La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y ONU Mujeres continúan en plenos preparativos para la organización de la decimosexta Conferencia Regional sobre la Mujer, que tendrá lugar en agosto de 2025, en México, y que estará centrada en los cuidados. En ese marco, esta semana se reunieron en Montevideo distintas referentes de organizaciones de la sociedad civil, la academia y representantes de gobiernos para poder elaborar principios que orienten el diseño de políticas de cuidado que respondan a los desafíos actuales en la región.
Una de las convocadas fue la subsecretaria de Servicios Sociales de Chile, Francisca Gallegos, que desde ese cargo tiene un rol protagónico en la implementación del Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados –Chile Cuida– que impulsa la gestión de Gabriel Boric. A qué apunta esta política, qué servicios ofrece a personas cuidadas y personas cuidadoras y qué inspiración toma del modelo uruguayo son algunas de las cuestiones que conversó con la diaria.
¿A qué se refieren las voces que afirman que en Chile existe una “crisis de los cuidados”? ¿Cuál es la situación?
En América Latina, y en particular en Chile, estamos viviendo una crisis de cuidado principalmente por los cambios demográficos expresados en una tasa de envejecimiento cada vez más acelerada y una reducción de la tasa de natalidad. Estos cambios van acompañados de una feminización histórica de las tareas de cuidados no remuneradas, que han sido un trabajo invisibilizado, no reconocido y no valorado por la sociedad en su conjunto. Esto nos permite preguntarnos por qué los cuidados no han sido un problema público pese a que son los que sostienen la vida. Desde el gobierno del presidente Gabriel Boric nos hemos propuesto consolidar Chile Cuida, que es el Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados, para reconocer, redistribuir y valorizar el trabajo de cuidados y también fortalecer los servicios dirigidos a las personas que requieren cuidado.
¿Cuáles son los principales pilares que sostienen este sistema?
Chile Cuida busca responder a la urgencia de hacernos cargo de los cuidados, tanto de la deuda del siglo XX como del desafío del siglo XXI. Nuestros pilares son tres. Por un lado, estamos avanzando en una gobernanza fuerte, que la idea es que tenga una estructura institucional, un fuerte componente participativo y además una estructura ejecutiva. Lo segundo es que busca poner en el centro el reconocimiento del trabajo de las personas cuidadoras y la redistribución tanto en términos de bienestar económico como de tiempo libre. Y el tercer elemento es la integración de un conjunto de servicios públicos que estaban muy disgregados y con coberturas muy chiquititas que no afectaban positivamente el bienestar.
¿De qué servicios concretos se trata?
Generar Chile Cuida es construir soluciones concretas para mejorar el bienestar de las personas cuidadoras y de quienes requieren cuidado a través de tres servicios. Por un lado, servicios domiciliarios. Llegamos a los hogares a hacerles un diagnóstico y saber qué tipo de servicio necesitan, si necesitan asistentes de cuidado –como las que ya tienen en Uruguay– o eventualmente servicios especializados de kinesiología, de terapia ocupacional o de atención en salud mental. Lo segundo es sacar los cuidados de los hogares, porque queremos contribuir con las familias a construir comunidades que cuidan. Es por eso que nuestra meta es poder avanzar en la construcción de 100 Centros Chile Cuida, que son infraestructuras innovadoras de alto estándar que lo que buscan es hacerse cargo en una sala de las personas que cuidan, con planes de fortalecimiento y empoderamiento económico, generación de ingresos, talleres de salud mental; y en la sala contigua, talleres de rehabilitación, recuperación y entretenimiento para quienes son cuidados. En tercer lugar, estamos trabajando en la configuración de la primera red de teleasistencia para las personas cuidadoras, que busca poder entregarles materiales de apoyo al cuidado y al autocuidado, y además la construcción de centros comunitarios virtuales para que puedan construir comunidades en las cuales participar cotidianamente.
¿Qué acciones ya se pusieron en marcha y cuál es la expectativa de implementación hasta el final de este gobierno?
