La convicción no se estudia, no pasa de moda, no se pierde con una derrota electoral, no cambia cuando llega el amor y (más difícil) cuando pasa el amor, no conviene, no da ganancias, no da cámara. La convicción es una columna vertebral, una alarma sin siesta, una forma de respirar, un hilo que no se corta, una forma de mirar que no parpadea más que para volver a abrir los ojos.
Julia Mengolini es una mujer de convicciones. Es una decisión innata. Tal vez porque podría ser muchas mujeres que no es: una mujer de su casa, en un sentido encerrado de la casa (no en el placer de disfrutar del piano, de las plantas, de las alfombras y de un lugar donde leer y posar los pies); una abogada con trajecito y causas que le hagan generar caja y cámara; una panelista de programa chimentero con peleas que den rating y a contrapelo de la patria desteñida que aspira a ser el ego de las señoras bien en las pantallas grandes (y en las chicas también); una morocha argentina más conocida por lo que decide mostrar que por lo que decide ser; la novia de (no importa de quién) porque no es de nadie y porque novia, madre o esposa son parte de ella pero ella no es una parte de otras personas; la dueña de un medio que opere detrás de las letras de molde sin poner el cuerpo todos los días, la voz y la cara para contar un país que se volvió inentendible como la crueldad naturalizada; la fogonera de figuras masculinas rutilantes que nunca creen que su paso por la radio fue un paso importante y sentirse parte de una historia que se inscribe en el pasado, pero elige seguir espadeando el presente; musa de amor, de odio, de pasión y de política, pero es creadora y no inspiradora (al menos no únicamente) de un contenido personal con sello propio; vivir en otro lugar para aislarse, para intentarlo, para renovarse o para divertirse (pero está claro que la divierte no ser alguien que se divierta sola); una conductora de noticiero con maquillaje impoluto y una sonrisa que esquive las polémicas; diputada o senadora (o lo podría ser más adelante); una señora patagónica con un jardín de edén y deportes acuáticos tan puntuales como el té o la orilla del descanso.
Es fácil imaginarse a Julia en otras Julias. Y, sin embargo, Julia nunca podría dejar de ser Julia. ¿Qué Julia? Una mujer de convicciones.
Su pelo alaciado en Duro de domar, en Canal 9, donde con furia y antibanalidad daba lecciones contra la cosificación. De la planchita diaria pasó a los rulos liberados que dejó crecer y que enmarcan un rostro de raíz mapuche que forma parte del arraigo que la vuelve más guerrera cuando todo parece retroceder y sólo queda temer. “De cerca nadie es normal”, decía Caetano Veloso. De cerca, Julia es más bella, profundamente si la mirada puede detenerse en su convicción, que celebra fortaleza y que proyecta eso que se diluye entre los discursos de odio y el festejo de la maldad. Julia es una convencida. Sabe que podría ser otra, otras, muchas que no es. Julia es lo que decide y redobla su apuesta.
Argentina es un país pendular en el que la ola verde sube al feminismo y en el que el neofascismo tomó el poder y demoniza a las feministas. Julia dice lo que piensa. Pensar y decir son verbos incompatibles con una ultraderecha que quiere callar. Y esa sí que no podría ser Julia: la que se calla.
Julia Mengolini nació en Bariloche, en el sur argentino, en 1982. Estudió Derecho en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y se recibió de abogada. Estudió periodismo en TEA (Taller Escuela Agencia). Trabajó en Radio Nacional, C5N, Canal 9, América y Tiempo Argentino. En 2016 fundó Futuröck, la primera radio digital profesional de Argentina, y donde conduce Segurola y Habana. Tiene una hija y escribió un libro, Las caras del monstruo (2024), publicado por Ediciones Futuröck.
“La nueva era de las derechas en el poder –de Elon Musk en su propia red social y Milei en la Presidencia– exacerbó la locura que se venía gestando y –ahora X– se ha convertido en una plataforma mucho más propensa a la desinformación y al odio. Pero también los dejó mucho más al descubierto, sobregirados, haciendo sus maldades a la vista de todo el mundo. Ahora estamos todos estupefactos y me alivia un poco. Ya era hora de alarmarnos”, convocó.
