“La educación física es una pesadilla para toda persona disidente de género y orientación sexual”, dice Sempol, que es docente e investigador en el Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (Udelar). Su frase dispara recuerdos escolares y liceales, anclados a patios tan ricos en amistades como en exclusiones. La Encuesta Nacional de Clima Escolar, realizada hace dos años por el Colectivo Ovejas Negras, reafirma la idea: la clase de gimnasia fue la actividad más señalada por los niños, niñas y adolescentes LGBT a los que se les pidió que mencionaran espacios incómodos e inseguros dentro de su centro educativo. “Muchos relatan cómo aparecen los estereotipos de género asociados a la disidencia: ‘Sos maricón, sos puto, aguantá el dolor, no te canses, jugás como una nena’. La actividad competitiva exacerba estos discursos homolesbotransfóbicos. Aparece la feminización del adversario, en un sistema en el que ser mujer es un disvalor”, complementa el entrevistado.

Con estas impresiones a cuestas y la sensibilización como meta, Sempol aprovechó un convenio entre la Udelar y el Ministerio de Desarrollo Social para llevar sus talleres al Instituto Superior de Educación Física, todo un desafío en un país en el que las glorias deportivas del pasado se asocian a un concepto de hombría con olor a naftalina, mientras las del futuro se esperan entre cánticos misóginos y homofóbicos.

¿Cuál es la reacción de quienes asisten?

Bastante buena. Hay cuestionamientos. Cuando tratás de problematizar a la persona y decís “el cuerpo no es algo por fuera de la cultura, por fuera de la representación”, mucha gente no está de acuerdo. Hay una idea totalmente biologicista, han sido colonizados por visiones más medicalizadas. Nosotros no les planteamos una especie de culturalismo radical, no estamos diciendo que el cuerpo no existe o que la biología no existe. Planteamos lo que plantea [Clifford] Geertz, antropólogo estadounidense: que la biología y la cultura dialogan de una forma tan intensa que son indisociables. Hay que romper el binarismo decimonónico que planteaba cultura versus naturaleza. El cuerpo es lo mismo. “Qué habilidades tiene” tiene que ver con lo que nosotros esperamos y lo que producimos de esa corporalidad. Esto genera dificultad de razonamiento. Empiezan todas las discusiones sobre los niveles de eficacia en la competencia, que un hombre tiene más masa muscular que una mujer, las cuestiones de resistencia. Planteamos, más allá de las particularidades de cada cuerpo, las homogeneizaciones que hay sobre qué significa ser hombre y ser mujer. ¿Todos los hombres son más veloces que todas las mujeres?

No.

Tratar, a partir de ahí, de romper esa homogeneización. Si produjéramos cuerpos femeninos mucho más resistentes, probablemente encontraríamos muchas mujeres capaces de ser más veloces que otros hombres en ciertos contextos. Más allá de que se plantea la competencia leal y todas estas cosas, sabemos que todo esto no es así sino que estos cuerpos son hormonizados.

¿Cambian las perspectivas de los y las estudiantes cuando avanza el intercambio?

Sí, hay gente que se da cuenta de cómo hay apropiaciones diferentes por los géneros, que pregunta mucho sobre herramientas concretas para problematizar eso. Cómo, por ejemplo, combatir que generalmente los varones se apropian del lugar central en la realización de la actividad física y las mujeres habitan la periferia con actividades más pasivas. Muchas veces, la propuesta del docente legitima eso. Entonces, ahí planteás herramientas bien concretas: evitar la apropiación, que se identifiquen ciertas zonas con ciertos deportes, y permitir la exploración de todos. Generar cuestiones más mixtas y, después, espacios para que se instale el habla y la posibilidad de evaluación de los procesos de selección de los grupos. A quién se elige primero, a quién se elige al final. Superar esta idea del gordito, del afeminado (que usualmente no son elegidos). Trabajar desde la palabra estas cosas.

¿Qué efectos podría generar un crecimiento en ese sentido?

[El sexólogo Arnaldo] Gomensoro decía en los años 80 que los uruguayos somos analfabetos sexuales. Tiene una enorme contemporaneidad. Estos talleres buscan empezar a alfabetizar a los docentes. Un taller de sensibilización busca que se empiece a ver que hay una literatura, una producción que pueden pensar estos temas de forma diferente, que eso te impacte y que empieces a exigir o a leer. La idea es generar prácticas educativas más críticas, más emancipatorias, más transformativas y que generen más felicidad social. Originariamente, la educación física estaba capturada por el discurso militar o médico. En una educación enciclopedista, es una asignatura de segunda. Por eso nadie se la toma en serio, las materias importantes son otras. Está pensada como una cosa instrumental para otros objetivos: desarrollar higiene, conductas morales o comportamientos deseados. Entonces, hay que darle historicidad y denunciar los componentes disciplinatorios que tuvo. Tenemos que pensar que la educación física y el deporte son una parte fundamental para generar un cuerpo disciplinado. Ponerlo en contexto ayuda a que el docente vea cómo en sus microprácticas educativas está todo el tiempo ratificando estas ideas, cómo la gente o los profesores promueven la relación con la actividad física, con el propio cuerpo, los guiones sexuales que se actualizan dentro de esas corporalidades.