América Latina es bien pionero en materia de sistemas integrales de cuidado; ya lo hizo Uruguay, estamos trabajando al mismo tiempo actualmente en Colombia, Brasil y Chile, que además le han impregnado a la construcción de los sistemas de apoyo y cuidados una perspectiva feminista, y creemos que eso es una bandera y un avance que el mundo tiene que mirar en América Latina. Sobre la base de eso, queremos construir una ruta que es programática. Nuestra meta es consolidar los programas y servicios de cuidado durante este gobierno y es por eso que aspiramos a llegar a todos los municipios de Chile para 2026. Actualmente, estamos cerca del 42%, y la idea para 2025 es llegar al 62% de los municipios con estas tres prestaciones: servicios en el hogar, centros comunitarios y avanzar en la configuración de la red de teleasistencia. Pero, además, queremos que Chile Cuida sea una política de Estado y que no dependa de la voluntad política o del color político de cada gobierno. Hemos visto experiencias en donde, cuando cambia un gobierno, no necesariamente se les da continuidad a servicios tan sentidos. Es por eso que estamos trabajando en la tramitación de un proyecto de ley que busca poder consagrar el derecho al cuidado y además institucionalizar Chile Cuida como una política de Estado. Por lo tanto, estamos trabajando intensamente en avanzar en el programa. Eso se expresa en el aumento de presupuesto de un programa específico que tenemos dirigido a los servicios de cuidado que crece en un 37% para 2025 y en avanzar en la tramitación legislativa, y ya hemos recibido la buena noticia de un apoyo transversal de las primeras discusiones referidas al sistema Chile Cuida.
“Estamos trabajando en la tramitación de un proyecto de ley que busca poder consagrar el derecho al cuidado y además institucionalizar Chile Cuida como una política de Estado”.
¿Qué implica que el Sistema de Cuidados esté consagrado en una ley?
La consagración de Chile Cuida en una ley es darle un marco normativo a su institucionalidad, pero también poder consagrar el derecho al cuidado en su triple dimensión: derecho a ser cuidado, a cuidar y al autocuidado. Eso es muy sustantivo porque permite que el Estado tenga obligaciones derivadas a la provisión de los cuidados, y para nosotros es un objetivo y un propósito político que nos parece imprescindible, sobre todo en términos de justicia y de abordaje de las desigualdades de género que experimentan las personas. Por otro lado, también es fundamental que las personas reciban estos servicios, que sean servicios de calidad y que afecten positivamente su bienestar. Es por eso que incansablemente estamos trabajando y recorriendo territorios, comunidades, conociendo cuál es la recepción que tienen, y es bien impresionante porque muchas de esas mujeres en zonas rurales, en la Patagonia o en el norte de Chile, no se reconocían como personas cuidadoras, pensaban que era una obligación que les tocó, y lo que ven es que detrás de eso hay un derecho, hay servicios y hay instituciones que están comprometidas con su justicia social y con su bienestar.
¿Dónde radica la importancia de poner el mismo foco tanto en las personas que requieren cuidado como en las personas cuidadoras?
Nuestro sistema se llama Chile Cuida y lo que está detrás de ese nombre es una idea de país, una sociedad en donde todos los actores contribuyan a los cuidados, porque los cuidados sostienen la vida y pensamos en la participación del Estado, de la comunidad, de las familias y de los privados. Sin embargo, históricamente, estuvieron principalmente sostenidos bajo los hombros de las mujeres. Si nosotros cuantificamos económicamente los cuidados en América Latina, están por sobre el 20% el producto interno bruto ampliado y en Chile llega al 25,6%. Es decir, es una actividad económica que, si la cuantificásemos, tiene mucho más impacto que otros sectores económicos, pero, al haber sido ejercida principalmente por mujeres en los hogares, no ha sido valorizada. Por tanto, para nosotros, como gobierno, es fundamental que Chile Cuida reconozca en igual relevancia un aumento de la provisión de los servicios para las personas que lo requieren, porque sabemos que hay déficit en esa materia, pero también visibilizar, reconocer y redistribuir los cuidados de las personas que hoy lo realizan de manera no remunerada. Por lo tanto, nuestro compromiso es ir un paso más allá, no solamente hacer programas para las personas que requieren cuidado, sino también incorporar a las personas cuidadoras como sujetos de derecho para que el derecho a cuidar, a ser cuidado y al autocuidado forme parte de la experiencia cotidiana de vivir en una sociedad que cuida.
