La foto final de los principales candidatos ganadores de las elecciones internas provocó desilusión en algunos sectores que este año esperaban ver allí a la primera presidenciable mujer, pero no fue una verdadera sorpresa en un país que ostenta uno de los peores índices de la región en materia de representación política femenina. Y si bien es cierto que hay altas probabilidades de que la ciudadanía elija a una vicepresidenta por segunda vez, ya que tanto el Frente Amplio (FA) como el Partido Nacional (PN) definieron fórmulas paritarias, Uruguay sigue estando lejos de otros países latinoamericanos que votaron mujeres para el máximo cargo de gobierno.
Para quienes militan por una democracia paritaria, esta es la segunda mala noticia del año, meses después de que fracasara en el Parlamento el intento de aprobar un proyecto de ley de paridad para justamente avanzar en una distribución más igualitaria de los cargos de representación política, de toma de decisiones y de ejercicio del poder, y revertir así los números que dejan al Uruguay tan mal rankeado.
Sin embargo, un análisis con perspectiva de género de los resultados permite ver que la contienda del domingo también dejó algunos elementos novedosos y que vale la pena desentrañar. De eso conversó la diaria con Verónica Pérez Bentancur, politóloga especializada en política y género.
La politóloga adelantó además tres cuestiones a las que habría que prestar atención de acá a octubre: el lugar que ocupan las mujeres en las listas y en particular en los primeros lugares; las violencias que reciben las candidatas mujeres en los medios y en las redes en comparación con los candidatos hombres, y los recursos económicos a los que acceden unas y otros.
Las novedades
Las elecciones internas posicionaron a la frenteamplista Carolina Cosse y a la nacionalista Valeria Ripoll como candidatas a la vicepresidencia. Desde el punto de vista numérico, esto no cambia mucho el escenario que se configuró en 2019, que también contó con fórmulas paritarias de los dos partidos más votados. Sin embargo, para Pérez, una novedad es que la figura de Cosse, que “se diferencia de los liderazgos femeninos que han existido en los partidos políticos en Uruguay desde el retorno de la democracia hasta ahora”, hoy “se consolida como el liderazgo femenino más relevante que hemos tenido”.
En primer lugar, porque es un liderazgo que, “en términos de la visibilidad que adquiere y de los votos que capta, está a la altura de otros líderes del FA” y “es comparable con otras figuras que si bien no han alcanzado los máximos lugares, han alcanzado lugares muy relevantes”, puntualizó la politóloga, y mencionó el caso del exvicepresidente Danilo Astori, aunque aclaró que no es del todo comparable porque él tuvo “una trayectoria mucho más larga”.
A su vez, Cosse “ha alcanzado una creciente visibilidad pública y ha demostrado ser una mujer política que realmente aspira a las posiciones más importantes, no tiene problema en decirlo, y eso la hace parecida a los hombres, que no tienen problemas en mostrar su ambición”, consideró Pérez. O que, al menos, pueden mostrarlo sin ser blanco de descalificativos. A esto se suma que se trata de la mujer que más votos recogió en una elección interna, “en el marco de un sistema de partidos donde las mujeres casi no han llegado a esos lugares”. La intendenta de Montevideo, que fue la segunda más votada después de Yamandú Orsi, logró 37,7% de los apoyos de su partido, lo que se traduce en 154.255 votos.
“Pero además ella se sostiene en su actividad política, porque es presidenta de Antel, es ministra, es intendenta y después es candidata a la Presidencia con una votación importante con relación a otras en el pasado, como Constanza Moreira, por ejemplo, aunque ella competía con un líder histórico del FA como Tabaré Vázquez”, detalló Pérez. “Otras mujeres que han ocupado cargos como los de Cosse no han tenido suerte o no han tenido intención de competir por cargos a la Presidencia y ella sí lo ha mostrado”, explicó la académica. A modo de ejemplo, dijo que “ha habido otras intendentas mujeres”, pero que “en general han terminado su período y han vuelto a cargos parlamentarios”, mientras que Cosse “muestra una trayectoria ascendente”.
Bastante distinto es el panorama que resultó de la elección interna del PN. En este caso, la única mujer que competía era Laura Raffo, cuya trayectoria política tiene poco más de cuatro años y que por el momento no ha ocupado un cargo nacional relevante. El domingo Raffo obtuvo 19% de los votos y quedó en segundo lugar detrás de Álvaro Delgado, que en uno de los anuncios más sorpresivos de la noche la descartó como compañera de fórmula y se definió por Ripoll.
