario” donde se discute el tema que se planteó o que surgió ese día.
¿De qué hablan?
Los tópicos de los encuentros son variados, pero una primera cosa a destacar es que “prácticamente” no ha surgido “un tema de masculinidad vinculado a lo femenino”. “Tiene mucho que ver con el tipo de varón que va, que ha hecho un pequeño camino en este tema y va muy preocupado por sí mismo y por su masculinidad. Entonces los temas que surgen siempre son hacia sí y hacia nosotros; no con relación a las mujeres, no aparece en ningún momento ‘sí, porque ellas piden…’”, explicó Sosa.
En este “deseo de pensarse”, uno de los temas más planteados ha sido el del vínculo con los amigos. “¿Qué hago con mis amigos? ¿Cómo les digo para no quedar mal o para no perderlos?”, enumeró el educador como algunas de las cuestiones que se pusieron en debate.
De hecho, el tema fue tan central que el quinto encuentro estuvo específicamente enfocado en eso. Se tituló “Mi amigo tiene conductas machistas, ¿cómo lo encaro?”. “Expandimos la convocatoria para hacer esta asamblea de varones tan importante y demandada. Necesitamos este espacio para dialogar qué afectos se mueven cuando un amigo tiene conductas machistas, misóginas, trans-homoodiantes, pero aun así sentimos cariño. ¿Cómo encaramos el silencio cómplice entre varones? ¿Nos quedamos o huimos? ¿Nos enojamos o nos es indiferente? ¿Qué podemos hacer?”, adelantaba la invitación que circuló en redes.
Sosa contó que ese debate giró mucho en torno “al alejamiento y el acercamiento”. Lo explicó así: “Es lo que pasa siempre: veo que mi amigo tiene una conducta muy machista, entonces me voy, [digo] ‘yo contigo no puedo’, es la huida, que es el modo de lo masculino también; la huida frente a las emociones, frente al dolor, frente a que tengo una dolencia médica”. En este caso, la huida “simula una oposicionalidad respecto del actuar del otro; ‘yo me distingo’, ‘yo no te sigo en esta’. El enojo y la huida que son utilizados para separarse, pero que en realidad no separa, separa en la cabeza de uno porque me alejo, pero sigo teniendo la misma forma de actuar”, puntualizó.
Consultado sobre qué herramientas pueden activar los varones en esos casos, mencionó la “importancia de cómo trabajar el diálogo”, pero, antes de eso, “cómo poder identificar las propias emociones, qué me pasa con esto, cómo me siento y también cómo comunicarlo”. “El reconocimiento de que moverse en estos terrenos implica posiblemente perder esas personas que se llamaron amigos, separarse, tomar distancia, alejarse. Cómo reconocer conductas naturalizadas o cómo cortar de alguna manera con esas conductas, y qué impacto también tienen en nuestra forma de relacionarnos desde el lugar de varones”, ahondó Sosa.
“El vínculo con el padre”, “la infancia y la paternidad”, “qué hacer frente a los micromachismos” y “pensar estrategias más colectivas de qué hacemos” fueron otros de los temas que se discutieron. La cuestión de la violencia “surge todo el tiempo”, dijo el docente, aunque no tanto como un “tema específico”, sino más bien de forma “transversal”.
¿Quiénes son?
Si hubiera que ensayar un perfil de los participantes de estas asambleas, podríamos decir que son hombres de clase media, de una franja etaria que va de los 25 a los 45 años (la mayoría está en sus 30 y pico) y que tienen cierto acercamiento a la temática. “Son varones que ya vienen teniendo algún encuentro con el tema, capaz que no tanto con la masculinidad, pero sí con las emociones, con la forma de vida que quiero vivir, con cómo me vinculo con mi pareja en términos de contrato sexual”, describió Sosa, y agregó que “hay muchos” que “tienen una forma de vida amorosa libre, entonces han hecho un camino con relación a ese tipo de vínculos que hace que tomen decisiones”.
En la mayoría de los casos son varones cisgénero y, si bien no hay certezas, “por las reflexiones y por los vínculos que traen” parece haber “una tendencia a lo cis hetero”. Los varones trans y los varones gays “aún no se sienten convocados”, agregó Sosa. Consideró que eso es “bastante problemático, porque hay una construcción de masculinidad también que es interesante que dialogue con lo que hay”.
Por otro lado, aclaró que hay varones que “vienen de varios tipos de violencias” e incluso algunos que atravesaron “procesos de judicialización”. Según dijo, eso “está bueno para pensar que hay varones que se han animado a ir porque saben que lo necesitan y no hay otros espacios”. “¿A dónde vas si tenés conductas machistas o violentas o fuiste perpetrador de un abuso sexual? ¿Con quién te encontrás a hablar de esto? ¿A dónde vas para encontrarte con otros hombres que están en la misma que vos y revisando cosas?”, cuestionó.
Para el educador, uno de los obstáculos que aparecen es que “hay mucho prejuicio sobre estos espacios”. “Primero por esto de que ‘es cosa de boludo pensar la masculinidad’ o ‘es cosa de minita pensar en cosas sensibles’”, pero también “hay mucho prejuicio respecto de qué va a pasar ahí y de si de alguna manera se los va a castigar o se los va a retar por ser como son”. Además, “hay varones que quieren, pero no pueden ir, por autoboicot o por no considerar que estos temas sean esenciales para ese momento en su vida”. La buena noticia es que la asistencia no es obligatoria ni hay reglas para cumplir. En palabras de su impulsor, “cada quien va haciendo, acomodando y dándole importancia con relación a lo que va pudiendo”.
Todo indica entonces que quienes van al espacio son los que ya están interpelados, incomodados o incluso convencidos de que algo tiene que cambiar. La pregunta que queda en el tintero es cómo llegar a los demás. Sosa recomienda bajar un cambio y, en principio, preguntarse “cómo llegar al menos a los varones que sí muestran un atisbo de interés en el tema y no se acercan”.
También apuntó como inquietud el hecho de que hoy en día el “impulso de revisión masculina está muy pegoteado a la demanda de los feminismos por las violencias machistas” y, en ese marco, los varones están “lejos de reconocer que el efecto de la violencia machista cae sobre los propios cuerpos masculinos y la propia salud integral”.
Y dejó planteada otra interrogante: por qué una iniciativa de este tipo “no está pasando en muchos otros lugares” del país. En este sentido, dijo que es necesario pensar políticas públicas “claras y definidas”, pero también que haya un “movimiento social” que implique, entre otras cosas, un “contacto con el deseo de transformar esto”.
¿Cómo me contacto?
Los que estén interesados en participar de “Varones en conversa” pueden comunicarse por Whatsapp a través del número 093 363 026 o por mensaje directo a la cuenta de Instagram @degeneroyfilosofía.