La alarma general suena más fuerte –también– por las líneas rojas que cruzó la violencia contra ella. Los trolls que la atacan hace mucho tiempo generaron un video con inteligencia artificial (IA) con imágenes sexuales falsas de ella con su hermano para atacarla por sus opiniones sobre el presidente argentino, Javier Milei. El jefe de Estado tuiteó contra Julia y la denunció penalmente. “Hay 83 tuits que me dedicó el propio presidente de la Nación”, contabilizó la periodista.
Julia abrió una querella y el juez le puso custodia policial por el riesgo de los ataques y mensajes contra ella. Generaron una noticia falsa –que tuvo que desmentir el portal de verificación Chequeado– sobre la que escribió un libro llamado El incesto como modo de vivir. Milei sabía que iba a ser denunciado y la denunció él primero (igual que ya había hecho con el periodista Ari Lijalad, entre otros) por “injurias” y “afectación al derecho al honor” por una molestia retroactiva a unas declaraciones de 2023 antes de que fuera electo presidente.
¿Qué diferencia hay entre los ataques que recibís históricamente y este recrudecimiento con la utilización de IA?
Este caso fue mucho más virulento, grotesco y con actos preparatorios. Si bien a mí me hostigan, y esto está contado en el último capítulo de mi libro, hace ya diez años, el crecimiento de las granjas de trolls lo tengo estudiado muy de cerca como una testigo directa desde el día en que nacieron; yo estaba acostumbrada a sus maldades. Pero, esta última, la del incesto, me parecía grotesca. Yo pensaba “esto no va a crecer” porque es demasiado ridículo. Obviamente nadie puede creer que tengo relaciones incestuosas con mi hermano. La referencia es obvia a cuando dije que Milei estaba enamorado de su hermana. Me parecía casi infantil lo que me estaban haciendo. Hasta que empezó a combinarse con mensajes de amenazas en mis cuentas personales y a través de vías directas o el inbox de Instagram, mi mail, Telegram. Me empezaron a aparecer mensajes con amenazas. Yo escribí un libro con diez años de hostigamiento. Pero se pusieron todavía más siniestros.
¿Cuáles son las características de las amenazas?
Son amenazas de muerte. Me dicen “tu hija va a quedar huérfana”, “cuidate”, “tu dirección es tal, ¿no?”.
¿Cómo se desarrolló el hostigamiento digital?
En paralelo a que creció mucho esta fake en las redes sociales, empezaron a aparecer muchísimos mensajes de amenaza directa porque los comentarios en los posteos son de siempre. Pero, en este caso, la empecé a pasar mal. Se lo comenté a mis allegados. El primer consuelo es “no te preocupes”, “esto es demasiado ridículo”, “no pasa nada”, “nadie va a creer que te estás garchando a tu hermano”. Yo ya sé, pero es de una violencia insoportable y después di con el primer video donde me muestran besándome con mi hermano y ese video generó muchos mensajes diciéndome “incestuosa” y todo tipo de barbaridades.
Mucha gente dice “es Twitter”. ¿Pero por qué no estas más en X?
La cuenta la cerré. Primero me la banearon. Si vos me buscás no me encontrás, y si escribo los tuits casi no se muestran. Además de que me están haciendo todo esto, ¿no me puedo defender? La persona que investiga para la denuncia judicial se hizo un usuario, se metió a Reddit, pidió el link y le mandaron por Telegram otro video sexual que daba vueltas en el submundo, aunque no era difícil de conseguir.
¿Por qué recrudecieron los ataques?
Vino recrudeciendo hace mucho la violencia. La condena de Cristina [Fernández, la expresidenta sentenciada a prisión domiciliaria] los envalentonó. Se disparó la violencia de Milei y la violencia en redes y todo terminó exacerbándose.
¿Por qué evaluás que los ataques son direccionados hacia vos?
Quizás soy de las periodistas más populares, pero insólitamente a mí me echaron de todos lados, de la televisión mainstream y del canal de noticias en el que trabajaba, a las dos semanas que ganó Milei, a pesar de que sigue siendo un canal opositor a Milei y con figuras kirchneristas clave. Yo era una buena profesional, una buena compañera y no hice nada. Me echaron sin motivo y no me explicaron por qué. Es cada vez más sugerente.
