“Uno abre la puerta y sale a la calle con un infierno escarbándole las entrañas. Afuera, la siesta del domingo transcurre silenciosa y quieta, como si no pasara nada. Y no pasa nada, hermano, no pasa nada. Si después de todo, es apenas un partido más. Un partido más entre los miles de partidos que han jugado los clásicos equipos rosarinos. ¿O acaso uno piensa o alguien se acuerda de cómo salieron en el primer partido del año 75? ¿O en el segundo? Ni uno mismo lo sabe. Ni se acuerda. Son emociones momentáneas, pasajeras. Intensas pero fugaces. Un dolor profundo, una alegría enceguecedora pero que al día siguiente ya se va, desaparece sin dejar huellas físicas visibles, como la varicela. Seguro que no hay casi nadie en la cancha. Casi vacío el Parque. Mañana dirá el diario que el partido concitó poco público. Que la campaña irregular de los sempiternos rivales, la promesa de un mal partido y la amenaza de un nuevo empate alejó a las parcialidades, por supuesto. No tiene importancia el partido. Si se pierde, habrá un chisporroteo urticante durante un rato, alguna cargada extemporánea, una mirada sobradora, pero nada más. Nada más. Pero será un empate. Quedan 45 minutos apenas, si es que ya ha empezado el segundo tiempo. 45 minutos. Pero ¿cómo es posible que tarden tanto en pasar 45 minutos? ¿Cómo puede ser que se transformen en una eternidad inacabable? La cosa es no mirar el reloj. No mirarlo nunca”.

El relato corresponde a La observación de los pájaros, del eterno Roberto Negro Fontanarrosa, y hace referencia al clásico rosarino entre Central y Newell’s, pero le cabe a cualquiera de nosotros y nosotras, que en cada esquina, en la cancha, con la radio en la oreja o mirando el partido en un bar, o en un pueblo, en una localidad del interior o a miles de kilómetros de distancia en otro continente: en los clásicos –todos, sin distinción de equipos– juega el corazón.

Un partido de fútbol, simplemente

Juega el corazón pero también hay dos planteles que son profesionales y arman su táctica, estrategia y formación de lo que vendrá. Peñarol parece tener su equipo definido: recuperó a su zaguero titular, Fabricio Formiliano, y al argentino Lucas Viatri, importante en la generación de juego en el ataque, sobre todo en el acompañamiento de la figura y goleador del Clausura, Gabriel Fernández. Con él se puede abrir el partido para los carboneros. Y con su capitán, claro, el símbolo Cristian Cebolla Rodríguez: su cara está en todas las remeras. Entre los convocados, Diego López incluyó a Walter Gargano, afuera de las canchas desde marzo. Difícil que sea opción de recambio, a pesar de que el sanducero jugó 45 minutos entre semana en Tercera División.

A las 15.00, cuando Leodán González pite el inicio del encuentro, todo quedará atrás. Alexander Medina, entrenador de los tricolores, probó con el floridense juvenil Brian Ocampo en el equipo, pero no hay confirmación. Hay nombres fijos, experientes en esto de los clásicos: Esteban Conde, Jorge Fucile, Rafael García, Alfonso Espino, Santiago Romero, y la calidad, contundencia y vitalidad de Gonzalo Bergessio, la contratación estrella de la temporada para el club de La Blanqueada.

Los clásicos son clásicos y juega el corazón pero también la tabla de posiciones. Peñarol es líder del Clausura y si gana será campeón. Nacional, además de evitar esa vuelta olímpica, va por mantener el liderazgo de la Tabla Anual (la ventaja es de una unidad), determinante en la definición de la temporada. Y claro, por ganar para achicar la diferencia en el Clausura y estirar la definición a las últimas dos etapas.