Para Pérez, en una primera interpretación, la decisión de Delgado “pasa por encima de las mujeres con trayectoria y con militancia” en el PN. “Al momento de construir una fórmula, teniendo en cuenta que pensaron que debía ser paritaria, eligen a una mujer que es una outsider de la política, en lugar de ofrecer ese cargo a otra mujer del PN, que podía ser Raffo o no, con más trayectoria en el partido, de la estructura, mujeres que han ocupado cargos, que son militantes de toda la vida”, consideró la politóloga.
Tampoco está claro por qué se decidieron por una fórmula paritaria, agregó Pérez, considerando que “las posiciones de los dirigentes del PN respecto a la paridad siempre han sido negativas”, como evidencia la oposición que han tenido a las leyes de paridad y de cuotas.
Argumentos con evidencias “débiles”
Hay dos argumentos que suelen escucharse entre quienes no apoyan la candidatura de mujeres para la presidencia. Uno es que la sociedad uruguaya no está preparada todavía para dar ese salto. El otro, y que en esta campaña se escuchó sobre todo respecto a Cosse, es que más allá de que la candidata pueda ser idónea y estar capacitada para el cargo, podría perder la competencia, por lo que entonces es más seguro ir con el postulante varón. Según Pérez, los dos argumentos se basan en evidencias “débiles”.
“La evidencia que sustenta el argumento de que Cosse hubiese perdido si hubiese sido la candidata [a la Presidencia] es débil porque este está construido sobre una foto de hoy, que asume que nada cambiará después de las elecciones internas si ella hubiese sido la candidata a presidenta”, señaló la politóloga. El argumento también asume “que ella compite sola, sin un apoyo partidario, cuando los candidatos del FA son los que más compiten con un partido que los contiene; no son ellos y su fuerza, sino que son ellos en el marco de una estructura que es una maquinaria electoral muy potente”. La investigadora dijo que el argumento tiene una base débil “aun cuando sí es cierto que Cosse tiene una imagen más negativa que Orsi”, de acuerdo a lo que han mostrado las encuestas. “Hay otros candidatos que han tenido imagen negativa durante las campañas electorales, como Luis Lacalle Pou o José Mujica, y que después revirtieron eso”, apuntó en ese sentido.
Por otra parte, Pérez dijo que es “absolutamente parroquial” el argumento de que Uruguay no está preparado para tener una presidenta mujer “por el supuesto voto del interior, que sería más conservador”. “Si Uruguay, una sociedad moderna, la más secular de América Latina, donde en general los ciudadanos suelen mostrar valores relativamente más igualitarios en torno a cuestiones de género que otros electorados de la región, no está preparado para tener una mujer presidenta, entonces ¿qué país lo estaría?”, planteó, y recordó que “otros países con poblaciones que tienen valores más tradicionales que Uruguay han tenido presidentas”. El caso actual “más claro” es el de México, que votó a su primera presidenta de la historia el mes pasado. La politóloga aseveró que, en cualquier caso, este argumento “parece ser más una construcción política para obstaculizar el ascenso de un liderazgo femenino que algo basado en evidencia fuerte”.
Algunas hipótesis
¿Qué sostiene, entonces, el techo de cristal que impide a las mujeres competir por la presidencia en Uruguay? Para Pérez, una de las razones tiene que ver con los apoyos que han tenido candidatas y candidatos. En el caso del FA, “la cantidad de listas que apoyaron a Cosse es mayor que las que apoyaron a Orsi, pero él tenía una estructura muy potente atrás, que es el MPP, y que genera más adhesiones que las estructuras que apoyaban a Cosse”, ejemplificó.
Otro motivo es el de los recursos económicos con los que cuenta cada campaña. En esa línea, dijo tener la impresión –faltaría conocer los datos– de que la candidatura de Cosse, comparada con la de Orsi, “ha sido con bastante menos recursos económicos, por ejemplo, para hacer propaganda en radio y televisión, donde casi no tuvo”.
Al mismo tiempo, dijo que la candidatura de la intendenta “ha enfrentado bastantes críticas de afuera y adentro” de su partido, y “ha estado rodeada por una serie de estereotipos de género que en general las candidaturas de los hombres no tienen”.
Por eso, para la politóloga, “decir que Uruguay no está preparado para tener una mujer presidenta es un argumento absolutamente parroquial que no pone en contexto las características estructurales de Uruguay, como los valores de su población”. “En todo caso –apuntó–, si las mujeres no llegan, será por otras razones”.