¿Qué respaldos recibiste frente a los actuales ataques?
Hubo un respaldo que se tradujo en el modelo que dirijo de una comunidad en Futuröck. Además del respaldo en redes sociales de parte de un montón de dirigentes, de referentes, de artistas, de actores, de asociaciones. Ese respaldo también se tradujo en más oyentes para la radio y nuevos socios.
¿Qué decías cuando te mandaban mensajes de solidaridad y te ofrecían ayuda?
Le contesté a todo el mundo “hacelo público” y “ya se me va a ocurrir algo”.
Vos tenés unas agallas fuera de lo común. Tenés convicciones muy indestructibles. Tenés mucha pasión. Pero ¿qué pasa con el impacto público de los ataques?
En palabras del propio Steve Bannon [estratega político estadounidense de extrema derecha], la estrategia es empezar a llenar la cancha de mierda hasta que se pierde la posibilidad de tener debate político. Ni siquiera lucha política. La lucha política se hace entre bandos que pelean por imponer su propio proyecto de país. Llenar la cancha de mierda es que deje de haber reglas.
¿Tu caso muestra la gravedad de la implementación de la IA en la violencia digital sexual contra las mujeres?
Debería ser una regla que no se pueda usar la IA para difundir videos de contenido sexual de otra persona. Me impactó mucho que un director de escuela dijo “si nosotros tenemos este problema en la escuela con los adolescentes que están generando contenido sexual con fotos de sus compañeritas con IA y estamos tratando de que no lo hagan, ¿cómo vamos a hacer si lo hace el presidente?”. Me resultó lo más aterrador de todas las cosas que escuché a partir de los ataques con IA. Es aterrador que los pibes, en los secundarios, estén haciendo videos con sus compañeras, que no haya ningún freno porque no existe legislación y porque no existe freno moral, porque de la esfera más alta del poder eso se legitimó y se le dio manija. Se le dio volumen desde la cuenta del presidente contra una periodista.
¿Qué pasa con el argumento de “ella habló primero”?
Hay gente que dice “ah, ella dijo tal cosa, que se banque el vuelto”. Es una especie de “algo habrán hecho”. Contiene una pequeña justificación horrorosa de la violencia. El vuelto es por sostenerme, por tener popularidad, porque la radio creció, por sostenerla de manera independiente. Por algo Milei dice “no odiamos lo suficiente a los periodistas”. Es mucho más fácil ir silenciando a los periodistas que derribar a las grandes corporaciones mediáticas, que al final siempre terminan pactando. La pelea es con los periodistas y no con los grandes medios.
¿El autoritarismo de Milei está in crescendo?
Sí, el autoritarismo está in crescendo. Milei quiere un mundo sin periodistas. Milei tiene una tolerancia bajísima a la crítica. Un presidente con esa personalidad es una combinación terrible. Tiene un proyecto político que de por sí necesita ser autoritario. La derecha es autoritaria por definición, no puede no serlo. Pero acá vos combinás una ultraderecha muy autoritaria con una personalidad como la de Milei y lo que tenés es un señor que tuitea contra una periodista 83 tuits en dos días. Es una locura. No hay que tener mucho miedo en decir que no está equilibrado.
¿Qué debería hacerse desde el exterior con la situación de Argentina?
La comunidad internacional debería ver con mucha preocupación lo que está pasando en Argentina. Nos deberían ayudar porque no están exentos de que no les suceda. Entonces supongamos que yo vengo de un futuro distópico a contarles “muchachos, frenemos esta ola porque, si no, ustedes van a terminar en lo mismo que nosotros”.
Las Bravas es un espacio de la diaria Feminismos que busca amplificar las voces y las experiencias de mujeres feministas que están cambiando la historia en América Latina. Está a cargo de Luciana Peker, periodista argentina especializada en género y autora de ¿El amor es o se hace? (2023), Sexteame: amor y sexo en la era de las mujeres deseantes (2020), La revolución de las hijas (2019) y Putita golosa, por un feminismo del goce (2018), entre otros libros.