También hay clásico femenino

La Mesa Ejecutiva del fútbol femenino de la AUF fijó la 7a etapa del Torneo Clausura “Estela Medina” de la Primera División del Campeonato Uruguayo “Mujeres del Uruguay”. En el estadio Obdulio Varela, mañana a las 10.00 Nacional y Peñarol jugarán el clásico; si las tricolores suman de a tres serán campeonas del Clausura y de la Tabla Anual. Será un encuentro interesante, con muchas jugadoras de la selección uruguaya en la cancha. Colón espera como ganador del Torneo Apertura y ya está en la definición del Campeonato Uruguayo. En el Parque Keguay de Toledo se jugarán dos partidos: Colón-Canelones de mañana y Liverpool-Miramar Misiones de tarde; en el Complejo Libertad Washington, Cutcsa Línea D recibirá a River Plate y Juventud de Las Piedras en su complejo será local ante San Jacinto Rentistas.

“¿Cuánto va? Ya debe estar por terminar, casi seguro. Ahora sí, que pase algo. Alguna otra explosión, algún otro dato que permita aferrarse a una ilusión momentánea por lo menos. Aunque después resulte otro gol de Ñuls, mirá lo que te digo. Un dos a cero no es goleada, un dos a cero... ¡Hay otra explosión, otra bomba de estruendo! ¡Y ahora otra, y otra más! Terminó. No cabe duda. Se acabó el clásico y nos ganaron. La reputísima madre que lo reparió. Y bueno, ya pasó. Hay cosas peores. Seguimos arriba, de todos modos, en la estadística. Se oscureció la tarde, está nublado. Ojalá que llueva y se arruine todo. Que nadie ande por la calle. Sale un chico de una casa y después otro. El primero, en cueros grita ‘¡Vamos, Central, todavía!’. Un relampagueo de flash lo ilumina a uno por dentro. Se le seca la garganta. Balbuceante alcanza a preguntar, ‘¿Terminó?’. ‘Uno a uno’, dice el chico, ‘empató Central sobre la hora’. Uno camina, ahora aterido, por inercia, por instrumental. ¡Central sobre la hora, carajo! ¡Central sobre la hora! No grita. No hace un gesto. No levanta la mano. El grito le explota adentro como una bomba de profundidad ¡Vamos los canallas, todavía! Parece mentira. Uno hubiese pensado que iba a saltar, desencajado; brincar sobre una verja, treparse a un árbol como un simio, escalar por un balcón hasta una terraza. Pero no. No es para tanto. No era tan terrible, después de todo. Tal vez no tan importante. Pero una sensación de lasitud, de calidez, de infinita paz interior lo va invadiendo cordialmente. Ya está a una cuadra de su casa. Tiene hambre, tiene ganas de ver a su madre, de estar con sus amigos, de acariciar la cabeza de los niños que juegan en la vereda, futuro de la Patria. La tarde está clara, plena de sol y hasta más fresca. Uno se detiene un momento antes de entrar a abrir la puerta y cruza un par de frases con su vecina. Le pregunta por las flores que está regando, por la dimensión insólita que ha alcanzado la enamorada del muro. Comprende, de pronto, que esa vieja hinchapelotas y mal llevada no es tan mala. Por lo contrario, es muy simpática. Entra por fin y va hasta el baño, antes de prender la radio para oír, de punta a punta, los comentarios finales. Orina. Se lava las manos, se mira en el espejo. Tiene más de mil nuevas canas en las sienes. Hay dos arrugas novedosas y profundas en la frente. Las ojeras se han tornado más oscuras. Uno ha envejecido cinco años otra vez, igual que siempre. Todo por un clásico, apenas. Un partido de fútbol, simplemente”.

Detalles clásicos. Nacional - Peñarol. Cancha: Estadio Centenario. Hora: 15.00. VTV

Se cierra la fecha

La etapa del Clausura se complementa mañana. A las 10.15, en el Parque Capurro, Fénix y Atenas jugarán una final por el descenso (VTV). De tarde continúa la fecha: a las 16.00 se juegan los restantes encuentros. Torque y Cerro se verán en el estadio Centenario, Rampla Juniors y Danubio en el Olímpico, Racing y Liverpool en el Roberto, Progreso y Boston River en el Paladino y River Plate y Wanderers jugarán el clásico del Prado en el Saroldi, con televisación incluida. Defensor Sporting tendrá fecha libre y ganará los puntos del partido que le habría correspondido jugar con El Tanque Sisley.

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