¿A qué te referís cuando decís “guion sexual”?

Qué se espera, qué posturas son las legítimas para habitar ciertas sexualidades o ciertas identidades de género. Entonces, hay cuerpos normales y hay cuerpos que son disidentes o anormales. La educación física es un lugar privilegiado para detectar esto. Es la pesadilla de todo disidente o toda persona no héteroconforme en los espacios educativos. Es el lugar de la burla, de la exposición. ¿Cómo correr? No hay una forma, por más que la educación física quiera hacernos creer que hay una forma correcta. Esta idea está al servicio de ciertos ideales regulatorios, de cuáles se espera que sean los desempeños de un hombre y una mujer. La mirada del otro en estos lugares de exposición es una policía muy fuerte que vigila permanentemente.

Quizás ahí asome una cuestión muy interesante: la de los deportes socialmente permitidos para mujeres y los deportes permitidos para hombres.

Por ejemplo, el fútbol. Puede ser de mujeres y hombres, pero siempre hablamos de fútbol como si fuera exclusivamente para varones.

Y hay mucha gente que cuestiona la feminidad de las mujeres que lo practican.

Ese es el mejor escenario [se ríe]. El peor es [que digan]: “Es medio machona, tiene comportamientos raros, no se adecua a su género”.

También se mira mal al hombre que practica deportes que en nuestra cultura se asocian a la mujer.

Porque supuestamente en estos guiones sexuales o roles de género está esta idea de que las mujeres son más flexibles, más rítmicas, y los hombres más fuertes, más resistentes. En realidad, estos desempeños son producidos culturalmente. Si a una mujer le exijo fortaleza y la entreno desde chiquita, voy a llegar a un nivel de rendimiento insospechado para esas corporalidades; si encima la alimento químicamente, no hay techo.

¿La ilusión de llegar a un profesionalismo que generalmente impide la competencia mixta frena el avance hacia lógicas deportivas que integren a ambos géneros?

Pesa mucho, es como la propedéutica, esta cuestión de que pienso todo desde el inicio como un tubo único para llegar a un lugar, cuando en realidad la actividad deportiva tiene una cantidad de autopistas que van a otros lados que son completamente invisibilizados. Restaurar lo lúdico, restaurar lo que es en cada etapa del ciclo de la vida la lógica del deporte, me parece decisivo. Este modelo lo que hace es masacrar subjetividades. Termina haciendo que mucha gente abandone el espacio, porque ya no es un espacio de enriquecimiento personal.

¿Las propuestas didácticas que incorporan la perspectiva de género y la diversidad han llegado a la educación deportiva?

Está todo por hacer. Todavía está muy normalizada la violencia como forma para el desempeño. ¿Qué quiere decir esto?: “quiero resultados”. Entonces, la única forma es generar discursos violentos fuertemente heteronormativos y homolesbotransfóbicos como mecanismo de humillación y motivación. En niveles de educación media o en espacios de competencia hay unos discursos terribles. Entiendo que el objetivo es generar desempeños competitivos de calidad, pero se produce un reforzamiento de perspectivas de género binarias muy complejas, discriminatorias. La microviolencia está legitimada en esta lógica. Un compañero dice “puto, nena” y eso no es visto como un problema en la interacción deportiva. A todo eso hay que repensarlo. ¿Qué intervención es la más exitosa? Tiene que cambiar la lógica de la competencia, por lo menos en los espacios educativos, que además, en nuestro caso, no están ligados a circuitos de competencia más globales. Así que se puede hacer otro tipo de trabajo; es más fácil en los circuitos no tan globalizados, no tan profesionalizados, porque cuanto más seria es la competencia esto se vuelve más estructural porque hay millones de dólares en juego, entonces ya no hay lugar para experimentaciones ni para sarasa.

Uruguayxs campeonxs

En 2005, cuando le abrió las canchas de baby fútbol a las niñas y habilitó la competencia mixta, la Organización Nacional del Fútbol Infantil (ONFI) inició una revolución silenciosa que hace meses dio otro paso: “No hay más equipos de varones”, recuerda Jorge Burgell, vicepresidente de la Mesa Ejecutiva de ONFI. Quiere decir que ya no existe una categoría exclusivamente masculina. El fútbol infantil se reparte en una rama mixta y otra femenina. Aún hay muchos planteles conformados sólo por niños, pero crece el número de niñas que se entreveran. Por ahora, la rama femenina se mantiene como refugio ante los últimos reparos al proceso integrador. Sempol evalúa esta política como “sumamente saludable”, en el entendido de que “los procesos de socialización son bien tempranos y definitorios”, y le apunta a lo que define como “segregacionismo”: “Cuanto más tempranamente se puedan flexibilizar estas ideas tan binarias, mucho más fácil será el potencial de transformación. Uno de los pocos lugares que sigue teniendo lógica segregacionista es el deporte; el segregacionismo prácticamente ha cedido en todos los lugares de la vida social, salvo en los baños y en el deporte”.