Según datos oficiales, 86% de las personas que cuidan en Chile son mujeres. ¿Han hecho estudios sobre cómo impactaría la implementación de Chile Cuida en el cierre de brechas de género que se abren justamente por la sobrecarga de cuidados en las mujeres?
Siempre hemos pensado qué pasaría si esas mujeres, cuyo destino de alguna manera estaba predestinado a ser personas cuidadoras no remuneradas, se incorporaran en el mundo del trabajo en términos de volumen. En Chile tenemos cerca de un millón de personas que se podrían estar dedicando a las tareas de trabajo no remuneradas; ya tenemos identificadas cerca de 145.000 personas, nos falta un trecho por identificar, pero hemos ido avanzando. En ese contexto, los grandes debates de América Latina ponen el acento en el sector de cuidados como potencialmente activador de las economías, sobre todo en momentos en donde se observa que los niveles de crecimiento económico en la región están cada vez más lentos. Por otro lado, también en términos de poder asegurar proyectos de vida en donde esas mujeres tengan la oportunidad de elegir si quieren cuidar o quieren dedicarse a otra actividad. Creemos que ahí puede impactar positivamente en superar algunas desigualdades de las mujeres como en la participación laboral, que sabemos que después de la pandemia se retrocedió cerca de diez años; en términos de generación de ingresos autónomos también, que sabemos que es una deuda; pero sobre todo en términos de participación en la vida social y colectiva, porque muchas mujeres, por cuidar, dejan de asistir al médico, dejan de tener relaciones con otras amigas o redes sociales. Por tanto, hay un desafío de sociedad de pensar que el Sistema Nacional de Cuidados contribuye a superar algunas desigualdades de género que han estado históricamente instaladas.
Esto que mencionás sobre la importancia de promover la vida social y colectiva de las cuidadoras es lo que hace que sea tan novedosa la propuesta de los centros comunitarios. Recuerda a las “manzanas de cuidado” de Bogotá, en Colombia.
En las discusiones de América Latina hemos visto que llegar con servicios en el hogar, generar infraestructuras comunitarias y además fortalecer las redes de asociatividad y colaboración son tres principios fundamentales de los servicios de cuidado. Los centros comunitarios, similares a las manzanas de cuidado de Bogotá o experiencias que hay en Ecuador o en México, contribuyen a sacar los cuidados de las viviendas, a identificar cuáles son los activos comunitarios y barriales que existen en cada una de nuestras comunas, en nuestros barrios, en nuestros territorios, y permitir el encuentro de esas mujeres. Ese encuentro te permite compartir los dolores, pero sobre todo generar espacios de asociatividad para poder propiciar una adecuada participación y mejorar el bienestar también de ellas.
“El Sistema de Cuidados contribuye a superar algunas desigualdades de género que han estado históricamente instaladas”.
¿Hay algo del Sistema de Cuidados de Uruguay que Chile haya tomado de ejemplo o de inspiración?
Para nosotros América Latina está siendo pionera en materia de la construcción de sistemas integrales de cuidados. La primera piedra la puso Uruguay al instalar el primer Sistema Nacional de Cuidados, que fue muy reconocido en América Latina. Hoy ya vemos que esto está irradiando en la región, tanto en Brasil como en Colombia y en Chile, y lo que nosotros hemos tomado de la experiencia uruguaya son dos cosas. Primero, darle importancia al reconocimiento del trabajo de las asistentes de cuidado, y, por otro lado, pensar siempre desde una perspectiva de fortalecimiento de los barrios. Es decir, que las propias comunidades sean protagonistas de la definición de cuáles son los servicios de cuidado que requieren y ahí hay un potencial en términos de participación social, pero también de generación de cohesión social, que nuestras sociedades de América Latina lo requieren a todas luces. Esos casos han sido de alguna manera compartidos también con las otras experiencias y actualmente ya tenemos el gusto de poder juntarnos y conversar cuál es el avance que tiene cada uno de nuestros países, pero con la firme convicción de que los cuidados formen parte central de las políticas públicas, que sean reconocidos como un trabajo y que eventualmente avancemos en la consagración del derecho al cuidado.