Antes de salir para 18 de Julio, escuché a una vecina discutir –es decir, defender su vida– con su novio pasivo agresivo. “No de nuevo”, pensé, mientras bajaba el ascensor. “Cómo ayudarla”, pensé, mientras cruzaba el parque.
En la parada de ómnibus, tres amigas se trenzaban en abrazos, se ajustaban los peinados con sus pañuelos violetas sujetando las colas de caballo, ultimando el glitter en las sienes. Una trababa bajo la axila el cartel hecho con una caja de termotanque. Desde el coche se ven grupos de mujeres que caminan hacia el centro. Somos tantas.
Marcha por el Día Internacional de la Mujer, en el centro de Montevideo.
Foto: Mara Quintero
En plaza Independencia arranca la marcha con fuerza. La marea violeta avanza hacia la explanada de la Universidad de la República al grito de “¡Tocan a una, tocan a todas!”. Mujeres en zancos sobresalen en la multitud. Para de llover.
Los carteles son, otra vez, grandes protagonistas de la jornada. Encantada por la masiva presencia de niñas, acompañadas por sus madres y amigas, me freno en la plaza del Entrevero. “Si con 11 años estoy acá, luchando por las que no están y por mi futuro, feliz va a ser el día que no falte ninguna”, dice el cartel de Mía, que lo escribió hace un rato en su casa, con hojas de un cuaderno y marcadores negros y violetas. “Me parece muy importante venir a la marcha porque todas las mujeres tenemos derechos y hay que respetarlos. Precisamos estar todas acá. Y yo hoy en día lucho por eso: por un futuro para mí y por las que hoy no están acá para marchar”. Casi todas las niñas de su clase prometieron venir si no llueve. Le pregunto a Mía por qué le gusta marchar y su respuesta podría ser la de muchas: “Me gusta participar, leer los carteles de todas, me parece muy bien estar todas juntas”.
Marcha por el Día Internacional de la Mujer, en el centro de Montevideo.
Foto: Natalia Rovira
Guidaí también tiene 11, pero sus compañeras de clase no saben de la marcha: espera convencerlas para que vengan pronto. Ella, en cambio, viene con su mamá y sus amigas desde los cuatro o seis. Tiene, como Mía, el cachete pintado de violeta. “Vengo a la marcha porque mi mamá es feminista y creo que yo también porque apoyo a las mujeres. Me siento bien acá porque soy feliz. No me gusta la parte de irme”.
Leonora, mamá de Sofi de nueve años, dice que venía con ella y una amiga y su hija, desde que ambas niñas eran bebés. “Veníamos con el coche. Es importante inculcarles la lucha que tenemos que llevar día a día por la igualdad”. Son hijas del Ni Una Menos, que en junio próximo cumplirá diez años en las calles. Son hijas de aquella marea verde y de las olas que supimos asamblear en Uruguay en los encuentros feministas de 2014. “Me gusta venir a la marcha porque sin nosotras no habría niños”, dice Sofi.
Marcha por el Día Internacional de la Mujer, en el centro de Montevideo.
Foto: Natalia Rovira
Hay una niña de seis que, en su primera marcha, sostiene este mensaje en sus manos: “Me enseñaron que mi voz no es un susurro, es un rugido”. Su mamá dice que la cría no para que obedezca sino para que cuestione. Y la rodea con un abrazo.
Victoria es “la maestra de las niñas que no vas a tocar”. Eso dice su cartulina violeta: es la consigna de las Maestras Feministas, pero sobre todo “es algo que pasa siempre en el aula”. Aclara que “son cosas que no se pueden divulgar porque son privadas, pero siempre hay casos”. Tiene 22 años y vino con su cuñada y amigas. “Vengo porque me siento segura, porque quiero defender los derechos de los niños, niñas y adolescentes. Y siento que cada 8 de marzo salen cada vez más mujeres a luchar”.
Hoy supe de mujeres y disidencias que no vinieron a la marcha porque se sentían inseguras ante la presencia de un bloque separatista TERF que las agredió en movilizaciones pasadas.
Marcha por el Día Internacional de la Mujer, en el centro de Montevideo.
Foto: Rogelio Giró
Sacar la voz
La marcha abrió a las 18.00 y cerró pasadas las 21.00 con la lectura conjunta de la proclama, encabezada por una consigna compartida: “Frente al avance fascista, lucha feminista”, retomando el envión que fue hace poco más de un mes la marcha contra los dichos de Milei en Davos.
“La lucha feminista es por trabajo digno, ante las inequidades que siguen sufriendo las mujeres respecto de los varones en el acceso empleos donde no se respetan los derechos laborales consagrados para todas las personas, sin buenas condiciones salariales ni contractuales”, leyeron las manifestantes. En especial, reclamaron que se restituya de manera “urgente” el Sistema Nacional de Cuidados y “que se revean las condiciones laborales y contractuales de las trabajadoras Asistentes Personales, así como de todos los sectores de cuidados de manera integral (salud, educación, trabajadoras domésticas, así como las trabajadoras comunitarias)”. También exigieron mayor presupuesto para la educación y la eliminación de las AFAP y “su lucro”, para no trabajar “hasta sucumbir”.
Marcha por el Día Internacional de la Mujer, en el centro de Montevideo.
