Es duro pero cierto. La selección uruguaya perdió 2-1 ante Nueva Zelanda y quedó sin chances de avanzar a cuartos de final del Mundial. Con este resultado sumado al de primera hora, donde Ghana venció a Finlandia, africanas y oceánicas pasan de fase, mientras que europeas y celestes quedan por el camino. Duro, muy duro, pero cierto.

Las uruguayas empezaron bien. Hubo una verdad contundente: las delanteras, Esperanza Pizarro y Belén Aquino le sacan jugo a cualquier pelota entreverada. Lo han mostrado en reiteradas oportunidades y, para no ser menos, lo enseñaron en la primera ante las neozelandesas. Agustina Caraballo sacó desde el arco, Belén la encontró picando en el círculo central, se la llevó unos metros, la pasó hacia la derecha y Esperanza, luego del control, sacó un fuerte tiro al arco. La pelota dio en el travesaño y Belén, con el mérito de las que siempre van, aprovechó el rebote y puso el 1-0 a los 8. Merecido por el querer, pero también porque Uruguay salió con la actitud y el despliegue necesario para lograrlo.

La explicación de por qué cambió el trámite de juego tiene varios factores. El primero es que las celestes, ventaja mediante, retrocedieron para cuidar el fondo y apostar a los ataques rápidos. Pero fue peligroso, además de habilitar a los otros factores: Nueva Zelanda se sintió cómodo con la pelota en los pies. Su zona central de volantes, con Macey Fraser y Amelia Abbott, empezó a ser el motor de juego. Buscaron siempre la espalda de las laterales para ganar en profundidad. El fútbol cada vez se dio más cerca del arco de Caraballo. A Uruguay le costó un montón sobreponerse a eso. Y lo pagó caro: a los 26 empataron tras una desinteligencia entre Cecilia Gómez y la golera; a los 36 pasaron adelante tras encontrar una pelota suelta luego de un tiro libre.

Para el inicio del segundo tiempo y por la obligación de dar vuelta el resultado, hubo un cambio táctico en Uruguay: Deyna Morales abandonó el doble 5 y pasó a jugar prácticamente de 10. Fue un movimiento de piezas acertado porque antes, cada vez que las delanteras se soltaban en velocidad, nunca encontraron socia para hacer paredes y llegar con más peligro, cosa que se logró y se notó en el primer cuarto de hora del complemento. Si bien ese reordenamiento fue productivo, tuvo una falla: no se buscó por izquierda. Y jugar sin Micaela Domínguez activa, es una desventaja siempre.

Para que Domínguez entrara en juego el entrenador, Ariel Longo, hizo una variante. Ingresó Valentina Morales por Aquino, la 10 ocupó la banda izquierda y Micaela pasó a jugar de delantera neta. Quiso pero no pudo: fue sustituida a los seis minutos de quedar como punta.

Intentó la celeste. Se hizo dueña del juego, hizo más con la pelota, pero le constó generar situaciones claras de gol. Eso fue porque las neozelandesas ganaron el partido de los espacios. Siempre mucho más compactas, en cada lugar donde había una de celeste estaban dos o tres de negro. Quizás, en el debe, está no haber arriesgado más. Los cambios fueron posicionales, no sumando jugadoras en ofensiva ni tratando de romper las líneas. Eso no está mal en sí, pero si había algo que las neozelandesas tenían resuelto era el sistema posicional de Uruguay.

Se fue el Mundial y, como cada vez en juveniles, tocará aprender. Y seguir, siempre.