Foto: Natalia Rovira
En Plaza Independencia se convocó a leer a poesía palestina y la proclama estableció: “Nos hermanamos con las mujeres palestinas que resisten la ocupación colonial, el apartheid y esta fase extrema de genocidio y limpieza étnica. ¡Exigimos que Uruguay corte todo tipo de relaciones con Israel y apoye las iniciativas del sur global en la ONU para acabar con la impunidad de sus crímenes!”.
La defensa del medio ambiente se hizo presente con integrantes de la Comisión Nacional por el Agua y la Vida. Soledad Recoba, una de sus integrantes, dijo a la diaria: “Nos sumamos a esta lucha porque somos mujeres en defensa del agua y entendemos que el ambiente es político, que las luchas son interseccionales, entendemos que el ambientalismo necesita del feminismo, que la defensa de la naturaleza necesita de las mujeres y las disidencias, y que no falta agua: nos sobra capitalismo y un modelo hegemónico de producción”.
Marcha por el Día Internacional de la Mujer, en el centro de Montevideo.
Foto: Natalia Rovira
Hoy no estamos todas
A 40 años de la recuperación democrática, las manifestantes reivindicaron la lucha por memoria, verdad y justicia de las expresas políticas, exiliadas, detenidas desaparecidas y denunciaron la violencia patriarcal que hay detrás de cada desaparición en democracia, vinculadas muchas veces a “redes de narcotráfico, explotación sexual y trata en nuestros territorios, que crecen frente a la responsabilidad y complicidad de un Estado omiso que no busca a las gurisas”. Durante la marcha, cantaron fuerte: “¡Sin clientes no hay trata! ¡Se necesita de manera urgente una educación feminista y disidente!”.
También mencionaron a las personas privadas de libertad en condiciones inhumanas y a las infancias y adolescencias encerradas en centros del Instituto del Niño y Adolescente (INAU), que caracterizaron como “un instrumento para la captación de redes de trata y explotación sexual”.
Marcha por el Día Internacional de la Mujer, en el centro de Montevideo.
Foto: Mara Quintero
La proclama exigió además presupuesto adecuado para cumplimentar la ley de salud sexual y reproductiva y la ley de salud mental, así como “eliminar el uso abusivo de la objeción de conciencia” en los procesos de interrupción voluntaria del embarazo (IVE), “ampliar las semanas para acceder al aborto legal, reconocer que las personas trans y no binarias también abortan” y erradicar la restricción que impone la ley IVE para las mujeres migrantes.
Frente a la violencia machista
El texto leído también puso el foco en seguir visibilizando femicidios y actos de violencia vicaria y exigir que el Estado brinde “todas las garantías” para el buen funcionamiento de “servicios públicos para asesorar y patrocinar a las compañeras, juzgados especializados, formación específica para las personas que trabajan en los servicios estatales, entre otros”.
A la vez, exigió derecho a la vivienda para todas, mediante “programas estatales que solucionen el problema de la vivienda para mujeres en situación de violencia basada en género, y sus hijos e hijas. Sin una alternativa real, las compañeras se ven condenadas a permanecer en el círculo de violencia”.
Marcha por el Día Internacional de la Mujer, en el centro de Montevideo.
Foto: Mara Quintero
Unidas
En plaza Libertad, la colectiva Las Caprenses, que integra la Coordinadora de Asentamientos, se manifiesta en el centro de 18, con batucada y megáfonos para exigir “renta básica universal”. Sandra Zeballos explica que “hace dos años que trabajamos por esto para enfrentar la violencia económica que sufrimos todas. ¿Por qué no exigirla, si nosotras trabajamos desde la infancia, en trabajos no remunerados? Movemos todo un sistema económico, sin sueldo. Y eso tiene que terminar porque nos violenta de muchas maneras”.
Enfrente, la colectiva Cortar el hilo ofrece una tela blanca con una frase (esta vez “¿Por qué estamos aquí? Para que la historia siga”, del libro Cuando las mujeres fueron pájaros, de Terry Tempest Williams) así las manifestantes pueden bordar pétalos rojos y desde el activismo textil intervenir y unirse de otra manera.
Quizás a mi vecina le haga bien leer estas palabras de una mujer rebelde, Mirta Gladys, que va a cumplir 79 años y es aplaudida, celebrada, por las manifestantes que pasan frente al teatro El Galpón, donde ella ve pasar la marcha junto a otras vecinas de Colón y Cerro. “Tuve una niñez complicada con la violencia –sus ojos se humedecen un poco–. Me costó mucho salir de eso pero, a-dios-gracias, pude ir superando la tristeza con la psicóloga que nos acompaña. Porque hoy en día tengo una familia muy linda y los recuerdos no me pueden tirar al piso. Tengo que ser fuerte, por mi madre que luchó muchísimo. El hombre golpeador deja huellas muy hondas, a mí me costó años de terapia superarlo”, cuenta. Mirta es atendida por la psicóloga en un servicio que brinda la Intendencia en el Complejo América de Colón y en el APEX del Cerro. “Fui una niña que sufrió mucho”, agrega; “tuve que sacarme rencores para disfrutar lo que tengo hoy, pero al final del camino tuve una recompensa”.